PEDAGOGÍA ESPIRITA
Según los espíritus el Espiritismo tiene la misión de modificar el mundo entero, y Kardec afirmo en “El Libro de los Espíritus” de acuerdo con su orientación anterior de pedagogo: "La educación es la llave del progreso moral".
Cada individuo es único, diferente de todos los demás, lo mismo se da en los grupos afines. El tipo psicológico de cada ser humano es único e irreducible a la masa. El misterio del ser, que aturde a los educadores, se llama personalidad. Cada ser humano es una persona. Y lo será desde el nacimiento, puesto que ya nace formada con su complicada estructura que apenas se desenvolverá en el crecimiento y en la relación social. Será difícil para el educador dominar todas estas variaciones y orientarlas.
La tarea de la Educación Espírita será la formación de un hombre nuevo. El nacimiento de la Educación Espírita aún no se ha completado. Comenzando con Kardec, hace más de un siglo, todavía se está procesando en nuestros días. Por esto mismo, somos todos convocados a participar de este acontecimiento espiritual, contribuyendo cada cual de la manera que pudiere para que él se complete cuanto antes.
Encarando el problema de la evolución del mundo Kardec advierte en su obra fundamental: "El Espíritu solo puede avanzar gradualmente. No puede transponer de un salto la distancia que separa la barbarie de la civilización" (pre. 271). La importancia de la Educación Espírita resalta de este trecho: "Encarnándose con el fin de perfeccionarse, el Espíritu será más accesible en la infancia a las impresiones que recibe y que pueden ayudar a su adelantamiento, para lo cual deben contribuir quienes estén encargados de su educación." (Pre. 383.)
A partir de la revolución industrial, y particularmente en la civilización tecnológica de nuestros días, con el desenvolvimiento y la complejidad creciente de la vida social, la educación familiar quedó restringida a la infancia en sus primeras fases, y así también siempre secundada por la educación escolar.
La misión del Espiritismo no es la de esclarecer a algunos individuos en medio de las multitudes sino, esclarecer a las multitudes, dilatar el conocimiento humano, colocar a los hombres frente a la realidad integral de la vida — para regenerarlos.
La educación espírita comienza en el hogar. En las familias espíritas es deber de los padres iniciar a los hijos en los principios doctrinarios desde temprano. La falta de comprensión de la doctrina hace que ciertas personas piensen que los niños no deben preocuparse con el asunto. Estas personas se olvidan de que sus hijos necesitan de orientación espiritual y que esta orientación será tanto más eficiente cuanto más temprano les fuere dado. Kardec, en un trecho de la Revista Espírita, cuenta como en Francia, en su tiempo, la educación espírita en el hogar comenzaba a producir maravillosos efectos.
La orientación moral no es una preparación filosófica, sino un proceso de integración de las nuevas generaciones en determinados sistemas de vida, a fin de que ellas puedan beneficiarse con las experiencias y las conquistas de las generaciones anteriores, capacitándose en la práctica para el ejercicio futuro de la crítica y de la reelaboración de experiencias.
A la medida que la Ciencia avanza y la tecnología amplia horizontes del conocimiento humano, proporcionando comodidades y realizaciones edificantes que favorecen en desarrollo de la vida, van surgiendo audaces conceptos de comportamiento que pretenden dar nuevo sentido a la existencia humana, como consecuencia se viene dando abusos intolerables que conspiran contra el desenvolvimiento moral ético y social.
Será preciso no olvidar que los niños son espíritus reencarnados, espíritus adultos que se visten, como enseña Kardec: "con el ropaje de la inocencia" para volver a la Tierra e iniciar una vida nueva. Los espíritus que se reencarnan en familias espíritas llegan a este medio para recibir desde temprano el auxilio que necesitan. Los padres que, con el pretexto de respetar la libertad de escogencia de quien aún no puede escoger, o de no forzar a los hijos a tomar un rumbo seguro en la vida, dejan de iniciar a los hijos en el Espiritismo, estarán faltando con sus deberes más graves.
Cada ser trae consigo, para cada existencia, los resultados de su desenvolvimiento anterior, en existencias pasadas. Estos resultados se encuentran en estado latente en su inconsciente, pero desde los primeros años de vida comienzan a revelarse en sus tendencias y en el conjunto de las manifestaciones de su temperamento. Cabe a los padres y a los educadores observar estas señales y orientar su ajuste a las condiciones actuales, corrigiendo las deficiencias y las exageraciones en la medida de lo posible y al mismo tiempo propiciando nuevos desenvolvimientos en la actual existencia.
El niño encarna al ser con todas sus potencialidades morales y espirituales, pero su instrumento de manifestación, el cuerpo físico, no se presenta en condiciones inmediatas de manifestar en plenitud su estadio evolutivo. El ser está sujeto, inicialmente, a las condiciones biológicas de la especie. Solo a través del desenvolvimiento orgánico el ser se definirá en sus características individuales y revelando su capacidad de ajuste social y cultural, como también sus posibilidades de auto-superación moral y espiritual.
Podremos así establecer el esquema de su evolución existencial según las fases generalmente admitidas en el plano pedagógico: el ser biológico se complementa en el ser social, este en el ser moral y este en el ser espiritual. Compete a la Educación auxiliarlo en ese desenvolvimiento progresivo y orientarlo hacia nuevas conquistas en futuras existencias. La Educación Espírita no puede restringirse a los fines inmediatos del proceso educativo, que caracteriza las formas pragmáticas de la Educación del pasado y del presente.
Enseñar a los niños el principio de la reencarnación, la ley de causas y efectos, la presencia del ángel-guardián en sus vidas, la comunicabilidad de los espíritus y así por delante, es un deber inalienable de los padres. Pensar que esto puede asustar a los niños es crear temores innecesarios e ignorar que los niños ya traen consigo el germen de estos conocimientos y también que están más próximos del mundo espiritual que los adultos.
Descuidar la educación espírita de los hijos será negarles la verdad. El mayor patrimonio que los padres podrán legar a los hijos es el conocimiento de una doctrina que les garantizará la tranquilidad y la orientación cierta en el futuro. Los padres que temen dar educación espírita a los niños no tienen una noción exacta del Espiritismo y por esto mismo no confían en el valor de la doctrina que abrazan.
Los niños de hoy están preparados para enfrentar la realidad del nuevo mundo que está naciendo. Este nuevo mundo tiene por cimientos los fundamentos del Espiritismo, porque los principios de la doctrina están siendo confirmados día a día por las Ciencias. La mente humana se abre en este siglo para el conocimiento racional de los problemas espirituales. Llegó el momento del Consolador prometido por Cristo. Los padres espíritas precisan comprender esto e iniciar sin temor a sus hijos en la doctrina que les garantizará tranquilidad y confianza en la vida nueva que inician.
La mejor manera de desenvolver la educación espírita en el hogar sería organizar fiestas dominicales con oraciones, recitaciones infantiles de tema evangélico, explicación de las parábolas, canciones espíritas y juegos recreativos, que ayuden a despertar la creatividad de los niños. El Espiritismo es alegría, espontaneidad, sociabilidad. Estas fiestas preparan al espíritu del niño para el aprendizaje en las aulas de los Centros y para las aulas de Espiritismo en la escuela.
Esconder a los niños de hoy la verdad espírita sería cometer un verdadero crimen contra su progreso espiritual y para su integración en la cultura espírita del nuevo mundo que está naciendo. Que los padres espíritas no se hurten a este deber. La educación en el hogar será la base de todo el proceso posterior de educación escolar y de educación social, que los adolescentes y los jóvenes irán a enfrentar en la vida.
En nuestra vida diaria verificamos que existe un límite definido para nuestra mente, que funciona en relación permanente con el exterior. Captamos las sensaciones del mundo por nuestros sentidos orgánicos — el tacto, la audición, la visión, el olfato, el gusto etc. — y con estos datos sensoriales elaboramos nuestra visión del mundo y establecemos nuestras relaciones con el medio físico y el medio social en que vivimos. La estructura mental que resulta de esta elaboración es lo que generalmente llamamos mente, formada por las categorías de la razón, hoy consideradas como formas dinámicas de la experiencia. Esta es la mente de relación, que establece la relación con el mundo y con los otros. Pero cuando dormimos y soñaos, o cuando nos distraemos, cuando huimos de la realidad en un instante de ausencia psíquica, o cuando actuamos impulsivamente, llevados por alguna emoción, notamos que hay en nosotros algo más que esta mente disciplinada. Percibimos, vemos, sentimos y actuamos fuera de los límites de la razón y por lo tanto de la mente.
Esta mente que se revela como algo más profundo que la mente de relación es la que podemos llamar mente de profundidad. Sus categorías son mucho más numerosas y más ricas que las de la mente de relación. Nuestra mente de relación reposa sobre una especie de suelo, debajo del cual se encuentra la mente de profundidad. Hay una relación constante entre las dos formas mentales. Esta relación aumentará en la proporción en que se desenvuelve el ser, en que su evolución dará mayor flexibilidad a su estructura mental. De esta manera la Educación Espírita no puede limitarse a la mente de relación, puesto que ella solo representa un momento del ser.
Dewey señaló que la Educación existe en función de la muerte. Si no muriésemos no precisaríamos de este proceso, toda vez que la cultura no sufriría solución de continuidad. Pero la muerte sustituye unas generaciones por otras y cada nueva generación será heredera de la cultura elaborada por la anterior. Recibe esta herencia a través de la Educación y la reelabora según sus nuevas disposiciones, su nueva manera de encarar al mundo. Si Dewey hubiese tenido la visión espírita de René Hubert agregaría que la Educación existe en función de la reencarnación. Vemos, gracias a la reencarnación, que el desenvolvimiento del ser no es continuo, sino discontinuo. En cada existencia terrenal el ser desenvuelve ciertas potencialidades, pero la ley de la inercia lo retiene en una posición determinada por los límites de la cultura en que se desenvolvió. Con la muerte corporal él regresa al mundo espiritual y tendrá una nueva existencia en este mundo. La muerte rompe su condicionamiento terreno y él podría entonces verificar que los límites a que llegara eran apenas temporales. Fuera del tiempo y del espacio físico sus percepciones se amplían y el ser comprende que su perfectibilidad — su capacidad de alcanzar la perfección — no tiene límites, o por lo menos los límites terrenos. Volviendo a una nueva encarnación el ser podrá reiniciar con más eficacia el desenvolvimiento de su perfectibilidad. Pero si no recibiere en la vida terrenal los estímulos necesarios podrá sentirse nuevamente preso a la condición de la vida anterior en la Tierra, estacionando en una repetición de estadio. Es esto lo que se llama círculo vicioso de la reencarnación. La Educación Espírita tiene por función evitar que el ser vaya a caer en este círculo.
Comprendemos desde esta concepción existencial que la criatura humana, en esta existencia, no está sujeta apenas al plano existencial terreno. Ella existe en el aquí y en el ahora, pero trae consigo la mente de profundidad que conecta a la existencia espiritual de la cual proviene. En las horas de vigilia el ser humano vive esta existencia, pero en las horas de sueño su cuerpo espiritual permite y hasta determina su constante relación mediúmnica con los seres existentes en otra dimensión de la realidad. Vivimos entre dos existencias y no solo en una, como supone la ilusión materialista.
Mientras las religiones hacen de la vida espiritual un misterio envuelto en la magia y el misticismo — lo que al menos en parte da la razón al concepto de alienación del materialismo — el Espiritismo revela que la vida espiritual es natural y no sobrenatural y debe ser encarada con el mismo realismo de la vida terrenal. Las Filosofías Existenciales, en nuestro tiempo, definen la vida como subjetiva y reconocen que su objetivo es la trascendencia. No vivimos orgánicamente, sino de manera psicológica. Vivimos de aspiraciones, de interpretaciones de la realidad, de sueños y muchas veces de ilusiones. Son nuestros pensamientos y sentimientos, nuestras emociones y nuestros deseos los que determinan nuestro comportamiento. Por esto la realidad nos sorprende y nos decepciona. Sabemos que tendremos que morir, pero nuestra intuición interior nos dice que no moriremos. Sin los datos espíritas al respecto de la realidad global de nuestro ser y de nuestra posición en el mundo no sabríamos equilibrar esta contradicción de la mente de relación. En el proceso educativo la Religión debería ejercer la función equilibradora, mientras que no la ejerce en virtud de los contrastes a los cuales se encuentra presa. Su posición contraria a la de la Ciencia establece los conflictos de la educación lega con la educación religiosa. La Educación Espírita, fundada en la Ciencia Espírita, elimina estos conflictos y nos lleva al campo de la Educación Integral. Se habla hoy de Educación Permanente. La Educación Espírita no es solo permanente, continua, sino sobre todo integral.
Una Educación que no tenga en consideración estas realidades históricas y culturales está condenada a agotar su contenido y morir. La Educación no actúa apenas en el plano individual, sino también en el plano colectivo. La suma de los procesos educativos de cada civilización resultará siempre en una síntesis que tenderá a aplicarse cada vez más intensamente a toda la Humanidad. La Educación Cristiana reveló esta tendencia a la universalización, pero sus esfuerzos fueron obstruidos por la oposición del formalismo religioso de las iglesias cristianas al desenvolvimiento científico. Por esto ella fue superada por la Educación Laica. La Educación Espírita ahora se impone como la síntesis de ese conflicto entre la Religión y la Ciencia. Su capacidad de armonizar los datos de la Religión con los datos Científicos le permite responder plenamente a las exigencias de nuestro tiempo, en el momento exacto en que la pesquisa científica rompe los grilletes del materialismo y supera el agnosticismo kantiano, demostrando que el hombre dispone de condiciones mentales para conocer más allá de los límites de la realidad sensorial.
La Educación Cristiana reformó al mundo, pero los hombres la complicaron y desviaron. La consciencia del pecado pesó más en las almas que la consciencia de la liberación en Cristo. Tomás de Aquino enseñó: madres, vuestros hijos son caballos! Educar se transformó en domar, domesticar, subyugar. La represión generó la revuelta y recondujo al mundo al ateísmo y al materialismo, a la locura del sensualismo. La Educación Espírita será el Renacimiento de la Pedagogía Cristiana. Será en ella que el ejemplo y la enseñanza del Cristo renacerán en la Tierra en su pureza primitiva.
Precisamos reformar nuestros conceptos de educación a la luz de los principios espíritas y de los grandes ejemplos históricos. Dijo una gran figura espiritualista inglesa, Annie Besant, que cada niño y cada adolescente representan planes de Dios encarnados en la Tierra y dirigidos hacia el futuro. Aprendamos a respetar estos mensajes divinos. Acordémonos de nuestra infancia y si por acaso verificamos que nuestro mensaje se perdió a lo largo de la existencia, que nuestro plan divino fuera perjudicado por los hombres, por los malos ejemplos y por las enseñanzas falsas, juremos frente a nuestro corazón que tendremos que evitar este perjuicio para las nuevas generaciones.
¡Padres, seamos maestros! ¡Maestros, seamos padres! Que cada rostro de niño abierto frente nuestro, como una flor que desabrocha, nos despierte en el corazón lo mejor de nosotros mismos, el impulso del amor. Que cada adolescente, en su inquietud y en su irreverencia - joven ego que se afirma por la oposición al mundo — no provoque nuestra ira sino que despierte nuestra comprensión y nuestra ternura. Para domar al potro precisamos del látigo y de las espuelas, pero para educar al joven solo necesitamos amor. La Educación Espírita comienza en el hogar como una fuente oculta y debe ganar la planicie como un río tranquilo en búsqueda del mar.
Espiritismo es cultura en marcha, civilización nueva en perspectiva. Tenemos que crear condiciones para despertar a los perezosos, sacudir a los soñolientos, desenmascarar a los analfabetos ilustres, a los demagogos que solo saben pavonearse en las tribunas y en las publicaciones reaccionarias. Tenemos que acabar con la plaga de la pereza mental, hipócritamente disfrazada de modestia, falta de recursos y otras disculpas des cabidas. Precisamos estudiar, quemarnos las pestañas, pesquisar, construir la Cultura Espírita en nuestra tierra. O hacemos esto o nada más seremos beatos de un nuevo tipo, esperando de rodillas que el Cielo haga por nosotros lo que tenemos que hacer por nosotros mismos.
Dos ejemplos nos muestran, en el pasado y en el presente, la responsabilidad espiritual de nuestro comportamiento en el hogar y en la escuela. El ejemplo de Jesús, quien ejemplificó durante toda la vida y enseñó apenas durante tres años. Y el ejemplo de Kardec, quien ejemplificó hasta los cincuenta y cuatro años y solo enseñó durante doce años. Solo a partir de 1857, con la publicación de El Libro de los Espíritus, Kardec comenzó la verdadera enseñanza que traía para la Tierra. Antes de eso fue profesor y pedagogo, didacta y científico, dando más ejemplo que en teoría.
Otro gran ejemplo es el de Pestalozzi, el maestro de Kardec, que solo en la vejez se volcó hacia la Pedagogía y se tornó el maestro de su tiempo. Pestalozzi sintió que educar es amar y por esto se dedicó a la educación con toda la fuerza de su amor. Se tornó el padrecito de sus alumnos, como era tiernamente llamado por ellos. Y se hizo mendigo entre los niños mendigos para arrancarlos de la miseria moral. Por esto fracasó materialmente. No se enriqueció con la educación y sufrió las amarguras de la quiebra financiera. Pero su victoria espiritual fue gloriosa. También Jesús, para la corta visión de los ganadores de dinero, fue un judío fracasado que murió en la cruz, la muerte más infame de aquel tiempo.
Este coraje moral de no abrir la mano al lucro, a la ganancia, del rendimiento es la rueda que hace a la Tierra subir en la escala de los mundos. Solo las almas superiores la poseen. Y cuando estas almas enfrentan el juicio loco de los hombres para darnos el ejemplo de la abnegación, con esto nos demuestran la importancia del ejemplo. Deberemos pensar en estos grandes problemas para poder vencer en nuestras pequeñas tareas cotidianas. Abdiquemos de la violencia, de la irritación, del autoritarismo y de la arrogancia si quisiéramos realmente educar, si deseáramos de hecho ser padres y maestros.
Con todos estos conocimientos llegamos a la conclusión de que La educación dependerá del conocimiento menor o mayor que el educador posea de sí mismo. Porque conocerse a si mismo será el primer paso del conocimiento del ser humano. La Humanidad es una sola. El ser humano, en todas las épocas y en todas partes, fue siempre el mismo. Su constitución física, su estructura psicológica, su consciencia son iguales en todos los seres humanos. Esta igualdad fundamental y esencial es lo que caracteriza al hombre. Las diferencias temperamentales, culturales, de tipología psicológica, de raza o nacionalidad, de color o de tamaño son apenas accidentales. Por esto mismo la Educación es universal y sus objetivos serán los mismos en todas las épocas y en todas las latitudes de la Tierra.
El verdadero educador será quien practique la Religión verdadera del amor al prójimo, en aquello que podemos llamar el Culto del Ser en el templo de su propio ser.
Mercedes Cruz Reyes
Trabajo extraído del libro “Pedagogía Espirita” J. Herculano Pires
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¿Qué sucede después de la muerte?, ¿A donde vamos?
• Consistente con la Ley del Progreso, eventualmente, aún si toma miles de años, todos llegaremos a las altas esferas.
• Las personas semejantes se atraen entre sí. A diferencia de lo que sucede en el plano terrenal, quienes tienen bajas vibraciones no se pueden mezclar libremente con quienes están en las esferas elevadas.
• Dado que la tierra es un planeta de Libre Albedrío, hay realmente una lucha entre las Fuerzas de la Luz y las Fuerzas de la Oscuridad. Quienes continuamente dispersan oscuridad: ignorancia, propaganda falsa y perniciosa, odio, hostigamiento a los demás, abuso de poder, mentiras, estafas, dominación para explotar y otras energías negativas, atraerán y muy probablemente formarán parte de las Fuerzas de la Oscuridad. Quienes trabajan y divulgan un mayor entendimiento, conocimiento, paz, amor, luz, armonía, y otras energías positivas, atraerán y formarán parte de las Fuerzas de la Luz.
• Responsabilidad propia— a fin de cuentas, cada uno es responsable de sus propios actos y omisiones durante su vida en el plano terrenal.
- Rey Formoso-
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El Cielo, Infierno y El Purgatorio
La creencia en la condena eterna sería un argumento bastante comprensible para justificar el miedo a la muerte, dado que es bastante aterradora la imaginación de un lugar en llamas, donde almas se contraen y gimen desesperadas, bajo la visión de un dios sádico que a todo mira con indiferencia.
“Por otro lado, las almas lánguidas y atormentadas en el purgatorio esperan su libertad dependiendo de la voluntad de los vivos para que rueguen o hagan rogar por ellas y no de sus esfuerzos para progresar.”
¡Felices son aquellas almas que conquistan su lugar en el Cielo! ¿Será cierto?
¿Qué felicidad gozaría una madre en el Cielo si allí no estuvieran sus hijos o su esposo amado? ¿Si supiera que ellos sufrirían castigos eternos mientras ella “descansaba eternamente y entonaba himnos de loas”?
A nadie le gustaría estar en un Cielo y olvidar sus seres queridos. Y si nosotros, que somos tan imperfectos y egoístas, seríamos incapaces de hacerlo, ¿por qué Dios lo haría?
También podemos preguntar cuáles serían los criterios que nos conducirían al Cielo, al Infierno o al Purgatorio. En la Edad Media, era la clase social; los religiosos “traficaban” indulgencias, vendían perdón a los ricos y los pobres estaban condenados. Una práctica que no es coherente con la justicia de Dios, por lo tanto, no puede ser aceptada como un criterio de condena o premiación. Otra condición para irse al Cielo es el bautismo, pero tampoco es valedero a los que nacieron y fallecieron antes de Cristo, y a los que fallecieron poco después de nacer. Otro problema serían los adeptos de otras religiones, cuyas prácticas no incluyen el bautismo y que además nunca escucharon hablar de Jesús. ¿Los condenaría Dios al Infierno? La Iglesia Católica manda al Limbo los niños que fallecieron antes de bautizarse. Pero ¿por qué no se van al Cielo ya que no hicieron el mal? O ¿por qué no se van al Infierno ya que no practicaron el bien?
Otro requisito para conquistar el Cielo es el arrepentimiento. Una persona que ha sido muy mala durante toda su existencia se arrepiente sobre la hora de la muerte, es perdonada y se va al Cielo. Otra que se equivocó menos y falleció de modo instantáneo, sin tiempo para arrepentirse se va al Infierno.
Y podríamos seguir disertando sobre ese tema que no es justo con la figura de Dios, Padre amoroso, soberanamente bueno, justo y misericordioso, tampoco explica de la mejor manera las cuestiones de la vida y post vida. Así que pasaremos a discutir sobre la teoría de la nada y sobre la existencia e inmortalidad del alma.
La inmortalidad del Alma
Sería extraño y hasta irónico que, en un Universo en que nada se pierde, que todo se transforma, el hombre fuese la única excepción perecedera, sujeto a desaparecer con su despojos.
Kardec, en el libro “El Cielo y el Infierno”, diserta de manera muy clara sobre la idea de “la nada” y argumenta que sería muy aflictivo pensar que después de todo el esfuerzo que hacemos en la Tierra, de todo lo que aprendemos, simplemente desapareciéramos a causa de la muerte. Ello porque nos concentraríamos sólo en el presente y actuaríamos de manera egoísta, ya que nuestro objetivo sería únicamente disfrutar la vida.
En realidad, la teoría de la nada es el extremo opuesto a la enseñanza autoproclamada cristiana de la muerte, la cual ya no responde a las preguntas esenciales del hombre racional moderno ni es justa con la figura del Cristo.
Jesús ya nos había enseñado que nadie muere cuando su cuerpo espiritual se hizo visible entre los “vivos” después de su muerte y Pablo de Tarso afirmó que el cuerpo espiritual es el cuerpo de la resurrección ; aunque el Cristo sea siempre representado por algunos con las imágenes de un hombre muerto, colgado de la cruz y que muchos crean que los muertos resucitan en la carne. Una idea nada alentadora para aquellos que poseen cuerpos mutilados, debilitados o que tuvieron los cuerpos destrozados en la ocasión de la muerte.
La curiosidad de saber si existe algo que sobrevive a la muerte del cuerpo físico no es una novedad. Desde hace mucho tiempo el hombre elabora preguntas relacionadas a su existencia, casi siempre en un aspecto religioso. Sin embargo, a partir del siglo XIX, este interés se ha intensificado y ampliado para el tema de la reencarnación. No solamente entre la gente común y creyente, sino entre figuras ilustres de la historia.
Nos cuenta el estudioso espírita Carlos de Brito Imbassahy que en los años de 1944 y 1945, científicos italianos estudiaban lo que se llamó de bebé de probeta, pero dedujeron que no obtendrían éxito en la creación de los bebés porque no podrían crear un campo de energía presente en el vientre de las mujeres fértiles lo cual acompañaba el feto cuando él nacía. Agrega el estudioso que investigaciones modernas comprobaron que la formación fetal depende de este campo, que no pertenece a la madre, sino que actúa en su vientre y comanda la selección de espermatozoide que fecundará el óvulo.
Treinta años después, suecos inventan un aparato capaz de detectar el campo energético de moribundos y descubrieron que tal campo los abandonaba cuando ellos fallecían. Además, los moribundos eran pesados antes y después de la muerte y concluyeron que este campo era el alma, dado que había una pequeña pérdida de peso corporal en razón de la muerte.
En la actualidad, hay nuevas modalidades de investigaciones, como los casos de Experiencia de Casi Muerte, las visiones de los moribundos en el lecho de muerte, las experiencias fuera del cuerpo y la Transcomunicación Instrumental. Todas ellas reafirmando la supervivencia del alma y probando que los Espíritus se pueden comunicar. Ya no podemos rechazar las pruebas y reaccionar como personas ignorantes, como las que se negaron a creer que la Tierra era redonda y que giraba alrededor del sol, o que dificultaron la vida de Pasteur cuando menospreciaron su tesis de la existencia de seres microscópicos porque no los podían ver.
No podemos ver los virus, las bacterias, el aire, algunos gases, el pensamiento, pero sabemos que existen por la manifestación de sus efectos. La existencia del alma también es un hecho.
- Rosa María -
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