jueves, 18 de septiembre de 2014

Y la vida continúa

Y LA VIDA CONTINUA
Vi a mi padre muriendo frente a mí y no entendí porque Dios lo mato… Y desde ese día en adelante no creí más en Dios.
Frases como estas son muy frecuentes.
Cuando no conseguimos entender el fenómeno  de la vida y de la muerte, nos revelamos contra Dios, como el niño se revuelve contra la madre cuando está obligado a tomar un remedio amargo.
La idea falsa de un Dios perverso y caprichoso, que mata a unos antes que a otros, que castiga  a algunos y privilegia a otros, que dá la riqueza a unos pocos mientras otros viven en la miseria, es la responsable de la rebeldía de muchos.
Concibiendo un Dios temible, poseedor de todos los vicios humanos, pensamos que ese ser invisible está siempre  a la  expectativa para reprendernos  por una jugarreta.
Nuestra visión, aun miope, en lo que dice respecto a las leyes que rigen la vida, nos hace sufrir, como hijos ingratos que no comprenden  las actitudes de los padres amorosos que tienen como único objetivo la felicidad de los suyos.
Clausurados  en la concha del egoísmo, no percibimos que nuestros bien amados no son los únicos que salen de la escena en la vida física y solo nos incomodamos con Dios cuando El mata a uno de los nuestros.
Indiferentes a las leyes que rigen la materia, no vemos que todo lo que nace, un día tiene que morir, o mejor, transformarse.
Y nuestro cuerpo físico también es materia, y como tal tiene  que disolverse un día. Más, cuando eso acontece, olvidamos que somos Espíritus inmortales y no apenas un cuerpo que desaparece en polvo del suelo.
Fuimos hechos a imagen y semejanza de Dios, y por eso mismo viviremos por toda la eternidad.
Lo que nos ha causado inseguridad es pensar que Dios es a nuestra  imagen y semejanza y que, por tanto, es portador de todos los vicios humanos.
Somos Espíritus. Y como tal somos inmortales. Más, para que consigamos la perfección, es preciso sumergirnos en la carne a través de la reencarnación.
AL hombre es dado morir una sola vez, asegura el Evangelio, al Espíritu no le  es posible la muerte.
Un día, en el futuro aun distante, no precisaremos entrar y salir de la carne, porque ya habremos desenvuelto en nosotros la imagen y semejanza del Padre.
Jesús, después de la muerte del cuerpo, surge con toda la vitalidad, en espíritu, para legar a la Humanidad la certeza de la inmortalidad.
De esa forma, no nos engañemos. El túmulo no es el fin de la vida. Es apenas el comienzo  de una nueva fase de aprendizaje para el Espíritu imperecibles.
Comprendiendo la sabiduría y la perfección de las Leyes Divinas, cambiaremos nuestra reacción ante la partida de un ser querido. Y diremos con seguridad:
Vi a mi amado dejando el cuerpo físico, ante mí, y entendí porque Dios  lo llevo… Es que Dios  lo ama más que yo y lo quiere, por algún tiempo, en el mundo de los Espíritus. Desde ese día en adelante, espero  ansioso la oportunidad de un reencuentro feliz. Y por ese motivo,  creo más y confió en Dios…
 * * * * * *
Lo que llamamos muerte, nada más es un fenómeno biológicos natural.
Sea por el desgaste normal de los órganos o de otra forma cualquiera, todos dejaremos el cuerpo y volveremos a la patria espiritual de donde partimos un día.
Así, tengamos la certeza de que la separación es apenas temporal. Y que, más temprano o más tarde, tornaremos a reencontrar a nuestros amores por los cuales sentimos añoranza.
                                           Redacción de  Momento Espírita.
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        PLURALIDAD DE MUNDOS

.. ¿Están habitados todos los globos que circulan en el espacio?
«Sí, y el hombre de la Tierra dista de ser, como lo cree, el primero en inteligencia, en
bondad y en perfección. Hay, sin embargo, hombres muy vanidosos que imaginan que ese pequeño globo tiene el privilegio exclusivo de tener seres racionales. ¡Orgullo y vanidad! Se figuran que Dios creó el universo para ellos solos»
Allan Kardec-
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DON DE CURAR EN EL ESPIRITISMO
La causa original  de las enfermedades que afligen a la humanidad, pertenece esencialmente al orden psíquico. 
El hombre continúa sufriendo fuertes golpes contra la salud de su cuerpo físico.
El Espiritismo no tiene por finalidad curar las enfermedades del cuerpo. Aunque  coopera en ese sector del orden humano, su objetivo principal es enseñar, orientar y liberar al espíritu de sus debilidades o instintos inferiores hasta alcanzar la “salud moral” la Angelitud. No pretende competir deliberadamente con la medicina del mundo, como presuponen algunos médiums y neófitos espiritas.Si ese hubiera sido el objetivo esencial, los mentores que orientaron a Allan Kardec en la codificación de la doctrina le habrían indicado los recursos y métodos técnicos que aseguraran el éxito terapéutico en la lucha contra las enfermedades que  afectan a la humanidad.

La espiritualidad inspira y coopera en las actividades terapéuticas utilizando a los médiums, pero sin la finalidad de deprimir o debilitar la noble profesión de los médicos, cuyos derechos académicos deben prevalecer por encima de las actuaciones de los legos.
Por ser la mediúmnidad un fenómeno circunscrito a las causas del plano astral o invisible, es necesario investigarla en lo más íntimo, traerla a la superficie y considerarla debidamente, para que luego sirva de orientación a los discípulos y obreros de la Siembra del Maestro. 
Cuando la ciencia médica analice el introspectivo del alma, comprobará que ciertas molestias de carácter virulento son el producto de graves “infecciones morales” existentes  en la conciencia de la misma, las cuales, por efecto de repercusión vibratoria, afectan al periespiritu y al cuerpo físico, al que está sujeta. 
Aunque son útiles y eficientes los recursos preventivos de las vacunas y la profilaxis  contra ciertas endemias y epidemias, y benéficos los medicamentos  específicos para curar las molestias comunes, la ciencia médica, en su marcha evolutiva  reconocerá el poder curativo de los fluidos  magnéticos y consagrará la magnetoterapia  como fuente de nuevos recursos en beneficio de la salud. 
El periespiritu es el laboratorio invisible que modela a nuestro cuerpo desde el embrión fetal hasta la completa estructuració n física, dado que posee órganos similares  al nuestro, pero más sutiles y que desempeñan funciones  sumamente delicadas, que en definitiva son “moldes o matrices” de los órganos del cuerpo humano, estructurados a su imagen y semejanza.
Si el periespiritu está afectado en alguno de sus órganos por fluidos cáusticos, provenientes  de las emociones  toxicas del alma, el cuerpo carnal que tuviera que modelarse en el vientre materno heredará esas deformaciones clasificadas como congénitas. 
De esta interdependencia psico orgánica existente, nacen los pensamientos negativos del alma, como el odio, ira, venganza, orgullo, egoísmo y celos que generan fluidos irritantes que se adhieren al periespiritu, formando “postulas” de magnetismo toxico, que además afectan el metabolismo psíquico, perturbando y retardando la evolución espiritual del alma. El periespiritu, agitado por la “fiebre” acentuada por la saturación de los fluidos infecciosos, los vierte hacia el cuerpo carnal; transfusión que se produce mediante el “doble eterico” elemento intermediario  que desempeña la función de una especie de “válvula de escape” por donde el alma  expurga los residuos tóxicos de las emociones violentas. Estos fluidos corrosivos, una vez transferidos hacia el cuerpo físico, producen o se convierten en lesiones mórbidas y virulentas, como son el cáncer, la lepra, la tuberculosis y otras molestias de carácter benigno. 
A medida que reencarna sucesivamente se espiritualiza, adquiriendo gradualmente los atributos morales de la santidad, su periespiritu también se diafaniza y los órganos que componen su contextura eterico-fisioló gica van perdiendo “peso” o densidad eterica.
Los espíritus Benefactores ayudan, a través de la intuición, a los médicos honestos y piadosos  que se dedican a curar a los humanos, los profesionales de la medicina son una legión de misioneros, útiles a la humanidad, pues además de sus funciones comunes se dedican a las investigaciones que tienen el objeto curar las enfermedades rebeldes de consecuencias fatales.
El Espiritismo no concursa con los médicos terrícolas, ni pretende sobreponerse a su capacidad profesional. El alivio, el reajuste psíquico o las curas alcanzadas por medio de la facultad mediúmnica, tienen por objetivo sacudir el ateísmo del enfermo, despertándole para atendimiento hacia las enseñanzas de la vida espiritual.
Jesús cuando curaba a los enfermos que iban a buscarlo curaba  los “cuerpos” para después alcanzar “la cura del alma” de cada uno. La mediúmnidad  de cura se propone igual finalidad. 
Muchos médicos, inconscientes del fenómeno, actúan como verdaderos “médiums” son hombres conscientes, pues cuando se extingue la vida del paciente sufren, viendo que su empeño en salvarle no ha surgido efecto.
La mediúmnidad de cura mediante el Espiritismo, es una elevada cooperación del objetivo crítico, condicionada a la evangelizació n del hombre.
La función del Espiritismo es la de “curar el espíritu enfermo” siendo un vehículo beneficioso que instiga al hombre a despertar su conciencia hacia los deberes y responsabilidades del espíritu inmortal.
El auxilio de lo Alto no se condiciona únicamente a los espiritas o médiums, sino a todas las criaturas y dedicados  a los objetivos espirituales de orden superior. El médico no necesita ser espiritista para recibir la buena asistencia de los espíritus dedicados a las dolencias de la humanidad. 
Los médiums presuntuosos, adversos al estudio, viven rodeados de almas inferiores que perturban sus intuiciones, induciéndoles  a cometer los peores ridículos y desaciertos, pues esto no les impide  ser antenas vivas que atraen a los espíritus gozadores, perversos o mistificadores, en cambio, los médicos buenos y atentos, reciben constantemente la cooperación del Espacio.
Criaturas mercenarias usan su facultad mediúmnica para los negocios impuros, uniendo la práctica de la caridad en la siembra espirita, a la remuneración fácil de la moneda del mundo.
Pese a la protesta de la medicina oficial, por la intromisión del médium  o del curandero en su área profesional, fracasa ente los casos de las obsesiones, cuando pretende tratarlas por métodos diferentes a la técnica tradicional adoptada por los espiritistas y médiums.
Ni el médium, ni el médico lograran eficacia alguna sobre el enfermo que esté condenado por la Ley Carmica  a abandonar  el cuerpo físico en la Tierra. Cuando se presentan esos casos, son inútiles todos los recursos terapéuticos de la medicina, y algunos espíritus desencarnados  desaciertan en sus diagnósticos y  recetario a través de los médiums curativos 
Delante del sufrimiento correctivo decretado por la Ley de Causa y Efecto no hay la menor duda, de que fracasarán  el médico y el médium, pues el dolor, en ese caso, no es accidente ni enfermedad, sino un recurso disciplinario para que el espíritu retorne a su verdadera ruta espiritual evitando mayores prejuicios para el futuro.
Aunque el Espiritismo no sea un movimiento llamado a competir con la medicina oficial, corresponde a la promesa bendecida de Cristo, cuando prometió, el envió del Consolador en el momento oportuno para curar a los enfermos de Espíritu, aunque eso se consiga curando primero el cuerpo físico
La cura mediúmnica y excepcional termina demostrando el poder de los espíritus  desencarnados que actúan con el mundo material, cuando vitalizan células, corrigen disturbios nerviosos, desenvuelven músculos atrofiados,  eliminan infecciones y hasta devuelven el raciocinio  a las personas alineados beneficiados sienten la responsabilidad espiritual pesándole en los hombros, exigiéndoles mayor comprensión moral de sus deberes humanos en el contacto diario con la humanidad.
Los espiritas siempre bendicen el  sufrimiento y el dolor, reconociendo que la enfermedad los conduce a la sombra amiga y confortadora de la doctrina espirita, tonificando notablemente  la personalidad humana, por el tratamiento sencillo del agua fluidificada, del pase mediúmnico o por la receta de los desencarnados.
Los mentores espirituales inciden en el recetario mediúmnico bajo el patrocinio del Espiritismo, a pesar de las recetas inocuas o anímicas, producto de la precipitación o ignorancia de los médiums incipientes. El bien espiritual conseguido por el servicio benefactor del recetario mediúmnico, supera satisfactoriamente  las equivocaciones  e imprudencias de un mediumnismo de urgencia, preocupado solamente  por la cura del cuerpo físico, antes que por la salud del espíritu inmortal 
Los hechos prueban que es inútil la movilización de los más espectaculares  y avanzados recursos de la terapéutica del mundo, si el hombre no es merecedor de la salud física, pues si la medicina ha prolongado la vida, no puede vencer la muerte.
Las criaturas mansas de corazón y bondadosas que sufren de cáncer, no son más que almas que delinquieron en el pasado y actualmente se encuentran en trance de purificación espiritual.
Desgraciadamente, la tierra jamás puede protestar contra su sufrimiento redentor, pues desde su infancia  sabe que las virtudes pertenecen al mundo angélico, y los pecados, al reino instintivo animal.
El hombre, en sus momentos de subversión espiritual  y conforme al pecado que lo domina, alimenta un tipo específico de virus, generando determinada enfermedad que la medicina después clasifica en la tabla patológica, conforme a las características etiológicas y a la virulencia identificada. La cólera, la irascibilidad, violencia mental o emotiva, producen el campo fluidito mórbido para nutrir y manifestar las afecciones cutáneas o eczemas ticas; las maledicencias, la calumnia o la magia mental, verbal, o física, generan tóxicos responsables de la vida de los ultravirus que producen la molestia Carmica de “prejuicio al prójimo” conocido  como cáncer. Del mismo modo, la indiferencia, la egolatría, o el egoísmo, ponen en movimiento  los fluidos perniciosos que más tarde abonan  el terreno orgánico del hombre y lo predispone para las enfermedades contagiosas, como la tuberculosis.
El enfermo contagioso es normal que esté obligado a aislarse de la familia y de las relaciones comunes y también del público, debiendo someterse a tratamientos especiales en los instituciones apropiadas y que lo apartan de convivir peligrosamente  con el prójimo. Así recoge los efectos generados por su egoísmo y egolatría en vidas pasadas cuando siendo sano, y en posesión de sus facultades normales, decidió dedicarse con excesivo amor a su propio bien, sin importarle  los problemas aflictivos del prójimo. De acuerdo con la Ley Carmica que establece que “el hombre cosecha conforme  a su siembra”, el enfermo contagioso,  aislado de sus relaciones con el resto  del mundo,  es el espíritu egocéntrico y frió que en el pasado vivía solamente para sí mismo.  El efecto enfermizo de hoy es el resultado de la causa censurable del pasado, y así, hoy vive obligatoriamente en la misma condición generada otrora por su libre voluntad, pero en obediencia a la Ley del Amor y la Fraternidad, que le permite rescatar su debito pecaminoso. 
Las personas de mejor graduación espiritual o que se hayan al fin de sus pruebas cármicos dolorosas, debido a expurgaciones  anteriores, en la actualidad, son elegidas y beneficiadas por la homeopatía, irradiaciones fluídicas, pases mediúmnicos o agua fluidificada liberadas de la medicina, que produce reacciones toxicas.  Por eso hay tanta decepción y variedad con respecto al éxito  de los tratamientos para los hombres en la tierra, pues la terapéutica  salvadora par determinada criatura, es completamente inocua, cuando se aplica a otro enfermo de las mismas condiciones físicas. 
El recetario alopático ofrece serios peligros, y no es aconsejable para los médiums intuitivos, que no posean el más mínimo conocimiento farmacéutica que le permita prever las reacciones toxicas de los medicamentos para el cuerpo humano. 
El médium intuitivo recetita, que prescribe homeopáticamente, debe saber, cuales son los medicamentos antídotos, complementarios o incompatibles,  clasificados científicamente por la farmacología homeopática. Debe familiarizarse con los métodos apropiados para el tratamiento de las dosis infinitesimales, como también con los tipos más indicados para los casos agudos o crónicos. La homeopatía ejerce una acción pronunciada en el periespiritu, por eso las mezclas de medicamentos, neutralizan la cualidad terapéutica. Por ignorar los preceptos más comunes de la medicina homeopática, ciertos espíritus incipientes juzgan que recetando simplemente media docena de medicamentos homeopáticos mezclados en el mismo frasco, bastará para que uno de ellos  produzca el milagro esperado.  Ignoran que las leyes sutilísimas que rigen la acción homeopática en el cuerpo humano, no aceptan la mezcla de ciertas dosis que son antídotos, incompatibles o neutras entre sí.
Las altas dosis de receta médica, por su acción atómica y profunda  en la contextura del periespiritu, desprenden las toxinas que se encuentran adheridas y después convergen hacia el cuerpo físico, exigiendo la ayuda de la baja dinamización, para que se efectúe el drenamiento por las vías emuntorios. 
El homeopático es un medicamento energético capaz de actuar en los intersticios atómicos y etéreo-astrales   del periespiritu, por eso puede tranquilizar los temperamentos excitados, eterizando los residuos mórbidos  que oprimen el psiquismo de los enfermos. Al mismo tiempo que revitaliza todos los centros  energéticos del cuerpo físico y del “doble eterico”  accionando los “chacras” y despertando el tonos vital de los plexos nerviosos – su acción es profunda penetrante, y expurgadora de las toxinas que forman el residual de la mente, cuando esta se descontrola. Las altas dosis, actúan en lo íntimo del ser, desalojando las impurezas o combustible usado por el espíritu, y que queda adherido a su delicada tesitura peri espiritual.
El agua fluidificada es la medicina ideal para los espiritas y médiums recetistas, pues aunque sea destinada a fines terapéuticos, su aplicación no debe ser censurada por los médicos,  dado que no infringe las leyes del Código penal del mundo, y su prescripción  no hace parte  de la práctica ilegal de la medicina.  
Cuando el agua es fluidificada por los médiums o personas de físico y psiquismo sano, se potencializa  extraordinariamente en su energía eterica natural, volviéndose un medicamento saludable, capaz de revitalizar  los órganos físicos debilitados y restablecer  las funciones  orgánicas  desarmonizadas. El agua es un elemento  energético y optimo vehículo para transmitir fluidos bienhechores al organismo humano. Es sensible a los principios radiactivos emanados  del Sol y al magnetismo áurico del periespiritu humano 
Si el individuo que debe fluidificar el agua está enfermo, debilitado, o su mente se encuentra en efervescencia, o bajo el influjo de emociones nocivas, en ese caso, el agua se transformara en un elemento deletéreo. 
No quiere decir esto que el donador de fluidos deba ser un santo, sino un espíritu que tenga “buena salud”. El agua fluidificada es un medicamento eficaz exceptuado de los tóxicos de drogas y producto de la farmacología moderna, que muchas veces, son fabricados por industriales, que en su avidez por mayores lucros, no atienden  a las correctas características de las formulas.
Los médiums poderosos y  de sana vitalidad, alcanza el “guaritun” energético y bienhechor de la homeopatía en su  100,000 dinamización infinitesimal, esto no es frecuente, pero sucede a veces.
Los médiums vegetarianos, sin vicios deprimentes y liberados de las pasiones esclavizadoras, son capaces de producir curas prodigiosas por el empleo de agua fluidificada, lo que, a su vez es súper activada por las energías movilizadas por los espíritus desencarnados en el servicio de ayuda a los encarnados.  
No es suficiente que los médiums fluidifiquen el agua, suministren pases o decepcionen recetas para que se logren resultados positivos. Necesitan mejorar su salud física y sanar sus desequilibrios morales.  
Todas las molestias físicas ceden con suma facilidad  al tratamiento medicinal o psíquico, siempre que el enfermo se disponga  y esfuerce en espiritualizarse, en el sentido de mejorar su conducta particular y social, pues ningún tratamiento es más eficiente que el remedio bendecido y prescripto por el Evangelio de Jesús.  La evangelizació n del espíritu enfermo no siempre llega a tiempo para curarle el cuerpo físico, que está saturado de venenos psíquicos generados en vidas pasadas y en la existencia actual. 
Aun así, su anhelo espiritual por evangelizarse, le proporciona cierto alivio en la vida más Allá de la Sepultura después de su desencarnació n; y es una credencial para que en el futuro le sea ofrecida una reencarnación más saludable.
Por todo lo expuesto, se deduce que la salud física depende mucho de la “salud espiritual”. Esto es porque el auto evangelizació n, aunque  no produzca una cura milagrosa, dará sensibles mejoras porque el enfermo deja de generar  y verter los venenos psíquicos  que anteriormente  le agravaban la enfermedad.
Cuando los pasistas, curanderos o médiums son abnegados  y desprendidos de los intereses mercenarios, también gozan de la asistencia de los buenos espíritus, que los ayudan a lograr éxitos en sus tareas con los enfermos del cuerpo y del alma.
El médium no debe olvidar que su facultad es un medio para renovarse espiritualmente, por eso no debe especular de ninguna manera.
La ley Carmica, a pesar de su función rectificadora, tiene una acción educativa, ella favorece al espíritu para el rescate de sus débitos pasados, sino que también lo sitúa en la carne en las condiciones  de evitarle nuevos desatinos, gracias a la reducción en sus bienes en el cuerpo físico, la Ley que es muy sabia, le reduce los valores que en el ayer le llevaron a hacer un mal uso.
Cuando enfrenta duras dificultades económicas y se entristece por no poder sustentar a la familia, vemos al médico negligente, que en su vida anterior hacia del dolor  ajeno un lamentable negocio para su enriquecimiento condenable. La ley lo hace volver al mismo mundo donde cometió los deslices y le sobrecarga de obligaciones en el seno del espiritualismo.
Debiendo ejercer la mediúmnidad gratuitamente, en pago a las deudas pasadas, no debe cobrar absolutamente nada, ni recibir atenciones materiales que significan agradecimientos por la cura realizada.
Muchas personas de palabra fácil, raciocinio sensato y sentimientos altruistas, considerando que todos somos médiums, producen más beneficios  al prójimo que ciertos médiums negligentes que trabajan  en un servicio oficial bajo la égida del Espiritismo.
Allan Kardec advierte constantemente en sus obras fundamentales del Espiritismo, la responsabilidad del médium mercenario en el ejercicio de su facultad, aunque esté necesitado. El dio ejemplo de su advertencia, renunciando a todos los derechos de autor de sus obras a favor del bien colectivo, también demostró profunda discordancia con aquellos que pretenden explotar los valores de lo Alto
El médium debe cumplir con sus obligaciones junto a la familia,  pues es su principal compromiso asumido en el Espacio antes  de reencarnar. El hogar, el vestido, el alimento y la educación de la prole representan la primera responsabilidad del médium.
Aunque la mediúmnidad sea una gracia concedida por lo Alto a los espíritus errados, deben ejercerla con ánimo y dignidad, pero sin el holocausto de la familia, que son obligaciones esenciales de la vida humana 
Los espíritus superiores no sobrecargan a los médiums más allá de su necesidad; jamás lo obligan a sacrificar a la familia para atender el servicio mediúmnico, solamente les permiten servirse del tiempo disponible para aprovecharlo a su favor. Por eso algunos médiums prefieren mantenerse solteros en el mundo carnal, con el fin de ejercer con más eficiencia la severa responsabilidad de su redención espiritual mediante el ejercicio de la facultad mediúmnica.
El médium enfermo no debe dar pases pues en vez de transmitir fluidos terapéuticos o vitalizadores, termina por agotar las energías ajenas, en beneficio de su equilibrio vital. 
El médium enfermo, despreocupado o irresponsable, contamina, sin poderlo evitar, a sus pacientes con los gérmenes nocivos del cual es portador.
Los médiums prudentes y sensatos, aunque eviten dar pases, practicar el soplo magnético de fluidificar el agua porque están enfermos, pueden transmitir el consejo espiritual benefactor, el estimulo que levanta el ánimo  de aquellos que se encuentran moralmente abatidos.
No basta el pedido a lo Alto y el deseo sincero del médium de servir al prójimo, para ser verdaderamente asistido. Es necesario esforzarse en modificar los malos pensamientos, y abandonar las costumbres viciosas, a fin de ser apto para captar los fluidos transmitidos desde el mundo espiritual.
El médium cuando está enfermo, debe contentarse con ser el intérprete fiel de los consejos e intenciones superiores para transmitirlas a sus compañeros menos esclarecidos, orientándolos en los caminos difíciles de la vida humana.
El mantenimiento del equilibrio psíquico y emocional es de fundamental importancia para la sustentación de la salud.
El visualizarse saludable y cultivar pensamientos optimistas, cimentado en el amor, en la acción dignificante, en la esperanza.
Liberar todo residuo mental, que pueda significar una fuente de intoxicación y estimulo  a las vidas microbianas perturbadoras, conservando la paz intima.
Si la enfermedad nos visita, aprovechemos su presencia para hacer reflexiones valiosas en torno a nuestro comportamiento y a la programación de las actividades. 
Pensemos en la salud y deseémosla  ardientemente, sin imposiciones, sin presiones, pero con noble intención.
Elaboremos planes para estar saludables y ser útiles; imaginemos que ya nos hemos recuperado y estamos desempeñando en la convivencia familiar  y social como un instrumento valioso dentro de la comunidad. 
Vinculemos a la Fuente Generosa de donde fluyen  todas las fuerzas, y absorbamos de ella recursos necesarios para recuperar el equilibrio.
Volvamos a abastecer  nuestra casa mental con pensamientos de paz, de compasión, de solidaridad, de perdón y ternura; y comprometamonos emocionalmente con la Vida, a fin de que nos sintamos integrados en ella, conscientes y felices. 
La enfermedad en cualquier circunstancia, es una prueba bendita, excepto cuando, el ser mutiladora, alienante  o limitadora, constituye una expiación oportuna de la que las Soberanas Leyes se valen para auxiliar a los transgresores que, de un modo u otro, somos todos nosotros. 
Si estamos sanos, aprovechemos la oportunidad para preservarnos, produciendo más y mejor. Si estamos enfermos, agradezcamos a Dios y ampliemos los horizontes mentales en el amor para recuperarnos, hoy y más tarde, y prosigamos la marcha en paz y confiados.
- Merchita -
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