lunes, 30 de mayo de 2016

No existen penas eternas




                 Mehemet Alí



1. En el nombre de Dios Todopoderoso, pido al Espíritu Mehemet Alí que tenga a bien comunicarse con nosotros.
– Resp. Sí; sé el porqué.

2. Nos habíais prometido volver para instruirnos; ¿tendríais la bondad de escucharnos y respondernos?
– Resp. Yo no había prometido, ya que no me comprometí.

3. Está bien; en lugar de prometido, digamos que nos habéis hecho esperar.
– Resp. O sea, para satisfacer vuestra curiosidad; ¡no importa! Estaré un poco a vuestra disposición.

4. Puesto que habéis vivido en el tiempo de los faraones, ¿podríais decirnos con qué objetivo han sido construidas las pirámides?
– Resp. Son sepulcros; sepulcros y templos: allí tenían lugar las grandes manifestaciones.

5. ¿Tenían éstas también un objetivo científico?
– Resp. No; el interés religioso lo absorbía todo.

6. En aquel tiempo era preciso que los egipcios fuesen muy avanzados en las artes mecánicas como para realizar trabajos que exigían fuerzas tan considerables. ¿Podríais darnos una idea de los medios que empleaban?
– Resp. Masas de hombres han gemido bajo el peso de esas piedras que han atravesado los siglos: el hombre era la máquina.

7. ¿Qué clase de hombres se ocupaban de esos grandes trabajos?
– Resp. Aquella clase que llamáis el pueblo.

8. ¿Estaba el pueblo en estado de esclavitud o recibía un salario?
– Resp. La fuerza.

9. ¿De dónde le venía a los egipcios el gusto por las cosas colosales, en vez de por las cosas graciosas que distinguían a los griegos, pese a que tenían el mismo origen.
– Resp. El egipcio estaba tocado por la grandeza de Dios; buscaba igualársele sobrepasando sus propias fuerzas. ¡Siempre el hombre!

10. Ya que en aquella época erais sacerdote, tened a bien decirnos algo sobre la religión de los antiguos egipcios. ¿Cuál era la creencia del pueblo con respecto a la Divinidad?
– Resp. La creencia estaba corrupta, y el pueblo creía en sus sacerdotes; éstos, al mantenerlo doblegado, eran dioses para aquél.

11. ¿Qué pensaba el pueblo del estado del alma después de la muerte?
– Resp. Creía en lo que le decían los sacerdotes.

12. ¿Tenían los sacerdotes ideas más sanas que el pueblo, desde el doble punto de vista de Dios y del alma?
– Resp. Sí, tenían la luz en sus manos; mientras que la escondían de los otros, ellos la veían.

13. ¿Compartían los grandes del Estado las creencias del pueblo o la de los sacerdotes?
– Resp. Estaban entre ambas.

14. ¿Cuál era el origen del culto rendido a los animales?
– Resp. Querían desviar al hombre de Dios, rebajarlo en sí mismo, dándole por dioses a seres inferiores.

15. Hasta un cierto punto se concibe el culto a los animales útiles, ¡pero no se comprende el de animales inmundos y nocivos, tales como las serpientes, los cocodrilos, etc.!
– Resp. El hombre adora a lo que teme. Era un yugo para el pueblo. ¿Podían los sacerdotes creer en dioses hechos con sus manos?

16. ¿Por qué extraña peculiaridad rendían culto al cocodrilo y a los reptiles, al mismo tiempo en que adoraban al icneumón y al ibis que los destruían?
– Resp. Aberración del espíritu; en todas partes el hombre busca dioses para esconderse de lo que es.

17. ¿Por qué Osiris era representado con una cabeza de gavilán y Anubis con una cabeza de perro?
– Resp. Al egipcio le gustaba personificar emblemas claros: Anubis era bueno; el gavilán que desgarra representaba al cruel Osiris.

18. ¿Cómo conciliar el respeto de los egipcios por los muertos, con el desprecio y el horror que tenían por aquellos que los amortajaban y momificaban?
– Resp. El cadáver era un instrumento de manifestaciones: el Espíritu – según ellos – volvía al cuerpo que había animado. Al ser uno de los instrumentos del culto, el cadáver era consagrado, y el desprecio perseguía a aquel que se atrevía a violar la santidad de la muerte.

19. La conservación del cuerpo ¿daba lugar a manifestaciones más numerosas?
– Resp. Más extensas; es decir, que el Espíritu volvía más tiempo, todo el tiempo en que el instrumento fuese dócil.

20. ¿No tenía también, la conservación del cuerpo, una causa de salubridad, en razón de las inundaciones del Nilo?
– Resp. Sí, para los del pueblo.

21. La iniciación en los misterios, ¿se hacía en Egipto con prácticas tan rigurosas como en Grecia?
– Resp. Más rigurosas.

22. ¿Con qué objetivo se imponía a los iniciados condiciones tan difíciles de cumplir?
– Resp. Para sólo tener almas superiores: éstas sabían comprender y callar.

23. La enseñanza dada en los misterios, ¿tenía como único objetivo la revelación de cosas extrahumanas, o también se enseñaban los preceptos de la moral y del amor al prójimo?
– Resp. Todo esto estaba muy corrupto. El objetivo de los sacerdotes era el de dominar: no el de instruir.

Allan Kardec
Revista Espirita 1858

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MUNDOS DE EXPIACIÓN Y PRUEBAS. 

Qué queréis que os diga de los mundos de expiación que vosotros no sepáis ya, puesto que os basta el considerar la tierra que habitáis? La superioridad de la  inteligencia, entre un gran número de sus habitantes, indica que no es un mundo 
primitivo destinado a la encarnación de espíritus recién salidos de las manos del Criador. 
Las cualidades innatas que llevan consigo son prueba de que han vivido ya y de que han 
realizado cierto progreso; pero también los numerosos vicios a que se inclinan, son 
indicio de una gran imperfección moral; por esto Dios los ha colocado en una tierra 
ingrata para expiar en ellas sus faltas por medio de un trabajo penoso y por las miserias 
de la vida, hasta que hayan merecido ir a un mundo más feliz

14. Sin embargo, todos los espíritus encarnados en la tierra no han sido enviados 
por expiación. Las razas que vosotros llamáis salvajes son espíritus apenas salidos de la 
infancia, y que están, por decirlo así, educándose, y se desarrollan por el contacto de 
espíritus más avanzados. Luego vienen las razas medio civilizadas, formadas de los 
mismos espíritus que están progresando. Estos son, hasta cierto punto, las razas indígenas de la tierra, que se han desarrollado poco a poco después de largos períodos 
seculares, algunas de las cuales han podido alcanzar la perfección intelectual de los 
pueblos más ilustrados. 
Los espíritus en expiación son en ella, si podemos expresarnos así, exóticos; han vivido ya en otros mundos, de los que han sido excluidos a consecuencia de su obstinación en el mal, y porque serían causa de turbación entre los buenos; han sido relegados por un tiempo entre los espíritus más atrasados y tiene por misión hacerles adelantar, porque han llevado consigo la inteligencia desarrollada y el germen de los conocimientos adquiridos; por esto los espíritus castigados se encuentran entre las razas menos inteligentes: son también aquellos para quienes las miserias de la vida tienen más amargura, porque hay en ellos más sensibilidad y son más probados por el contacto de las razas primitivas, cuyo sentido moral es más obtuso. 


15. La tierra es, pues, uno de los tipos de los mundos expiatorios, cuyas variedades son infinitas; pero que tienen por carácter común el servir de lugar de destierro a los espíritus rebeldes a la ley de Dios. Ahí estos espíritus tienen que luchar, a la vez, contra la perversidad de los hombres y contra la inclemencia de la naturaleza, doble trabajo penoso que desarrolla al mismo tiempo las cualidades del corazón y las de la inteligencia. Así es como Dios en su bondad, hace que el castigo redunde en provecho del progreso del espíritu. (San Agustín. París, 1862.) 

EL EVANGELIO SEGÚN EL ESPIRITISMO. ALLAN KARDEC.

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NO EXISTEN LAS PENAS ETERNAS. 

    El pecado original es el dogma fundamental, base de todo el edificio de los dogmas de la Iglesia. Así se inmoviliza con las doctrinas del pasado y sigue introduciendo al demonio en todas las cosas, hasta en la manifestación de los espíritus. Amenaza con las llamas eternas a toda criatura que no admita un credo que su razón y su conciencia rechazan. Así es como en sus manos el Cristianismo, pleno de amor, se convirtió en un instrumento de terror y espanto. 
   Me parece bien que la Iglesia recomiende prudencia a sus fieles antes de iniciarse en otra creencia, pero no que les diga que la comunicación de los espíritus es obra del demonio.          El mundo de los espíritus existe; ya es una realidad comprobada: no existen demonios, pero sí existen espíritus buenos y malos 
  ¿No sucede lo mismo aquí? ¿No existen hombres buenos y malos también aquí? Debemos confiar en los buenos y separarnos de los malos, Jesús nos dijo: “El árbol se conoce por 
su fruto, un árbol bueno no da frutos malos, y un árbol malo no da frutos buenos”. 
      No puede existir Satán y el infierno con penas eternas porque sería poner en duda la justicia Divina, Dios es Amor, Bondad y Tolerancia. Es imposible imaginar a Dios condenando a uno de sus hijos descarriado, a un sufrimiento eterno. 
     Es indigno utilizar esta falsa para ejercer el dominio sobre una parte de la humanidad, a través del miedo y la amenaza; creando un dios injusto y vengativo, convertido en el verdugo de sus criaturas; defectos que quizás podrían atribuirse a un ser humano  y la Iglesia responsable de esta farsa, al proclamar la infalibilidad del Papa ha elevado a éste por encima de Dios, Creador de todo. 
     Con tales nociones es como se empuja a los pueblos al escepticismo y al materialismo. Esto es lo que han hecho las religiones “cristianas”, incurriendo con ello en la más grave 
responsabilidad. 
  Aquí en la Tierra, el dolor lo encontramos en todas partes. 
  No es necesario salir de este mundo para encontrar después de la muerte, los sufrimientos apropiados a las faltas y condiciones expiatorias de los culpables. 
   ¿Por qué crear un infierno en regiones imaginarias? El infierno está aquí y es una creación nuestra. ¿Cuál es el verdadero sentido de la palabra infierno? ¡Lugar inferior! Y ya 
lo tenemos aquí porque, la Tierra es uno de los mundos inferiores del Universo. 
    El destino de los habitantes de este planeta, es bastante duro y doloroso, pero no pueden existir males eternos; existen sólo males temporales, apropiados a las necesidades de la ley del progreso, de la evolución y las compensaciones, que es una ley universal cumplimentada con el principio de la ley de las reencarnaciones sucesivas; y así se cumple la justicia divina. 
     En el curso de nuevas y penosas existencias, es cuando el culpable se redime de sus faltas pasadas. La ley de las consecuencias traza para cada uno de nosotros el destino que debemos seguir, según las acciones buenas o malas que hemos realizado, las cuales repercuten en nosotros, a través de los tiempos, con sus consecuencias felices o dolorosas. Así es como cada uno crea su cielo o su infierno. 
     Tiene que llegar el día en que el mal dejará de ser la condición dominante en esta vida, entonces los seres, depurados por el sufrimiento, después de haber recibido la larga educación de los siglos, dejarán la vida oscura para seguir el camino de la luz. Poco a poco, mediante el desarrollo de nuestras facultades mentales, del conocimiento y la voluntad, el Espíritu se libera de las influencias inferiores y se esfuerza con empeño en conseguir su redención espiritual. 
    En unos pocos siglos, las religiones, las razas, todos los pueblos que forman la humanidad terrestre, se unirán por los lazos de una estrecha solidaridad y un profundo afecto y avanzarán de progreso en progreso hasta conseguir que este planeta sea un mundo solidario, de paz y felicidad. Así se cumplirán estas divinas y grandiosas palabras: “No quiero la muerte del pecador, quiero su transformación”. 

José Aniorte Alcaraz.

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SUFRIMIENTO EN EL MÁS ALLÁ

La problemática del sufrimiento se presenta, a la luz del espiritismo, con una dimensión desconocida por la mayoría de las doctrinas filosóficas y religiosas, ampliando su área de estudio y discusión. 
Las religiones ortodoxas resolvieron la cuestión de la justicia divina a través de la aplicación de las penas y recompensas eternas. Establecieron el concepto de punición eterna, engendrando una forma de venganza celeste, en la cual el amor, la compasión, la benevolencia y la propia justicia quedan al margen, desconsiderados. 
Según ese criterio, el infractor pierde el derecho a la rehabilitación: Aunque sea ignorante, psicópata o simplemente rebelde, al caer en el error es condenado sin remisión, en el caso de que muera en pecado.

Con la misma actitud, que en un momento es severa, y en otro, se torna ingenua, delante del temeroso que se arrepiente o del astuto que dice someterse al dogma o aceptar al Cristo como su salvador, liberándolo, con un pase de magia, de todo sufrimiento y brindándole la perpetua felicidad, que es reservada al justo, como si procedimientos dispares mereciesen la misma calificación y recompensa. 

La culpa señala a la conciencia que se abre en llaga viva hasta la reparación del error, la recomposición del campo energético agredido. El arrepentimiento sincero o los propósitos honestos de rehabilitación no bastan para conceder el reequilibrio en el psiquismo y en la emoción del delincuente. 

Por eso, cuanto más esclarecido y lúcido es el infractor tanto mayor es el grado de su responsabilidad. 
El error retiene al autor en las propias mallas, que éste debe deshacer mediante la corrección de lo que fue practicado. Esa labor posibilita la dignificación, promoviendo al individuo. 

Ni el perdón que la víctima concede a su malhechor lo libera de la conciencia de culpa. Naturalmente, lo ayuda a sentirse mejor con él y con aquel a quien perjudicó, estimulándose, el mismo, para reparar el daño. Mediante la concesión del amor y no el odio en forma de respuesta se le torna más factible la victoria, la recuperación moral, liberándose así del sufrimiento. 

La ilusión de la posesión, la presencia de pasiones primitivas, el egoísmo, mantenidos en cuanto se está en el cuerpo, trasfieren las llagas que generan, para más allá de la sepultura. 
Desde que el hombre es espíritu y éste energía, sus heridas permanecen impregnadas, produciendo las úlceras alucinantes donde quiera que se encuentre: en el cuerpo o fuera de él. 

El desencarnado despierta más allá de las vibraciones moleculares del cuerpo con las mismas aptitudes, ansiedades, engaños, necesidades cultivadas, buenas o malas, volviendo a asumir la postura equivalente al grado de evolución en que se encuentren. 

Permanecen las sensaciones que le son predominantes en la individualidad, cuando es atrasado, sensual, amante de los placeres, vinculado a los pensamientos siniestros, licenciosos, egoístas, haciéndole padecer la misma densidad vibratoria que le era habitual durante la imposición orgánica. Se rematerializa y pasa a vivir como si estuviese encarcelado en el cuerpo somático sufriendo todos sus límites, coyunturas, condicionamiento, dolencias, desgastes ... La mente, esclava de las sensaciones, elabora formas ideoplásticas que lo aturden y hacen infeliz, provocándole un sufrimiento de difícil descripción. 

Intenta el contacto con los familiares y amigos que quedaron, y ellos no lo perciben, lo que le inflige dolores morales superlativos, llevándolo a la locura, a la agresividad, al desaliento. 
En algunos momentos se enfurece y se agota, entregándose a los paroxismos de la desesperación y se desmaya, para luego recomenzar, sin término, hasta cuando brilla en la conciencia entenebrecida el amor, que lo despierta para otro tipo de sufrimiento, el del remordimiento, del arrepentimiento que lo conduce al renacimiento, para la recuperación bajo los estigmas de la cruz que te trae grabada en la existencia. 
En cuanto no le llega ese socorro, se une a grupos de desesperados, construyendo regiones dantescas, donde se esconde y prosigue bajo el azote de las penas que el automatismo de las leyes de Dios, que en ellos mismos, como en todos nosotros están inscritas, imponen. 

El sufrimiento, en esas regiones, nace de los atentados perpetrados con la anuencia de la razón. 
Nadie se evade de las consecuencias de sus actos, como ninguna planta produce un fruto diferente al de su propia estructura fatalista. 
La conducta mental y moral cultivada durante la existencia corporal propicia resultados correspondientes, impregnando al ser con los hábitos que se trasforman en experiencias de liberación o retención, consonante con la cualidad de que están revestidos. 

La prolongación de la vida después de la muerte física se hace con las mismas características, resultando las fijaciones como futuros criterios de comportamiento. Como la mente viciada genera necesidades que no encuentran la correspondiente satisfacción, el sufrimiento es la presencia constante en aquellos que se engañaron o lograron perjudicar a los otros. 
En otros casos, buscando huir de las enfermedades degeneradoras, otras personas recurren a la eutanasia, en la ingenua perspectiva del sueño eterno sin despertar, cuando todo habla de vida, de actividad, de progreso. 

El letargo que buscan está poblado de pesadillas sombrías y presencias espirituales despiadadas, que les censuran con acritud el acto y los atormentan sin descanso. 
En hipótesis alguna, la muerte hace cesar el sufrimiento, porque, al no anular la conciencia, le facilita el razonar y vivenciar la prosecución de las experiencias y como las percepciones pertenecen al espíritu., continúan siendo transformadas en los delicados engranajes de la energía en sensaciones y emociones. De allí la manifestación de sufrimiento corrigiendo los errores y conduciendo al infractor a la reparación. 
Nadie piense en morir para libertarse, en caso de que no se libere antes del fenómeno de las alteraciones biológicas por el proceso de la muerte. 

Sólo la conscientización, la verdadera individualización permite una vida saludable, en la tierra y fuera de ella, cuando ocurre el fenómeno de la muerte, en natural proceso final del ciclo biológico . 
La conciencia que se presenta culpable genera mecanismos de reparación que se transforman en pesadillas de arrepentimiento innecesario, permaneciendo, de esta forma, como un látigo inclemente imponiéndole la punición. 
El arrepentimiento debe constituirse en un despertar de la responsabilidad que invita a la reconstrucción, a la renovación, a la acción reparadora sin aflicción ni desdicha. 

El sufrimiento en el más allá de la tumba, también asume condiciones chocantes, cuando el desencarnado, a través de la perturbación de después de la muerte entrega a ideoplastías de lo cotidiano, construyendo psíquicamente un clima y una realidad, en los cuales se envuelve, que le proporcionan la prosecución del estado orgánico con sus difíciles coyunturas, ahora en su situación diferente, prolongando la ilusión carnal con todos sus ingredientes perturbadores son el resultado del apego a la materia, de la que no se libertó realmente, a pesar del fenómeno biológico de la muerte. 

Es indispensable la liberación de los condicionamientos materiales, disciplinando la mente y la voluntad, de modo de adaptarse de inmediato a la vida más allá de la vida. Sólo así el sufrimiento puede ser evitado, especialmente si la existencia corporal se caracterizó por las acciones ennoblecidas, alcanzando la finalidad primordial de la reencarnación, que es la búsqueda de la felicidad. 
La educación moral y espiritual del ser es el instrumento seguro para libertarlo del sufrimiento en la Tierra, como en el más allá, posibilitándole la vida en abundante paz. 

Espíritu Joanna de Angelis
Médium Divaldo Pereira Franco 
Libro: "Plenitud"

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