Unión del principio espiritual y de la materia
10. – Debiendo la materia ser el objeto de trabajo del Espíritu, para el desarrollo de sus facultades, era necesario que pudiese actuar sobre ella, por eso vino a habitarla, como el leñador habita el bosque. Debiendo ser la materia, al mismo tiempo, el objetivo y el instrumento de trabajo, Dios, en lugar de unir al Espíritu a la piedra rígida, creó, para su uso, cuerpos organizados, flexibles, capaces de recibir todos los impulsos de su voluntad y de prestarse a todos sus movimientos. El cuerpo es, pues, al mismo tiempo, la envoltura y el instrumento del Espíritu, y, a medida que éste adquiere nuevas aptitudes, reviste una envoltura apropiada al nuevo género de trabajo que debe realizar, como se da a un obrero herramientas menos groseras a medida que sea capaz de hacer una obra más delicada.
11. – Para ser más exacto, es necesario decir que es el Espíritu mismo quien da forma a su envoltura y lo adapta a sus nuevas necesidades; lo perfecciona, lo desarrolla y completa el organismo a medida que siente la necesidad de manifestar nuevas facultades; en una palabra, lo ajusta a la medida de su inteligencia; Dios le suministra los materiales; a él le corresponde emplearlos; así es que las razas avanzadas tienen un organismo, o si se quiere, un órgano cerebral más perfeccionado que las razas primitivas. Así se explica también el sello especial que el carácter del Espíritu imprime a los rasgos de la fisonomía y al comportamiento del cuerpo. (Cap. VIII, Nº 7: del Alma de la Tierra).
12. – Desde que un Espíritu nace a la vida espiritual, debe, para su adelantamiento, hacer uso de sus facultades, por lo pronto rudimentarias; por eso reviste una envoltura corpórea apropiada a su estado de infancia intelectual, envoltura que deja para revestir otra a medida que sus fuerzas aumentan. Ahora bien, como en todos los tiempos hubo mundos, y que estos mundos dieron nacimiento a cuerpos organizados, propios para recibir Espíritus, en todos los tiempos los Espíritus encontraron, fuese cual fuese su grado de adelanto, los elementos necesarios para la vida carnal.
13. – Siendo el cuerpo exclusivamente material, sufre las in- fluencias de la materia. Después de funcionar algún tiempo, se desorganiza y se descompone; el principio vital, no encontrando ya el elemento de su actividad, se extingue, y el cuerpo muere. El Espíritu, para quien el cuerpo privado de vida es en lo sucesivo inútil, lo abandona como se deja una casa en ruinas o un vestido fuera del servicio.
14. – El cuerpo no es, pues, sino una envoltura destinada a recibir al Espíritu; siendo así, poco importan su origen y los materiales de que esté formado. Que el cuerpo del hombre sea una creación especial o no, no por eso deja de estar formado de los mismos elementos que los de los animales, animado del mismo principio vital, o dicho de otro modo, calentado por el mismo fuego, como es alumbrado por la misma luz, y sujeto a las mismas vicisitudes y las mismas necesidades: es un punto sobre el cual no hay contestación. Al no considerar sino la materia, haciendo abstracción del Espíritu, el hombre no tiene, pues, nada que lo distinga del animal; pero todo cambia de aspecto si se hace la distinción entre la habitación y el habitante. Un gran señor, bajo de una choza, o vestido con el sayal de un campesino, por eso no se cree menos gran señor. Ocurre lo mismo con el hombre; no es su vestido de carne el que lo eleva por sobre la bestia y lo convierte en un ser especial, es su ser espiritual, su Espíritu.
Allan Kardec
Extraído del libro “La génesis”
Extraído del libro “La génesis”
¿
Cómo se diferencian en el Mas Allá los grados de Jerarquía
espiritual ?
Cada
Ser vive en el plano o nivel espiritual que le corresponde por
afinidad con los demás Seres que lo habitan, según el nivel de
evolución, y no viven mezclados unos con otros, tal como sucede con
los Seres humanos.
Cuando
circunstancialmente se entremezclan , la superioridad o jerarquía
en el “Mas Allá”, se reconocen por el aspecto fluídico de su
periespíritu, o el grado de luminosidad que rodea a cada uno; en
los planos inferiores los Seres atrasados y apegados a la materia,
tienen un semblante mas o menos oscuro , y a medida que van
conquistando grados superiores de evolución y pureza, van
adquiriendo una mayor y resplandeciente luminosidad que les hace
aptos para elevarse y habitar normalmente otros planos mas elevados
y afines con ellos.
Cada
Espíritu en el Mas Allá, es como un resplandeciente foco de Luz
que irradia en el plano espiritual en donde habita. Esta especie
de Luz espiritual,
que a los humanos nos es muy difícil llegar a comprender, la
poseemos todos en mayor o menor grado o intensidad, y procede de
nuestra propia “Chispa Divina” que
somos, energía
psíquica pura, desarrollada
y evolucionada, que
en esencia somos todos,tanto encarnados como desencarnados.
La
luminosidad espiritual determina la Jerarquía espiritual, que
asigna el lugar o posición de cada Ser en el mundo espiritual, y
los diferentes niveles de esta luz espiritual vienen a ser como las
divisas o entorchados de los militares, que determinan y señalan su
rango y posición en los ejércitos.
La Luz espiritual , determinante de nuestro estatus
social en el Más Allá, la tenemos velada los humanos a causa de la
materia que nos la oculta, y también debido a la falta de desarrollo
espiritual que todavía tenemos , por lo que podemos creer en buena
lógica, que a lo largo de nuestra evolución futura, esta Luz
espiritual la iremos manifestando gradualmente todos,cada vez con
mayor intensidad, según se vayan desarrollando los valores
espirituales que deberemos ir conquistando.
- Jose Luis Martín-
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“Espíritu inmortal,
espíritu encarnado o libre, si quieres ascender rápidamente la
escala ardua y magnífica de los mundos y alcanzar regiones etéreas,
arroja fuera de ti todo cuanto entorpece tus pasos y estorba tu
vuelo...”
-
León Denis -
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La Educación Sexual
La educación sexual, como parte que es de la educación integral, debe comenzar
prácticamente desde la cuna, a partir del momento en que el niño, investigando su propio
cuerpo, descubre sus órganos genitales y se pone a tocarlos con las manos.
Tal descubrimiento debe ser encarado por los padres con la mayor naturalidad,
no justificándose, absolutamente, digan al bebé que "eso es feo"; y menos todavía que le
hagan amenazas o le castiguen a causa de esos toques.
Continúa cuando, alrededor de los tres años, el niño y la niña, notando que existe una
diferencia entre ambos, se ponen a hacer indagaciones al respeto, además con la mayor
inocencia y pureza de este mundo, dando lugar a que les satisfagamos la curiosidad,
diciéndoles que, él, como hombre, tiene el modo del padre, y ella, siendo mujer, se parece a la
madre.
En esa edad, tanto los niños como las niñas ya pueden saber que los bebés nacen de la
barriga de las madres, así como designar los respectivos órganos sexuales por palabras que
no sean peyorativas ni complicadas.
En la infancia, vía de regla, los esclarecimientos sobre cuestiones sexuales son dados por la
madre, mas pueden ser dados por el padre, en caso de que él se dirija a él primero.
En la adolescencia, se recomienda que el padre dé la orientación al chico y la madre a la
chica, por razones obvias de mejor testimonio personal.
Esos informes deben ser progresivos y proporcionales al grado de desenvolvimiento
psicológico del educando, teniendo en cuenta, todavía, la sensibilidad de cada uno. Es de
buena ley que se espere a las preguntas, para entonces responderlas.
Indagaciones como: "¿de dónde vine?" "¿por qué yo no tengo pipí, como mi hermanito?" y otras semejantes, raramente dejan de ser hechas y si los padres las reciben sin escandalizarse,
dándoles las respuestas tranquilamente con la mayor simplicidad posible, granjearán la
confianza de los hijos, animándoles a que les hagan otras, siempre que estén en duda o
demuestren estar maduro para nuevas revelaciones.
El ambiente familiar, aquí, es de suma importancia. Un niño que se sienta amado por los
padres y esté habituado a conversar con ellos, hará tales preguntas con toda espontaneidad y
, llegada a la fase de la adolescencia, cuando el sexo dejará de ser simple curiosidad
para convertirse en inquietante vivencia personal, no tendrá dificultades en solicitar y
obtener de ellos la orientación correcta y segura que necesite.
El niño, sin embargo, que se resienta de un clima afectuoso y comunicativo, o cuyos padres
sean de aquellos que entienden, erróneamente, nada deben decir a los hijos sobre el asunto,
"para no destruirles la ingenuidad", buscará, de seguro, otras fuentes de información
(generalmente amiguitos un poco mayores), junto a los cuales recibirá lecciones teóricas y
prácticas, sabiendo de "todo" casi siempre antes de la hora y, lo que es peor, de manera
desfigurada, obscena, vil.
La educación sexual, al contrario de los que algunos espíritus retrogrados todavía
imaginan, no consiste en sofocar. combatir, reprimir un instinto natural, injustamente
marginado corno diabólico y vergonzoso. Consiste, eso sí, en favorecerle la evolución,
amparándole y guiándole a través de las diversas fases de su desenvolvimiento, de modo que
alcance la madurez, sanamente, sin el peligro de las manifestaciones precoces o libertinas,
incompatibles con los códigos de la Moral y de las buenas costumbres.
Lamentablemente, ciertos padres "pra-frentex" dan a los hijos más informaciones sobre el
sexo de lo que el grado de madurez de ellos podría soportar; favorécenles la lectura de toda
clase de publicaciones que traten del asunto, y se dan por satisfechos con eso,
olvidándose de que lo más importante, en educación sexual, no es informar, sino FORMAR.
Sin duda, la información es necesaria, porque "calma, equilibra y previene los riesgos
de la ignorancia", conviniendo se sepa que, en materia de sexo, "es preferible una
información correcta un año antes que cinco minutos después."
La formación, sin embargo, es de mucha mayor relevancia, mayormente ante la
supervalorización (diríamos abaratamiento del sexo, con que se encuentran los jóvenes de
hoy).
El cine, la televisión, los periódicos, las revistas y las agencias de publicidad, como que
mancomunados en un total irrespeto a la sacralidad del cuerpo humano, exploran
ignominiosamente a la mujer, sirviéndose de ella cual mercancía barata, para satisfacer a
una clientela ávida de erotismo. Provocan, con eso, una verdadera subversión de los principios establecidos.
A su vez, pregoneros de una "nueva moral", en que la virginidad, la honra y la fidelidad
conyugal son tratadas como cosas obsoletas, contribuyen también, para solapar los
cimientos de la familia.
Urge, por tanto, que los padres, superando sus propias deficiencias en ese terreno, o
abandonando la "solución del avestruz", tomen la firme decisión de proteger sus
hijos contra los enormes peligros que los cercan y los asedian a todo instante y de todos los
lados.
Para eso, es preciso conducirle a la autodisciplina en lo tocante a la vida sexual,
haciéndoles comprender, eso sí, que ser libre no es ser irresponsable, no es hacer lo que bien
se entiende, mas vivir de acuerdo con las leyes divinas, dominar los instintos por la
razón, decir "NO" a los llamamientos de los placeres desordenados.
Rodolfo Galligaris
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