Autoridad
El deseo de ocupar posiciones de destaque y relevancia es bastante común.
La vida de los poderosos del mundo acostumbra ser idealizadas por las multitudes.
Ellos aparecen ricamente trajeados, en fiestas o situaciones de regalo y disfrute.
Quien lleva una vida modesta y oscura, no es raro, ansie cambiar de lugar con esas importantes figuras.
Muchos se inquietan y desgastan con sueños de grandeza.
Cuando comparan sus vidas con las de algunos otros, quedan amargados y tristes.
Llegan a hallarse injustificados por la Divinidad, a la vista de la escasez de sus posesiones.
Pero la riqueza y la asequibilidad de los recursos sólo reflejan diferentes formas de aprender.
La vida modesta tiene gran valor, si es llevada a efecto con dignidad y sin murmuraciones.
Ella viabiliza la corrección de graves vicios espirituales, como la vanidad y el apego a los bienes materiales.
No se trata de hacer apología de la miseria como estado ideal.
La miseria es una llaga social que debe ser extirpada, mediante la educación y oferta de oportunidades a los que sufren.
Más entre la miseria y la opulencia hay una miríada de situaciones intermediarias.
No todos pueden ser ricos y poderosos al mismo tiempo.
Por eso, las posiciones sociales y y económicas si alteran a lo largo de las encarnaciones.
Con respecto a los talentos y a las inclinaciones de cada uno, todos son llamados a vivir las más variadas situaciones.
Lo relevante es ser digno, operoso y solidario, cualquiera que sea la propia realidad.
La vida de los poderosos, muchas veces, nada tiene de envidiable.
Bajo la apariencia de la riqueza y el brillo, se encuentran grandes responsabilidades.
Ellas son más pesadas porque guardan la condición de influenciar la vida de incontables personas.
El detento de autoridad, de la especie que sea, siempre tendrá que dar cuentas del uso que de él hizo.
Ella nunca es conferida por Dios para satisfacer al fútil placer de mandar.
No es derecho y ni propiedad, más si es una importante y peligrosa misión.
El poderoso tiene almas a su cargo y responderá por la buena o mala directriz que diera a sus subordinados.
Después al termino de la tarea, el será enfrentado con la propia conciencia.
Analizará los recursos de que disponga y el uso que de ellos hizo.
Entonces, verificará si evitó todos los males que podía.
Pensará si hizo el bien que le era posible.
Vislumbrará el resultado de su influencia junto a inúmeros que de él dependían o en él se reflejaran.
Bien se ve que la autoridad no debe ser livianamente buscada.
Si la vida lo proyectó a posiciones de relevo, sea digno y haga lo mejor, para no arrepentirse amargamente.
Más si su vida es modesta, no se amargue.
Todo viene a su tiempo y es mejor ser digno en lo poco que indigno y desgraciado en lo mucho.
¡Piense es eso!
Redacción de Momento Espirita
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Las cinco cosas que nos arrepentimos antes de morir
Mercedes Cruz Reyes
La vida a veces nos parece demasiado larga y otras demasiado corta, la verdad es que el tiempo pasa apenas sin darnos cuenta, y cuando llega el momento de partir, casi todos experimentamos el pesar de no haber realizado algunas cosas.
En el momento en que sabemos que nos quedan pocas horas, o días, cuando podemos hablar con los que están a nuestro alrededor siempre nos lamentamos, desearíamos en especial cinco cosas características de los moribundos.
"Cada persona experimenta una variedad de emociones, que incluyen negación, miedo, enojo, arrepentimiento, más negación y eventualmente aceptación.
La primera que solemos escuchar es ¡Ojala hubiera tenido el coraje de hacer lo que realmente quería hacer y no lo que los otros esperaban que hiciera.
La segunda ¡Ojalá no hubiera trabajado tanto
La tercera Hubiera deseado tener el coraje de expresar lo que realmente sentía. Esto tanto en sentimientos positivos como negativos. "Muchos decían: 'ojalá hubiera tenido el coraje de hablar y decir que no me gustaban esas cosas', o que hubieran tenido el coraje de hablar con personas y decirles lo que realmente sentían por ellas".
La cuarta ¡me habría gustado volver a tener contacto con mis amigos! Una persona en su lecho de muerte a menudo extraña a esos amigos, pero muchas veces, cuando se les pierde el rastro, ya es demasiado tarde para encontrarlos.
Al final de la vida los amigos son muy importantes porque a menudo los familiares que rodean a un enfermo terminal están pasando por su propio duelo.
Mucha gente dice que le hubiera gustado volver a ver a alguien para recordar momentos de su vida, pero no han hecho el esfuerzo de encontrar ese momento!
Y por último la quinta ¡Me hubiera gustado ser feliz!
"La gente madura muchísimo cuando debe enfrentar su propia mortalidad"
Algo que llama la atención es que todos estos lamentos de los moribundos son de cosas que no hicieron. La gente no parece arrepentirse de algo que sí hizo.
"Todo lo que hacemos en nuestra vida, bueno o malo, nos ayuda a aprender algo"
"Por eso es más común arrepentirse de algo que no hicimos".
"Pero pienso que como seres humanos debemos aprender a perdonarnos más a nosotros mismos y no ser tan duros por no haber hecho algo en el pasado. Y esto se aplica principalmente cuando una persona está enferma y no tiene ya libertad de hacer cosas porque no tiene salud".
La certeza de la vida futura no excluye las aprensiones del hombre en cuanto a la desencarnación. Hay muchos que temen no propiamente la vida futura, sino el momento de la muerte. ¿Será ella dolorosa? El cuerpo casi siempre sufre más durante la vida que en el momento de la muerte y que los sufrimientos que algunas veces se experimentan en el instante de la muerte son un gozo para el Espíritu.
En el hombre materializado y sensual, que más vive del cuerpo que del Espíritu, y para quien la vida espiritual nada significa, todo contribuye para estrechar los lazos materiales y, cuando la muerte se aproxima, el desprendimiento, aunque también se opere gradualmente, demanda continuos esfuerzos. Las convulsiones de la agonía son indicios de la lucha del Espíritu, que a veces procura romper los hilos resistentes, y otras veces se agarra al cuerpo, del cual una fuerza irresistible lo arrebata con violencia, molécula por molécula.
"Mi principal mensaje es que todos vamos a morir, y que si en este momento nos arrepentimos de algo tratemos de solucionarlo ahora".
La vida es una hermosa oportunidad en el reloj de las horas, los minutos y segundos son la existencia actual, las horas es el tiempo que Dios nos ha concedido para llegar hasta Él, que nada más depende de nosotros el aprovecharlo o retardarlo, si procuramos el bien en todas las cosas, la vida será un hermoso paseo, si por el contrario hacemos el mal, la pesadilla de los minutos mal empleado nos pesara en la conciencia, y lamentaremos que ese momento llegue, porque no estaremos seguros por nuestras lamentaciones e inseguridades.
Trabajo extraído de una revista espirita
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MEDIDAS PROFILACTICAS DE LA OBSESIÓN
La parasitosis en el hombre se da cuando el huésped espiritual, movido por la morbidez del odio o del amor insano, o por otros sentimientos, envuelve la esfera mental del futuro compañero _ a quien se encuentra vinculado por compromisos infelices de otras vidas, lo que le confiere receptividad por parte de este, mediante la conciencia de culpa. El arrepentimiento generador de desequilibrios, la afinidad en los gustos y aspiraciones, por ser endeudado – enviándole persistentes mensajes, en continuos intentos telepáticos, que abren el campo a incursiones más osadas y vigorosas. Se podría decir que este es un periodo en el que se aloja la entidad parasita, en el hombre descuidado y que pasa a alimentarle la germinación en sus recursos excedentes.
“La idea esporádica, pero persistente, se va fijando en el receptor que, inicialmente no se da cuenta, especialmente si posee predisposición para la morbidez; si le falta la madurez psíquica; cuando se complace en cultivar pensamientos pesimistas, derrotistas y viciosos, pasando a la aceptación y ampliación del pensamiento negativo que le llega. En esa fase ya está instalado el clima de la obsesión que, no encontrando resistencia, se expande, porque el invasor se va imponiendo a la victima que le recibe con cierta satisfacción, conviviendo en la onda mental que ha dominado. En el transcurso del tiempo, el obseso se aliena de los demás objetivos de la vida, permaneciendo en la fijación interior del pensamiento que le constriñe, cediéndole el área de la razón, del discernimiento y dejándose desvitalizar.
Cuando se infiltran las fuerzas del huésped en la savia psíquica del anfitrión, el desencarnado, igualmente cae en la trampa que preparó, porque pasó a vivir las sensaciones y las emociones, experimentando los conflictos de su subyugador, estableciéndose una interdependencia entre las dos entidades. En esa etapa la conexión raramente queda en el campo psíquico, porque el invasor se adueña de las fuerzas físicas del paciente, a través del periespiritu, humanizándose otra vez, esto es, volviendo a vivir las coyunturas de la realidad carnal. El hospedador desfallece, mientras que el huésped se abastece, facultando la instalación de enfermedades en el cuerpo somático o el empeoramiento de ellas, en el caso de que ya se encuentre enfermo.
La simbiosis se transforma, también en una obsesión física, porque al desencarnado se adhiere a la cámara orgánica, explotándole la vitalidad y acoplándose a los fulcros peri espirituales de la criatura encarnada en odioso y destruidor connubio.
La separación, simple y pura, del agente obsesivo, normalmente produce la desencarnación del paciente que sufre su falta y, además porque desfalcado de energías mantenedoras de la vida fisiológica, se le rompen los lazos que atan al espíritu a la materia provocando la muerte de esta. Por su parte, el reo obsesor cae, cargado del tono vital que fue usurpado, en un proceso parecido a una nueva desencarnación que le bloquea temporalmente o lo lleva a una hibernación transitoria. “Todo aquel que defrauda la Ley, sufre las consecuencias del acto arbitrario, que, por su parte, se convierte en automático agente punitivo, llevando al infractor al reajuste”.
Los procesos obsesivos se instalan porque los Espíritus inmaduros no se esfuerzan por adquirir una capacidad de donación, saliendo del si para ofrecer, para darse, generando relaciones efectivas, duraderas, simpaticas que producen bonos de valor moral y de paz. El hombre nacio para amar. El Espíritu es creado para amar. En las etapas iniciales, infantiles, por el egocentrismo de que se hace objeto, aun cuando se dispone al amor, casi siempre lo envilece con las pasiones subalternas. El amor, sin embargo,. Que yace innato en todas las criaturas, puede ser educado, desarrollado, ampliando su capacidad de donación, con el fin de que se pueda expresar con toda su pujanza y grandeza. Para que así suceda, se hace imprescindible que el individuo se desarrolle en plenitud, no solamente a través del área del sentimiento, sino también de la inteligencia y de la razón, madurando la personalidad. Cuando el amor alcanza este nivel, el despierta amor genera reciprocidad, inspira reacciones semejantes, e igualmente sucede, cuando la persona cultiva el odio la desconfianza, la falta de seguridad, produce en los que se le acercan sentimientos y efectos análogos. Con una capacidad interior de amar de esta manera, no hay como acoger las inducciones perniciosas de los perseguidores desencarnados, que son rechazados por el optimismo, por la reflexión y la seguridad emocional.
El individuo se vuelve presa fácil de sus antiguos cómplices, cayendo en variados procesos de alineaciones obsesivas porque, además de descuidar la observancia espiritual de la existencia, mediante actitudes edificantes; un comportamiento equilibrado y vida mental enriquecida por la oración, por la reflexión, no se esfuerza por liberarse de los disgustos y los problemas tediosos, mediante la aplicación de los recursos físicos y especialmente de los mentales, todo por su conformismo perezoso o por una dependencia emotiva, infantil, que siempre transfiere responsabilidades para los otros y placeres para si. La voluntad disciplinada y el hábito de la concentración superior arman al hombre para, y contra mil vicisitudes que enfrenta en su escalada evolutiva.
“La concentración positiva libera la mente de los clichés viciosos, propios o recibidos de otras mentes como del medio donde vive, ya que todos somos sensibles al ambiente en el cual nos movemos. La pereza mental es un polo de captación de las inducciones obsesivas por el principio de aceptación irracional de todo cuanto le alcanza. Cabe al hombre que piensa dar plasticidad al razonamiento, ampliando el campo de las ideas y renovándolas con el perfeccionamiento de la posibilidad de absorber los elementos edificantes que enriquecen su sabiduría y su paz intima. Con el tiempo, la capacidad de discernir le dota con la aptitud de elección de los valores que le impulsan para más altas aspiraciones, con plena liberación de los vicios de toda naturaleza inocente como un niño y equilibrado en las aspiraciones como un sabio que ya se decidió por la conquista, en armonía, de aquello que es para él lo mejor.
“Esa actitud la podemos llamar de psicoterapia preventiva o tratamiento para las obsesiones.
Sea cual sea el problema que descompense el equilibrio de la criatura, de orden ético, psíquico o físico en razón del pasado espiritual de la misma y en concordancia con la actual situación moral del planeta, normalmente encontramos, por leyes de afinidades y sintonía mental emocional, interferencias de Entidades enfermas, perturbadoras y vengativas con sede más allá de las fronteras físicas.
Trabajo extraído del Libro “Cuadros de la Obsesión” de Divaldo Pereira Franco
Realizado por Merchita
La parasitosis en el hombre se da cuando el huésped espiritual, movido por la morbidez del odio o del amor insano, o por otros sentimientos, envuelve la esfera mental del futuro compañero _ a quien se encuentra vinculado por compromisos infelices de otras vidas, lo que le confiere receptividad por parte de este, mediante la conciencia de culpa. El arrepentimiento generador de desequilibrios, la afinidad en los gustos y aspiraciones, por ser endeudado – enviándole persistentes mensajes, en continuos intentos telepáticos, que abren el campo a incursiones más osadas y vigorosas. Se podría decir que este es un periodo en el que se aloja la entidad parasita, en el hombre descuidado y que pasa a alimentarle la germinación en sus recursos excedentes.
“La idea esporádica, pero persistente, se va fijando en el receptor que, inicialmente no se da cuenta, especialmente si posee predisposición para la morbidez; si le falta la madurez psíquica; cuando se complace en cultivar pensamientos pesimistas, derrotistas y viciosos, pasando a la aceptación y ampliación del pensamiento negativo que le llega. En esa fase ya está instalado el clima de la obsesión que, no encontrando resistencia, se expande, porque el invasor se va imponiendo a la victima que le recibe con cierta satisfacción, conviviendo en la onda mental que ha dominado. En el transcurso del tiempo, el obseso se aliena de los demás objetivos de la vida, permaneciendo en la fijación interior del pensamiento que le constriñe, cediéndole el área de la razón, del discernimiento y dejándose desvitalizar.
Cuando se infiltran las fuerzas del huésped en la savia psíquica del anfitrión, el desencarnado, igualmente cae en la trampa que preparó, porque pasó a vivir las sensaciones y las emociones, experimentando los conflictos de su subyugador, estableciéndose una interdependencia entre las dos entidades. En esa etapa la conexión raramente queda en el campo psíquico, porque el invasor se adueña de las fuerzas físicas del paciente, a través del periespiritu, humanizándose otra vez, esto es, volviendo a vivir las coyunturas de la realidad carnal. El hospedador desfallece, mientras que el huésped se abastece, facultando la instalación de enfermedades en el cuerpo somático o el empeoramiento de ellas, en el caso de que ya se encuentre enfermo.
La simbiosis se transforma, también en una obsesión física, porque al desencarnado se adhiere a la cámara orgánica, explotándole la vitalidad y acoplándose a los fulcros peri espirituales de la criatura encarnada en odioso y destruidor connubio.
La separación, simple y pura, del agente obsesivo, normalmente produce la desencarnación del paciente que sufre su falta y, además porque desfalcado de energías mantenedoras de la vida fisiológica, se le rompen los lazos que atan al espíritu a la materia provocando la muerte de esta. Por su parte, el reo obsesor cae, cargado del tono vital que fue usurpado, en un proceso parecido a una nueva desencarnación que le bloquea temporalmente o lo lleva a una hibernación transitoria. “Todo aquel que defrauda la Ley, sufre las consecuencias del acto arbitrario, que, por su parte, se convierte en automático agente punitivo, llevando al infractor al reajuste”.
Los procesos obsesivos se instalan porque los Espíritus inmaduros no se esfuerzan por adquirir una capacidad de donación, saliendo del si para ofrecer, para darse, generando relaciones efectivas, duraderas, simpaticas que producen bonos de valor moral y de paz. El hombre nacio para amar. El Espíritu es creado para amar. En las etapas iniciales, infantiles, por el egocentrismo de que se hace objeto, aun cuando se dispone al amor, casi siempre lo envilece con las pasiones subalternas. El amor, sin embargo,. Que yace innato en todas las criaturas, puede ser educado, desarrollado, ampliando su capacidad de donación, con el fin de que se pueda expresar con toda su pujanza y grandeza. Para que así suceda, se hace imprescindible que el individuo se desarrolle en plenitud, no solamente a través del área del sentimiento, sino también de la inteligencia y de la razón, madurando la personalidad. Cuando el amor alcanza este nivel, el despierta amor genera reciprocidad, inspira reacciones semejantes, e igualmente sucede, cuando la persona cultiva el odio la desconfianza, la falta de seguridad, produce en los que se le acercan sentimientos y efectos análogos. Con una capacidad interior de amar de esta manera, no hay como acoger las inducciones perniciosas de los perseguidores desencarnados, que son rechazados por el optimismo, por la reflexión y la seguridad emocional.
El individuo se vuelve presa fácil de sus antiguos cómplices, cayendo en variados procesos de alineaciones obsesivas porque, además de descuidar la observancia espiritual de la existencia, mediante actitudes edificantes; un comportamiento equilibrado y vida mental enriquecida por la oración, por la reflexión, no se esfuerza por liberarse de los disgustos y los problemas tediosos, mediante la aplicación de los recursos físicos y especialmente de los mentales, todo por su conformismo perezoso o por una dependencia emotiva, infantil, que siempre transfiere responsabilidades para los otros y placeres para si. La voluntad disciplinada y el hábito de la concentración superior arman al hombre para, y contra mil vicisitudes que enfrenta en su escalada evolutiva.
“La concentración positiva libera la mente de los clichés viciosos, propios o recibidos de otras mentes como del medio donde vive, ya que todos somos sensibles al ambiente en el cual nos movemos. La pereza mental es un polo de captación de las inducciones obsesivas por el principio de aceptación irracional de todo cuanto le alcanza. Cabe al hombre que piensa dar plasticidad al razonamiento, ampliando el campo de las ideas y renovándolas con el perfeccionamiento de la posibilidad de absorber los elementos edificantes que enriquecen su sabiduría y su paz intima. Con el tiempo, la capacidad de discernir le dota con la aptitud de elección de los valores que le impulsan para más altas aspiraciones, con plena liberación de los vicios de toda naturaleza inocente como un niño y equilibrado en las aspiraciones como un sabio que ya se decidió por la conquista, en armonía, de aquello que es para él lo mejor.
“Esa actitud la podemos llamar de psicoterapia preventiva o tratamiento para las obsesiones.
Sea cual sea el problema que descompense el equilibrio de la criatura, de orden ético, psíquico o físico en razón del pasado espiritual de la misma y en concordancia con la actual situación moral del planeta, normalmente encontramos, por leyes de afinidades y sintonía mental emocional, interferencias de Entidades enfermas, perturbadoras y vengativas con sede más allá de las fronteras físicas.
Trabajo extraído del Libro “Cuadros de la Obsesión” de Divaldo Pereira Franco
Realizado por Merchita
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