martes, 21 de junio de 2016

LA VERDADERA ORACIÓN




                                             CUANDO DE CRECE

....   Cuando uno se siente joven aunque tenga 100 años. 

Se crece cuando uno acepta la realidad y posee suficiente aplomo y equilibrio para vivirla. 

Se crece cuando uno mantiene un ideal, fortalece su voluntad y se apoya en su fe.

Se crece cuando uno asume su destino pero se empeña en trabajar para modificarlo si es necesario. 

Se crece cuando uno admite su pasado, construye el presente y proyecta el futuro. 

Se crece cuando uno se valora a sí mismo en lo que es sin dejar por eso de valorar a los demás. 

Se crece cuando uno recorre la vida con la verdad, sin oscuros secretos y sin hipocresías ni falsedades. 

Se crece cuando uno permite que su conciencia apruebe o no los dictados de su corazón y su mente. 

Se crece cuando uno se siente feliz escuchando, ayudando o dando a los demás, sin esperar recompensa alguna, pero alegrándose al recibir algo por más pequeño que sea.
Se crece cuando uno no actúa cínica o cobardemente ni usa máscaras según las personas y es coherente en todas las circunstancias. 

Se crece cuando uno experimenta que al abrir un surco de respeto y al echar en él semillas de bondad, se cosechan frutos de amor. 

Se crece cuando uno aprende a pronunciar con sinceridad palabras como “gracias”, “me equivoqué”, “te necesito”, “perdón”, “tienes razón” y “te amo”. 

Se crece cuando uno puede enfrentar otoños e inviernos, aún perdiendo hojas o temblando de frío. 

Se crece cuando uno, frente a una mirada hostil o un gesto agresivo, puede esbozar una sonrisa como respuesta. 

Se crece cuando uno se libera de la pesada carga de rencores, de mentiras, de infidelidades, de soberbia y de egoísmos. 

Se crece cuando uno se anima a volar alto como un águila, a sostenerse como un árbol o a iluminarse como una estrella. 

Se crece cuando uno cree que es capaz de transformar deseos e ilusiones en realidades, sin permitir que se apague la llama de la esperanza. 

Se crece cuando uno comprueba que el verdadero amor significa tolerar, ceder, sufrir, llorar y... aún renunciar. 

Se crece cuando uno se da cuenta de que sólo se puede dejar de crecer el último instante de su vida... 


Texto aportado por Claudia Maglio


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E L E C C I O N E S

...Jesús destacó que su reino no es de este mundo, de modo que todo aquel que lo sirve debe tener en la mente esa grandiosa afirmación y valerse de las bendiciones que estén a su alcance, aunque conservando su pensamiento seriamente y sin cesar en la liberación de las amarras orgánicas.

Escoge, por lo tanto, la mejor parte, aquella que no se te quitará -según afirma la enseñanza evangélica-, y aprovecha mientras brilla la luz de la razón y dispones de la oportunidad de la reencarnación, porque después será necesario que vuelvas para reparar lo que no hayas realizado como hubieras debido.

Joanna de Ângelis / Divaldo P. Franco - Libro Tesoros liberadores – Editora LEAL

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UTILIDAD PROVIDENCIAL DE

LA FORTUNA 

Si la riqueza fuera un obstáculo absoluto para la solución de los que la poseen,como pudiera inferirse de ciertas palabras de Jesús interpretadas según la letra y o según su Espíritu,Dios,que la da,hubiera puesto en manos de algunos un instrumento de perdición sin recursos;idea que repugna a la razón.La riqueza es,sin duda una prueba muy resbaladiza,mas peligrosa que la miseria por sus consecuencias;por las tentaciones que da y la fascinación que ejerce,es el supremo excitante del orgullo,del egoísmo y de la vida sensual:es el lazo mas poderoso que une al hombre a la tierra y que desvía sus pensamientos del cielo;produce tal vértigo,que se ve muchas veces que el que pasa de la miseria a la fortuna olvida muy pronto su primera posición,a los que lo han protegido y a los que lo han ayudado,y se vuelve insensible,egoísta y vano.Pero de que haga el camino difícil,no se sigue que lo haga imposible y que no pueda haber un medio de salvación entre las manos de aquel que sepa servirse de ella,asi como ciertos venenos pueden volver la salud si se emplean con propósito y con discernimiento. 
Cuando Jesús dijo al joven que le preguntaba sobre los medios de ganar la vida eterna:"Vende cuanto tienes,dalo a los pobres y sígueme",no entendió sentar el principio absoluto de que cada uno debe despojarse de lo que posee,y que la salvación solo se alcanza a este precio,sino mostrar que el apego a los bines terrenales es un obstáculo para la salvación.Aquel joven,en efecto,se creía en paz porque había observado ciertos mandamientos,y sin embargo,retrocede ante la idea de abandonar sus bienes.Su deseo de obtener la vida eterna no es tan grande que quiera hacer eses sacrificio. 
La proposición que le hizo Jesús era una prueba decisiva para poner en claro el fondo de su pensamiento;podía,sin duda,ser un perfecto hombre de bien según el mundo,no hacer daño a nadie,no murmurar de su prójimo,no ser vano ni orgulloso,honrar a su padre y a su madre;pero no tenía la verdadera caridad,porque su virtud no llegaba hasta la abnegación.Esto es lo que Jesús quiso demostrar diciendo una aplicación del principio:"Sin caridad no hay salvación" 
La consecuencia de éstas palabras,tomadas en su acepción rigurosa,sería la abolición de la fortuna como perniciosa a la felicidad futura y como origen de una multitud de males sobre la tierra;sería, además,la condenación del trabajo que puede procurarla,consecuencia absurda que conduciría al hombre a la vida salvaje,y que,por lo mismo,estaría en contradicción con la ley del progreso,que es una ley de Dios.Si la riqueza es el origen de muchos males,si excita tantas malas pasiones y si provoca también tantos crímenes,no debe culparse a la cosa,sino al hombre que abusa de ella,como abusa de todos los dones de Dios;con el abuso hace mas pernicioso lo que podría serle mas útil,lo cual es consecuencia del estado de inferioridad del mundo terrestre.si la riqueza debiera haber producido el mal,Dios no la hubiera puesto sobre la tierra;al hombre toca el hacer salir de ella el bien.Si no es un elemento directo de progreso moral,es,sin contradicción,un poderoso elemento de progreso intelectual. 
En efecto,el hombre tiene por misión trabajar para la mejora material del globo,debe,desmontarlo,sanearlo y disponerlo para que un día reciba toda la población que corresponde a su extensión:para alimentar a esa población que crece sin cesar,es preciso aumentar la producción,si la producción de una comarca es insuficiente,es necesario buscarla mas lejos.Por eso mismo las relaciones de pueblo a pueblo se hacen necesarias,y para hacerlas mas felices,es menester destruir los obstáculos materiales que los separan y hacer las comunicaciones mas rápidas.Para los trabajos que son obra de los siglos,el hombre ha tenido que sacar los materiales hasta de las entrañas de la tierra;ha buscado en la ciencia los medios de ejecutarlos con mas seguridad y con mas rapidez;pero para llevarlo a cabo le son necesarios los recursos.La necesidad le ha hecho crear la riqueza,como le ha hecho descubrir la ciencia.La actividad indispensable para éstos mismos trabajos aumenta y desarrolla su inteligencia,y esta inteligencia,que al principio se concentra en la satisfacción de sus necesidades materiales,le ayudará mas tarde a comprender las grandes verdades morales.Siendo la riqueza el primer medio de ejecución,sin ella no habría grandes trabajos,no habría actividad,no habría estimulante,no habría descubrimientos.Con razón,pues,está considerada como un elemento de progreso. 

EL EVANGELIO SEGÚN EL ESPIRITISMO

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 La verdadera Oración 

La oración es la elevación del pensamiento y del sentimiento por encima de las preocupacio­nes materiales, es la ascensión del alma para entrar en relación con la realidad espiritual que se manifiesta en una vibración superior, de la cual el espíritu se alimenta. Es un descan­so para el alma que se agita en un mundo de tentaciones y de indiferen­cia moral. Es nuestra forma de hablar con Dios, con los espíritus protecto­res y con aquellos seres desen­carnados a los cuales nos unen lazos de amor. 
La fuerza y la potencia de la ora­ción no depende de las palabras, ni del momento, ni del lugar donde se reali­ce, sino de la calidad del pensamiento que somos capaces de generar mien­tras la realizamos, de la profundidad, la sinceridad y la calidad de los senti­mientos que podemos imprimir en ese momento y de las circunstancias que puedan propiciar un buen recogimien­to para elevar nuestro pensamiento lo más lejos posible. Por esta razón, la oración que se realiza en grupo, obtie­ne mejores resultados, generando un pensamiento de gran potencia, cuan­do todos los individuos que participan se unen en un sentimiento profundo, dirigido hacia un objetivo común. La potencia de la plegaria en estas condiciones se multiplica sin límites, llegan­do su influencia hasta distancias insospechables. 
La oración hecha con verdadero sentimiento, con confianza y con fe, es una invocación a los buenos espíritus que concurren a socorrernos en nuestras buenas resoluciones, inspirán­donos el bien, a través del pensamien­to, concediéndonos valor, paciencia y resignación para resistir con convic­ción ante las pruebas y circunstancias adversas de la vida, proporcionándo­nos los medios para salir airosos ante las dificultades por las que debemos atravesar, con la ayuda recibida a tra­vés de sus intuiciones y sugerencias. De esta manera obtenemos la fuerza moral y el apoyo necesario para ven­cer toda dificultad, para encauzarnos en el camino del bien y para apartar­nos de los males y las penas que por nuestra propia naturaleza podemos atraer. Bien es verdad que no puede ahorrarnos los sufrimientos o los pa­decimientos intrínsecos que estas cir­cunstancias comportan, pues son su­frimientos provocados por nuestros propios excesos; aunque sí podemos conseguir, a través de ella, si oramos con fe y fervor, recibir la ayuda, el valor y la asistencia de los buenos es­piritas para que nos ayuden a superarlas con fe. 
La oración es, también, un senti­miento de humildad y profunda de­voción, que debe observarse en el análisis y reconocimiento de las pro­pias faltas y errores, y no en el análi­sis de las faltas ajenas. Antes de em­pezar a orar, es imprescindible estar bien con todos nuestros hermanos, perdonar cualquier ofensa, abando­nar cualquier rencor o resentimiento y estar libre de cualquier sentimiento contrario a la Caridad. 
Conforma un deber para todo espirita, al despertar cada mañana, en todas las comidas y por las no­ches, antes de acostarse, elevar el pensamiento y practicar la oración con un profundo sentimiento de va­loración y de reconocimiento hacia Dios, por todos los beneficios recibi­dos. 
Es un acto de sincera humildad y agradecimiento por el conocimiento que nos brinda a través del estudio del Espiritismo y de las pruebas y ex­periencias que las Leyes nos ofrecen en nuestra vida cotidiana, por la opor­tunidad que representa poder dispo­ner de un nuevo día, por todas las fa­cilidades recibidas, por poder obte­ner los alimentos necesarios, tanto para el cuerpo, como para el alma, por disfrutar de salud, por tener un puesto de trabajo para procurarlos, pero sobre todo, por la infinita Mise­ricordia y Bondad que nos dispensa, al tolerar nuestras faltas y ofensas ante las Leyes y brindarnos siempre una nueva oportunidad de corregir­las y cambiar lo que las ha provoca­do. Éste es el verdadero motivo de agradecimiento para los espiritistas, el valorar y reconocer que todas las circunstancias que mal llamamos adversas y los momentos difíciles de la vicia, conforman nuestra mejor experiencia, al mismo tiempo que nos ponen a prueba nos brindan la posibili­dad de reparar y de aprender, de for­marnos y de practicar los conoci­mientos que recibimos, representan­do la fuente principal del conoci­miento y del perfeccionamiento. Pre­cisamente, aquello de lo que se de sea huir, las circunstancias que desearíamos esquivar y alejar de nosotros, son lo que más necesitamos y lo que debería estar siempre presente en nuestras plegarias, tanto para agradecer como para solicitar. 
La verdadera oración comprende una seria disciplina del pensamiento su valor reside en la profundidad y la concentración que alcancemos a la hora de elevar nuestro pensamiento. Pero de nada sirve esta elevación si sólo se basa en deseos que no son secundados, si no somos consecuentes y no hacemos para que trascienda de plano mental, si no procurarnos para que se materialice en nuestras obras diarias, si no somos capaces de que, nuestros deseos se transformen, por medio de la voluntad y el trabajo personal, en acciones que favorezcan nuestro desarrollo espiritual. 
Nuestras buenas obras y nuestros mejores deseos y sentimientos hacia los demás son nuestra mejor oración nuestra mayor garantía de éxito, pues conforman el cumplimiento de nuestro principal deber, como a espíritu encarnados. 

-Lorena Dorante-

BibliografíaExtraído de la revista, El Espiritismo
Allan Kardec. El Evangelio según el espiritismo.  
León Denis. Después de la Muerte
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        JESÚS NOS LO ADVIRTIÓ

                                                 
              "NO JUZGUÉIS PARA NO SER JUZGADOS"


   El Maestro Jesús se servia siempre de las imágenes del mundo terreno, conocidas en su época, para exponer las enseñanzas espirituales, de modo que los hombres pudieran asimilarlas  lo más profundamente posible, pues se encontraban más allá del límite objetivo de la vida física. Siendo sabio, Jesús conformaba sus parábolas de  tal forma que aun hoy sirven de ejemplo efectivo,y a pesar de estar orientadas con encuadres y descripciones correspondientes a aquella época, hoy en día estimulan y orientan la dinámica mental para un mayor  conocimiento sobre la vida inmortal del espíritu. Gracias a la persistente dedicación y a las conclusiones inteligentes de Allan Kardec  para conformar la doctrina espirita, el hombre actual puede valorar con más precisión las leyes y los fenómenos de la vida espiritual.

     Los Médiums preparados, estudiosos y fieles a los principios Kardecianos han dado paso a los espíritus mensajeros e instructores, que han ofrecido sus pensamientos, ayudando a la humanidad a percibir el contenido esotérico del Evangelio de Jesús, permitiendo realizar una interpretación más espiritual y menos humana.

     “No juzguéis para no ser juzgados” significaba para los hombres de aquella época cristiana, una severa advertencia contra la injusticia, la maledicencia y la calumnia, que en cierta forma se ajustaba admirablemente al tipo de vida judía.    Después de la alborada del Espiritismo, ese mismo contenido se delinea en su intimidad esotérica y se vuelve más genérico con relación a la vida del espíritu inmortal. En vez de ser una sentencia regular, se amplia en su sentido moral, abarcando en cierta forma, el proceso Kármico. Ya no es un concepto disciplinado para el pueblo judío únicamente, sino que se refiere a la continuidad de la vida espiritual, abarcando los juicios buenos o malos que el espíritu pronuncia en el transcurso de todo el largo proceso que comprende su Angelitud.


     En el futuro, el hombre pasara a comprender, que la miniatura del metabolismo cósmico palpita activamente en la intimidad de su alma. Los conceptos de Jesús “ no juzguéis para no ser juzgados “ y “ no condenéis para no ser condenados “ son importantes advertencias de que toda acción negativa del espíritu repercute en su propio perjuicio, puesto que juzgar al prójimo es “ medirse “ a sí mismo.-

     El Maestro Jesús advierte y aclara respecto a los prejuicios y liviandad, al espíritu que juzgándose santificado, muchas veces condena los mismos pecados que él cometió otrora, o que aun podrá cometer en la actual existencia o bien, en próximas vidas.

     Conforme más se integra el espíritu en el concepto de la justicia suprema y desenvuelve el amor, deja de juzgar a sus hermanos menos evolucionados, librándose con más rapidez de la simplicidad justa de la ley del Karma, que actúa en forma impersonal y para la rectificación espiritual.

     Si juzgamos al prójimo con amor  y buena intención con que nos juzgamos a nosotros mismos nos salvaremos, pues con ello manifestamos un elevado principio de honestidad espiritual, dado que juzgamos y condenamos al prójimo con el mismo nivel de culpa y penalidad que desearíamos para nosotros mismos.

     Jesús deja entrever que la mayoría de los hombres eran “pecadores “por eso ¡ninguno podía juzgar a nadie ¡ de ahí su advertencia incisiva y evangélica para los imprudentes, que veían  la “ paja en el ojo ajeno sin ver la viga en el suyo”.

     En los conceptos evangélicos de Jesús, se comprueba el fatalismo de una ley implacable, justa y bienhechora, que tanto corrige al espíritu en falta, como le da los elementos para alcanzar una vida venturosa y espiritual. Sus enseñanzas se confirman constantemente a través del pasar de los siglos, pues conforme explica la doctrina espirita, el hombre termina enfrentándose con las situaciones desagradables que sembró otrora.

     La ley de acción y reacción es  la que rige específicamente los conceptos de “No juzguéis para no ser juzgados “. Cualquier injusticia que el espíritu pueda cometer a otros en sus encarnaciones, tendrá que indemnizar o pagar, a la victima en forma satisfactoria por el error cometido, tanto como sea, es decir, en lo moral y en lo físico, conforme a los postulados de la  “Ley del Karma “. Ello demuestra que en la persona permanece indestructible el sentido de responsabilidad espiritual de pagar a quien fuera injustamente afectado. En consecuencia la “ley del Karma “también asegura a todos los inocentes perseguidos del mundo, una indemnización doble o triple, que será cumplida por sentencia correctiva por el culpable. Además de obligar a los culpables a pagar a quien afecto, injustamente, la ley proporciona a su vez nuevos caminos de recuperación espiritual a la víctima, la cual debe ajustarse de inmediato al mismo grado que debería encontrarse cuando fue indebidamente afectado.

     De ahí la temática fundamental de Jesús cuando anuncio el concepto de “bienaventurados los perseguidos por la justicia o sea, las almas heridas por las calumnias, infamias e ignominia puesto que serán resarcidas espiritualmente de sus dolores y perjuicios, porque la Divinidad no permite el agravio o distorsión, por pequeño que sea, en su justicia.

     Jesús cuando afirma que los inocentes y perseguidos por las injusticias serán indemnizados por parte de los que los juzgaron mal, nos aclara que bajo la Justicia Divina, alcanzaran mucho más rápida la ventura espiritual, por causa de las injusticias cometida, siempre que no participen en odios y venganzas.

     En consecuencia el “mal juzgador” que calumnia y condena no es afectada únicamente por el “ pecado “ cometido contra su hermano, sino que ha de ser medido en la misma medida con que acostumbra medir a su prójimo, o como dice el precepto Evangélico: “ PAGARA HASTA EL ÙLTIMO CENTAVO “ sufrirá un correctivo, tan grave  y de proporciones por parte de la Ley Karmica, como haya sido el total del perjuicio causado por su injusticia, directa o indirectamente a todas las victimas afectadas en aquella misma vida.

     No deberemos olvidar que El Divino Maestro jamás condena al pecador, pero le advirtió insistentemente respecto al perjuicio que causa el pecado. A a través del Evangelio, ilumina el camino de los hombres y les señala los escollos de los vicios que aniquilan, los abismos de las pasiones peligrosas, del poder y de las falsas glorias humanas, que perjudican la verdadera vida del espíritu inmortal. Enseñaba que la prudencia era un medio eficaz para evitar los deseos impuros, y la sensatez, para que el espíritu encarnado mantuviera el exacto rumbo del norte  espiritual.

     Recomendaba al hombre que supiera vivir sobre el mundo material, sin interferir sobre la vida de sus compañeros en prueba.      “Advertía sobre la ambición humana, que se desmedía por la posesión de los tesoros que la polilla come y la herrumbre deteriora, sobre el peligro del orgullo, que explota cual fuego de artificio y luego lanza al espíritu en el infierno fluídico de los charcos purificadores del astral inferior. Recordaba que la perversidad no debía aplicarse con nadie, porque después hería trágicamente al propio autor en la ley implacable del choque de retorno, donde cada uno ha de sufrir conforme a sus obras.”
El Evangelio no es un juzgamiento o condenación para los espíritus incipientes, que se conturban en el largo recorrido de la escala espiritual, a través del mundo de las formas, sino que es un “Código Moral “de vida superior algo semejante a un manual cívico que disciplina la conducta del futuro ciudadano sideral, bajo la miniatura esquemática de las leyes del universo.

     No es su función disciplinar a los hombres para que vivan felices en la vida humana y transitoria, pero sí un tratado sublime y catalizador de las conciencias, para una pronta reintegración  del espíritu al mundo Angélico del “reino de Dios “·

     Jesús, psicólogo sideral, coordinador de todos los instructores que pasaron por la tierra, jamás cometería él equivoco de exigir a un espíritu en los albores de su conciencia que se portara con el mismo sentido de justicia de un iniciado. Seria absurdo exigir a la especie floral, que demuestre en el pequeño botón vegetal su formación, la misma composición, belleza y perfume, que solo pueda ofrecer la rosa, en la plenitud de su fragancia y en su atrayente configuración floral.

     El hombre maduro puede pecar por injusticia, pero arrepentirse sinceramente del acto ignominioso. En su conciencia desenvuelta solo vislumbra el sentido de justicia, cuya evolución lo sublima hasta alcanzar definitivamente el completo estado del amor. Pero la criatura espiritualmente  inmadura no se da  cuenta de sus actos censurables puesto que busca únicamente lo mejor para sí misma e ignora que sus hermanos van buscando también la misma cosa que él y tienen el mismo derecho de ser felices. El egoísmo, por lo tanto, a pesar de ser un acto censurable, sin embargo, fundamenta la convergencia de los hechos y amplia la esfera de los deseos de posesión humana, por lo tanto organiza el centro de conciencia del futuro individuo, el que va creciendo como unidad en el seno de Dios. Solo aparecen los albores de la justicia y se afiniza el sentimiento del hombre por la filantropía, después que se satura, debido a que “carga de más y usa muy poco “. De ahí en más comienza a centellear el espíritu y un sentido primario de la justicia comienza a convencerlo, de que los otros “también merecen poseer tanto como él y no deben ser juzgados o condenados por la misma causa.

      El sentimiento de altruismo aunque inicialmente sea interesado, se desenvuelve de poco a poco y la criatura comienza a donar lo que le sobre o lo que le pesa de más en su patrimonio. Unas veces por habito, otras por sentirse dichoso de dar, el ser adquiere experiencia y aclara su mente, alcanzando la meta del altruismo y lo hace o bien porque siente satisfacción superior o por un “buen negocio con la divinidad” pero en definitiva, lo hace de forma pacifica y agradable.

     Siendo así, el Maestro Jesús no se preocupo ni se preocupa en “Juzgar “o “censurar “al espíritu del hombre, que aun transita por el curso del egoísmo en su peregrinar encarnatorio que es el proceso iniciático y formativo de la conciencia espiritual, lanzada en la corriente evolutiva de la materia planetaria. Es razonable y también justificable que el hombre inmaduro practique injusticias bajo los impulsos y hechos incontrolables de su intimidad egocéntrica y animalizada, y nada de censurable se ve en ello. Pero, para que el ser adquiera el sentido de la justicia, es evidente que debe ser sometido a la rectificación de todo cuanto hace de injusto, conforme lo disciplina la Ley del Karma.

     En verdad, no existe departamento de penalidades creado por Dios, a fin de juzgar y condenar a los espíritus que pecan por las injusticias cometidas, sino que esa Ley, en su pulsación impersonal y responsable por la armonía y equilibrio del Cosmos, equilibra cada cosa y cada ser en su frecuencia electiva, tal como el músico desafinado es advertido por el Maestro para que retome el ritmo armónico del conjunto orquestal.
Los hombres han de procurar pensar deliberadamente o intempestivamente, y  arrepentirse de sus malas obras  y esto le dulcificara la vida, de lo contrario si sigue siendo un insensible en el trato con sus hermanos, le cabe a la Ley providenciar el reajuste o eliminar el defecto de la pieza desequilibrada de la pulsación armónica del universo.

     Una de las extravagancias de la humanidad consiste en ver el mal de los demás antes de advertir el que está en uno mismo. Para poder juzgarse a sí mismo tuviésemos que poder mirarnos a un espejo, transportarnos en cierta manera fuera de sí, y considerarnos como si fuéramos la otra persona, preguntándonos: ¿ qué pensaría yo si viera a otro hacer lo que yo hago?.

     El orgullo es el que mueve al hombre a disimular ante sus ojos sus propias faltas, así como en lo moral como en lo físico. La indulgencia para con el prójimo es un deber, porque no hay persona que no le necesite para sí mismo.

     No debemos juzgar a los demás con mayor severidad que la que nos aplicamos al juzgarnos a nosotros mismos, ni condenar en el prójimo lo que en nosotros disculpamos. Antes de reprochar una falta a alguien, veamos si la misma censura no se nos puede hacer a nosotros.

     La reprobación de la conducta ajena, puede tener dos móviles: o reprimir él mal, o desacreditar a la persona cuyos actos critican. Este último motivo no tiene nunca excusa, porque es maledicencia y ruindad. El primero en cambio, podrá ser loable, y en ciertos casos se torna inclusive en un deber, puesto que del debe resultar un bien, y porque a no ser por ello el mal no seria jamás reprimido en la sociedad. Pues el hombre debe cooperar al progreso de sus semejantes y no debe interpretar en un sentido absoluto el principio critico de: “No juzguéis para que no seáis juzgados”, porque la letra mata y el espíritu vivifica.

     Jesús no podía prohibir que se censure lo que está mal, puesto que El mismo nos ha ofrecido un ejemplo de ello, y lo hizo en términos enérgicos. Lo que quiso decir es que la autoridad de la censura está en razón de la autoridad moral de quien la pronuncie. Hacer lo que en otros condenamos equivale a  abdicar de dicha autoridad.

      La conciencia intima niega todo respeto y sumisión voluntaria a aquel que, hallándose investido de cualquier tipo de poder, viole las leyes y principios que están encargados de aplicar. A los ojos de Dios, solo es legítima aquella autoridad que se apoye en el ejemplo que ella misma da del bien.

     La indulgencia es la virtud dulce y fraternal que todo hombre debe tener para con sus hermanos.

     La indulgencia nos hace ciegos ante los defectos de los demás y si los ve se guarda muy bien de hablar de ellos, de difundirlos, antes por el contrario los esconde, y si la malevolencia llega a descubrirlos, la indulgencia tiene siempre una excusa  pronta para  paliarlos, esto es, una excusa seria y plausible, y no de aquellas que, aparentando querer atenuar la falta, la hacen en cambio resaltar con perdida habilidad-.

     No debemos ocuparnos nunca de los actos malvados de los demás, a menos que sea para prestar un servicio, y aun en tal caso hay que procurar tener el cuidado de atenuarlos todo lo posible. No hacer observaciones chocantes no reproches con los labios, sino que ofrecer tan solo consejos lo mas velados posibles.

     Cuándo se critica, ¿ qué consecuencias se deben extraer de las palabras ¿ acaso los que critican, no han hecho también lo mismo que critican, o acaso piensan que valen más que el culpable?.

     El hombre debe solo ocuparse de sus propios actos y pensamientos, dejando libre el camino de su hermano.

     Hay que ser severo con uno mismo, e indulgente con los demás. Hay que fortificar a los débiles mostrándoles la bondad de Dios, que siempre toma en cuenta hasta el menor de los arrepentimientos.

     Los trabajadores del Señor han de mostrar el ángel de la contrición, que extiende sus blancas alas sobre las faltas de los humanos y las oculta así a los ojos de quien no puede ver lo impuro. El Padre en su infinita misericordia, nos escucha cuando por medio del pensamiento y sobre todo de los actos le decimos: “Perdónanos nuestras deudas así como nosotros perdonamos a los que nos han ofendido. “ Son palabras sublimes, y su letra no es lo único admirable, sino además el compromiso que implican.

     El ser severo con uno mismo e indulgente con los demás, es también una forma de poner en práctica la caridad. Todos tenemos que vencer malas inclinaciones, corregir defectos y modificar hábitos.

     Todos tenemos que depositar un fardo más o menos pesado para ascender a la cima de la montaña del progreso. ¿ Porque ser tan clarividente con las faltas ajenas y ciegos con las nuestras ¿¿ cuando dejaremos de ver la paja en el ojo ajeno, y permaneceremos ciego con la viga que hay en el nuestro?. El verdadero carácter de la caridad es la modestia y la humildad, que consiste en ver de pasada los defectos ajenos, y dedicarse a realzar lo que hay de bueno y virtuoso en los mismos.

     Porque no olvidemos que siempre en el corazón rebelde y corrupto, en lo más recóndito de sus pliegues, brota el germen de unos cuantos sentimientos elevados, es una chispa encendida de la esencia espiritual.

     ¡Bendito sea el Espiritismo, doctrina consoladora y bendita, felices los que te conocen y se benefician con las saludables enseñanzas de los Espíritus del Señor!. Para los espiritas, la voz que escuchan es clara, y a lo largo del camino se leen estas palabras que señalan el medio de alcanzar la meta:

     Caridad para el prójimo como para asimismo: en una palabra, caridad hacia todos y amor de Dios por encima de todas las cosas, porque el amor de Dios resume la totalidad de los deberes, y es imposible amar de veras a Dios sin practicar la caridad, que El ha erigido en Ley para todas sus criaturas.

 - Merchita- (Extraído de diversos libros de espiritismo.)

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