Amor maternal y filial
Allan Kardec
– ¿El amor maternal es una virtud, o un sentimiento instintivo común a los hombres y a los animales?
– Lo uno y lo otro. La Naturaleza dio a la madre el amor por los hijos en interés de su conservación. Pero semejante amor en los animales está limitado a las necesidades materiales y cesa cuando los cuidados son inútiles. Entre los hombres persiste por toda la vida y comporta una devoción y una abnegación que constituyen la virtud. Sobrevive incluso a la muerte y sigue al hijo hasta más allá de la tumba. Ya veis que hay en él algo más que en el animal. (205 – 385).
891 – Puesto que el amor maternal está en la Naturaleza, ¿cómo hay madres que odian a sus hijos, a veces desde su nacimiento?
– Algunas veces, es una prueba escogida por el Espíritu del hijo, o una expiación, si ha sido un padre malo, o mala madre, o mal hijo en otra existencia (392). En todo caso, la madre mala no puede estar animada más que por un Espíritu malo que se esfuerza por dificultar la existencia del hijo, a fin de que sucumba en la prueba que ha elegido. Pero esta violación de las leyes de la Naturaleza no quedará impune, y el Espíritu del hijo será recompensado por los obstáculos que haya superado.
892 – Cuándo los padres tienen hijos que les causan disgustos, ¿no son excusables si no sienten por ellos la ternura que hubiesen sentido en el caso contrario?
– No; porque es una carga que se les ha confiado y su misión consiste en esforzarse por atraerlo al bien. (582 – 583). Pero esos disgustos son con frecuencia resultado de las malas costumbres que se les ha dejado adquirir desde la infancia: cosechan entonces lo que han sembrado.
Allan Kardec
Extraído del libro “El libro de los espíritus”
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¿ En los relatos medianímicos de los Espíritus, cómo cuentan ellos mismos la experiencia de su muerte?.
En el supremo momento de la muerte y en los que le suceden, el Ser no pierde la total conciencia de sí mismo; si acaso brevemente en algunos casos de muerte súbita.
En muchos casos de desencarnación natural, percibieron primeramente como un gran zumbido o calambre en lo más íntimo de su cerebro o fuerte dolor súbito en el pecho, pensando en un principio que les estaba dando un infarto de miocardio. Después notaron que se soltaban definitivamente los hilos que aún les sujetaban al cuerpo físico que abandonaban y aun con la consiguiente sorpresa, se sintieron llenos de paz y dicha, por lo que durante cierto tiempo variable, siguieron ignorando que ya no pertenecían al mundo de “los vivos”.
Algunos relataron que el abandono del cuerpo se produjo a través de la cabeza, tal sensación la suelen experimentar muchas personas frías y calculadoras (por el chacra Coronario); es en este momento cuando suelen percibir un sonido fuerte y doloroso a modo de zumbido en lo más profundo del cerebro. Sin embargo la salida del cuerpo en los casos de personas muy emotivas, sienten que es desde el pecho ( chacra Cardiaco).
Cuando abandonaron el cuerpo, se sintieron deslizar a veces de forma lenta y otras de forma vertiginosa a través de un oscuro túnel en cuyo final vieron una gran Luz blanca, no deslumbrante, y en medio de ella divisaron que había gente; familia y amigos que desencarnaron tiempo antes que él y que parecían esperarle. Un Ser luminoso salió a recibirles y sintieron como una pregunta en sí mismos sobre si han cumplido correctamente los objetivos de su vida; entonces el Ser Luminoso que suele ser su Guía Espiritual, les muestra amablemente vertiginosas imágenes sobre lo que ha sido su vida y las consecuencias de los actos buenos o malos que cometieron o dejaron de cometer. Por ejemplo, si la persona que se auto-juzga hizo daño a otra, llega a sentir su tristeza, dolor o pesar, o si la acción fue de Amor y de bien, percibe los sentimientos de amor y felicidad que causó en la otra persona.
Curiosamente, en el siglo XV se debía de conocer algo de estos detalles, pues hay un
cuadro de “El Bosco”, titulado “La subida al Empíreo”, en donde se describe pictóricamente el detalle del túnel.
Las imágenes de su vida las ven retrospectivamente, esto es, comenzando por lo acontecido al final de la misma y como “viajando” hacia atrás en el tiempo, hasta el principio. De este modo el Ser Espiritual se convierte en juez de sí mismo al verse tal y como es en realidad, y sentir las consecuencias de los actos y omisiones que se protagonizaron en la vida humana.
Una de las funciones que tiene este auto-juicio final, es la de fijar el carácter espiritual que tendremos como nuevas personas en el futuro de nuestras existencias humanas.
La revisión de la vida posiblemente suceda durante el trasvase de recuerdos y emociones entre el cerebro físico que se abandona, y el del “cuerpo espiritual” con el que sigue existiendo el Ser tras la muerte; por este motivo no se
pierden nada de las vivencias y experiencias de cada / Subida al Empíreo
vida, debido a que quedan finalmente grabadas en el cerebro
espiritual que las lleva inconscientemente consigo , así como la influencia en el carácter y temperamento que tendrán durante otras existencias humanas . Así vemos como con la muerte no se pierde nada de lo adquirido como humano en esa finalizada existencia, sino que el Ser puede continuar con absoluta normalidad su camino evolutivo.
Después de este autojuicio, los que abandonaron el cuerpo en estado de lucidez mental, entran más tarde como en un estado de somnolencia o turbación, que es como un sueño reparador de sus energías psíquicas, que necesitan para seguir desenvolviéndose en su nueva forma de vida. Este sueño o sopor es similar al del feto cuando está en el claustro materno, dentro de un necesario proceso de preparación, acopiando las energías necesarias para afrontar su nueva forma de existencia. Cuando despiertan de este sueño, suelen estar aún algo confundidos, hasta que se reconocen y toman conciencia de sí mismos y comprenden que están muertos,pero se sienten vivos, comprobando con sorpresa su cuerpo impalpable y luminoso con las mismas formas y semejanzas al dejado en este mundo.
Se sorprenden también al comprobar que pueden atravesar los cuerpos sólidos sin la menor dificultad, así como que se pueden trasladar instantáneamente al lugar donde les lleva su pensamiento o deseo.
En muchos casos permanecen lúcidos tras la muerte y en las primeras horas que siguen al fallecimiento, se suelen preocupar por hacerse notar por su familia y amigos, por lo que durante algunos días después de su muerte, suelen visitarlos con frecuencia intentando infructuosamente casi siempre, contactar con ellos, pero finalmente siempre terminan pasando por el necesario sueño reparador.
Durante ese sueño pueden recibir influencias perturbadoras que les dificulten el normal despertar. Así, se pueden sentir atraídos como por un imán al plano físico; este es el efecto de las emociones intensas de quienes les recuerdan con nostalgia y lloros, con apegos u odios, así como en el caso de los que se han ido con una inquietud fuerte o alguna cosa que dejaron pendiente en este mundo. Estos lloros y lamentos de los “vivos” que quedaron aquí, son factores muy perturbadores para ellos, en cuanto a que son vibraciones de un tono psíquico que les origina un estado de ansiedad, inquietud y desasosiego que les atrae hacia los ambientes terrenales, atrasando así su normal despertar y desenvolvimiento en el mundo espiritual.
A veces quedan como por un tiempo como flotando en el ambiente físico, pudiendo ver su propio cadáver como algo que ya no les pertenece ni les interesa. Los muy apegados a su cuerpo y a su vida, no lo abandonan de inmediato, creyendo que están viviendo una pesadilla de la que van a despertar, llegando a veces a ver su cuerpo en descomposición. Los que están muy apegados a la vida en este mundo y a su cuerpo, se abrazan a él como tratando de no perderlo, pasándolo mal hasta que finalmente se dan cuenta de que ya no les pertenece.
También es frecuente que asistan a su propio entierro y funeral, comprobando como nadie nota su presencia, y cuando finalmente se cansa de intentar llamar la atención de los que quedaron aquí, pero sin éxito, trata de alejarse a otro lugar desconocido para él con la ayuda de algún otro Ser espiritual que le pueda ayudar. La primera y principal ayuda es que comprenda y acepte su realidad.
Durante el tiempo que permanecen apegados a lo físico, suelen sentirse tristes por el aislamiento de la gente en medio de un ambiente extraño donde nadie les reconoce, y cuando alguna vez son percibidos por alguna persona viva, a veces son objeto de insanas curiosidades, miedos y temores por parte de estos, que les llaman espectros, fantasmas, etc; y lo que es peor: intentan ayudarles o alejarles con rituales extraños y ceremonias ridículas, como si su paso por la muerte los hubiera transformado en “demonios malignos”.
Ernesto Bozzano, en su obra “La crisis de la muerte”, hizo un estudio comparativo entre muchos relatos mediúmnicos de diferentes Espíritus, y finalmente hizo la siguiente síntesis:
1º) Todos afirmaron haberse encontrado nuevamente con forma humana en esa existencia;
2º) Todos ignoraron, durante algún tiempo, que estaban muertos;
3º) Todos pasaron, en el transcurso de la crisis anterior a la agonía, o poco después, por la prueba de la reminiscencia sintética de todos los acontecimientos de la existencia que se les acababa (“visión panorámica”, o “epílogo de la muerte”);
4º) Fueron acogidos en el mundo espiritual por los Espíritus de personas de sus familias y de sus amigos muertos;
5º) Casi todos pasaron por una fase más o menos larga de “sueño reparador”;
6º) Se encontraron en un medio espiritual radiante y maravilloso (en el caso de muertos moralmente normales), y en un medio tenebroso y opresivo (en el caso de muertos moralmente depravados);
7º) Reconocieron que el medio espiritual era un nuevo mundo objetivo, sustancial, real, análogo al medio terrestre espiritualizado;
8º) Aprendieron que eso era debido al hecho de que, en el mundo espiritual, el pensamiento constituye una fuerza creadora, por medio de la cual todo Espíritu existente en el “plano astral” puede reproducir el entorno de sus recuerdos;
9º) No tardaron en saber que la transmisión de pensamientos es la forma de lenguaje espiritual, aunque ciertos Espíritus recién llegados, por ilusión, crean conversar por medio de la palabra;
10º) Verificaron que, gracias a la facultad de la visión espiritual, se encontraban en estado de percibir los objetos de un lado a otro, en su interior y a través de ellos;
11º) Comprobaron que los Espíritus se pueden transferir temporalmente de un lugar a otro, aunque esté muy distante, por simple efecto de su voluntad, lo que no impide que también puedan pasear en el medio espiritual, o deslizarse a cierta distancia del suelo;
12º) Aprendieron que los Espíritus de los muertos gravitan fatalmente y automáticamente hacia la esfera espiritual que les corresponde, en virtud de la “ley de afinidad”.
Bozzano, también añade otras concordancias que señala como “secundarias”, a saber:
1º) Los difuntos que se comunican están de acuerdo en afirmar que los Espíritus de los muertos, a quienes nos unimos en vida, intervienen para acoger y guiar a los recién desencarnados, antes de comenzar la fase del “sueño reparador”.
2º) Cuando los Espíritus refieren haber visto sus cadáveres en el lecho de muerte, generalmente hablan del fenómeno llamado “cuerpo etéreo”, que se condensa sobre el “cuerpo somático”. Este detalle concuerda, casi siempre, con la constante afirmación de los videntes que han estado a la cabecera de los moribundos.
3º) Ellos dicen, de común acuerdo, que, así como no puede haber individualidades vivas absolutamente idénticas, tampoco pueden existir desencarnadas individualidades idénticas en el sentido de estar en la misma escala de elevación espiritual. Se deduce así que, incluso aquellas llamadas “almas gemelas” en la existencia terrestre, llegado un momento se separan en el mundo espiritual, aunque puedan verse cuando quieran.
4º) Se encuentran de acuerdo al afirmar que, aunque los Espíritus tengan la facultad de crear más o menos bien, por la fuerza del pensamiento, lo que les sea necesario, cuando se trata de obras complejas e importantes, la tarea es confiada a grupos de Espíritus especializadas en ello.
5º) Son unánimes al afirmar que los Espíritus de los difuntos, cuando están dominados por las pasiones humanas, se conservan ligados al medio donde vivieron, por un lapso más o menos prolongando de tiempo. Se deduce que, no pudiendo gozar del beneficio del sueño reparador, esos Espíritus persisten en la ilusión de juzgarse todavía vivos, aunque presas de un extraño sueño, o de una opresiva pesadilla. En este caso, se tornan, muchas veces, “Espíritus asombradores”, o “perseguidores”.
6º) Nos informan, unánimemente, de que en el mundo espiritual, los Espíritus jerárquicamente inferiores no pueden percibir a los que les son superiores. Esto es consecuencia de los diferentes tonos vibratorios de sus “cuerpos etéreos”.
7º) Se muestran de acuerdo al afirmar que las dilacerantes crisis de dolor, que se producen con frecuencia delante de los lechos de muerte, no solo son penosas para los Espíritus de los difuntos, sino que además les impiden entrar en relación con las personas queridas y los retienen en el medio terrestre.
8º) Finalmente, afirman al unísono que, algunas veces, cuando se encuentran solos y presas de incertidumbres o perplejidades de todas clases, perciben una voz que les llega de lejos y les aconseja sobre lo que deben hacer. Es una voz procedente de Espíritus amigos que, habiéndoles percibido telepáticamente los pensamientos, se apresuran a trasmitirles sus consejos.
Por lo dicho, tengamos bastante claro que por el bien de nuestros Seres queridos, no debemos lamentar exageradamente su pérdida; la postura más adecuada es la de rechazar pensamientos deprimentes o nostálgicos, y dedicarles los mejores recuerdos pensamientos y deseos para su mejor y más fácil adaptación a la nueva vida a la que acceden. Estos pensamientos de afecto, gratitud y ayuda, actúan como magnetizadores y tranquilizadores para el Ser fallecido, facilitando así el que los lazos que todavía pueda retener su Periespíritu con la materia, se aflojen y se suelten más facilmente.
- Jose Luis Martín -
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“ Morir es nacer como nacer es morir. Nada viene de la nada ni nada va a la nada”
Kilogo –
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DIVORCIO
Desposaste a alguien que no te parece más la criatura ideal que conociste. La convivencia te arrancó de los ojos los colores diferentes con que el noviazgo te resguardaba el futuro que hoy se hace presente.
Rodeado de pruebas, cargas renacientes, familiares que te piden apoyo, obstáculos por vencer. Y sufres.
Con todo, recuerda que antes de la unión hablabas de amor y te mostrabas en la firme disposición en la cual asumiste los deberes que te orientan ahora los días, y no retrocedas ante el trabajo que el mundo te condujo.
Si la criatura que te acompaña transitoriamente el destino, no es aquella que imaginaste y sí alguien que te impone difícil tarea a realizar, observa que la unión de ambos no se efectuaría sin fines justos y da de ti lo posible para que esa misma criatura venga a ser como deseas.
Delante de hijos o parientes u otros que se valen de títulos domésticos para menospreciarte o herirte, no por ese motivo dejes de amarlos. Son ellos, presentemente en la Tierra, cuales los hicimos en otras épocas, y los defectos que muestren no son más que el resultados de las lesiones espirituales causadas por nosotros mismos, en otros tiempos, cuando les orientábamos la existencia en los caminos de la evolución.
Es probable que hayamos dado un paso para delante. Tal vez el contacto de ellos ahora nos desagrade por la oscura sombra que ya dejamos de tener o de ser. Eso, a pesar de todo, es motivación para amparo, no para fuga.
Atentos al principio del libre albedrío que nos rige la vida espiritual, es claro que nadie te impide cortar lazos, impedir realizaciones, agravar deudas o prolongar compromisos.
Divorcio es una medida perfectamente comprensible y humana, siempre que los cónyuges se confiesan a la deriva, puesto que se instituya en mora de la deuda para rescate en un nuevo nivel. Y el alejamiento de ciertos enlaces es recurso necesario en determinadas circunstancias, con el fin de que podamos volver a ellas, algún día, con el provecho preciso.
Reflexiona, a pesar de eso, que la existencia en la Tierra es un aprendizaje educativo o reeducativo y tan sólo por el amor con que amamos, pero no por el amor con que esperamos ser amados, se nos hará posible trabajar para redimir y, consecuentemente, saber perder para realmente vencer.
Espíritu: Emmanuel.
Psicografía: Francisco Cândido Xavier
Rodeado de pruebas, cargas renacientes, familiares que te piden apoyo, obstáculos por vencer. Y sufres.
Con todo, recuerda que antes de la unión hablabas de amor y te mostrabas en la firme disposición en la cual asumiste los deberes que te orientan ahora los días, y no retrocedas ante el trabajo que el mundo te condujo.
Si la criatura que te acompaña transitoriamente el destino, no es aquella que imaginaste y sí alguien que te impone difícil tarea a realizar, observa que la unión de ambos no se efectuaría sin fines justos y da de ti lo posible para que esa misma criatura venga a ser como deseas.
Delante de hijos o parientes u otros que se valen de títulos domésticos para menospreciarte o herirte, no por ese motivo dejes de amarlos. Son ellos, presentemente en la Tierra, cuales los hicimos en otras épocas, y los defectos que muestren no son más que el resultados de las lesiones espirituales causadas por nosotros mismos, en otros tiempos, cuando les orientábamos la existencia en los caminos de la evolución.
Es probable que hayamos dado un paso para delante. Tal vez el contacto de ellos ahora nos desagrade por la oscura sombra que ya dejamos de tener o de ser. Eso, a pesar de todo, es motivación para amparo, no para fuga.
Atentos al principio del libre albedrío que nos rige la vida espiritual, es claro que nadie te impide cortar lazos, impedir realizaciones, agravar deudas o prolongar compromisos.
Divorcio es una medida perfectamente comprensible y humana, siempre que los cónyuges se confiesan a la deriva, puesto que se instituya en mora de la deuda para rescate en un nuevo nivel. Y el alejamiento de ciertos enlaces es recurso necesario en determinadas circunstancias, con el fin de que podamos volver a ellas, algún día, con el provecho preciso.
Reflexiona, a pesar de eso, que la existencia en la Tierra es un aprendizaje educativo o reeducativo y tan sólo por el amor con que amamos, pero no por el amor con que esperamos ser amados, se nos hará posible trabajar para redimir y, consecuentemente, saber perder para realmente vencer.
Espíritu: Emmanuel.
Psicografía: Francisco Cândido Xavier
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OBSESIÓN SIMPLE.
El fundamento de la vida es el Espíritu, en torno de cuya realidad todo gira y se manifiesta. El temperamento de todo ser, junto a las imposiciones que componen el cuadro de su existencia, es una consecuencia natural de la suma de los valores que transitan por las múltiples reencarnaciones, transfiriéndose desde una a otra etapa carnal.
El Espíritu, programado por el fatalismo de la evolución hacia el progreso que lo conducirá a la perfección relativa, crece bajo la claridad del amor, normalmente estimulado por el aguijón del sufrimiento, que él se proporciona en razón de la rebeldía, como de la insatisfacción, que son las relevantes excrecencias del egoísmo. Al traer el germen de la divina presencia de donde se origina, adquiere mediante las experiencias que le complace vivir, los recursos para progresar, estacionar o retardar el desarrollo de las funciones que le son inherentes, de las cuales no se podrá deshacer por más que lo desee, si cae en la alucinación abrasadora de la desdicha en la que se detenga...
Cuando no funcionan los estímulos para el progreso y desea postergarlo, imposiciones de la propia Ley lo someten al proceso de crecimiento, a través de expiaciones consoladoras que lo depuran, colaborando en la eliminación de las sedimentadas llagas que lo martirizan... Por eso mismo, la adquisición de la paz es el resultado de luchas y esfuerzos que lo disciplinan, condicionándole los hábitos saludables, con los cuales entra en armonía con la vida. En ese proceso, como en otro cualquiera, la mente es el espejo que refleja los estados íntimos, las conquistas logradas y las que están por conseguir. Dínamo generador de recursos psicofísicos, dirigido por el Espíritu que se vale de la constitución cerebral, en los paisajes mentales fácilmente se expresan los estados múltiples de la personalidad, que encadenan éxitos o fracasos, que se exteriorizan en formas depresivas, ansiosas, traumáticas, neurasténicas y otras, que dan origen a enfermedades psíquicas de variada y compleja enumeración.
Frente a esos estados enfermizos — originados en las existencias pasadas por desobediencia a los Soberanos Códigos de la Vida — se abren anchas brechas que permiten y estimulan las parasitosis espirituales que degeneran en síndromes obsesivos que muchas veces, se prolongan hasta convertirse en subyugaciones de curso irreversible.
a) Recepción de la idea perturbadora.
Viviendo en un permanente intercambio, consciente o inconsciente, los Espíritus — tanto encarnados como desencarnados — participamos de las vivencias en el cuerpo y fuera de él. No sólo por los procesos de venganza personal, en los cuales los enemigos se buscan para provocarse males y cobranzas injustificables, como también, por factores de distintos motivos, se asimilan ideas y pensamientos a través de la simple sintonía de la propia onda en que se sitúan las mentes. Abordada por vibraciones negativas, la mente ociosa o indisciplinada, viciada o rebelde, registra la interferencia y en virtud de no ajustarse a un programa educativo de la voluntad, recibe el impulso de la idea, permitiéndose aceptar la sugestión perturbadora que alberga y se fortalece bajo la natural adaptación de los complejos y traumas de los comportamientos pesimistas o exaltados que son peculiares a cada uno. Aceptada la persuasión, se establece un vínculo con las sombras como forma del intercambio psíquico.
b) Intercambio mental.
Una vez fijada la idea infeliz, los archivos del inconsciente desbordan las impresiones angustiosas que duermen almacenadas, confundiéndose en la conciencia con las informaciones actuales, al mismo tiempo que se encuentra en desorden por la influencia de la parasitosis externa que se adueña del campo expuesto, sin defensas. Por un natural proceso selectivo y teniendo en cuenta las tendencias, las preferencias emocionales e intelectuales del paciente, la obligación impuesta produce una mejor aceptación de los recuerdos perniciosos, que sirven de vehículo y acceso al pensamiento del invasor. La polivalencia mental, en casos de esta naturaleza, tiende a la idea fija, que produce los cuadros de la fascinación torturante y finalmente los de la subyugación de difícil reversibilidad. La obsesión simple es una parasitosis común en casi todos los individuos, cuando se la considera la natural comunicación psíquica vigente en todas las partes del Universo. Al tener en cuenta la infinita variedad de las posiciones vibratorias en las que se detienen los hombres, éstos sufren, cuando intervienen en esas fajas, al sintonizar a través de un proceso normal, con los otros comensales ahí situados.
Si son portadores de aspiraciones nobles, en donde se instalen, consiguen mayor impulso para el crecimiento. Al permanecer en la construcción del bien, difícilmente serán objeto de las influencias perversas o criminales procedentes de las regiones inferiores. A pesar de eso no quedan indemnes a la agresión temporaria o permanente de la que se liberan frente a los objetivos morales que persiguen, gracias a los cuales vibran en una escala psíquica más elevada. No obstante, si se interesan en situaciones de vulgaridad y de placer, de falta de piedad o de pereza, de vicio o desorden, reciben mayor influjo de ondas mentales equivalentes, cayendo en los abismos de la emoción aturdida del desequilibrio... Esos pacientes, llevan al lecho, antes del reposo físico, las angustias preocupantes, las ambiciones desenfrenadas, las pasiones inquietantes, deteniéndose en reflexiones que las vitalizan, viviéndolas a través de la mente, cuando no encuentran los medios de disfrutarlas físicamente...
Al desdoblarse bajo la acción del sueño, se encuentran con los afines — encarnados o no — con los cuales se identifican y reciben amplias cargas de falsas necesidades o dando oportunidad a los estados anhelados que más los perturban y afligen. Cuando despiertan, con la mente atribulada, torpe, dominados por el cansancio físico y psíquico, encuentran dificultad para concretar los compromisos y las lecciones edificantes de la vida. En esa posición — con la idea obsesiva fija y la acción viciosa establecida — se produce el intercambio mental. Ya no se trata del pensamiento que busca acogida, sino de la actividad que intenta el intercambio, manteniendo el diálogo, la discusión, el análisis de los asuntos pautados — siempre de naturaleza perjudicial y que a una persona sana, le causaría repulsión instintiva, pero que el paciente se complace en cultivar —, motivos estos que originan el predominio del parásito espiritual, que poco a poco se acerca más psíquicamente a la casa mental y a la voluntad de su semejante.
c) Reflejos de la interferencia.
Como efecto natural, surgen los síndromes de la inquietud: las desconfianzas, los estados de inseguridad personal, las enfermedades de poca importancia, los fracasos en torno del obseso que aumenta las angustias, dando así lugar a la incertidumbre y a la más amplia perturbación interior. Genera una spicoesfera perniciosa alrededor de sí mismo mediante la eliminación de fluidos dañinos de los que es víctima y los absorbe en forma más condensada; por negarse a escuchar temas saludables, participar en convivencias amenas, leer páginas edificantes, auxiliar al prójimo, y renovarse mediante la oración. Conforme la constitución temperamental, que es un factor de relevante importancia, se hace apático, tiende a la depresión, se sumerge en la melancolía por el mensaje telepático deprimente y de los formatos mentales pesimistas que se filtran del archivo de la inconsciencia. Por el contrario, si es dotado de constitución nerviosa excitada, se vuelve agresivo, violento, en actitudes discordantes — estalla por niñerías, de lo cual luego se arrepiente — exponiendo el aparato psíquico y los nervios a altas cargas de energías que dañan los sensores y los conductores nerviosos, con perjuicios singulares para la organización fisio—psíquica.
En ese período, se pueden percibir los estereotipos de la obsesión, que se revelan con facilidad por las actitudes insólitas, por el comportamiento ambivalente — equilibrio y distonía, depresión y excitación — que perturban al individuo. A los hábitos saludables se suceden a las reacciones intempestivas señaladas como exóticas, la pérdida de los conceptos de criterio y valor que juntos, dan lugar a extrañas y contradictorias formas de conducta. La línea del equilibrio psíquico es muy tenue y delicada. Las interferencias de cualquier naturaleza en la faja de la movilización de la personalidad, casi siempre producen disturbios, que empujan al individuo a procedimientos irregulares al principio, que después se establecen como delineamientos neuróticos. La acción fluídica de los desencarnados, por la flexibilidad y la obstinación de éstos, cuando son ignorantes, envidiosos o perversos, por su insistencia interfieren en el mecanismo del huésped, lo que complica el cuadro con la persuasión inteligente, en telepatía perjudicial, que facilita la simbiosis con el anfitrión.
En esa fase, y antes que el paciente asuma la interferencia de que es víctima, la terapia espirita se transforma en resultado positivo, liberador. No obstante, lo ideal es la actitud noble frente a la vida, que funciona como psicoterapia preventiva y que constituye el sistema para el optimismo y la paz.
Del libro "En las fronteras de la locura" de Divaldo Pereira Franco
EL CURA DE ARS
Los hechos demuestran que el cura de Ars tenía conciencia de las circunstancias
en las que sus consultantes abandonarían este mundo y, todos al menos, el
momento cuando lo abandonarían.
Antes de enumerar algunos de estos hechos,no está de más decir algunas
palabras sobre sus facultades de sanador y a las cuales había pensado acudir el
conde de Tourdonnet.
El cura de Ars, en efecto, tenía la reputación no usurpada, de curar. Uno de sus
biógrafos, verdadero descendiente de su familia, se ha expresado así: «Él
encomendaba todos los enfermos a Santa Filomena, y su prescripción era hacer
una novena; oraba con ellos, los bendecía, les imponía las manos varias veces, y
redirigía a la pequeña santa todos los honores de la curación».
Uno de esos casos se recuerda muy particularmente, considerando su carácter
extraño. Está descrito en un relato con fecha del 31 de Agosto de 1864, por la
señorita Claudine Venet de Virégneux, cantón de San Galmier, en la Loire. Como
consecuencia de una fiebre cerebral había quedado completamente sorda y ciega.
Tuvo la primera fiebre en 1850. Cierto día ella se encontraba en Ars delante de la
puerta de la iglesia. El cura no la había visto jamás y tampoco se la habían
recomendado. Al pasar al lado de ella, la toma por la mano y la conduce a la
sacristía; tan pronto como la bendice, ve y escucha. «Tus ojos han sido
curados, le dice el cura,pero seguirás sorda por unos doce años más». Tan pronto
se aleja el sacerdote, la señorita Venet comprende que sus oídos se cierran
nuevamente. De hecho ella no escuchó más nada hasta el 18 de Enero de 1862,
día en que se encuentra totalmente curada. (1)
He aquí, mientras tanto, varios hechos relacionados con visiones de muertes. La señora baronesa de Belvey señala que la familia de la señorita Hedwige Moizin,
de Bourg, se oponía a su vocación monacal. La joven hija fue a consultar al cura
de Ars, que le dijo: «Consuélate, todas tus penas habrán desaparecido dentro de
un año.» Al finalizar el año, la señorita Moizin moría. (2) Otro caso, el de la Señorita Bernard, de Fareins quería ser religiosa. El cura de Ars
declara que así sería, pero no ella sino su hermana que estaba casada. La
predicción se realiza poco después, como consecuencia de la viudez de esta señora
. La señorita Bernard, que vivía con sus padres, cae muy enferma y suplica que
traigan al señor Vianney «¿Voy a morir?» pregunta ella, (era el mes de junio). No,
mi pequeña, no enseguida, tú vivirás hasta la asunción. La joven hija murió ese
día. (3) La señorita de los Garets reporta el siguiente hecho relacionado con su hermano
Joanny, hijo del alcalde de Ars. En 1855, Joanny de los Garets, joven oficial que el
señor J. B. Vianney amaba mucho, se preparaba para partir a la guerra de
Crimea. Se le pidió al cura que viniera para que bendijera la espada del joven.
Habiendo llegado al umbral del salón y viendo a Joanny, quien no veía al cura,
junta las manos y murmura: «¡Pobre pequeño! Una bala…, una bala…» Las
palabras fueron escuchadas por una de las hermanas del oficial, la señora de
Montbriant y varias personas que lo rodeaban. El 18 de Junio, en el asalto a la
torre de Malakoff, Joanny de los Garets fue herido por una bala y murió tres días
más tarde. (4) El cura de Ars parece haber previsto muy bien su muerte, así como había previsto
la de muchos otros.
Catherine Lassagne, su vecina y criada habitual, cita a este respecto, varios hechos
precisos. Antes de la fiesta de Corpus Christi en 1858, se le había ofrecido al cura una bella
cinta para sostener la custodia. «No la utilizaré más de dos veces,» dijo él. En 1859
, en efecto, estaba tan débil que no volvió a utilizar la custodia sino, únicamente en
el momento de la bendición. En la fiesta de todos los Santos envía a Catherine al
castillo de Cibeins, «para cobrar una renta de veinte francos diarios que le habían
donado por caridad.» Esta será la última vez, dijo él, un poco indeciso; después
con un tono seguro, repite: Sí, será la última vez.
Etiennette Durié, habitante de Ars muy allegada al cura, regresó el 18 de julio de
Louvesc. « Este es mi último año, le dijo el señor J. B. Vianney, me quedan
pocos días de vida. «Pero, mi padre, ¿Cuándo vas a morir?» «Si no es a final de este mes, lo será al
comienzo del otro». «¿Cómo sabré el día si no me lo quieres decir?» Alguien te lo
dirá; tú estarás en mi entierro y habrás pasado la última noche en mi lecho de
muerte».
Y como Etiennette Durié volvió a preguntar «No, mi niña, tú no lo sabrás sino hasta
cuando estés allí pues, tendrías muchas penas, pero te enterarás a su debido
tiempo». Ella salió de Ars el 22 de Julio para Roanne. Llegó doce horas más tarde a esta
ciudad y se encontró con el padre Vadon que le anuncia la enfermedad del cura.
Regresa inmediatamente y llega a las cinco de la tarde a donde el señor cura J.
Vianney, que había muerto en la noche. (1) Había caído en cama para no levantarse
más, el 29 de Julio. Hay otros fenómenos muy interesantes que se le atribuyen al cura de Ars, y habrían
pasado ignorados a no ser por el estudio que se ha hecho de sus facultades
mediúmnicas. Parece haber sido médium de aportes, si se consideran ciertos
hechos fortuitos ocurridos en el trigo de su granero en un momento
particularmente oportuno, y tal vez, de ingreso de dinero.
Victorien Sardou recibió con agrado las rosas que caían de su techo. Pero la
prudencia extrema se impone en un trabajo que sólo encuentra documentación
en la hagiografía * Así que no insistiremos más sobre ese punto.
Por el contrario, tenemos todas las garantías para establecer, que el pobre cura
de Ars, como él se autodenominaba, fue víctima durante una gran parte de su
vida de su propia mediumnidad, transformando la casa cural en una verdadera
casa encantada. Durante treinta y cuatro años, desde 1824 a 1858, provoca
muy a pesar suyo, las más diversas manifestaciones. Naturalmente él las atribuía
y las hacía atribuir al demonio, al que le había dado para su uso personal el
nombre familiar, de «grappin»( * ).
Las manifestaciones comenzaron durante el invierno de 1824 a 1825. Cada noche
el cura escuchaba rasgar las cortinas de su lecho que se encontraban en estado
normal, a la mañana siguiente el señor J. Vianney piensa que son las ratas,
pero cuanto más sacudía las cortinas para buscar las ratas, más intensos se
sentían los ruidos. En medio de la noche, bien pronto los golpes suenan contra las
puertas, los gritos retumbaban en el patio. El cura temía permanecer solo. Se
vio en la necesidad de pedir la ayuda de un carretero de la ciudad, André
Verchère, quien nos ha dejado los relatos de los hechos a los cuales el asistió .
André Verchère era en ese entonces un joven fuerte y gallardo de 28 años.
Después de varios días el señor Vianney escuchó en el patio un ruido extraordinario
. Una tarde, nos encontramos y me dijo: «No sé si son los ladrones… podría usted
venir a dormir en la casa del cura».
«Muy agradado, señor cura, iré a buscar mi fusil». «Llegada la noche me fui para la casa del cura. Conversé animadamente con él
hasta las diez. «Vamos a acostarnos,» dijo finalmente. Me cede su habitación y
él se pasa a la del lado. No pude dormir. Transcurrida una hora, escuché sacudir
violentamente la empuñadura y el picaporte de la puerta que comunica con el
patio. Al mismo tiempo, contra la misma puerta resonaban los golpes de un mazo,
mientras que en el cuarto se escuchaba el sonido atronador como el rodar de un
carruaje. «Tomé mi fusil y precipitadamente abrí la ventana. Miré y no vi a nadie. La casa se
estremece durante cerca de un cuarto de hora. Las piernas me temblaban y me
sentí así durante ocho horas. Desde que comenzó el ruido, el señor cura había
encendido una lámpara. Vino hacia mí. - ¿Escuchó?, me preguntó. - Usted se ha dado cuenta que yo he escuchado, puesto que me levanté y tomé mi
fusil. - El presbítero se estremeció como si la tierra hubiese temblado. - ¿Ha sentido miedo? Me pregunta el señor cura. - No, dije yo, no he sentido miedo pero he sentido temblar mis piernas. El cura va
a desplomarse. - ¿Qué cree usted que es? - Yo creo que es el diablo. «Cuando el ruido hubo cesado, nos recostamos nuevamente. El señor cura volvió
en la tarde siguiente y me pidió que volviera con él. Yo le respondí: «Ya he tenido
bastante» (1). Ante la negativa del cochero, el señor J. Vianney se dirige al alcalde, autoridad
de Ars, quien le envía a su hijo, Antoine, de 26 años y al jardinero del castillo, Jean
Cotton, de 24 años. Los dos jóvenes pasaron una docena de noches con el cura y
no escucharon nada. Sin embargo, relata Jean Cotton, que en cierto momento
percibió un ruido semejante al que produciría la hoja de un cuchillo golpeando con
toques rápidos sobre una jarra de agua. Catherine Lassagne escuchó el mismo
ruido en varias ocasiones y en diversas circunstancias. Margarita Vianney, hermana del cura, una noche después de acostar al presbítero
, escuchó a su hermano partir para la iglesia a una hora temprana de la mañana.
Instantes antes del amanecer, cerca de su lecho, escuchó un ruido muy fuerte
como si cinco o seis hombres hubiesen golpeado con fuertes golpes sobre la tabla
del armario. Alertada, pero sin haber descubierto nada al respecto, ella se vuelve
a acostar; el ruido se repite. Presa del pánico se levanta de un golpe y corre a la
iglesia a encontrarse con su hermano. La señorita Marie Ricolier, vecina del cura, percibió los ruidos desde su casa.
Amiel, estucador en Montmerle, dijo al hotelero de Ars, François Pertinand: «No
comprendo como el cura se acuesta allí donde se producen ruidos tan atemorizantes.
Yo viví varias noches allí cuando hacía las estatuas para el cura Vianney.
Denis Chaland de Boulignex, estudiante de filosofía, vino un día, en 1838, para
confesarse y fue recibido en la habitación del cura. «En medio de su confesión,
declara, un barullo general se produce en la habitación,en el reclinatorio así como
en el resto de cosas. Nunca más vuelve a confesarse con el cura de Ars. El mismo
Denis Chaland, diez años más tarde, sería pensionado como maestro de escuela en
Ars. Algunas tardes, la curiosidad era más fuerte, e iría con sus discípulos a
pegar la oreja en la puerta del cura. Los niños escucharon, varias veces, una
voz gutural que decía: «¡Vianney, Vianney!»
En 1842, el mariscal de los porteros del Napoly, de la gendarmería de Messimy,
vino muy tarde a la curia de Ars. Era la medianoche y se encontraba a la entrada
de la puerta, cuando escuchó los mismos llamados repetidas veces. El cura de Ars declararía por su propia voluntad, que el diablo había traído su
lecho para su habitación. En 1826, el ruido se había repetido en otras curias,
durante una misión a Montmerle, el demonio se había arrastrado a través del
cuarto donde él dormía y donde se encontraba el lecho del cura. Ahora bien,
recordemos que el señor J.Vianney no era profeta entre sus paisanos, durante
ese tiempo ni después. El éxodo de sus fieles de Ars, el conocimiento que tenían
los curas de la poca cultura de su hermano, así como su género de vida y otras
cosas más, también lo indispusieron en ese sentido. Algunos le escribieron cartas
muy desagradables, otros lo insultarían desde el púlpito; todos le hacían el ridículo
, por lo menos. Se burlaban con ganas de la historia de Montmerle.
El invierno siguiente, durante el jubileo que se predicaría en San Trivier, en
Moignand, el cura de Ars fue invitado para prestar su concurso. Desde las primeras
tardes se produjeron los rumores insólitos en la curia de San Trivier, usualmente
tranquila. Los colegas del cura de Ars alojados bajo su mismo techo lo llenaron de
reproches. Tan pronto se acostaba comenzaban los ruidos en su habitación. «Es el
«grappin,» respondía él. Pero los demás rehusaban creerle, naturalmente. «Usted
no come, no duerme, eso está dentro de su cabeza; las ratas caminan dentro de su
cerebro». Una noche cuando las críticas eran más fuertes, se escuchó el sonido
parecido al de un carruaje muy cargado. El cura tiembla, la casa parecía venirse
abajo. Todo el mundo se levanta aterrorizado. Allí se encontraban el cura de
Saint Trivier, el señor Grangier, el señor Benoît, su vicario, un soldado anciano, el
abate Chevalon, misionero de la diócesis y el sirviente Denise Lanvis. Se produjo
tal estrépito que el vicario creía que asesinarían al cura de Ars. Todos corrieron
valerosamente, hacia la habitación y vieron al señor J. Vianney tranquilamente
acostado en su lecho, que se había rodado hacia el centro de la pieza. Los fenómenos de esta naturaleza, que no tenemos razón de poner en duda,
¿producidos mucho tiempo después, no harán creer a otros en todo menos en
el demonio? El presbítero de Ars, el de San Trivier, no concuerdan en lo sucedido,
por ejemplo, en la villa Constantina, de la cual nos habla el preocupado Camilo
Flammarion, y el señor J. Vianney, ¿no sería el pariente psíquico más cercano de la
joven Marie Pascarel? Para terminar, decimos que en su vida encontramos una
historia como un pintura, similar al de la casa de Auvergne, sin olvidar el incendio
espontáneo el cual parece haber sucedido en esa misma casa. ; en fin, decimos
que su presbítero extrañamente se parece al pastor anglicano Russel Wallace. Fue un hombre valeroso, un buen asceta, muy puro, muy recto, que la iglesia
católica beatificó el 8 de enero de 1905, y lo proclama santo el 31 de marzo de
1925. El fue, pues bien, muy a su pesar y en contra de su voluntad, si él lo
hubiera sabido, un médium de los mejor dotados, de los más diversos y más
destacados. No queremos pensar que él creyera legítimo culpar al Espiritismo y
a los espíritas, y desear, si no es demasiado tarde para esto, que en su región
natal algún espíritu curioso, instruido y deseoso de saber y de hacerse conocer,
tome como pretexto este estudio para resaltar la verdadera fisonomía.
Edmond Sylvain Tomado de «La Revue Spirite 58»
en las que sus consultantes abandonarían este mundo y, todos al menos, el
momento cuando lo abandonarían.
Antes de enumerar algunos de estos hechos,no está de más decir algunas
palabras sobre sus facultades de sanador y a las cuales había pensado acudir el
conde de Tourdonnet.
El cura de Ars, en efecto, tenía la reputación no usurpada, de curar. Uno de sus
biógrafos, verdadero descendiente de su familia, se ha expresado así: «Él
encomendaba todos los enfermos a Santa Filomena, y su prescripción era hacer
una novena; oraba con ellos, los bendecía, les imponía las manos varias veces, y
redirigía a la pequeña santa todos los honores de la curación».
Uno de esos casos se recuerda muy particularmente, considerando su carácter
extraño. Está descrito en un relato con fecha del 31 de Agosto de 1864, por la
señorita Claudine Venet de Virégneux, cantón de San Galmier, en la Loire. Como
consecuencia de una fiebre cerebral había quedado completamente sorda y ciega.
Tuvo la primera fiebre en 1850. Cierto día ella se encontraba en Ars delante de la
puerta de la iglesia. El cura no la había visto jamás y tampoco se la habían
recomendado. Al pasar al lado de ella, la toma por la mano y la conduce a la
sacristía; tan pronto como la bendice, ve y escucha. «Tus ojos han sido
curados, le dice el cura,pero seguirás sorda por unos doce años más». Tan pronto
se aleja el sacerdote, la señorita Venet comprende que sus oídos se cierran
nuevamente. De hecho ella no escuchó más nada hasta el 18 de Enero de 1862,
día en que se encuentra totalmente curada. (1)
He aquí, mientras tanto, varios hechos relacionados con visiones de muertes. La señora baronesa de Belvey señala que la familia de la señorita Hedwige Moizin,
de Bourg, se oponía a su vocación monacal. La joven hija fue a consultar al cura
de Ars, que le dijo: «Consuélate, todas tus penas habrán desaparecido dentro de
un año.» Al finalizar el año, la señorita Moizin moría. (2) Otro caso, el de la Señorita Bernard, de Fareins quería ser religiosa. El cura de Ars
declara que así sería, pero no ella sino su hermana que estaba casada. La
predicción se realiza poco después, como consecuencia de la viudez de esta señora
. La señorita Bernard, que vivía con sus padres, cae muy enferma y suplica que
traigan al señor Vianney «¿Voy a morir?» pregunta ella, (era el mes de junio). No,
mi pequeña, no enseguida, tú vivirás hasta la asunción. La joven hija murió ese
día. (3) La señorita de los Garets reporta el siguiente hecho relacionado con su hermano
Joanny, hijo del alcalde de Ars. En 1855, Joanny de los Garets, joven oficial que el
señor J. B. Vianney amaba mucho, se preparaba para partir a la guerra de
Crimea. Se le pidió al cura que viniera para que bendijera la espada del joven.
Habiendo llegado al umbral del salón y viendo a Joanny, quien no veía al cura,
junta las manos y murmura: «¡Pobre pequeño! Una bala…, una bala…» Las
palabras fueron escuchadas por una de las hermanas del oficial, la señora de
Montbriant y varias personas que lo rodeaban. El 18 de Junio, en el asalto a la
torre de Malakoff, Joanny de los Garets fue herido por una bala y murió tres días
más tarde. (4) El cura de Ars parece haber previsto muy bien su muerte, así como había previsto
la de muchos otros.
Catherine Lassagne, su vecina y criada habitual, cita a este respecto, varios hechos
precisos. Antes de la fiesta de Corpus Christi en 1858, se le había ofrecido al cura una bella
cinta para sostener la custodia. «No la utilizaré más de dos veces,» dijo él. En 1859
, en efecto, estaba tan débil que no volvió a utilizar la custodia sino, únicamente en
el momento de la bendición. En la fiesta de todos los Santos envía a Catherine al
castillo de Cibeins, «para cobrar una renta de veinte francos diarios que le habían
donado por caridad.» Esta será la última vez, dijo él, un poco indeciso; después
con un tono seguro, repite: Sí, será la última vez.
Etiennette Durié, habitante de Ars muy allegada al cura, regresó el 18 de julio de
Louvesc. « Este es mi último año, le dijo el señor J. B. Vianney, me quedan
pocos días de vida. «Pero, mi padre, ¿Cuándo vas a morir?» «Si no es a final de este mes, lo será al
comienzo del otro». «¿Cómo sabré el día si no me lo quieres decir?» Alguien te lo
dirá; tú estarás en mi entierro y habrás pasado la última noche en mi lecho de
muerte».
Y como Etiennette Durié volvió a preguntar «No, mi niña, tú no lo sabrás sino hasta
cuando estés allí pues, tendrías muchas penas, pero te enterarás a su debido
tiempo». Ella salió de Ars el 22 de Julio para Roanne. Llegó doce horas más tarde a esta
ciudad y se encontró con el padre Vadon que le anuncia la enfermedad del cura.
Regresa inmediatamente y llega a las cinco de la tarde a donde el señor cura J.
Vianney, que había muerto en la noche. (1) Había caído en cama para no levantarse
más, el 29 de Julio. Hay otros fenómenos muy interesantes que se le atribuyen al cura de Ars, y habrían
pasado ignorados a no ser por el estudio que se ha hecho de sus facultades
mediúmnicas. Parece haber sido médium de aportes, si se consideran ciertos
hechos fortuitos ocurridos en el trigo de su granero en un momento
particularmente oportuno, y tal vez, de ingreso de dinero.
Victorien Sardou recibió con agrado las rosas que caían de su techo. Pero la
prudencia extrema se impone en un trabajo que sólo encuentra documentación
en la hagiografía * Así que no insistiremos más sobre ese punto.
Por el contrario, tenemos todas las garantías para establecer, que el pobre cura
de Ars, como él se autodenominaba, fue víctima durante una gran parte de su
vida de su propia mediumnidad, transformando la casa cural en una verdadera
casa encantada. Durante treinta y cuatro años, desde 1824 a 1858, provoca
muy a pesar suyo, las más diversas manifestaciones. Naturalmente él las atribuía
y las hacía atribuir al demonio, al que le había dado para su uso personal el
nombre familiar, de «grappin»( * ).
Las manifestaciones comenzaron durante el invierno de 1824 a 1825. Cada noche
el cura escuchaba rasgar las cortinas de su lecho que se encontraban en estado
normal, a la mañana siguiente el señor J. Vianney piensa que son las ratas,
pero cuanto más sacudía las cortinas para buscar las ratas, más intensos se
sentían los ruidos. En medio de la noche, bien pronto los golpes suenan contra las
puertas, los gritos retumbaban en el patio. El cura temía permanecer solo. Se
vio en la necesidad de pedir la ayuda de un carretero de la ciudad, André
Verchère, quien nos ha dejado los relatos de los hechos a los cuales el asistió .
André Verchère era en ese entonces un joven fuerte y gallardo de 28 años.
Después de varios días el señor Vianney escuchó en el patio un ruido extraordinario
. Una tarde, nos encontramos y me dijo: «No sé si son los ladrones… podría usted
venir a dormir en la casa del cura».
«Muy agradado, señor cura, iré a buscar mi fusil». «Llegada la noche me fui para la casa del cura. Conversé animadamente con él
hasta las diez. «Vamos a acostarnos,» dijo finalmente. Me cede su habitación y
él se pasa a la del lado. No pude dormir. Transcurrida una hora, escuché sacudir
violentamente la empuñadura y el picaporte de la puerta que comunica con el
patio. Al mismo tiempo, contra la misma puerta resonaban los golpes de un mazo,
mientras que en el cuarto se escuchaba el sonido atronador como el rodar de un
carruaje. «Tomé mi fusil y precipitadamente abrí la ventana. Miré y no vi a nadie. La casa se
estremece durante cerca de un cuarto de hora. Las piernas me temblaban y me
sentí así durante ocho horas. Desde que comenzó el ruido, el señor cura había
encendido una lámpara. Vino hacia mí. - ¿Escuchó?, me preguntó. - Usted se ha dado cuenta que yo he escuchado, puesto que me levanté y tomé mi
fusil. - El presbítero se estremeció como si la tierra hubiese temblado. - ¿Ha sentido miedo? Me pregunta el señor cura. - No, dije yo, no he sentido miedo pero he sentido temblar mis piernas. El cura va
a desplomarse. - ¿Qué cree usted que es? - Yo creo que es el diablo. «Cuando el ruido hubo cesado, nos recostamos nuevamente. El señor cura volvió
en la tarde siguiente y me pidió que volviera con él. Yo le respondí: «Ya he tenido
bastante» (1). Ante la negativa del cochero, el señor J. Vianney se dirige al alcalde, autoridad
de Ars, quien le envía a su hijo, Antoine, de 26 años y al jardinero del castillo, Jean
Cotton, de 24 años. Los dos jóvenes pasaron una docena de noches con el cura y
no escucharon nada. Sin embargo, relata Jean Cotton, que en cierto momento
percibió un ruido semejante al que produciría la hoja de un cuchillo golpeando con
toques rápidos sobre una jarra de agua. Catherine Lassagne escuchó el mismo
ruido en varias ocasiones y en diversas circunstancias. Margarita Vianney, hermana del cura, una noche después de acostar al presbítero
, escuchó a su hermano partir para la iglesia a una hora temprana de la mañana.
Instantes antes del amanecer, cerca de su lecho, escuchó un ruido muy fuerte
como si cinco o seis hombres hubiesen golpeado con fuertes golpes sobre la tabla
del armario. Alertada, pero sin haber descubierto nada al respecto, ella se vuelve
a acostar; el ruido se repite. Presa del pánico se levanta de un golpe y corre a la
iglesia a encontrarse con su hermano. La señorita Marie Ricolier, vecina del cura, percibió los ruidos desde su casa.
Amiel, estucador en Montmerle, dijo al hotelero de Ars, François Pertinand: «No
comprendo como el cura se acuesta allí donde se producen ruidos tan atemorizantes.
Yo viví varias noches allí cuando hacía las estatuas para el cura Vianney.
Denis Chaland de Boulignex, estudiante de filosofía, vino un día, en 1838, para
confesarse y fue recibido en la habitación del cura. «En medio de su confesión,
declara, un barullo general se produce en la habitación,en el reclinatorio así como
en el resto de cosas. Nunca más vuelve a confesarse con el cura de Ars. El mismo
Denis Chaland, diez años más tarde, sería pensionado como maestro de escuela en
Ars. Algunas tardes, la curiosidad era más fuerte, e iría con sus discípulos a
pegar la oreja en la puerta del cura. Los niños escucharon, varias veces, una
voz gutural que decía: «¡Vianney, Vianney!»
En 1842, el mariscal de los porteros del Napoly, de la gendarmería de Messimy,
vino muy tarde a la curia de Ars. Era la medianoche y se encontraba a la entrada
de la puerta, cuando escuchó los mismos llamados repetidas veces. El cura de Ars declararía por su propia voluntad, que el diablo había traído su
lecho para su habitación. En 1826, el ruido se había repetido en otras curias,
durante una misión a Montmerle, el demonio se había arrastrado a través del
cuarto donde él dormía y donde se encontraba el lecho del cura. Ahora bien,
recordemos que el señor J.Vianney no era profeta entre sus paisanos, durante
ese tiempo ni después. El éxodo de sus fieles de Ars, el conocimiento que tenían
los curas de la poca cultura de su hermano, así como su género de vida y otras
cosas más, también lo indispusieron en ese sentido. Algunos le escribieron cartas
muy desagradables, otros lo insultarían desde el púlpito; todos le hacían el ridículo
, por lo menos. Se burlaban con ganas de la historia de Montmerle.
El invierno siguiente, durante el jubileo que se predicaría en San Trivier, en
Moignand, el cura de Ars fue invitado para prestar su concurso. Desde las primeras
tardes se produjeron los rumores insólitos en la curia de San Trivier, usualmente
tranquila. Los colegas del cura de Ars alojados bajo su mismo techo lo llenaron de
reproches. Tan pronto se acostaba comenzaban los ruidos en su habitación. «Es el
«grappin,» respondía él. Pero los demás rehusaban creerle, naturalmente. «Usted
no come, no duerme, eso está dentro de su cabeza; las ratas caminan dentro de su
cerebro». Una noche cuando las críticas eran más fuertes, se escuchó el sonido
parecido al de un carruaje muy cargado. El cura tiembla, la casa parecía venirse
abajo. Todo el mundo se levanta aterrorizado. Allí se encontraban el cura de
Saint Trivier, el señor Grangier, el señor Benoît, su vicario, un soldado anciano, el
abate Chevalon, misionero de la diócesis y el sirviente Denise Lanvis. Se produjo
tal estrépito que el vicario creía que asesinarían al cura de Ars. Todos corrieron
valerosamente, hacia la habitación y vieron al señor J. Vianney tranquilamente
acostado en su lecho, que se había rodado hacia el centro de la pieza. Los fenómenos de esta naturaleza, que no tenemos razón de poner en duda,
¿producidos mucho tiempo después, no harán creer a otros en todo menos en
el demonio? El presbítero de Ars, el de San Trivier, no concuerdan en lo sucedido,
por ejemplo, en la villa Constantina, de la cual nos habla el preocupado Camilo
Flammarion, y el señor J. Vianney, ¿no sería el pariente psíquico más cercano de la
joven Marie Pascarel? Para terminar, decimos que en su vida encontramos una
historia como un pintura, similar al de la casa de Auvergne, sin olvidar el incendio
espontáneo el cual parece haber sucedido en esa misma casa. ; en fin, decimos
que su presbítero extrañamente se parece al pastor anglicano Russel Wallace. Fue un hombre valeroso, un buen asceta, muy puro, muy recto, que la iglesia
católica beatificó el 8 de enero de 1905, y lo proclama santo el 31 de marzo de
1925. El fue, pues bien, muy a su pesar y en contra de su voluntad, si él lo
hubiera sabido, un médium de los mejor dotados, de los más diversos y más
destacados. No queremos pensar que él creyera legítimo culpar al Espiritismo y
a los espíritas, y desear, si no es demasiado tarde para esto, que en su región
natal algún espíritu curioso, instruido y deseoso de saber y de hacerse conocer,
tome como pretexto este estudio para resaltar la verdadera fisonomía.
Edmond Sylvain Tomado de «La Revue Spirite 58»
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