Raúl Teixeira
¡Son tan bonitos nuestros NIÑOS! Desde recién nacidos aprendemos a adorar a nuestros hijos como siendo nuestras joyas.
Nuestros niños de hecho merecen esa asistencia, ese cariño, esa atención. Más, es curioso percibir que, muchas veces, desde temprano, muy temprano, ellos presentan los miedos, los temores y, muy difícilmente, no nos damos cuenta de esos miedos, de esos temores, el porqué de su existir.
¿Por qué nuestros niños tienen miedo? Miedos de los más variados. Hay niños que no se quedan en el cuarto a oscuras de ninguna manera. Las madres precisan colocar aquellas lamparitas de baja intensidad para que el niño tenga la seguridad de que está en un ambiente iluminado, aunque parcamente. Es muy interesante percibir esto, porque en las familias son pocos los padres que dan atención a esos miedos infantiles. Muchas veces lo atribuyen a que son falta de vergüenza del niño, que está mimado demás. Cada uno dice una cosa. Puede ser que haya mimo, puede ser haya vergüenza del niño para quedar junto con la madre. No en tanto, es importantísimo que miremos los miedos del niño con un mirar más psicológico.
¿Por qué es que el tiene miedo, si nunca le enseñamos el miedo? ¿Si nunca impusimos miedos a nuestros hijos de donde vienen esos miedos? Jamás le hablamos de alguna cosa que pudiese imponerle cualquier miedo.
Vale la pena pensar que nuestros niños, nuestros hijos son Espíritus. Si, nuestros hijos son Espíritus y como Espíritus ellos actúan, como Espíritus ellos proceden. Y porque nosotros somos espiritualistas y creemos que nuestros hijos son Espíritus, muchas veces es necesario entender que ellos vinieron de alguna región espiritual para la Tierra, para nuestro encuentro. Son almas ligadas a nosotros, de pasado próximo o de un pasado remoto, o que están en contacto con nosotros por primera vez más son Espíritus. Muchas entidades espirituales quedan retenidas en esas regiones del Más Allá durante mucho tiempo. Algunas, atravesando dificultades en función de las vidas pretéritas; otras, con menos problemas, en función de la vida pasada.
Naturalmente, cuando pensamos en eso, podremos meditar si ese miedo expresado por nuestro hijo no viene de esas experiencias en el Más Allá, antes de que llegase a la Tierra. De ese modo, vale la pena que no impongamos al niño esa resistencia al miedo.
Si, por acaso, ella está presentando miedo a la oscuridad, no le obliguemos a quedar en un lugar oscuro. Podremos crearle traumas de difícil consecuencias para su futuro. Será importantísimo que trabajemos para que ella quede bien y, como hablamos, las madres colocar una lamparita de baja intensidad para que el niño se sienta confortable.
Algunas veces, ella despierta llorando y los padres imaginan que sea una maña para ir a la cama de la pareja. Puede ser que sea, más como no tenemos la certeza , vamos a atender a nuestro hijito. No habrá ningún problema en que ella quede un poco con nosotros y cuando ella se duerma, cuando ella se calme, nosotros la llevaremos para su camita de nuevo.
Hay muchas criaturas que sufren pesadillas tanto como los adultos sufrimos pesadillas y, como ellas no saben decir, ellas pudieron ver bichos, que vieron monstruos y nosotros, si no tuviésemos esa pequeña sensibilidad, estaremos creando un problema mucho más serio,
mucho más grave para nuestros hijos, que si nosotros estuviésemos dándole agasajo.
Los miedos en los niños han de ser analizados porque, al final de cuentas, nuestros hijos son espíritus y como Espíritus cargan las presiones de su pasado, de su vida anterior a esa, o desus vidas anteriores a esa, y, por causa de esa presión, todo puede acontecer.
Antiguos adversarios que los acompañan, seres de la familia y que ellas, no teniendo conciencia, podrán asustarse al verlos, en su desprendimiento por el sueño.
De ahí, entonces, vamos a conversar con nuestro hijo, trabajar para que a él le disminuya la intensidad en el miedo. ¿Por qué? Porque ella está dentro de casa junto a papa, y a mama, junto a os hermanos. Más no vamos a menospreciar esa reacción que nuestro hijo pueda presentar del miedo, de temor en muchas ocasiones. Al final de cuentas, nosotros precisamos agasajar con cariño a nuestros hijos.
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Hablemos, de ese modo, de ese cuidado con nuestros hijos, con nuestros niños, exactamente `por las condiciones psicológicas de nuestros pequeños. Es importante, sin embargo, que no sea oba de los padres, o de los adultos colocar el miedo en los niños.
Es muy común, con la intención de abolir determinado comportamiento del niño, que los padres le impongan miedos, miedos del hombre del saco, procurando hacerlo dormir.
A veces las madres, con las más variadas intenciones, pusieron en los temores de sus hijos de edad, guardia, policía, temor de negro, el miedo de las mujeres, el miedo completamente irracional.
Los niños no tienen aún condiciones de discernir, ellos no consiguen aun valorar lo que significa esto que sus padres o que un adulto les está diciendo. El entonces se perturba, se molesta, se empequeñece, se retira, sin saber cómo salir de esta situación.
Nosotros creamos, en la mente infantil, esos cuadros dantescos que, en una imaginación creativa del niño, ganan una forma inusitada, una extensión inimaginable y una intensidad brutal. Cuantos y cuantas veces problemas serios, acompañan a la criatura hasta una edad adulta que nacieron esos miedos en la infancia.
De esa forma, vale la pena tener mucho cuidado con los miedos de nuestros niños. Muchas veces, ellas presentan miedos a determinados bichos, miedo a la araña, miedo a las ratas, bichos que aparecen en casa, como la lagartija. Tanto como sea posible, si sus padres no fueron dotados de este mismo miedo, podrán mostrar a los niños que esos son animales inofensivos. Deberán enseñar a ellas a tener cuidado porque puede ser animal que traiga algún tipo de enfermedad, por los lugares donde pasa.
Como aprendemos a espantar a las moscas que ellas están en cualquier lugar, como los mosquitos, muchas veces será necesario enseñar a los niños a respecto de la cuestión higiénica: decirles por qué no tenemos a determinados tipos de animales en nuestra convivencia, explicarles que ellas no deben tener miedo, pero si más cuidado.
Enseñar- siempre que enseñamos, nosotros liberamos a la criatura. Si dejamos de enseñar, el niño queda esclavo del miedo irracional.
Cuantos adultos inseguros no quedan en casa solos jamás, no salen a la calle solas jamás, no viajan jamás solos… Y cuando nosotros vamos a buscar las razones de eso, las raíces de todo eso, las raíces se encuentran en los miedos que les fueron inculcados en la infancia.
Es tan importante una vida sin miedos, más si con cuidados. No tener miedo a la oscuridad, pero si saber que no debemos pasar por lugares inhóspitos, oscuros en determinados horarios, porque hay personas de mala índole que, muchas veces, quieren darnos un susto crear problemas graves: como es un asalto, un robo.
Entonces, nosotros estamos razonando. No es un miedo a lo oscuro por lo oscuro; es la preocupación de que hay criaturas que se valen de la oscuridad para causar trastorno a otras personas.
No huiremos de determinados insectos por causa del miedo que les tengamos, más si sabremos, conscientemente, el tipo de problemas que ellos nos pueden traer. Con eso, nuestro niño se desenvuelve, ella prende, ella crece y nosotros quedamos felices por no crear hijos, por no influenciar a niños a partir del miedo
Es tan bueno que la gente no tenga miedo. Es tan bueno tener coraje de hacer las cosas, de vivir las circunstancias, de enfrentar nuevos desafíos. Es tan importante, es tan bueno. Y vale recordar a Jesús cuando, en un momento en el que los discípulos estaban asustados, tras Su crucifixión, y nadie sabía de Él, y todos sentía la falta de Él, ¡Es que Él surge! Y, al dirigirse a los discípulos los saluda diciendo: Soy Yo, no temáis.
A partir de esa manifestación de Jesús en nuestra vida no tenemos nada que temer. Vamos a pasar a Jesús de todas las maneras para la vida de nuestros niños, para la vida de nuestros hijos. Fue Él mismo el que nos propuso: “Dejad que vengan a Mi los niños, no los detengáis.
Es muy importante que, a partir de la lucidez con que enseñamos a los niños a vivir con nobleza, con que permitamos que nuestros pequeños crezcan, aproximarlos a Jesús, a las enseñanzas del Maestro.
A partir de ahí, tendremos la certeza de que ellos crecerán saludables, animados positivamente, audaces en el Bien, creando de aquí en adelante el mundo nuevo que todos nosotros aguardamos.
Transcripción del Programa Vida y Valores, de número 97, presentado por Raúl Teixeira, bajo coordinación de la Federación Espírita del Paraná. Programa gravado en agosto de 2007. Exhibido pela NET, Canal 20, Curitiba, no día 1º de junio de 2008.
Traducido por: M. C. R
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EL NOMBRE DE DIOS
Entre los pueblos que nos afirmamos deístas, es frecuente oírse expresiones que se refieren a Dios.
Hay quienes enuncian el nombre de Dios por cualquier motivo. O sin motivo alguno.
Otros dicen que utilizar el nombre sagrado de Dios en cuestiones vanas, es falta de respeto muy grande para con el Padre de la Vida.
Naturalmente cada cual defiende su idea, lleno de razones, de explicaciones. Como si fuera una cuestión fundamental para la vida de la sociedad.
Además del uso indebido del nombre de Dios, tenemos la utilización de las palabrotas, de las expresiones groseras, que llenan las almas con vibraciones negativas, pesadas.
Por otro lado, muchas personas en la convivencia presentan los ímpetus del alma atormentada, las rebeldías desatadas en su interior y que se muestran habitualmente por medio de la pornografía.
Convengamos que, observando una y otra situación, mejor será que las personas se acostumbren a hablar de Dios.
Todo y cualquier comentario acerca del Creador de los mundos traerá olas de armonía para quien lo exprese. Y también para quien esté alrededor.
Una interjección sencilla expresada en una sílaba, en un gesto popular refiriéndose al Padre Creador, será siempre bienvenido.
El impacto que la vibración del nombre de Dios impone, trae consigo fluidos positivos y buenos para la existencia de todos nosotros.
De esta forma, delante de las discusiones sobre hablar de Dios o no utilizar Su excelso nombre, nos toca la opción por continuar a hablar de Dios.
Hablar de Dios, hablar para proyectar Su nombre.
No se discute el tema de los hábitos fútiles. De aquellos que hablan por hablar, sin repercusión moral.
Esa es una cuestión que no debe afectarnos.
Miremos hacia los cielos y recordemos la gloria de Dios. Extasiémonos con las estrellas que cintilan, cantando la excelencia de Dios y pronunciemos Su nombre con gratitud.
Por la mañana, abramos las ventanas y saludemos al nuevo día, enalteciendo el nombre de Dios, que nos permite vivir un día más en la Tierra.
Abracemos a nuestros hijos y recordémosles el nombre de Dios, Excelsa Providencia que nos sustenta la vida todos los días.
Escribamos un mensaje de optimismo para alguien y recordemos de invocar el nombre de Dios, deseándole paz.
Oremos a favor de quienes padecen los dolores de la soledad, de la detención, de la persecución de los hombres y recordémosles el nombre de Dios, Causa de todas las causas.
Delante de los sufrimientos atormentadores, hablemos de Dios, la explicación de todas las explicaciones, de todas las tesis.
Arrebatados por la música que nos conduce a estados especiales del alma, tengamos en mente el nombre de Dios, que creó la armonía, el éxtasis.
Encantados por la cadencia de los versos de una poesía, de un poema; agradecidos por la luz de nuestros ojos, por el sonido de nuestra voz, por la amplitud de las riquezas naturales en nuestro entorno, hablemos de Dios.
Afortunados con el amor de un esposo, de una madre, de un hermano, de un amigo, agradezcamos a Dios por el sentimiento que nos invade.
Finalmente, busquemos sintonizar con Dios a través de nuestro psiquismo, al mismo tiempo en que vivimos las más profundas emociones, los sentimientos más luminosos, los éxtasis más felices.
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El nombre de Dios, sea hablado, escrito o pensado, y que luego es también sentido, graba en nosotros alegrías inmensas, profundos arrebatamientos y sublime registro de paz.
Redacción del Momento Espírita,
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MI REFLEXION DE HOY LUNES 027-07-2015
¡ESTE PLANETA ES UN GRAN TALLER DE TRABAJO!
¿Vinimos a este mundo a qué? A pasear, a perder el tiempo en bobadas, a destruirlo, a matarnos los unos a los otros. ¿A que vinimos, por que estamos aquí?
Somos ya más de siete mil millones de almas, seres espirituales en el Planeta, en este maravilloso Hogar. Hay en el todos los recursos necesarios para vivir decentemente, con alegría. Dándole Gracias a ese Ser Desconocido que llamamos Dios.
Hemos guerreado, hemos peleado, hemos formado tribus y naciones, nos dividimos en bandos, no nos ponemos de acuerdo, cada uno trabaja por su lado, se mete en los asuntos de los demás, le quita el sustento al más necesitado, al que nada tiene. Abusa del prójimo, criticamos, vendemos las riquezas naturales del Planeta como si en verdad fuéramos los dueños. Nos preparamos para ganar batallas que destruirán al Planeta. ¡La verdad que somos seres espiritualmente bien atrasados!
Nos hemos desorientado del verdadero propósito de estar aquí, hemos perdido en la gran mayoría de los casos, el rumbo que debemos seguir. La damos gran valor a lo material, a las posesiones materiales, al punto que somos capaces de matar por ellas, de destruir otras naciones, de aniquilar pueblos enteros. Hemos sido capaces de fabricar artefactos de destrucción masiva en cantidades suficientes para aniquilar la vida en el Planeta, y nos llamamos “civilizados”.
Es hora ya que DESPERTEMOS de este letargo, de este ensueño que vivimos como la UNICA REALIDAD. Somos “hijos del Padre, Altísimo y Amoroso Creador, que nos da vida y sustento y quien nos dijo que teníamos que AMAR SOBRE TODAS LAS COSAS. ¿Que nos ha pasado, como fue que perdimos nuestra identidad espiritual?
¡Todavía estamos a tiempo. DESPIERTA, DESPERTEMOS!
Rey Formoso
Rey Formoso
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La vejez I
La vejez es el otoño de la vida; en su último declive, es su invierno. Sólo con pronunciar la palabra vejez, sentimos el frío en el corazón; la vejez, según la estimación común de los hombres, es la decrepitud, la ruina; recapitula todas las tristezas, todos los males, todos los dolores de la vida; es el preludio melancólico y desolado del adiós final.
En esto hay un grave error. Primero, por regla general, ninguna fase de la vida humana está totalmente desheredada de los dones de la naturaleza, y todavía menos de las bendiciones de Dios.¿Por qué la última etapa de nuestra existencia, aquella que precede inmediatamente el coronamiento del destino, debería ser más afligida que las otras? Sería una contradicción y no correspondería con la obra divina, pues todo en ella es armonía, como en la viva composición de un concierto impecable. Al contrario, la vejez es bella, es grande, es santa; y vamos a estudiarlo un instante, a la luz pura y serena del Espiritismo.
Cicerón escribió un elocuente tratado de la vejez. Sin duda, encontramos en estas páginas célebres algo del genio armonioso de este gran hombre; sin embargo, es una obra puramente filosófica y que contiene sólo puntos de vista fríos, una resignación estéril, y de abstracciones puras. Es en otro punto de vista que hay que colocarse, para comprender y para admirar esta peroración augusta de la existencia terrestre. La vejez recapitula todo el libro de la vida, resume los dones de otras épocas de la existencia, sin tener las ilusiones, las pasiones, ni los errores. El anciano ha visto la nada de todo lo que deja; ha entrevisto la certeza de todo lo que va a venir, es un vidente. Sabe, cree, ve, espera. Alrededor de su frente, coronada de una cabellera blanca como de una cinta hierática de los antiguos pontífices, alisa una majestad totalmente sacerdotal. A falta de reyes, en ciertos pueblos, eran los Ancianos quienes gobernaban.
La vejez todavía es, a pesar de todo, una de las bellezas de la vida, y ciertamente una de sus armonías más altas. A menudo decimos: ¡que guapo anciano! Si la vejez no tuviera su estética particular, ¿a qué dicha exclamación? No obstante, no hay que olvidar que en nuestra época, como ya lo decía Chauteaubriand, hay muchos viejos y pocos ancianos, lo que no es la misma cosa. El anciano, en efecto, es bueno e indulgente, ama y anima a la juventud, su corazón no envejeció en absoluto, mientras que los viejos son celosos,
malévolos y severos; y si nuestras jóvenes generaciones no tienen ya hacia los abuelos el culto de otros tiempos es, precisamente en este caso, porque los viejos perdieron la gran serenidad, la benevolencia amable que hacía antaño la poesía de los antiguos hogares.La vejez es el otoño de la vida; en su último declive, es su invierno. Sólo con pronunciar la palabra vejez, sentimos el frío en el corazón; la vejez, según la estimación común de los hombres, es la decrepitud, la ruina; recapitula todas las tristezas, todos los males, todos los dolores de la vida; es el preludio melancólico y desolado del adiós final.
En esto hay un grave error. Primero, por regla general, ninguna fase de la vida humana está totalmente desheredada de los dones de la naturaleza, y todavía menos de las bendiciones de Dios.¿Por qué la última etapa de nuestra existencia, aquella que precede inmediatamente el coronamiento del destino, debería ser más afligida que las otras? Sería una contradicción y no correspondería con la obra divina, pues todo en ella es armonía, como en la viva composición de un concierto impecable. Al contrario, la vejez es bella, es grande, es santa; y vamos a estudiarlo un instante, a la luz pura y serena del Espiritismo.
Cicerón escribió un elocuente tratado de la vejez. Sin duda, encontramos en estas páginas célebres algo del genio armonioso de este gran hombre; sin embargo, es una obra puramente filosófica y que contiene sólo puntos de vista fríos, una resignación estéril, y de abstracciones puras. Es en otro punto de vista que hay que colocarse, para comprender y para admirar esta peroración augusta de la existencia terrestre. La vejez recapitula todo el libro de la vida, resume los dones de otras épocas de la existencia, sin tener las ilusiones, las pasiones, ni los errores. El anciano ha visto la nada de todo lo que deja; ha entrevisto la certeza de todo lo que va a venir, es un vidente. Sabe, cree, ve, espera. Alrededor de su frente, coronada de una cabellera blanca como de una cinta hierática de los antiguos pontífices, alisa una majestad totalmente sacerdotal. A falta de reyes, en ciertos pueblos, eran los Ancianos quienes gobernaban.
La vejez todavía es, a pesar de todo, una de las bellezas de la vida, y ciertamente una de sus armonías más altas. A menudo decimos: ¡que guapo anciano! Si la vejez no tuviera su estética particular, ¿a qué dicha exclamación? No obstante, no hay que olvidar que en nuestra época, como ya lo decía Chauteaubriand, hay muchos viejos y pocos ancianos, lo que no es la misma cosa. El anciano, en efecto, es bueno e indulgente, ama y anima a la juventud, su corazón no envejeció en absoluto, mientras que los viejos son celosos,
La vejez es santa, es pura como la primera infancia; es por ello que se acerca a Dios y que ve más claro y más lejos en las profundidades del infinito. Es, en realidad, un comienzo de desmaterialización. El insomnio, que es la característica ordinaria de esta edad, es la prueba material. La vejez se parece a la víspera prolongada. En vísperas de la eternidad el anciano es como el centinela avanzado en el límite de la frontera de la vida; ya tiene un pie en la tierra prometida y ve la otra orilla y la segunda ladera del destino. De ahí esas “ausencias extrañas”, esas distracciones prolongadas, que se toma por un debilitamiento mental y que son en realidad sólo exploraciones momentáneas del más allá, es decir, fenómenos de expatriación pasajera. He aquí lo que no se comprende siempre.
La vejez, como tan a menudo decimos: es el ocaso de la vida, es la noche. El ocaso de la vida, es verdad; ¡pero hay tardes muy bellas y puestas del sol qué tienen reflejos apoteósicos! Es la noche, también es verdad; ¡pero la noche es muy bella con sus adornos de constelaciones! ¡Como la noche, la vejez tiene sus Vías Lácteas, sus caminos blancos y luminosos, reflejo espléndido de una vida larga plena de virtud, de bondad y de honor!
La vejez es visitada por los Espíritus de lo invisible; tiene iluminaciones instintivas; un don maravilloso de adivinación y de profecía: es la mediumnidad permanente y sus oráculos son el eco de la voz; de Dios. Es por eso que las bendiciones del anciano son santas dos veces; debemos guardar en su corazón los últimos acentos del anciano que muere, como el eco lejano de una voz querida por Dios y respetada por los hombres.
Extraído del libro de “La vejez”.
León Denis.
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