EN LOS DOMINIOS DE LA MEDIUMNIDAD
El humano se da cuenta poco a poco que progresará en el mundo del espíritu al que se dirigirá por las experiencias que le ocurren en la tierra.
En el planeta nos juntamos con quienes tienen nuestras mismas inclinaciones y entre ellos somos médiums, porque emitimos pensamientos similares y atraemos lo similar.
Esto es casi una ciencia exacta, todos saben que cosas iguales se juntan. La mente es la base de todos los fenómenos médiumnicos.
El universo es producto del pensamiento divino y nosotros lo entendemos de acuerdo a nuestro desarrollo espiritual e intelectual. Todo está dentro de Dios, similar a los peces en el inmenso océano.
Como creados por Dios, podemos crear, desarrollar, nutrir y transformar, dentro de nuestro mundo y no como los espíritus que alcanzaron la angelitud.
La energía que irradiamos de nuestro pensamiento nos rodea dándonos una atmosfera personal.
Cada mundo tiene su propia atmosfera, ello lo mantiene en equilibrio y en cada mundo hay entidades de acuerdo a esa atmosfera.
Cada planeta como cada persona evoluciona dentro de la atmosfera que le corresponde, pero todos los seres nos comunicamos por nuestro pensamiento siendo de esa forma una inmensa familia, cada uno con su propio desarrollo espiritual casi siempre diferente.
Actuamos y reaccionamos unos sobre los otros a través de la energía mental e influenciada por otros pensamientos. Todo lo que nos rodea es producto de nuestros pensamientos incluyendo nuestro futuro.
El Psiquismo es producto del alma y ella mueve el cuerpo, En la mediumnidad el agente y el del receptor, deben tener los mismos niveles de pensamiento.
Un hotentote desencarnado, al comunicarse con un sabio encarnado, comunica los conocimientos que posee como tal, y al revés también sucede, ambos sufrirán para comunicarse de la misma forma que en la tierra, cada ser habla de lo que tiene en el corazón.
Por ello ambos el hotentote y el sabio al no poder entenderse no se sentiría feliz el uno del otro, fenómeno denominado “vibraciones compensadas”.
Por eso nos somos felices entre personas similares.
Entonces atraemos a los espíritus similares a nosotros. Entonces debemos enriquecer los pensamientos moralmente e intelectualmente para atraer a los mejores. Cada criatura humana vive en el cielo o en el infierno que edificó para sí.
La mediumnidad existió siempre, debemos cultivarla, y todos somos médiums en la atmosfera que creamos para nosotros, es peligroso poseer sin saber usar, es un poder que debe ser usado como todo con RESPONSABILIDAD personal y social.
Es imprescindible saber qué tipo de onda mental asimilamos, para conocer la calidad de nuestro trabajo y juzgar acerca de la dirección tomada.
Un estudioso espírita del siglo pasado se refirió a un aparato, al “psicoscopio” que observan el alma, definiendo sus vibraciones, también usado para estudiar la materia. Funciona con electricidad y magnetismo, utilizando elementos análogos a los rayos gamma. Constituido por lentes de aumento para la microfotografía.
Con él se clasifica el tipo de pensamiento o vida que lleva la persona o un equipo. Según las radiaciones espíritus superiores planifican la obra que puedan realizar en el futuro.
Para mayor claridad de la definición llamémosles rayos ectoplásmicos, uniendo así nuestra designación a la nomenclatura de los espiritistas modernos.
Esos rayos los tienen todos los seres vivos. Con ellos la oruga se metamorfosea, y se usa en las materializaciones.
( Aportación de Pedro Echevarría )
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"Como moral, el Espiritismo es esencialmente cristiano,
porque la moral que enseña no es mas que el desarrollo y la aplicacion de la de Cristo, la mas pura de todas y cuya superioridad no es negada por nadie".
Allan Kardec- Que es el Espiritismo.
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ORGULLO UN DOLOR DEL ALMA
En la vida nada está perdido; más allá, existe la época cierta para cada uno saber lo que es preciso para desenvolverse.
Despreciar es sentir o manifestar desconsideración por alguien o por alguna cosa; por tanto, es una actitud siempre inadecuada en el camino de nuestra existencia evolutiva. Menospreciar es un sentimiento por el cual nos colocamos por encima de todo y de todos, valorando con arrogancia los acontecimientos y los hechos desde lo alto de la “de la torre del castillo” de nuestro orgullo.
Ninguna cosa o criatura se le debe atribuir el termino despreciable” pues todo lo que existe sobre la Tierra es creación divina; luego, es útil y provechosa, aun mismo que ahora no podamos comprender su real significado.
Tal vez no entendamos de inmediato nuestro papel en la vida, más podemos tener la certeza de que todos somos importantes y todos fuimos convocados para dar nuestra contribución al Universo.
A cada instante, estamos creando impresiones muy fuertes en la atmosfera espiritual, emocional, mental y física de la comunidad donde vivimos. Todo envolvimiento en la vida tiene un propósito determinado cuyo entendimiento más allá de esclarecer nuestro valor personal, favorecerá el amor, el respeto y la aceptación de cada uno de nuestros semejantes.
Frecuentemente, decimos que ciertas personas son indispensables y que muchos individuos son improductivos, y peguntamos al más allá: ¿Cuál es el propósito de la vida para estas criaturas ociosas?
No juzguemos, con nuestros conceptos apresurados, los acontecimientos en nuestro alrededor; antes, aguardemos con calma y hagamos un análisis más profundo de la situación. Actuando así, podremos valorar mejor todo el contexto vivencial.
La cuestión 559 del libro de los Espíritus dice así: ¿También desempeñan una función útil en el Universo los Espíritus inferiores e imperfectos? Y los Espíritus responden: “Todos tienen deberes que cumplir. Para la construcción de un edificio, no trabaja solo el obrero, también lo hace el arquitecto.
Ninguna situación, hecho o pensamiento deberá ser sentido o analizado separadamente, pues el “Gran sistema”, que nos rige, actúa de forma interdependiente.
A pesar de ser únicos, todos fuimos creados para contribuir colectivamente en el mundo y para usar las posibilidades de nuestra singularidad.
Para todo hay un sentido y una explicación en el Universo. Siempre estará implícito un mensaje provechoso para nuestro progreso espiritual, muchas veces, sin embargo, de forma inarticulada y silenciosa.
Nunca nos olvidemos de que la vida siempre actúa en nuestro beneficio, sea en los sectores de la soledad, sea con muchas compañías, o sea, entre encuentros, desencuentros y reencuentros. La aflicción también es un beneficio: “Todo sufrimiento es un acto importantísimo de conocimiento y aprendizaje”.
Si entendiéramos bien, las verdaderas intenciones de las lecciones que se nos presentan, conseguiríamos verdaderos tesoros inmensos de progreso y madurez espiritual.
Las dificultades que la vida nos presenta tienen siempre un carácter educativo. Aun mismo que los veamos ahora como castigo o punición, más tarde tomaremos conciencia de que eran únicamente producto de nuestro limitado estado de comprensión y discernimiento evolutivo.
Descubrir la vida como un todo será siempre un constante proceso de trabajo de los hombres. Efectivamente, la vida es trabajo y movimiento, y para hacer nuestro aprendizaje evolutivo hay un cierto “tiempo de gestación”, si así lo podemos decir.
En la vida nada está perdido; más allá de eso, existe la época cierta para cada uno saber lo que es preciso desarrollar.
Nuestro orgullo quiere transformarnos en súper hombres, haciéndonos sentir “heroicamente estresados”, induciéndonos a ser cuidadores y jueces de los métodos de evolución de la Vida Excelsa y, con arrogancia, nombrar a los otros como despreciables, ociosos, improductivos e inútiles.
Podemos “actuar en el proceso” de formación y progreso de las criaturas, nunca “forzar el proceso” o criticar su forma de actuar.
La pretensión del orgulloso lo lleva a creer que existe una “santidad desvinculada de la realidad humana”, o sea, organizada y estructurada de forma diferente de los principios de la Naturaleza; por tanto, no es de orden divino, más si de mentalidad deturpada de algunos místicos del pasado.
Nada es inútil en el Universo. La Divinidad actúa sin cesar en solicitud y consideración con cada una de sus criaturas y creaciones. El progreso de la humanidad es inevitable. Todos estamos progresando y creciendo, aunque algunas veces, no nos demos cuenta de eso.
El deseo de querer controlar la vida ajena es fruto de nuestro orgullo.
Para ser buen maestro no es preciso hacer seguidores o discípulos, ni aun mismo poseer cortejos o comitivas, más si hacer simplemente que cada ser descubra en si mismo su propio guía. No debemos dictar nuestras reglas a los individuos, más si hacer que ellos tomen conciencia de sus valores internos (sentido, emociones y sentimientos) y pasen a usarlos siempre que sea necesario. Esa es la función de los que quieren ayudar al progreso espiritual de los otros.
Los individuos portadores de una personalidad orgullosa se apoyan en un principio de total sumisión a las reglas y costumbres sociales las que defienden enérgicamente.
Sirviéndose de un impetuoso interés por todo aquello que se convenció llamar de cierto o erado, porque eso les proporciona una ficticia “cartilla del bien” en la que, al manosearla, pasan a encontrar los instrumentos para manipular y dominar, y, así, se sienten ocupando una posición de incuestionable autoridad.
Casi siempre se auto dominan “bien intencionados” y sustentan un aura de personas delicadas, evolucionadas y desprendidas, distrayendo a los individuos para que no perciban las expresiones sintomáticas que denunciarían sus posturas de severo crítico, policial y disciplinador de las conciencias.
En los medios religiosos, los dominadores y orgullosos actúan furtivamente. No solamente representan papeles virtuosos, sino que también creen que lo son, porque aun no alcanzaron la autoconciencia.
Exigen y esperan obediencia absoluta, están súper preocupados con la exactitud, el orden y la disciplina, irritándose con pequeños gestos que fijan los padrones establecidos.
Poseen una inclinación compulsiva al puritanismo, despertando, con eso, simpatía y consideración en las personas sencillas y crédulas. Algunas, no en tanto, por ser más despiertas y conscientes, no se dejan engañar, discerniendo después el desajuste emocional.
El capitulo X de la segunda parte de “El Libro de los Espíritus” dice al respecto de la “Misiones y ocupaciones de los Espíritus”. Dicen los Benefactores que la misión primordial de las almas es la de “mejorarse personalmente” y, más que eso, “concurrir para la harmonía del Universo, ejecutando la voluntad de Dios”.
En la cuestión 558 del Libro de los Espíritus se pregunta: ¿Hay alguna otra cosa que incumba a los Espíritus hacer, que no sea la de mejorarse personalmente? Los Benefactores responden “Concurren para la harmonía del Universo, ejecutando la voluntad de Dios, cuyos ministros ellos son. La vida espirita es una ocupación continua, más nada tiene de penosa, como la vida en la Tierra, porque no hay fatiga corporal, ni las angustias de las necesidades.
La autentica relación de ayuda entre las personas consiste en estimular la independencia y la individualidad, no pidiéndose nada a cambio. Nadie deberá tener la pretensión de ser “salvador de las almas”. La pretensión de querer controlar la vida ajena es fruto de nuestro orgullo.
El ser maduro tiene la habilidad perceptiva de diagnosticar los procesos por los cuales la evolución actúa en el hombre; por tanto, no controla, más si coopera con el amor y con la libertad de las leyes naturales.
Ninguna persona puede realizar la tarea de otra. Las experiencias por las cuales pasamos en nuestra jornada en la tierra son todas aquellas que más necesitamos realizar para nuestro mejoramiento.
Muchos de nosotros convivimos, otros aun conviven, con individuos que intenta de cuidar nuestro desenvolvimiento espiritual, imponiendo un control excesivo y una disciplina perfeccionista, no respetando, sin embargo, los limites de nuestra comprensión y percepción de la vida.
Son “censuradores morales” incapaces de comprender las dificultades ajenas, pues no entienden que cada alma apenas puede madurar de acuerdo con su potencial interno.
No se tiene noticias de que Jesucristo impusiese cobros o hubiese promovido invitaciones insistentes al crecimiento de las almas. Tuvo como misión, en la Tierra, enseñarnos serenidad y harmonía, para poder entrar en comunión con “Dios en nosotros”.
Confiaba plenamente en el Sabio y Amoroso Poder que dirige el Universo y, por tanto, respetaba los objetivos de la Naturaleza, que actúa en el comportamiento humano, desenvolviéndolo de muchas maneras. Sabía que la evolución ocurre de modo inevitable.
El Maestro entendía que, si combatiésemos y luchásemos contra nuestros errores, podríamos “potencializarlos”. Nunca usaba de la fuerza e imposición, más si de una técnica para que pudiésemos desenvolver la “opuesta virtud”.
“¿Mujer donde están aquellos tus acusadores?” Nadie te condeno. Y ella dijo: “nadie Señor.” Y le dijo Jesús: “Yo tampoco te condeno; vete y no peques más.”
No censuró o criticó la actitud inadecuada, más si propició el desenvolvimiento de la autoconfianza, para que ella encontrase por si misma sus valores internos.
Nunca maduraremos, si dejamos a los otros pensar por nosotros y determinar nuestra decisión.
No es la ayuda real, a la que se refería Jesús, la critica moralista, el deseo de reformar a los otros, el control de lo que se debe hacer o no hacer. Antes si, tales comportamientos revelan los trazos del carácter de los individuos orgullosos y aun distanciados de la autentica cooperación en el proceso de la evolución – que no los dejan percibir – que es lo que ocurre naturalmente en la intimidad de las criaturas.
Por el Espíritu Hammed.
Extraído y traducido al Español por Merchita, del libro “Los Dolores del Alma” Francisco del Espíritu Santo
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Conforme el hombre se va espiritualizando su luz interior aumenta. Es la luz espiritual la que da al hombre un concepto nuevo de patria, cuando el la adquiera no pensara en armas de fuego, ningún arma el necesitara para defenderse, porque valorará la cuna donde nació, por el trabajo y el amor, destruyéndose las fronteras materiales y dando lugar a la nueva era de la gran familia humana en que las razas serán sustituidas por las almas y en que la patria será honrada, no con la muerte, sino con la vida bien aplicada y bien vivida.
La desigualdad social es el más elevado testimonio de la verdad de la reencarnación, mediante la cual cada espíritu tiene su posición definida de regeneración y rescate. En ese caso, consideramos que la pobreza, la miseria, la guerra, la ignorancia, como otras calamidades colectivas, son enfermedades del organismo social, debido a la situación de prueba de la casi generalidad de sus miembros. Cesada la causa patogénica con la iluminación espiritual de todos en Jesús Cristo, la molestia colectiva estará eliminada de los ambientes humanos.
La concepción igualitaria absoluta es un error grave de los sociólogos, en cualquier terreno de la vida. La tiranía política podrá tentar una imposición en ese sentido, pero no pasará de las espectaculares uniformidades simbólicas para efectos exteriores, porque el verdadero valor de un hombre está en su interior, donde cada espíritu tiene su posición definida por el propio esfuerzo.
En esa cuestión existe una igualdad absoluta de derechos de los hombres delante de Dios, que concede a todos sus hijos una oportunidad igual en los tesoros inapreciables del tiempo. Esos derechos son los de la conquista de la sabiduría y del amor, a través de la vida, por el cumplimiento del sagrado deber del trabajo y del esfuerzo individual. He aquí por qué cada criatura tendrá su mapa de méritos en el camino evolutivo, constituyendo esa situación, en las luchas planetarias, una grandiosa escala progresiva en materia de raciocinios y sentimientos, en que se elevará naturalmente todo aquel que movilice las posibilidades concedidas a su existencia hacia el trabajo edificante de la iluminación de sí mismo, en las sagradas expresiones del esfuerzo individual.
57.- ¿Podrán los hombres resolver sin divergencias las llamadas cuestiones proletarias?
Sí, cuando se decidan a aceptar y aplicar los principios sagrados del Evangelio. Las reglamentaciones apasionadas, los paros, los decretos unilaterales, las ideologías revolucionarias, son cataplasmas inexpresivas, complicando la llaga de la colectividad.
El socialismo es una bella expresión de cultura humana, mientras no se incline hacia los polos del extremismo.
Todos los absurdos de las teorías sociales provienen de la ignorancia de los hombres con relación a la necesidad de su cristianización. Conocemos de aquí a los mal dirigentes o a los mal dirigidos, no como hombres ricos y pobres, sino como avarientos y rebeldes. En esas dos expresiones, las criaturas provocan el desequilibrio de todos los mecanismos del trabajo natural.
La verdad es que todos los hombres son proletarios de la evolución y ningún esfuerzo de buena realización en la Tierra es indigno del espíritu encarnado.
Cada máquina exige una dirección especial, y el mecanismo del mundo requiere un infinito de aptitudes y de conocimientos.
Sin la armonía de cada pieza en la posición en que se encuentra, toda producción es contraproducente y toda buena tarea imposible.
Todos los hombres son ricos por las bendiciones de Dios y cada cual debe aprovechar, con éxito, los “talentos” recibidos, porque, sin excepción de uno solo, rendirán un día, más allá de la tumba, cuentas de sus esfuerzos.
Que los trabajadores que dirigen sepan amar, y que los de la realización nunca odien. Esa es la verdad por la cual comprenderemos que todos los problemas del trabajo, en la Tierra, representan una ecuación del Evangelio.
En las horas comunes de la existencia, procuremos la luz evangélica para analizar el error y la verdad, discernir el bien y el mal; todavía, en el instante de los juicios definitivos, entreguemos los procesos a Dios, que, antes que nosotros, sabrá siempre el mejor camino de la regeneración de sus hijos desviados.
Amigos os deseo un miércoles lindo, que todos reflexionemos sobre estas enseñanzas, extraídas del “Consolador” libro que recomiendo leer, del espíritu Emmanuel psicografiado por Chico Xavier.
Un abrazo fraternal de Merchita
( Adaptado por Jose Luis Martín)
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LOS ESPÍRITAS Y LA BIBLIA
Los espíritas no consideran A la Biblia como “la palabra de Dios”, sino como el punto de inicio de la Civilización Cristiana que aún se encuentra en fase de desarrollo en la Tierra. La Biblia representa la Codificación de la I Revelación del ciclo de las revelaciones cristianas. Tras ella viene El Evangelio, que es la Codificación de la II Revelación, hecha por el propio Cristo. Y tras el Evangelio tenemos El Libro de los Espíritus, seguido de los demás libros de la Codificación Espírita.
En la Biblia, que es el Viejo Testamento, codificación de los libros sagrados del Judaísmo, hecha bajo la orientación de Esdras después del exilio de Babilonia, encontramos la revelación del plan de Dios para la Humanidad Terrena. Como parte central de ese plan vemos el anuncio del Mesías, que los judíos esperaban pero que no fueron capaces de reconocer cuando llegó. En el Evangelio, codificación de las enseñanzas de Jesús por los apóstolos y evangelistas, encontramos el anuncio del Espíritu de la Verdad - aquel que restablecería la verdad cristiana en la Tierra y prepararía nuestro planeta para el milenio de luz, o sea, el inicio de una nueva era en que el Reino de Dios vendría entre los hombres. En el Espiritismo tenemos las voces del más allá instaurando el Reino en los corazones y en las conciencias esclarecidas.
Cada uno de esos libros se compone, en verdad, de muchos libros. Y cada una de esas colecciones de libros corresponde a una fase del largo y doloroso proceso de ascenso de los hombres hacia la divinidad. Ni la Biblia, ni los Evangelios, ni la Codificación Espírita merecen ser desconocidos y ninguno de esos códigos puede ser depreciado en su valor histórico, profético y divino por aquellos que realmente comprenden la grandeza del Plan de Dios. No es posible oponer el Evangelio a la Biblia u oponer el Espiritismo al Cristianismo, a menos que encaremos la obra de Dios a través de las lentes deformantes del sectarismo religioso.
La palabra de Dios, como expresión simbólica, no se restringe a ninguno de esos conjuntos de libros en particular, pero impregna a todos ellos. Cuando aprendemos a leerlos según el espíritu que vivifica, y no según la letra que mata - como advirtió el apóstol Pablo – percibimos la armoniosa secuencia que ellos representan, en el desarrollo del Plan de Dios en la Tierra. Todos ellos fueron escritos bajo la inspiración de los poderes superiores del Cielo, cada cuál destinado a una época, a un tipo de civilización, ha un grado específico de evolución espiritual alcanzado por los hombres. La palabra de Dios pasa por todas esas páginas como el fuego entre las zarzas. En las viejas páginas de la Biblia ella arde y quema como el fuego del Sinai, luchando para destruir la ignorancia humana. En las páginas estelares del Evangelio ella brilla como las estrellas, indicando a los hombres el guión del Infinito. En las páginas mediúmnicas de la Codificación Espírita la palabra de Dios se irradia en la Tierra como las luminarias nocturnas, que permiten la lectura comprensiva de los textos anteriores y ahuyentan las tinieblas de la superstición, del misticismo fanático, del sectarismo ciego.
Emmanuel en uno de sus mensajes, comparó a la Biblia con el esfuerzo desesperado de los hombres clamando a los cielos por socorro y el Evangelio como la respuesta del Cielo a los hombres. Pero la Codificación Espírita, como señaló Kardec, es la llave que nos permite comprender esa respuesta en la plenitud de su significado espiritual. Sin la llave del Espiritismo, la Biblia y el Evangelio dan motivos a muchas incomprensiones y divisionismos. Fue por eso que las guerras religiosas ensangrentaron los caminos del Cristianismo y las hogueras fratricidas transformaron en negro humo los divinos preceptos evangélicos. Además, es por eso que los cristianos se matan en nombre de Dios en la propia Europa de nuestros días, incapaces de percibir el crimen hediondo que practican.
De lado a lado los cristianos formalistas, apegados a sus interpretaciones particulares de las escrituras, se dicen apoyados en la palabra de Dios para practicar de nuevo el crimen de Caín. Les falta la llave de luz del Espiritismo, que les daría, por encima de las trincheras arrogantes del sectarismo, la visión global de la Revelación Cristiana que es la revelación de la paternidad universal de Dios, de la fraternidad universal de los hombres y de la inmortalidad universal de las almas. Sin comprender esa trilogía divina, que el Evangelio nos ofrece en sus páginas y la Codificación Espírita esclarece en definitiva, a la luz de la razón y de la fe, jamás seremos cristianos y jamás sabremos definir la palabra salvación.
J. HERCULANO PIRES
Mensaje traducido por Mari Carmen-España
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