martes, 27 de enero de 2015

La mujer y la mediumnidad

FASCINACIÓN

MEDIUMS FASCINADOS
"El médium fascinado se juzga mejor que los otros".

DIVALDO PEREIRA FRANCO
Cuando el médium comienza a “recibir” espíritus respetables en cualquier lugar, a cualquier hora, sin ninguna justificación, está auto-fascinado, por sí mismo, por su mediumnidad y bajo el comando de entidades que lo quieren llevar al ridículo. Sería lo mismo que si yo ahora entrara en trance y recibiera un espíritu. ¿Para que ese exhibicionismo innecesario?. En una conversación entre amigos  yo recibo a un espíritu. ¿Para qué?. Él no vendrá a decir nada más allá de lo que el médium pueda decir.
Los espíritus buenos tienen sus ocupaciones y no pueden estar como capataces, a nuestro lado gobernando a los servidores. De ahí que la fascinación es peligrosa porque el médium fascinado no se da cuenta. Todo lo que él hace es mejor que lo que los otros podrían hacer… Es diferente de los otros… Es superior… Si toca en algún lugar aquel lugar reluce… Entonces la fascinación es un gran escollo  para la mediumnidad. Cuando encontramos a la persona en esa fase es un acto de caridad procurar que vuelva a leer el capítulo 23 de “El Libro de los Médiums”.
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Igualdad natural 

. ¿Todos los hombres son iguales ante Dios? 

- Sí, todos tienden hacia el mismo fin y Dios ha hecho sus leyes para todos ellos. Con frecuencia decís: “El sol nace para todos”, y estáis manifestando una verdad mayor y más general de lo que pensáis.* 
Todos los hombres se hallan sometidos a las mismas leyes naturales. Todos nacen con idéntica debilidad, están sujetos a iguales dolores, y el cuerpo del rico se destruye como el del pobre. En consecuencia, Dios no ha otorgado a ningún hombre una superioridad natural, ni por el nacimiento ni por la muerte. Ante Él todos son iguales. 

EL LIBRO DE LOS ESPÍRITUS.
ALLAN KARDEC.


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LA MUJER Y LA MEDIUMNIDAD

 Se encuentran, en ambos sexos, excelentes médiums; es la mujer, sin embargo, en la que parecen otorgadas las más bellas facultades psíquicas. De allí el eminente papel que le está reservado en la difusión del nuevo Espiritualismo. Observando las imperfecciones inherentes a toda criatura humana, no puede la mujer, para quien la estudia imparcialmente, dejar de ser objeto de sorpresa y algunas veces admiración.
No es únicamente en sus trazos personales que se realizan, en la Naturaleza y en el Arte, los tipos de belleza, de la piedad y de la caridad; en lo que se refiere a los poderes íntimos, la intuición y la adivinación, siempre fue ella superior al hombre.
Es entre las hijas de Eva que la antigüedad obtuvo sus célebres videntes y sibilas. Esos maravillosos poderes, esos dones de lo Alto, la Iglesia entendió, en la Edad Media, que debía avistar y suprimir, mediante los procesos instaurados contra lo que se llamó brujería.
Hoy encuentran ellos su aplicación, porque es sobre todo por intermedio de la mujer que se afirma la comunión con la vida invisible. Más de una vez se revela la mujer en su sublime función de mediadora y lo es en toda la Naturaleza. De ella proviene la vida; es ella la propia fuente de ésta, la regeneradora de la raza humana, que no subiste y se renueva sino por su amor y sus tiernos cuidados. Y esa función preponderante que desempeña en el dominio de la vida, y todavía la ocupa en el dominio de la muerte.
Pero nosotros sabemos que la muerte y la vida son una, son las dos formas alternadas, los dos aspectos continuos de la existencia. Mediadora también es la mujer en el domino de las creencias. Siempre sirvió de intermediaria entre la nueva fe que surge y la fe antigua que desfila y va desapareciendo. Fue su papel en el pasado, en los primeros tiempos del Cristianismo, y todavía lo es en la época presente.
El Catolicismo no comprendió a la mujer, a quien tanto debía. Sus monjes y padres, viviendo en el celibato, lejos de la familia, no podían apreciar el poder y el encanto de ese delicado ser, en quien percibían antes un peligro.
La antigüedad pagana tuvo sobre nosotros la superioridad de conocer y cultivar el alma femenina. Sus facultades se expandían libremente en los misterios. Las Sacerdotisa en los tiempos védicos, era asociada íntimamente al altar doméstico, en Egipto, en Grecia, en Galia, en las ceremonias de lo oculto, por todas partes era la mujer objeto de una iniciación, de una enseñanza especial, que de ella hacían un ser casi divino, el hada protectora, o genio del hogar, la custodia de las fuentes de la vida. A esa comprensión del papel que la mujer desempeña, personificando en ella la Naturaleza, a sus profundas intuiciones, sus percepciones sutiles, sus adivinaciones misteriosas, es que se debió la belleza, la fuerza y la grandeza épica de las razas griega y céltica. Porque, así como sea la mujer, así es el hijo, así será el hombre.
Es la mujer que, desde la cuna, modela el alma de las generaciones. Es ella que hace los héroes, los poetas, los artistas, cuyos hechos y obras fulguran a través de los siglos. Hasta los siete años el hijo permanecía en el Gineceo bajo la dirección materna. Y se sabe lo que fueron las madres griegas, romanas y galesas. Para desempeñar, sin embargo, tan sagrada misión educativa, era necesaria la iniciación en el gran misterio de la vida y del destino, el conocimiento de la ley de las preexistencias y de las reencarnaciones; porque sólo esa ley da a la vida del ser, que va desabrochar bajo la égida materna, su significación tan bella y tan conmovedora.
Esa benéfica influencia de la mujer iniciada, que irradiaba sobre el mundo antiguo como una dulce claridad, fue destruida por la leyenda bíblica del pecado original.
Según las Escrituras, la mujer es responsable por la corrupción el hombre; ella pierde a Adán y, con él, a toda la Humanidad; consecuentemente atrayendo Sanción.. Un pasaje de Eclesiastés la declara "una cosa más amarga que la muerte". El casamiento mismo parece un mal: "Que los que tienen esposas sean como si no las tuviesen" - exclama Pablo. En ese punto, como en tantos otros, la tradición y el espíritu judaico prevalecieron, en la Iglesia, sobre el modo de entender del Cristo, que fue siempre benévolo, compasivo, afectuoso para con la mujer.
En todas las circunstancias la escuda él con su protección; le dirige sus más tocantes parábolas. Le extiende siempre la mano, aún cuando decaía. Por eso las mujeres reconocidas forman una especie de cortejo y muchas lo acompañaron hasta la muerte.
 La situación de la mujer, en la civilización contemporánea, es difícil, en lo raro y dolorosa. No siempre la mujer tiene para sí los usos y las leyes; mil peligros la cercan, si ella flaquea, si sucumbe, raramente se le extiende la mano amiga.
La corrupción de las costumbres hace de la mujer la víctima del siglo. La miseria, las lágrimas, la prostitución, el suicidio - tal es la suerte del gran número de pobres criaturas en nuestras sociedades opulentas.
Una reacción, sin embargo, ya se va operando. Bajo la denominación de feminismo, un cierto movimiento se acentúa legítimo en su principio, pero también exagerado en sus intuitos; porque al lado de las justas reivindicaciones, enuncia propósitos que harían de la mujer, no más la mujer, sino una copia, parodia del hombre.
El movimiento feminista desconoce el verdadero papel de la mujer y tiende a desviarla del destino que natural y normalmente le fue trazado.
El hombre y la mujer nacieron para funciones diferentes, pero complementarias. En el punto de vista de la acción social, son equivalentes e inseparables. El Espiritualismo moderno, gracias a sus prácticas y doctrinas, todas de ideal, de amor, de equidad, encara la cuestión de modo diverso y resuelve sin esfuerzo.
Restituye a la mujer su verdadero lugar en la familia y en la obra social, indicándole la sublime función que le cabe desempeñar en la educación y en el adelantamiento de la Humanidad. Hace más, la reintegra en su misión de mediadora predestinada, verdadero trazo de unión que liga las sociedades de la Tierra a las del Espacio.
La gran sensibilidad de la mujer la constituyen en médium por excelencia, capaz de exprimir, de traducir los pensamientos, las emociones, los sufrimientos de las almas, las altas enseñanzas de los Espíritus celestes. En la aplicación de sus facultades encuentra ella profundas alegrías y una fuente viva de consolaciones. El carácter religioso del Espiritismo la atrae y le satisface las aspiraciones del corazón, las necesidades de ternura, que extiende, hacia más allá de la tumba, a los seres desaparecidos.
El peligro para ella, como para el hombres, está en el orgullo de los poderes adquiridos, en la susceptibilidad exagerada. En los celos, suscitando rivalidades entre médiums, que se tornan muchas veces motivo de separación para los grupos. De allí la necesidad de desenvolver en la mujer, al mismo tiempo que los poderes intuitivos, sus admirables cualidades morales, el olvido de sí misma, el júbilo del sacrificio, en una palabra, el sentimiento de los deberes y de las responsabilidades inherentes a su misión mediatriz.
El Materialismo no ponderando sino a nuestro organismo físico, hace de la mujer un ser inferior por su flaqueza y la impele a la sensualidad. A su contacto, esa flor de poesía sucumbe al peso de las influencias degradantes, se deprime y envilece. Privada de su función mediadora, de su inmaculada aureola, tornada esclava de los sentidos, no es más que un ser instintivo, impulsivo, expuesto a las sugestiones de los apetitos mórbidos.
El respeto mutuo, las sólidas virtudes domésticas desaparecen; la discordia y el adulterio se introducen en el hogar; la familia se disuelve, la felicidad se aniquila.
Una nueva generación, desilusionada y escéptica, surge del seno de una sociedad en decadencia. Con el Espiritualismo, sin embargo, yergue de nuevo la mujer la inspirada frente; viene a asociarse íntimamente a la obra de la armonía social, al movimiento general de las ideas. El cuerpo no es más que una forma tomada por empréstito; la esencia de la vida es el espíritu, y en ese punto de vista el hombre y la mujer son favorecidos por igual.
 Así, el Espiritualismo moderno restablece el mismo criterio de los Celtas, nuestros padres; afirma la igualdad de los sexos sobre la identidad de la naturaleza psíquica y el carácter imperecedero del ser humano, y a ambos asegura posición idéntica en las agremiaciones de estudio.
Por el Espiritismo se substrae la mujer al vértice de los sentidos y asciende a la vida superior. Su alma se ilumina de una claridad más pura; su corazón se torna el foco irradiador de tiernos sentimientos y nobilísimas pasiones. Ella reasume en el hogar la encantadora misión que le pertenece, hecha de dedicación y piedad, su importante y divino papel de madre, de hermana y educadora, su noble y dulce función persuasiva.
 Cesa, desde entonces, la lucha entre los dos sexos. Las dos mitades de la Humanidad se alían y equilibran en el amor, para cooperan juntas en el plano providencial, en las obras de la Divina Inteligencia.

León Denís
Extraído del libro "En lo Invisible"

Adaptación: Oswaldo E. Porras Dorta

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MERCHITA OS SALUDA
Muchas veces a lo largo de nuestra vida, hemos visto a hermanos hacer grandes cosas, que nos han impresionado, y al ver que destacan por encima de nosotros, hemos reprimido el deseo de hacérselo notar, con el fin de no sentirnos inferiores o por debajo de ellos, en ese caso es la envidia la que nos hace sentirnos así,  en cambio otras veces añadimos el interés y por crearnos un aval, para cualquier tipo de interés, nos excedemos en hacerlo, hasta el punto de parecer a muchos títeres, payasos, haciendo el ridículo, porque se ve claramente, que estamos adulando interesadamente. La adulación por lo general resulta interesada, con la intención de obtener algún tipo de beneficio o reconocimiento.
La adulación es una moneda que empobrece al que la recibe.
La adulación tiene además en sí misma mucho poder, porque apunta a la parte más vulnerable del ser humano, que es el “ego”. Cuando se recibe una adulación el ego “se infla”, y la persona se siente muy bien, creyendo en la adulación ya que quien recibe la adulación rara vez se da cuenta de esto, en gran medida porque ni siquiera conoce lo que es verdaderamente el ego, que al final de cuentas es en gran parte pura vanidad.
El adulador jamás es un amigo de verdad ni una persona del todo confiable y honesta. Cuando las cosas se invierten, el adulador pasará al polo opuesto, con una gran frialdad hacia quien antes adulaba o incluso con odio y violencia en alguna de sus formas.
La lisonja es campo abierto para el orgullo y la vanidad. Hay otros recursos para incentivas a los compañeros  de trabajo, librándolos de los peligros ocasionados  por la adulación. Hasta el tono de voz debe ser educado, sin cargar profunda admiración en lo que tañe al cumplimiento del deber. Quien cumple el deber no hace nada más que su obligación delante de la ley.
El adulador es ignorante en lo que se refiere a las cosas espirituales. Si quieres ayudar a quien trabaja  en el Bien, haz lo mismo.  Si tienes intención de incentivar a quien anda derecho, se tu recto.  Si procuras estimular al que dice la verdad, no mientas.
La subordinación desconoce la educación y nunca oyó hablar  de la disciplina.
Es la vanidad dominando los sentimientos, en porfía con el interés propio. Todo adulador desea alguna cosa del adulado  y ambos, cuando se sintonizan en sus ideales se integran perfectamente  con las sombras de las ilusiones. No debes participar de este cuadro, ni criticarlos,  porque el adulador  el revela y el adulado odia.  Todas las ideas en contra de su coronación  con las flores de la hipocresía, aun mismo que estén  revestidas de las falsas ropas repuntadas de espinos, que van  en contra de quienes las advierten. Y todavía tienen el elogio en sus propias palabras, como el símbolo  búho, que es sólo un símbolo.
No precisas badallar  mucho tu propia vida. ¿Cuál es tu interés? Nosotros somos solamente lo que somos. Todo lo que buscamos  de más, fuera de nosotros, nos sujeta  a correcciones  e interpretaciones reales, que hayamos falsas e injustas. No quieras ser más de lo que verdaderamente eres. Ve que Cristo enseñó a Sus discípulos, cuando fueron tomados  para la lisonja. Dijo el Maestro: Aquel  que quiera  ser mayor, que se haga el menor de todos.
Y es siempre así en las líneas de la evolución espiritual: el verdaderamente grande nunca se presenta como tal, esconde su grandeza en la capa de la humildad  y la propia vida se encarga de premiarlo  con mayor fulgor y eminente sabiduría. Todo viene de Dios, todos somos iguales.
¿Para qué mostrar la grandeza, si la hermandad nos nivela a todos?
No adules tanto a aquel que sabe un poco más que tu. Después  pasarás por la misma escuela. Trabaja y esfuérzate pues somos herederos de la sabiduría universal  y del Amor de Dios. Las fuerzas que desperdicies en los elogios a los otros, úsalas en tu autoeducación.
¿Vigila tus propios impulsos y,   si ellos no expresan la verdadera conducta?  Aquella enseñada por los ideales de Jesucristo. Cámbialos, corrígelos, dando direcciones  sublimadas a tus sentimientos,  porque fuimos  hechos para la luz y no para las tinieblas. Debemos hacer nuestra parte en lo que se refiere a nuestra iluminación espiritual interior. Tenemos la capacidad  de modificarnos ante las leyes que nos asisten. Ellas nos ayudaran  en todos nuestros esfuerzos.  Tienes dos pies para caminar  y el mundo está lleno de escuelas de todos los órdenes.  No puedes decir  que no aprendiste  por no encontrar quien te enseñase. El evangelio está siendo predicado  a todos los pueblos, por innumerables medios, haciendo invitaciones  para que la ignorancia  desaparezca. ¡No adules tanto! Mira más para dentro de ti mismo, que los Cielos te confortaran.
Mantengamos al ego sobrio, y desconfiemos de quienes pretendan alimentar con abonos rápidos y elocuentes a eso profundo en nosotros que debe crecer tan solo con trabajo, entrega y anónima posesión de los dones que por lo menos hasta el presente, el Universo nos regala.

Amigos os deseo un feliz miércoles, vuestra amiga Merchita 

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