sábado, 4 de junio de 2016

INICIACIÓN DE ALLAN KARDEC AL ESPIRITISMO

 
Dentro de la gran tragedia

Sábado, 4 de Junio de 2.016
Queridos amigos, hola buenos días, es doloroso observar las tragedias que han sucedido en estos días, cuando hermanos nuestros que están viviendo de una forma trágica, huyen de su país para entregarse en la gran aventura de navegar de una forma temeraria, acabando en accidentes, con un fin espantoso, como es el de ahogados en el mar.
Pensamos que la muerte es una tragedia, pero la doctrina espirita nos dice y nos enseña que la muerte es la verdadera vida, que seguramente esos hermanos tendrían ahí su rescate para gozar de la verdadera libertad la del espíritu, que todos los que han perecido, tenían ahí sus días en la tierra cumplidos y que todos han sido atendidos, que el fin de sus espíritus ya no estaba aquí en la tierra por el contrario continúan allí en una mejor “tierra” con amigos de verdad, que poco a poco van a despertar ya libres de las ataduras de los hombres.
Nuestras oraciones, estoy segura no les han faltado, han logrado estremecernos sobradamente, y todos hemos dicho como el Papa de la Tierra es “es una vergüenza” porque pensamos en los poderosos, en aquellos que tienen la posibilidad de mejorar la vida y egoístamente solo se dedican a atesorar, a robar, son inquisidores, que tienen vestidos de oro y purpura en la tierra pero que marchan desnudos al otro lado de la vida.
Todas nuestras vibraciones para estos hermanos, ha sido beneficiosa para ellos, y los que han pasado más horas flotando en el agua, seguramente estaban felices porque los flotadores de espíritus amorosos del otro lado de la vida, los han rescatado y solo está allí la materia inerte, todos los jóvenes despertaron en brazos fuertes con poderío para asegurar su vida espiritual y ofrecerles el paraísos en el plano espiritual. Seguramente el calor que no han encontrado aquí está sobradamente centiplicado al otro lado, será para ellos un feliz despertar, lejos de tener que enfrentarse al tribunal de la tierra, el del Cielo los ha rescatado, para que no sufrieran más la ingratitud de los hombres y los ha reportado al seno de Dios.
Recordemos a los mártires de la antigüedad ante las fieras, y cuando eran quemados vivos, ellos morían cantando, y lo que fue para nosotros una tragedia sufrible fue para ellos su gloria, “y pienso yo” no hay diferencia:
la mayoría de estos hermanos eran jóvenes valerosos que se entregaron a esa aventura en busca de su libertad, y el Señor se la concedió ¿Por qué pensemos? ¿Si hubieran llegado a la orilla habrían conseguido lo que buscaban? ¿Habrían realmente encontrado ayuda desinteresada, el confort imprescindible para la subsistencia? ¿No habrían seguido careciendo de casi las mismas cosas? entonces mi pensar es que realmente fueron atendidos por la Providencia Divina, ella fue la gran generosa, como siempre, que no permite que suframos nada que no nos corresponda.
Todos necesitamos reconfortarnos, en los días de aflicción. Emmanuel nos dice:
Es importante reconocer que la Providencia Divina, no nos proporciona dificultades sin motivo. Entendiéndose, pues, que el Señor jamás nos abandona a las propias flaquezas, sin permitir que vengamos a cargar fardos incompatibles con nuestras fuerzas, toda vez que sustentados en nuestras tribulaciones, huyamos de usar el consuelo, a la manera de la flor estéril.
Aprovechemos la calma que surge después de la tormenta íntima para fijar la lección que el sufrimiento nos ofrece. No nos proponemos, sin duda, elogiar a los iniciadores de contrariedades y a los fabricantes de problemas, no obstante es preciso que nos demos cuenta con respecto a los provechos ocultos en las pruebas que nos visitan.
¿Quién podría adivinar a qué abismos nos llevaría el amigo menos responsable, en quien confiamos totalmente, si él mismo no nos diese a beber la hiel de la desilusión con que se nos abren los ojos a la verdad?
¿Quién conseguiría medir los espinos de la discordia en que enlodaríamos el espíritu, si no son las decepciones y luchas soportadas por nuestro equipo de trabajo, para enseñarnos la unión imprescindible para la senda a caminar?
Ingratitud, en muchos casos, es el nombre de la bendición, con que la infinita misericordia de Dios aparta de nosotros un ente amado, para que ese ente amado, por un afecto descontrolado no nos induzca al desequilibrio.
Un obstáculo en el diccionario de la realidad, en muchas ocasiones, significará apoyo invisible para que no nos descarriemos en la precipitación y en la improductividad.
Usar el llanto y sufrimiento exclusivamente para lamentar y desesperarse nos abocará para el desánimo y la rebeldía.
Llorar y sufrir, sí, pero para reequilibrarnos, elevarnos, mejorar, construir.
Nuestras pruebas son nuestras bendiciones.
Reflexiona en los males mayores que te alcanzarían fatalmente si no tuvieses el socorro providencial de los males menores de hoy y reconocerás que todo contratiempo aceptado con serenidad viene de las manos de Dios, alertándote el corazón y guiándote el camino.
Amigos os deseo un buen inicio de la semana, pensemos en los males que nos afligen, y sigamos luchando, nadando en las aguas, porque un día también terminara nuestra estancia en la tierra, y hemos de procurar llevar con nosotros la libertad, conseguida a través de nuestra superación personal.
Merchita
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INICIACIÓN DE ALLAN KARDEC EN EL ESPIRITISMO

ALLAN Kardec
Fue en 1854 que oí hablar, por primera vez, de las mesas girantes. Un día encontré al Sr. Fortier, el magnetizador, que conocía hacia mucho tiempo; él me dijo ¿Sabes la singular propiedad que se acaba de descubrir en el magnetismo?
Parece que no son solamente los individuos que se magnetizan, sino las mesas que se hacen girar y caminar a voluntad. – “Es muy singular, en efecto, respondí; pero, en verdad, eso no me parece radicalmente imposible. El fluido magnético, que es una especie de electricidad, puede muy bien obrar sobre los cuerpos inertes y hacerlos moverse.” Los relatos, que los periódicos publicaron, de experiencias hechas en Nantes y Marsella, y en algunas otras ciudades, no podían dejar duda sobre la realidad del fenómeno.
Algún tiempo después volví a ver al Sr. Fortier, y él me dijo: “ Esto es mucho más extraordinario; no sólo se hace la mesa girar magnetizándola, sino que la hace hablar; interrogada ella responde. – Esto, repliqué, es otra cuestión; creeré en eso cuando lo vea, y cuando se hubiese probado que una mesa tiene un cerebro para pensar, nervios para sentir, y que pueda volverse sonámbula; hasta entonces, permíteme en eso no ver sino una historia para hacer dormir.”
Este razonamiento era lógico; yo concebía la posibilidad del movimiento por una fuerza mecánica, pero, ignorando la causa y la ley del fenómeno, me parecía absurdo atribuir inteligencia a una cosa puramente material. Estaba en la posición de los incrédulos de nuestros días que niegan porque no ven sino un hecho del cual no se dan cuenta.
Hace 50 años, si se hubiese dicho, pura y simplemente, a alguien que se podía transmitir un mensaje a 500 leguas, y recibir la respuesta en una hora, se nos reirían en la cara, no habrían faltado excelentes razones científicas para probar que la cosa era materialmente imposible. Hoy, cuando la ley de la electricidad es conocida, esto no espanta a nadie, incluso a los campesinos.
Ocurre lo mismo con todos los fenómenos espíritas; para quien no conoce las leyes que lo rigen, parecen sobrenaturales, maravillosos y, por consecuencia, imposibles y ridículos; una vez conocida la ley, lo maravilloso desaparece; la cosa nada más tiene que repugne a la razón, porque se le comprende la posibilidad.
De eso estaba, pues, en el periodo de un hecho inexplicable, en apariencia contrario a las leyes de la Naturaleza, y que mi razón repelía. Aun nada había visto, ni observado nada; las experiencias, hechas en presencia de personas honradas y dignas de fe, me confirmaron la posibilidad del efecto puramente material, pero la idea de una mesa hablando no entraba aun en mí cerebro.
Al año siguiente, era comienzo de 1855, encontré al Sr. Carlotti, un amigo de veinticinco años, que me entretuvo con esos fenómenos durante casi una hora, con el entusiasmo que ponía en todas las ideas nuevas. El Sr. Carlotti era Corso, de una naturaleza ardiente y enérgica; siempre estimé en él las cualidades que distinguen a una gran y bella alma, pero desconfiaba de su exaltación.
Fue el primero que me habló de la intervención de los Espíritus, y me contó tantas cosas sorprendentes que, lejos de convencerme, aumentaron mis dudas. Seréis un día de los nuestros, me dijo. No digo que no, le respondí; veremos eso más tarde.
Algún tiempo después, por el mes de mayo de 1855, me encontré en la casa de la sonámbula, Sra. Roger, con el Sr. Fortier, su magnetizador; encontré al Sr. Pâtier y a la Sra. De Planamaison que me hablaron de esos fenómenos en el mismo sentido del Sr. Carlotti, pero en otro tono.
El Sr. Pâtier era un funcionario público, de una cierta edad, hombre muy instruido, de un carácter serio, frío y calmado; su lenguaje firme, exento de todo entusiasmo, hizo sobre mí una viva impresión y, cuando me ofreció asistir a las experiencias, que ocurrían en la casa de la Sra. De Planamaison, calle Grange-Bateliére, no 18, acepté rápido. El encuentro fue marcado para el martes, a las ocho horas de la noche.
Fue allí, por primera vez, que fui testigo del fenómeno de las mesas giratorias, y eso en condiciones tales que no me era posible dudar más. Vi también algunos intentos, muy imperfectos, de escritura mediúmnica, sobre una losa, con la ayuda de una cesta. Mis ideas estaban lejos de ser detenidas, pero había allí un hecho que debería tener una causa. Entreví, bajo esas futilidades aparentes y la especie de juego que se hacía de esos fenómenos, alguna cosa seria, y como la revelación de una nueva ley, que me prometía profundizar.
Luego se ofreció la ocasión de observar más atentamente de lo que no lo había hecho aun. En uno de los eventos de la Sra. De Plainemaison, conocí a la familia Baudin, que vivía entonces en la calle Rochechouart. El Sr. Baudin, me ofreció asistir a las sesiones semanales que ocurrían en su casa, y para las cuales fui, desde ese momento, muy asiduo.
Esas reuniones eran bastante numerosas; más allá de las habituales, allí se admitía, sin dificultad a quien lo pidiese. Las dos médiums eran las Srtas. Baudin, que escribían sobre una losa con la ayuda de una cesta, descrita en El Libro de los Médiums. Ese modo, que exige el concurso de dos personas, excluía toda posibilidad de participación de las ideas del médium.
Allí vi comunicaciones seguidas, y respuestas dadas a las preguntas propuestas, algunas veces incluso a preguntas mentales que acusaban, de manera evidente, la intervención de una inteligencia extraña.
Los asuntos tratados eran generalmente frívolos; se ocupaba allí sobre todo de todas las cosas ligadas a la vida material, al futuro, en una palabra, a nada verdaderamente serio; la curiosidad y la diversión eran los principales móviles de los asistentes.
El Espíritu que se manifestaba habitualmente, tomaba el nombre de Zéfiro, nombre perfectamente en relación con su carácter y el de la reunión; aunque, era muy bueno, y se declaraba el protector de la familia; frecuentemente, si él tenía la palabra para reír, sabía también, en caso de necesidad, dar sabios consejos, y manejar, siendo el caso, el epigrama mordaz y espiritual.
Luego entablamos conocimiento, y él me dio, constantemente, pruebas de una gran simpatía. No era un Espíritu muy avanzado, pero, más tarde, asistido por los Espíritus superiores, me ayudó en mis primeros trabajos. Dijo después que debería reencarnar, y de él no oímos hablar más.
Fue allá que hice mis primeros estudios serios en Espiritismo, menos aun por la revelación que por la observación. Aplique a esa nueva ciencia, como lo hiciera hasta entonces, el método de la experimentación; jamás produje teorías preconcebidas: observaba atentamente, comparaba, deducía las consecuencias; de los efectos procuraba remontarme a las causas, por la deducción y el encadenamiento lógico de los hechos.
No admitiendo una explicación como válida sino cuando podía resolver todas las dificultades de la cuestión. Fue así que siempre procedí en mis trabajos anteriores, desde la edad de 15 o 16 años. Comprendí, desde luego, la seriedad de la exploración que iba a emprender; entreví, en esos fenómenos, la llave del problema, tan oscuro y tan controvertido, del pasado y del futuro de la Humanidad, la solución de lo que había buscado en toda mí vida; era, en una palabra, toda una revelación en las ideas y en las creencias; sería preciso, pues, obrar con circunspección, y no livianamente; ser positivo y no idealista, para no dejarse engañar.
Uno de los primeros resultados de mis observaciones fue que los Espíritus, no siendo otros sino las almas de los hombres, no tenían la soberana sabiduría, ni la soberana ciencia; que su saber estaba limitado al grado de su adelantamiento, y que su opinión no tenía sino el valor de una opinión personal. Esa verdad, reconocida desde el principio, me preservó del gran escollo de creer en su inhabilidad, y me impidió de formular teorías prematuras sobre el decir de uno o de algunos.
Sólo el hecho de la comunicación con los Espíritus, sea lo que fuera que se pueda decir, probaba la existencia del mundo invisible ambiente; era ya un punto capital, un campo inmenso abierto a nuestra exploración, la llave de una multitud de fenómenos inexplicable; el segundo punto, no menos importante, era el de conocer el estado de ese mundo, sus costumbres, pudiéndose así explicar; vi luego que, cada Espíritu, en razón de su posición personal y de sus conocimientos, de el me desvelaba una fase, absolutamente como se llega a conocer el estado de un país interrogando a los habitantes de todas las clases y de todas las condiciones, cada uno pudiendo enseñarnos alguna cosa, y ninguno, individualmente, no pudiendo enseñarnos todo; cabe al observador formar el conjunto con la ayuda de documentos recogidos de diferentes lados, coleccionados, coordinados y controlados unos por otros. Obre, pues, con los Espíritus, como lo habría hecho con los hombres; fueron para mí, desde el menor al mayor, medios de informarme, y no reveladores predestinados.
Tales fueron las disposiciones con las cuales emprendí, y siempre perseguí en mis estudios espíritas; observar, comparar y juzgar, tal fue la regla constante que seguí.
Hasta las sesiones en la casa del Sr. Baudin, no tuve ningún objetivo determinado; comencé allí a buscar resolver los problemas que me interesaban del punto de vista de la filosofía, de la psicología y de la naturaleza del mundo invisible; llegaba a cada sesión con una serie de preguntas preparadas, y metódicamente arregladas; ellas eran siempre respondidas con precisión, profundidad, y de manera lógica. Desde ese momento las reuniones tuvieron otro carácter; entre los asistentes se encontraban personas serias que por ellas tomaron un vivo interés, y si me ocurría faltar de allí, se estaba como inactivo; las preguntas fútiles perdieron su atractivo para la mayoría. Al principio, no tuvieron en cuenta sino mí propia instrucción; más tarde, cuando vi que eso formaba un conjunto y tomaba las proporciones de una doctrina, tuve el pensamiento de publicarlas para la instrucción de todo el mundo. Fueron las mismas preguntas que, sucesivamente desarrolladas y completadas, hicieron la base del El Libro de los Espíritus.
En el año siguiente, en 1856, seguí al mismo tiempo las reuniones espíritas que se mantenían en la calle Tiquetone, en la casa del Sr. Roustan y la Srta. Japhet, sonámbula. Esas reuniones eran serias y mantenidas con orden. Las comunicaciones ocurrían por intermedio de la Srta. Japhet, médium, con la ayuda de una cesta de pico.
Mi trabajo estaba en gran parte determinado, y tomaba las proporciones de un libro, pero pretendía hacerlo controlado por otros Espíritus, con la ayuda de diferentes médiums.
Tuve el pensamiento de hacerlo un motivo de estudios para las reuniones del Sr. Roustan; al cabo de algunas sesiones, los Espíritus dijeron que preferían verlo en la intimidad, y me señalaron, para ese efecto, ciertos días para trabajar, en particular, con la Srta. Japhet, a fin de hacerlo con más calma y también para evitar las indiscreciones y los comentarios prematuros del público.
No me contentaba con esa verificación; los Espíritus de ella me hicieron la recomendación. Las circunstancias, habiéndome colocado en relación con otros médiums, cada vez que la ocasión se presentaba, de eso aprovechaba para proponer algunas de las cuestiones que me parecían las más espinosas. Fue así que más de diez médiums prestaron su asistencia para ese trabajo.
Fue de la comparación y de la fusión de todas esas respuestas coordinadas, clasificadas, y muchas veces refundidas en el silencio de la meditación, que formé la primera edición de El Libro de los Espíritus, que apareció el 18 de abril de 1857.
Hasta el fin de ese mismo año, las dos señoritas Baudin se casaron; las reuniones no se dieron más, y la familia se dispersó. Pero, entonces, mis relaciones comenzaron a extenderse, y los Espíritus multiplicaron, para mí, los medios de instrucción para mis trabajos ulteriores.
Extraído del libro: Obras Póstumas 2a parte
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                                      CORDÓN DE PLATA:

 El cuerpo físico y el cuerpo astral se hayan ligados entre sí por medio del Cordón de Plata. El Cordón de Plata es una masa de moléculas que vibra a una velocidad muy alta. A pesar de que el conjunto de partículas que lo forman contienen todos los colores existentes, si lo miramos desde afuera (desde el plano astral) se ve de color plateado, y eso ocurre porque el Cordón de Plata vibra a una velocidad muy alta. Este cordón es infinitamente elástico, y el ser humano que viaja en el astral al separarse de su cuerpo físico flota al extremo del Cordón de Plata de una forma similar a la de una cometa al final de una cuerda. Cuando el cuerpo físico demanda el vehículo periespiritual, éste es tirado por el Cordón de Plata a la velocidad del pensamiento hacia abajo de igual forma como si tiramos de una cometa. Cuando el cuerpo físico muere, el Cordón de Plata se corta, y, el cuerpo físico es dejado aparte como si fuera un vestido viejo, inservible. Entonces el espíritu con su envoltura periespiritual (periespíritu) sigue su camino en el plano astral o espiritual. 

El Cordón de Plata al ser un lazo energético puede atravesarlo todo; hasta la materia más sólida. Así como el espíritu con su envoltura periespiritual, que nada le obstaculiza a su paso cuando viaja. Porque hasta la materia más densa la traspasa.. 

Del libro: El Despertar de la Conciencia.

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                                COMUNICADO MEDIUMNICO

                                             "Construyendo nuestro camino “

Mi nombre es Claudio. Desencarné en un accidente, debido al excesivo consumo de alcohol y drogas. Tenía en mis manos todos los recursos para vencer los moldes de la vida. No voy a afirmar que fui alienado por malas compañías. Todos nos buscamos las personas con las cuales más nos identificamos. Si paré en el mal y fui vampirizado por entidades que me torturaron el cuerpo y posteriormente el espíritu; si caí en la más negra degradación; si entorpecí mis sentidos anulándome física y espiritualmente, solo es culpa mía. Fui arrinconado con inteligencia, padres amorosos ,seguridad financiera. Nunca me faltó dinero, amigos, confianza. Esa excesiva confianza tal vez haya sido la mayor causante de mi decadencia. Cuando empecé a dar los primeros pasos en el vicio y pedir dinero, más dinero, si mis padres me hubieran observado, me hubieran acompañado; si hubiese sido más vigilado y menos consentido, tal vez mi camino hubiese sido otro. Profundicé en sufrimientos indescriptibles. Sufrí todas las torturas, conocí el infierno de cerca. Yo que nací para vencer, conocí los abismos de las torpezas humanas y espirituales. Jóvenes, ser prudentes, valorar los tesoros de la vida, ampararos en lecturas edificantes, huyan de los amigos de la noche y de las horas vacías. Cuando fui socorrido en una colonia-abrigo de desintoxicación, recordé mis días pasados, mi balón de futbol, mi bicicleta, mis libros, mis discos, mis platos preferidos, mi bombón favorito. Lloré de desesperación echando de menos el niño que fui. ¡Ah¡, si yo pudiese transformar con un golpe de magia el tiempo que viví, yo lo cambiaría todo. Pero, no tengo mas tiempo......Perdí mi oportunidad. Me queda ahora el arrepentimiento, el dolor, los recuerdos. Dios mío, ¡soy muy infeliz¡ Pero las quejas no transforman nuestro destino. Ahora es el volver a empezar difícil. Casi nada conocí ni pude realizar. En la próxima vida, mucho menos haré. Renaceré en un lugar pobre con personas desconocidas y que necesitan la prueba de un hijo mongólico. Difícil camino, ya lo se.... Pero peor sería permanecer como estoy, anulado y sofocado de remordimientos. Cuando vean un joven alegre pasar ,creyéndose un vencedor, oren por él. ¡Quien sabe si en medio de la multitud, inconsecuente camina un vencido más¡.
(Médium: Shirlene Soares Campos- Uberlandia-MG)
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