¿
Todos los mundos de los planos espirituales son iguales ?
El
mundo espiritual, está regulado por la Ley de Jerarquía
Espiritual, que a su vez es resultado lógico de otra ley, la Ley
de Evolución, que determina cómo se sitúan los diversos
mundos y planos astrales y sus moradores. Por esta ley se gradúan
y diferencian los diversos niveles de perfección que alcanzan
los Seres espirituales evolucionados.
Del
mismo modo que en la Tierra los gobiernos, las naciones y los
pueblos se estructuran jerárquicamente para un normal
funcionamiento social, dirigiendo unos y obedeciendo otros,
ejerciendo cada uno diferentes funciones y responsabilidades , todas
necesarias para el bien común, en el Mundo Espiritual, sus miembros
se estructuran y organizan de modo parecido.
Así
como entre el ser unicelular mas insignificante y el Ser humano
existe toda una larguísima cadena evolutiva de variadas especies y
de formas, resulta lógico pensar que entre el Ser humano y Dios
también existe una infinita cadena de grados evolutivos, de Seres
y de formas, ubicados en mundos acordes con sus naturalezas,
diferentes entre ellos con arreglo a su nivel de evolución , en un
ascenso gradual y progresivo hacia la Perfección cercana a la
Fuente de Origen o Dios, lo que supone una misma meta común para
todos los seres espirituales en cuanto a Pureza, Sabiduría y Amor
hasta grados infinitos.
A
partir de cierto grado evolutivo, los Espíritus ya se han
purificado lo suficiente como para no necesitar de la necesaria
reencarnación en los mundos físicos, que se distribuyen según su
grado evolutivo en primitivos o primarios, de expiación y de
regeneración, quedando ubicados tras sl paso evolutivo por los
mundos citados en los mundos espirituales de otra dimensión
diferente a la física, mundos felices, desde los cuales siguen
progresando y ascendiendo. En ellos su actividad se centra en
colaborar en la gran Obra Divina del progreso de los mundos y de las
humanidades mas atrasadas en la escala evolutiva, que existen
diseminadas en número inestimable dentro del Universo Infinito,
aceptando
como propia la Voluntad Divina,
y dirigiendo y trabajando en los cometidos que les son asignados por
otros Seres de más elevado rango de Pureza y Perfección, dentro
del complejo engranaje de la Creación.
- Jose Luis Martín-
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“
Una vez despertado, el pensamiento no vuelve a
dormitar .”
- Carlyle
–
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Joao Cabral |
EDUCAR LOS SENTIMIENTOS
Todos los sentimientos parten del espíritu, pero existen los buenos y los malos. Los sentimientos puros son elevados, crean ambiente de alegría y felicidad y vuelve a las criaturas valerosas y apreciadas. Los malos sentimientos prueban inferioridad y a veces son indicio de baja espiritualidad; esas criaturas viven siempre irritadas, mal-humoradas, crean ambientes infelices, tétricos.
Un niño dotado de buenos sentimientos es querido, estimado y respetado. Alimentar los buenos sentimientos es apartar los malos.
Por tanto, es deber de todas las criaturas, principalmente aquellas que tienen hijos que educar, en formación del carácter, nunca crearan un ambiente de infelicidad para los hijos. Estos deben ver el semblante de sus padres siempre claros y nunca los oyeran pronunciar palabras rencorosas. Cuando los padres perciben en sus hijos la inclinación para los malos sentimientos, deben tener el máximo cuidado de corregirlos, a fin de hacerlos desaparecer.
La espiritualidad se demuestra siempre por los sentimientos que los espíritus irradian. Todos los espíritus encarnan para rescatar faltas, crímenes practicados en encarnaciones anteriores. Nadie queda impune. Por eso se dice que debe haber reflexión, para que no sean practicadas malas acciones. Todo niño demuestra los sentimientos que poseían en la última encarnación, y no hay mejor oportunidad que la de la infancia para combatir los malos sentimientos, para corregirlos, a fin de que los espíritus comiencen a aprovechar su tiempo, en esta encarnación.
Es de máxima necesidad que los padres tengan cuidado con sus hijos. Siempre que puedan, observen sus tendencias espirituales para ayudarlos o para corregirlos a tiempo. Enseñar al niño es grabar en mármol; aquello que en la infancia enseñasteis a vuestros hijos, estará grabado para siempre en su espíritu; no debéis olvidaros de que hay espíritus dóciles y espíritus rebeldes; para los espíritus dóciles hay siempre facilidad de inducirlos al camino del bien. Los espíritus rebeldes con dificultad se los guían para el camino de la virtud y del bien, pero ni por eso deben los padres desanimar. Su deber es trabajar para hacer que ellos se encaminen para el buen camino.
La rebeldía del espíritu es siempre una demostración de la necesidad de corrección, para él espiritualizarse. Hay quien no crea en la reencarnación del espíritu, ni tampoco en la evolución espiritual a través de las encarnaciones. Entre tanto, si quisieran pensar y razonar, verificarán que es un hecho. Hay espíritus que se acuerdan de cosas pasadas en una existencia lejana y, en la infancia revelan cosas que hacen meditar a los padres.
Hay espíritus que en cuerpo de niño demuestran temperamentos de viejos, de niños experimentados, razonando con acierto, teniendo a veces frases de un cierto alcance que hacen la admiración de los que los oyen. Son espíritus de hecho viejos que desencarnaron hace bien poco tiempo, y que tienen ciertas reminiscencias de la vida pasada.
Hay, por tanto, necesidad de cuidar cariñosamente de la educación de esos espíritus, de su formación moral, pues, de la formación del individuo depende su éxito en la vida. De la buena formación espiritual del niño depende su futuro. Y como todos los padres desean la felicidad de sus hijos, es preciso que procuren desde ya hacer todo para que ellos sean felices en el futuro, para que ellos sean fuertes, para que ellos venzan en la vida. Tengan, pues el máximo cuidado en la educación de sus hijos, sepan darles no sólo el pan, sino también la educación, recordando siempre que el futuro de los hijos depende de la educación, depende de los principios que los padres les pueden dar ahora.
Todo en la vida tiene su explicación racional, y no podemos dejar de hacer sentir que, a pesar de padres cuidadosos educaron convenientemente a sus hijos y a pesar de muchas veces poseen muchos hijos, educándolos todos de la misma forma, hay unos que no siguen la misma ruta de los otros; esos son los espíritus rebeldes, aquellos espíritus reticentes a quien dificilmente los consejos y educación de los padres pueden producir efectos. Pero no deben por eso los padres dejar de cumplir su deber, porque no hay regla sin excepción y cuanto más cuidado tuvieron en la formación espiritual de los hijos mejor cumplirán sus deberes y nunca tendrán remordimientos de haber guiado inconvenientemente a los hijos en el camino de la vida.
-Joao Cabral-
Traducción del Grupo Espírita Amor en Acción
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El concepto religioso de la Fe como gracia especial, concedida por Dios a los creyentes de una determinada religión, pertenece al pasado. Ese concepto equivale a una interpretación profundamente injusta de la Justicia Divina. La Fe es un don, sin duda, pero la donación de Dios es siempre universal, nunca se procesa en la medida estrecha de los hombres. Dios es el Creador y nosotros somos sus criaturas. Eso quiere decir que Dios es el Padre y nosotros somos sus hijos.
¿Cómo podría el Padre Supremo, que es fuente de todo el amor, de toda misericordia, conceder sólo a algunos de sus hijos el don fundamental de la Fe, sin el cual el hombre no podría elevarse a Él?
El nuevo concepto de la Fe, establecido por el Espiritismo, coloca el problema en términos claros y precisos. La Fe, como don natural, está presente en el corazón de todas las criaturas humanas. A semejanza del amor, que todos traemos en germen dentro de nosotros, la Fe precisa germinar en nuestro corazón y ser cultivada por nosotros a la luz de la Razón. Así, la Fe nos es dada como semilla, pero tenemos que cultivarla y desarrollarla. En ese sentido, la Fe se torna una conquista que tenemos que hacer en la vida. ¿Todas nuestras facultades no deben también ser cultivadas? La Fe es una facultad del alma, del espíritu, y nos cabe desarrollarla en nosotros mismos.
La Fe y la Razón se conectan como el Sol y la Tierra. La Razón es el sol espiritual que ilumina nuestra comprensión, ahuyentando las tinieblas y el frío de la ignorancia y de la superstición, para darnos la luz de la comprensión y el calor de la vida. Un hombre sin fe está muerto en sí mismo, es su propio sepulcro. Pero le basta encender la luz de la razón para liberarse de la muerte y del túmulo, para resucitar como Lázaro ante la voz del Mesías.
El materialista, el ateo, el hombre sin fe, en verdad confía en sí mismo, tiene fe en sus propias fuerzas. Es como el pez de las profundidades, que sabe dominar el agua pero aún no conoce la luz del sol. La fe humana que lo sostiene en las luchas diarias de la vida va a abrirse a la fe divina que le mostrará el esplendor de las estrellas. La luz de la Razón, a semejanza de la luz solar, hará germinar y crecer el poder de la fe en su corazón. Nadie se pierde, nadie está condenado para siempre. La Justicia de Dios se cumple en lo íntimo de nosotros mismos, porque Dios está en nosotros, presente en nosotros en la misericordia de sus leyes.
J. HERCULANO PIRES
El nuevo concepto de la Fe, establecido por el Espiritismo, coloca el problema en términos claros y precisos. La Fe, como don natural, está presente en el corazón de todas las criaturas humanas. A semejanza del amor, que todos traemos en germen dentro de nosotros, la Fe precisa germinar en nuestro corazón y ser cultivada por nosotros a la luz de la Razón. Así, la Fe nos es dada como semilla, pero tenemos que cultivarla y desarrollarla. En ese sentido, la Fe se torna una conquista que tenemos que hacer en la vida. ¿Todas nuestras facultades no deben también ser cultivadas? La Fe es una facultad del alma, del espíritu, y nos cabe desarrollarla en nosotros mismos.
La Fe y la Razón se conectan como el Sol y la Tierra. La Razón es el sol espiritual que ilumina nuestra comprensión, ahuyentando las tinieblas y el frío de la ignorancia y de la superstición, para darnos la luz de la comprensión y el calor de la vida. Un hombre sin fe está muerto en sí mismo, es su propio sepulcro. Pero le basta encender la luz de la razón para liberarse de la muerte y del túmulo, para resucitar como Lázaro ante la voz del Mesías.
El materialista, el ateo, el hombre sin fe, en verdad confía en sí mismo, tiene fe en sus propias fuerzas. Es como el pez de las profundidades, que sabe dominar el agua pero aún no conoce la luz del sol. La fe humana que lo sostiene en las luchas diarias de la vida va a abrirse a la fe divina que le mostrará el esplendor de las estrellas. La luz de la Razón, a semejanza de la luz solar, hará germinar y crecer el poder de la fe en su corazón. Nadie se pierde, nadie está condenado para siempre. La Justicia de Dios se cumple en lo íntimo de nosotros mismos, porque Dios está en nosotros, presente en nosotros en la misericordia de sus leyes.
J. HERCULANO PIRES
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