martes, 26 de julio de 2016

Los presentimientos




CONSIDERACIONES Y CONCORDANCIAS BÍBLICAS REFERENTES A LA CREACIÓN

Allan Kardec

59.     Los pueblos se han formado ideas muy divergentes acerca de la creación, según el grado de sus luces. La razón, apoyada en la ciencia, ha reconocido la inverosimilitud de algunas de esas teorías. La que ofrecen los Espíritus, en cambio, confirma la opinión que los hombres más instruidos admiten desde hace mucho tiempo.
La objeción que se puede hacer a esta teoría es que contradice el texto de los libros sagrados. Sin embargo, un examen serio permite reconocer que esa contradicción es más aparente que real, y resulta de la interpretación dada a lo que a menudo tiene un sentido alegórico.
La cuestión del primer hombre en la persona de Adán, como único tronco de la humanidad, no es la única sobre la cual las creencias religiosas han tenido que modificarse. El movimiento de la Tierra pareció, en cierta época, tan opuesto al texto sagrado, que no hubo un solo tipo de persecuciones a las que esa teoría no haya servido de pretexto. No obstante, a pesar de los anatemas, la Tierra gira, y hoy nadie podría refutarlo sin agraviar a su propia razón.
La Biblia afirma también que el mundo fue creado en seis días, y fija la época de su creación alrededor del año 4000 antes de la Era cristiana. Con anterioridad a esa época la Tierra no existía, pues fue extraída de la nada: el texto es preciso. Pero sucede que la ciencia positiva, la ciencia inexorable, viene a probar lo contrario. La formación del globo está escrita con caracteres inalterables en el mundo fósil, y está probado que los seis días de la creación son otros tantos períodos, cada uno de los cuales abarcó tal vez  varios cientos de miles de años. No se trata de un sistema, una doctrina o una opinión aislada, sino de un hecho tan constante como el del movimiento de la Tierra, y que la teología no puede rehusarse a admitir, pues constituye la prueba evidente del error en el que se puede caer si se toman al pie de la letra las expresiones de un lenguaje que suele ser figurado. ¿Es necesario concluir de ahí que la Biblia está en un error? No. Los hombres se han equivocado al interpretarla.
Al explorar los archivos de la Tierra, la ciencia descubrió el orden en que los diferentes seres vivos aparecieron en su superficie, y ese orden concuerda con el indicado en el Génesis, con la diferencia de que en vez de haber salido milagrosamente de las manos de Dios en algunas horas, esta obra se realizó, siempre por su voluntad, pero de acuerdo con la ley de las fuerzas de la naturaleza, en algunos millones de años. ¿Es Dios menos grande y poderoso por ello? ¿Su obra es menos sublime porque le falta el prestigio de la instantaneidad? Es evidente que no. Sería preciso formarse una idea muy mezquina de la Divinidad para no reconocer su omnipotencia en las leyes eternas que ha establecido para regir los mundos. Lejos de menoscabar la obra divina, más conforme a las nociones que tenemos del poder y la majestad de Dios, incluso porque se ha realizado sin derogar las leyes de la naturaleza.
La ciencia, de acuerdo en esto con Moisés, ubica al hombre en último término en el orden de la creación de los seres vivos. No obstante, Moisés fija el diluvio universal en el año 1654 de la creación del mundo, mientras que la geología nos demuestra que el gran cataclismo se produjo antes de la aparición del hombre, puesto que hasta el día de hoy no se ha encontrado en las capas primitivas ningún rastro de su presencia, ni de la de los animales de su misma categoría desde el punto de vista físico. Sin embargo, nada prueba que esa presencia sea imposible. Muchos descubrimientos ya han planteado algunas dudas al respecto. Puede ser, pues, que de un momento a otro se adquiera la certeza material de que la raza humana es anterior al gran cataclismo, y entonces se reconocerá que en este punto, como en otros, el texto bíblico es figurado. La cuestión es saber si el cataclismo geológico es el mismo que el de Noé. Ahora bien, el tiempo necesario para la formación de las capas fósiles impide que estas se confundan. Por eso, cuando se encuentren rastros de la existencia del hombre antes la gran catástrofe, quedará probado que Adán no fue el primer hombre, o que su creación se pierde en la noche de los tiempos.
Contra la evidencia no hay razonamiento posible. Será necesario aceptar este hecho, así como fueron aceptados el movimiento de la Tierra y los seis períodos de la creación. Por cierto, la existencia del hombre antes del diluvio geológico es aún hipotética, pero aquí hay algo que lo es menos. Si se admite que el hombre surgió por primera vez en la Tierra 4000 años antes de Cristo, y si 1650 años más tarde toda la raza humana fue destruida, con excepción de una sola familia, resulta de ahí que el poblamiento de la Tierra comenzó recién en la época de Noé, es decir, 2350 años antes de nuestra era. Ahora bien, cuando los hebreos emigraron a Egipto, en el siglo dieciocho antes de Cristo, encontraron ese país muy poblado y bastante adelantado en civilización.
La historia prueba que en esa época la India y otras regiones también eran florecientes, incluso sin tener en cuenta la cronología de otros pueblos, que se remonta a una época mucho más lejana. Habría sido preciso, pues, que desde el siglo veinticuatro hasta el dieciocho, es decir, en un espacio de seiscientos años, no sólo la posteridad de un único hombre hubiera poblado las inmensas regiones entonces conocidas –suponiendo que las otras no lo estuvieran–, sino que en ese corto intervalo la especie humana se hubiera elevado desde la ignorancia absoluta del estado primitivo hasta el más alto grado de desarrollo intelectual, lo que contradice todas las leyes antropológicas.
La diversidad de razas viene también en apoyo de esta opinión. El clima y los hábitos producen, sin duda, modificaciones en el carácter físico, pero se sabe hasta dónde puede llegar la influencia de esas causas, y el examen fisiológico prueba que entre algunas razas hay diferencias constitutivas más profundas que las que puede producir el clima. El cruzamiento de las razas produce los tipos intermedios; tiende a borrar los caracteres extremos, pero no los produce; sólo  crea variedades. Ahora bien, para que tuviese lugar un cruzamiento razas, habría sido preciso que hubiese razas distintas.
En ese caso, ¿cómo se explica su existencia si se les asigna un tronco común y, sobre todo, tan cercano? ¿Es posible admitir que en unos pocos siglos algunos descendientes de Noé hayan podido transformarse hasta el punto de producir la raza etíope, por ejemplo? Semejante metamorfosis no es más admisible que la hipótesis de un tronco común para el lobo y la oveja, el elefante y el pulgón, el ave y el pez.
Una vez más, nada puede prevalecer contra la evidencia de  los hechos. Todo se explica, por el contrario, si se admite la existencia del hombre antes de la época que vulgarmente se le asigna; que existe una diversidad de troncos; que Adán vivió hace 6000 años y fue el poblador de una región aún deshabitada; que el diluvio de Noé fue una catástrofe parcial que se confundió con el cataclismo geológico. Por último, es necesario tener en cuenta la forma alegórica particular del estilo oriental, que se encuentra en los libros sagrados de todos los pueblos. Por eso es prudente no pronunciarse con demasiada ligereza en contra de doctrinas que tarde o temprano pueden, como tantas otras, desmentir a quienes las combaten. Por su parte, las ideas religiosas, lejos de perder, se realzan al marchar con la ciencia. Esa es la única manera de no mostrar al escepticismo un lado vulnerable.

Pregunta 59 del “El Libro de los Espíritus” Allan Kardec 

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             Los presentimientos



 Los presentimientos, son muy habituales en la vida, y como en todas las cosas que nos suceden, digamos raras, hay muchos hermanos que no les dan importancia, en cambio otros viven asustados, temerosos, porque es como si vieran las cosas malas que le van a suceder  a el o a su familia.
 Los presentimientos alguna vez en la vida nos han ocurrido y sabemos que existen caminando, dormidos, comiendo como sea, se presentan, a algunos les ha salvado la vida, a otros les a permitido despedirse de sus seres queridos, a algunos otros los ha hecho millonarios al ganar algún sorteo, por que se presentan en esos momentos y en esas circunstancias es difícil decirlo con precisión pero lo mejor será hacerle caso a nuestros presentimientos…
La ciencia tiene ya bastante claro que nuestra mente inconsciente sabe mucho más que la mente consciente. Por ejemplo, tu inconsciente se da cuenta de que te han arrojado un objeto antes de que tú seas consciente de ello. Pero lo que no estaba tan claro era si las personas somos capaces de predecir el futuro incluso en ausencia de cualquier pista que nos indique lo que puede pasar.
Los grandes proyectos o las grandes empresas se intuyen antes de verse plasmadas en la realidad. ¿Qué sería del ser humano si no pudiese adelantar los resultados?
Se dice que la mujer es un ser muy instintivo y que tiene un sexto sentido que le permite prever ciertas situaciones con una frecuencia mayor a la que tienen generalmente los hombres.
Por otro lado, la continua compulsión de saber el futuro por parte de algunas personas nos hace ser en cierto modo tambien unos adivinadores de la realidad, sin embargo la adivinación no es el mejor camino para llegar a este. La adivinación es una forma algo disparatada de presumir saber las cosas/situaciones ya bien en las relaciones humanas o de acontecimientos de la vida diaria.
En términos generales, en este campo la psicología considera a los presentimientos como una sensación de aprehensión emocional o afectiva de un acontecimiento futuro.
Con esta explicación se podrían explicar muchos presentimientos, por ejemplo cuando una mujer dice que tiene un mal presentimiento y al poco rato le dicen que un pariente ha muerto, o sentir que un pariente esta muy enfermo y al llamar a su casa corrobora su presentimiento, esto sele ha tratado de explicar con él termino telepatía espontanea.

Como se sabe la telepatía es la forma de comunicación en la que no interviene ningún medio físico como sonidos, gestos, colores ni ninguna forma visual o sonora sino que es la transmisión de pensamientos de forma directa de una mente a otra. La cual al parecer no está limitada por las distancias o condiciones.
  Reconozcamos, por consiguiente, esa especie de sexto sentido que es la intuición, y no la confundamos con una mera opinión, con un deseo, con una apuesta de futuro o con una reflexión. Estemos atentos a estas señales intuitivas repentinas (palabras, frases, imágenes, sensaciones, emociones) y procuremos registrarlas en la conciencia antes de que sucumban a su censura; registrémoslas, incluso y si podemos, en un papel. Si no lo hacemos, la señal se puede diluir por difusa, o por mor de las rigideces racionales. A veces, uno se despierta por la noche y, de repente, se le ocurren algunas ideas relacionadas con los problemas que tenía en la cabeza al acostarse; si no pensáramos firmemente en estas revelaciones surgidas, sólo unos instantes y sin ánimo de valorarlas, podríamos haberlas olvidado al levantarnos.
La doctrina espirita nos dice al respecto que el presentimiento es el consejo íntimo y oculto de un espíritu que nos quiere bien. Se halla también en la intuición de la elección que se ha hecho; es la voz del instinto. El espíritu antes de encarnarse, tiene conocimiento de las principales fases de su existencia, es decir, de la clase de pruebas a que se compromete. Cuando tiene un carácter predominante, el espíritu conserva una especie de impresión en su fuero interno, y esta impresión, que es la voz del instinto, acentuándose cuando se aproxima el momento, se convierte en presentimiento». Libro de los Espíritus (P 522)
Los espíritus protectores nos ayudan con sus consejos por medio de la voz de la conciencia, que hacen hablar dentro de nosotros; pero como no siempre le damos la necesaria importancia, nos los dan más directos, valiéndose de las personas que nos rodean. Examine cada cual las diversas circunstancias felices o desgraciadas de su vida, y verá cómo en muchas ocasiones ha recibido consejos que no siempre ha puesto en práctica y que, de haberlos escuchado, le hubieran evitado muchas desazones.
Amigos os deseo, que Dios siga bendiciendo nuestras vidas, siempre hay un nuevo amanecer y Dios nuestro Padre es el que nos marca cuantos amaneceres vamos  a contemplar, mientras tanto, gocemos en el presente de ellos, después Dios nos dirá…Merchita

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    NO HACER EL MAL, NI AÚN 
  
           POR IGNORANCIA       

 Aquellos que, cegados por una pasión hacen sufrir o en algún modo hacen daño a sus semejantes, están creando y alimentando inconscientemente unas fuerzas que actuarán contra ellos mismos en el futuro, pasando por el sufrimiento y daño causado. 
Aquellos que, para imponer su conveniencia o capricho pisotean la dignidad y los derechos de los más débiles, serán a su vez pisoteados. Aquellos que, para obtener un beneficio económico o posición, engañen o perjudiquen a los demás; están engañándose y perjudicándose a sí mismos. 
Y de estas reflexiones fundamentadas en la Ley de Consecuencias o Causa y Efecto, podéis sacar conclusiones en los varios otros aspectos de la vida. 
La práctica del mal es el mayor error que el ser humano pueda cometer. Y dado el primer paso en el camino del mal, se desciende rápidamente en la pendiente de ese camino, en el que medra el vicio y el crimen. Es en el comienzo cuando se debe reflexionar, antes de continuar descendiendo y caer en la perversidad. 
Y , ¿por qué las gentes practican el mal? Sencillamente, por ignorancia, por desconocimiento de las consecuencias. Por tanto, es necesario llevar a las gentes el conocimiento de estos conceptos de verdad, y con ello estaremos contribuyendo a reducir el sufrimiento (al contribuir a evitar las causas), así como a la felicidad de esas gentes. 
Cierto es que no todos os escucharán, ya que hay personas que en su ceguera mental y en su atraso evolutivo, no ven el sol de la verdad, y suelen resistirse a todo aquello que les aparte del fango en que se hallan. Para esos hablará el dolor. 
No obstante, si lleváis a la comprensión de las gentes que toda acción de mal recaerá sobre el mismo que la haga, puede que en el momento os parezca que no le dan importancia; pero, esa verdad, ese concepto de verdad dado con amor, irá repitiéndose en su mente y rendirá su efecto. 
No os dejéis engañar por la pasividad y el comodismo, que son fuerzas psíquicas frenadoras de las realizaciones e impedimento del progreso espiritual. 
Nada ni nadie puede apartarnos del camino del bien, si estamos firmemente determinados a transitar por él. Las circunstancias y las fuerzas del mal pueden llegar a ejercer presión sobre nosotros, incidiendo en nuestras debilidades; pero, si recurrimos a nuestro poder interno y lo ponemos en acción, seremos invencibles. Haciendo uso del libre albedrío, podremos crear el deseo y éste mueve la voluntad que lleva a las realizaciones. 
Nadie da ni quita la paz del Espíritu, pues ella se gana o se pierde en el camino elegido: hacia el bien o hacia el mal. Tenemos el libre albedrío, esa libertad de acción que, por sí sola nos refleja la sabiduría de las leyes divinas. De como la apliquemos, atraeremos hacia nosotros la felicidad o la infelicidad, nos elevaremos o nos hundiremos. 
Hemos de considerar que, en las fases inferiores de la etapa humana, en la “infancia” espiritual, el Espíritu carente 
aún de las experiencias necesarias, es arrastrado por el egoísmo e inconscientemente cae en el mal; como podemos apreciar fácilmente en ciertos sectores de nuestro conglomerado humano. No obstante, al cabo de muchas y muchas vidas de error, el Espíritu va despertando y desarrollando sus facultades, va aprendiendo por medio de las vidas de dolor que el mal no debe practicarse. Y en cada nueva encarnación viene determinado a corregirse y vencer las tendencias que le han venido arrastrando al mal. Pero, inmerso de nuevo en la carne, pierde el recuerdo de su compromiso. No obstante, en un grado de intensidad mayor o menor, según sea el progreso alcanzado, el Espíritu manifiesta por medio de sensaciones que denominamos “voz de la conciencia”, su deseo de superación contra las atracciones y circunstancias del medio ambiente. Y muchos espíritus bien intencionados sucumben de nuevo, por no sobreponerse a las atracciones que sobre su personalidad ejerce el medio ambiente y las circunstancias. 

Sebastián de Arauco.    

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           El Espiritismo en su más
                                            simple expresión  
 35. El objeto esencial del Espiritismo es el mejoramiento de los hombres. No es necesario procurar sino lo que puede ayudar al progreso moral e intelectual.
 36. El verdadero no es aquel que cree en las manifestaciones, sino aquel que aprovecha las enseñanzas dadas por los Espíritus. Pues de nada sirve creer, si la creencia no le hace dar un paso al frente en el camino del progreso y si no le torna mejor hacia su prójimo.
 37. El egoísmo, el orgullo, la vanidad, la ambición, la codicia, el odio, la envidia, los celos, la maledicencia, son para el alma hierbas venenosas de las cuales es necesario arrancar cada día algún pie y tienen como antídoto: la caridad y la humildad.
 38. La creencia en el Espiritismo no es aprovechable sino en aquél de quien se puede afirmar: Soy mejor hoy que ayer.
 39. La importancia que el hombre da a los bienes temporales está en razón inversa de su fe en la vida espiritual: es la duda sobre el futuro lo que le lleva a procurar sus alegrías en este mundo, satisfaciendo sus pasiones, inclusive a expensas del prójimo.
 40. Las aflicciones en la Tierra son los remedios del alma, pues ellas la salvan para el futuro como una operación quirúrgica dolorosa salva la vida de un enfermo y le devuelve la salud. Por eso dijo Cristo: “Bienaventurados los afligidos porque serán consolados”.
 41. En vuestras aflicciones mirad a los que están por debajo y no por encima; pensad en aquellos cuyo sufrimiento es todavía mayor que el vuestro.
 42. Es natural la desesperación en aquél que cree que todo acaba con la vida del cuerpo, pero carece de sentido en aquél otro que tiene fe en el porvenir.
 43. El hombre, frecuentemente, es el artífice de su propia infelicidad en este mundo; que se remonte a la fuente de sus infortunios y verá que son, para la mayoría, el resultado de su imprevisión, orgullo y avidez y, por consiguiente, de su infracción a la ley de Dios.
 44. La plegaria es un acto de adoración. Orar a Dios es pensar en él, acercársele, ponerse en comunicación con él.
 45. Aquel que ora con fervor y confianza es más fuerte contra las tentaciones del mal, y Dios le envía los buenos Espíritus para ayudarlo. Es un socorro que jamás es negado cuando ha sido pedido con sinceridad.
 46. Lo esencial no es orar mucho, sino orar bien. Ciertas personas creen que todo el mérito está en el tamaño de la oración, en tanto cierran los ojos ante sus propios defectos.
La plegaria es para ellas una ocupación, un empleo del tiempo pero no un estudio de sí mismas.
 47. Aquel que pide a Dios el perdón de sus faltas no lo obtiene sino cambiando de
conducta. Las buenas acciones son la mejor de las plegarias, porque los actos valen más que las palabras.
 48. La oración es recomendada por todos los buenos Espíritus, y también es pedida por todos los Espíritus imperfectos como un medio de aliviar sus sufrimientos.
 49. La oración no puede cambiar los decretos de la Providencia; pero, viendo los Espíritus sufrientes que nos interesamos por ellos, se sienten menos desamparados, no son tan infelices; aumenta su coraje, les excita el deseo de elevarse por el arrepentimiento y la El Espiritismo en su más simple expresión reparación y puede apartarlos de la idea del mal. En este sentido, puede, no sólo aliviar, sino abreviar sus sufrimientos.
 50. Rece cada cual según sus convicciones y de la manera que crea más conveniente, porque la forma no significa nada y el pensamiento lo es todo; la sinceridad y pureza de intención son esenciales; un buen pensamiento vale más que numerosas palabras, que se asemejan al ruido de un molino y de las cuales está ausente por completo el corazón.
 51. Dios ha hecho hombres fuertes y poderosos para que sean el sostén de los débiles; el fuerte que oprime al débil es maldito para Dios, a menudo, recibe por ello su castigo en esta misma vida, aparte de lo que le sucederá en el porvenir.
 52. La fortuna es un depósito cuyo poseedor es sólo usufructuario, puesto que no se la lleva consigo a la tumba; y deberá rendir severa cuenta del uso que haya hecho de ella.
 53. La fortuna es una prueba más difícil que la miseria porque es una tentación para el abuso y los excesos, y es más difícil ser moderado que ser resignado.
 54. El ambicioso que triunfa y el rico que se harta de gozos materiales son más dignos de lástima que de envidia, porque es necesario ver el retorno. El Espiritismo, por los terribles ejemplos que dan aquellos que han vivido y que vuelven para revelarnos su suerte, muestra la verdad de esta sentencia de Cristo: "Cualquiera que se enaltece, será rebajado; y el que rebaja, será enaltecido."
 55. La caridad es la ley suprema de Cristo: "Amaos los unos a los otros como hermanos: amad a vuestro prójimo como a vosotros mismos; perdonad a vuestros enemigos; no hagáis a los demás lo que no quisierais que os hiciesen"; todo eso se resume en la palabra caridad.
 56. La caridad no consiste tan solo en la limosna, porque hay caridad en pensamientos, palabras y acciones. La caridad en pensamientos es aquella que es indulgente con las faltas del prójimo; la caridad de palabras, es la que no dice nada que pueda perjudicar al prójimo; la caridad en acciones, es la que asiste al prójimo en la medida de sus fuerzas.
 57. El pobre que comparte su mendrugo de pan, con uno más pobre que él, es más caritativo y tiene más mérito a los ojos de Dios, que aquel que da parte de lo que le sobra, sin privarse de nada.
 58. Quien nutre contra su prójimo sentimientos de animosidad, de odio, de celos y de rencor, no es caritativo; miente si se dice cristiano y ofende a Dios.
 59. Hombres de todas las castas, de todas las sectas y de todos los colores, todos sois hermanos porque Dios os llama a todos hacia él. Extendeos, pues la mano, cualquiera que sea vuestra manera de adorarlo y no os arrojéis anatemas, porque el anatema es la violación de la ley de caridad proclamada por Cristo.
 60. Con el egoísmo, los hombres están en lucha perpetua; con la caridad, estarán en paz. Haciendo de ella la base de sus instituciones, sólo la caridad puede, pues, asegurar su felicidad en este mundo; según las palabras de Cristo, sólo ella puede, también, asegurar su felicidad futura, porque encierra, implícitamente, todas las virtudes que pueden conducirles a la perfección. Con la verdadera caridad, tal como Cristo la enseñó y practicó, no habrá más egoísmo, orgullo, odio, celos, maledicencias; no habrá más apego desmesurado a los bienes de este mundo. Por eso el Espiritismo cristiano tiene por máxima: FUERA DE LA
CARIDAD NO HAY SALVACIÓN.
¡Incrédulos! Podéis reíros de los Espíritus y burlaros de los que creen en sus manifestaciones; pero reíd, pues, si os atrevéis, de esas máximas que él acaba de enseñar y que es vuestra propia salvaguarda, porque si la caridad desapareciese de la faz de la Tierra, los hombres se destrozarían mutuamente y quizá seríais vosotros las primeras víctimas. No está lejos el día en que esta máxima, proclamada abiertamente en nombre de los Espíritus, será una prueba de seguridad, y un título de confianza para todos aquellos que la lleven grabada en su corazón.
Ha dicho un Espíritu: "Se burlaron de las mesas giratorias, pero no se burlarán jamás de la filosofía y de la moral que de ellas derivan." Porque en efecto estamos lejos hoy, después de apenas algunos años, de esos primeros fenómenos que sirvieron un instante de distracción a los ociosos y a los curiosos.
Afirmáis que esa moral es anticuada: "Los Espíritus deberían tener bastante ingenio para darnos algo nuevo." (Frase sutil de más de un crítico). ¡Tanto mejor! Si es anticuada, eso prueba que es de todos los tiempos, y los hombres no son sino culpables por no haberla practicado, porque no hay verdades verdaderas sino aquellas que son eternas. Los Espíritus vienen a llamaros, no por una revelación aislada hecha a un solo hombre, sino por la voz de los Espíritus mismos, que semejante a la trompeta del Juicio Final, viene a proclamaros:
“Creed que aquellos a quienes llamáis muertos, están más vivos que vosotros, porque ellos ven lo que no veis, oyen lo que no oís, reconoced en aquellos que os vienen a hablar, a vuestros padres, a vuestros amigos y a todos aquellos que amasteis en la Tierra y que creíais perdidos sin retorno; infelices aquellos que creen que todo acaba con el cuerpo, porque serán cruelmente desengañados; infelices aquellos que tuvieren falta de caridad, porque sufrirán lo que hubieren hecho sufrir a los otros!” Escuchad la voz de aquellos que sufren y que vienen a deciros: “Nosotros sufrimos por haber desconocido el poder de Dios y dudado de su misericordia infinita; sufrimos por nuestro orgullo, egoísmo, avaricia y de todas las malas pasiones que no reprimimos; sufrimos por todo el mal que hicimos a nuestros semejantes por el olvido de la caridad.”
¡Incrédulos! ¡Decid si una doctrina que enseña semejantes cosas es risible, si es buena o mala! No encarándola sino desde el punto de vista del orden social, ¡decid si los hombres que la practicasen serían felices o infelices, mejores o peores!

 Exposiciones sumarias de las enseñanzas de los espíritus
** POR Allan Kardec
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Notas para un libro 

Amalia D. Soler 

Nacer llorando, es vivir muriendo; luego llorar es nacer, morir es vivir. La esperanza es la brújula de la vida; cuando no hallamos ésta, entra la desesperación. No todo el que ama sabe amar; el amor tiene como primera fibra la fe, y la fe parte de lo infinito. Entre el ser que ama y el que es amado, allí está Dios, y donde está Dios existe la verdad; la verdad es, por lo tanto, la síntesis del amor. El triángulo, emblema del amor, tiene grabados en sus tres vértices estas palabras: verdad, asistencia y sufrimiento. El amor es la ambrosía de la vida; para vivir se necesita amor, y el que no ama, no vive. El corazón es un libro, que no todos saben leer en él; el Syllabus de tan bellas páginas es la fe. El amor es una nota que Mozart no pudo traducir en sentimiento. El amor es una flor no perenne que abre sus hojas ante Dios. 

El amor es un trino que no hay ave que lo pueda siquiera parodiar. El amor es una gasa que nadie trata de rasgar; se siente, pero no se ve; se percibe, pero no se rompe. El saludo del amor es el «hasta luego» de mi espíritu. El que en tu amor vivió, en tu amor te dejó y en él te espera; vivo, pues, para ti, mis brazos te esperan ante Dios para ceñirte la aureola de la felicidad. Adiós, bien mío eterno. 

Madrid, 23 Mayo 1876. 

Lola 

Hermanos del alma: ¿Sabéis quién es Lola? Es un alma buena que dejó la tierra hace diez años, cuando había visto florecer los almendros diez y nueve primaveras. Escogió para escenario de su vida a la oriental Sevilla, la del morisco alcázar, la del templo gigante, cuya torre, cual osado aeronauta, quiere elevarse por el espacio. ¡Sevilla!… la que mereció que el célebre Rodrigo Caro le dedicara una magnífica poesía que termina con estos dos inspirados versos: ¡Salve, primera fábrica española! ¡Madre de todas, hija de ti sola! 

En sus bosques de naranjos y limoneros, en las márgenes de su tranquilo Guadalquivir, y en las artísticas capillas de sus templos, pasó Lola los años de su infancia y las horas benditas de su juventud. De precoz inteligencia, a los cuatro años sabía leer y escribir. Una de sus compañeras de colegio tenía un hermano que contaba 6 años y se llamaba Eduardo; éste y Lola se vieron y se amaron; estas afecciones son muy generales en los niños, pero la de mis pequeños héroes presentaba carácter distinto. Todas las tardes los llevaban a paseo a una plaza situada en el centro de la ciudad; la iglesia del Salvador da generosamente su nombre a la plaza y como apéndices de dicho templo, hay dos capillas, dedicada una al Señor de los Desamparados y otra a la Virgen de las Aguas; esta última tiene unas gradas de piedra donde nunca faltan ancianos que duermen; o rezan y chicuelos revoltosos jugando a la pelota y haciendo ejercicios gimnásticos que acaban muchas veces con la paciencia de los devotos, convirtiendo aquel paraje en un nuevo campo de Agramante. 

Lola y Eduardo también eran asiduos concurrentes de aquel circo en miniatura, aunque ellos no jugaban, subían al último escalón y asiéndose a la reja que cierra el santuario, decía la niña dulcemente: -¡Madre mía! Virgen de las Aguas, haz que Eduardo sea bueno. 

Este se arrodillaba junto a ella mirando de reojo a los muchachos que se asestaban sendas pedradas. Lola lo advertía y haciendo visajes con su fresca boca y sus lindos ojos, le decía medio mandando y suplicando: -¿Rezas? Si no rezas no te quiero, y viendo que el chico no cambiaba de actitud, replicaba con enfado: -ni te daré mis postres. Estas palabras producían más efecto, y permanecía quieta al lado de su compañera, la que no rezaba las oraciones rutinarias que se enseñan a los niños, únicamente repetía: -¡Madre!, haz que Eduardo sea bueno. 

Cuando bajaban, solía Eduardo saludar con la cartera en que llevaba los libros, a los chicos que encontraba al paso, y éstos no se quedaban atrás al emprenderse la lucha. Lola lloraba y entonces su compañero corría a su lado; los muchachos le llamaban cobarde y él decía: -Si no llorara mi novia… ya veríais lo que yo soy. -¿Ese feo es tu novio?-le preguntaban a la niña en son de mofa. -No no es mi novio, contestaba ella can gravedad impropia de sus cortos años, es que yo le quiero. ¡Grande y profunda contestación!, ella revelaba la santa misión que traía a la tierra y que sólo después de abandonar este mundo se podría apreciar y comprender. 

II 
Iban juntos al colegio, Lola, Eduardo y una hermana de éste; la primera entregaba al segundo todas las mañanas sus postres del día anterior y una carta en que solía explicarle cómo se llamaban las frutas o los dulces que le daba y si le había reñido su madre por haber roto la muñeca o haberse manchado el vestido. Inocentes epístolas que servían de base para la eterna comunicación que había de enlazar a aquellos dos seres. Los años pasaron y los niños, naturalmente, fueron creciendo; a ella la sacaron del colegio y a él lo enviaron a Córdoba a seguir sus estudios. Tres inviernos estuvieron separados, pero sus pensamientos siguieron en comunicación por medio de la más activa correspondencia, pues era diaria. Al fin él volvió y los dos adolescentes continuaron representando los papeles de Pablo y Virginia, de Julieta y Romeo. Se veían, se hablaban y se seguían escribiendo sin interrupción. 

III 
El padre de ella ocupaba una gran posición social, y cuando vio que su hija había dejado las alas del ángel para adquirir las gracias de una joven llena de atractivos a la cual dispensó la alta sociedad la mas favorable acogida, le pareció muy oportuno que Lola dejara sus amores de niña y pensara en casarse con un hombre rico y opulento, condiciones que Eduardo no reunía, porque si bien pertenecía a una buena familia, ni era conde ni millonario. Lola suplicó, rogó y apeló a todos los medios, y recursos que tiene la ternura filial para conmover el corazón de un padre, mas ¡ay! todo fue en vano; entonces se revistió de seriedad y dijo sencillamente: -Padre mío, no se quiere mas que una vez en la vida, yo no tengo mas que un corazón y ese será de Eduardo eternamente. 

IV 
Viendo su negativa, se la llevaron sus padres a viajar, pero todo fue inútil; ni en Inglaterra, ni en Francia ni en Alemania, ni en Rusia, lograron verla sonreír; pálida, triste y serena, cruzaba por las ciudades como si recorriera distintos cementerios. Volvieron a Sevilla y Lola volvió a ver a Eduardo más enamorada que nunca. Su padre supo estas furtivas entrevistas, se encolerizó y la encerró en un convento donde una hermana suya se encontraba ejerciendo el alto cargo de abadesa. Los días pasaron, los meses transcurrieron, y la salud de Lola se alteró hasta tal punto, que su tía mandó llamar a su hermano y le dijo que ella no podía consentir semejante asesinato, que Lola se moría si no dejaba el convento, y ante tal disyuntiva, el padre cedió y la pobre joven abandonó la clausura. 


La salud de Lola fue agotándose por momentos y al ver que iba a morir, la dejaban hablar con el prometido de su alma, que era digno de tan puro amor. La hermosa niña llegó un día en que no pudo abandonar su lecho, y entonces su padre, tardíamente arrepentido, fue a buscar a Eduardo, que durante cinco meses no se separó de la enferma ni un solo instante, exceptuando las indispensables horas de descanso. Lola se moría lentamente, pero revelaba su rostro la más santa resignación, diciéndole repetidas veces al amado de su alma: -No temas quedarte solo, yo siempre, siempre estaré a tu lado, no te abandonaré jamás. 
Ni el uno ni el otro eran espiritistas, de consiguiente, no podían apreciar en todo su valor la certeza que tenía Lola en no separarse de su amante. Conoció cuando iba a morir, y estrechando las manos de Eduardo entre las suyas, sin exhalar una queja, se sonrió tristemente y cerró sus hermosos ojos para no abrirlos más en la tierra. El cumplió religiosamente con todos los deberes que impone un verdadero amor, la acompañó hasta el cementerio y arrojó el primer puñado de tierra sobre su blanca caja. Guardó la llave del ataúd, fue a su casa y encerró en un cofrecito las cartas que durante quince años le había escrito su amada y después emprendió uno de esos viajes en que se consigue cansar el cuerpo y fatigar el alma. Pasaron años, y Eduardo siempre recordaba a Lola; conoció el Espiritismo, y apenas hubo leído las obras de Allan Kardec, sintió deseos de comunicarse con su inolvidable Lola, la evocó y he aquí la primera comunicación de ella. 

VI 
«Gracias a Dios que conoces el Espiritismo, porque así puedo velar más directamente por ti. Hace algunos siglos que te conocí en el espacio y te amé, porque vi que sufrías; eras un espíritu débil muy apegado a la materia. »Durante tres encarnaciones hemos estado juntos en la tierra, siempre nos hemos amado; pero nunca nos unió el lazo del matrimonio; ni tú ni yo merecíamos esa terrestre felicidad. »He muerto joven para que tu espíritu se dominara por el sufrimiento y adelantara en su perfección; tú necesitas del dolor para progresar; la molicie y placer te convierten en un miserable libertino, y gracias que mi recuerdo te salva muchas veces de caer. »Estoy satisfecha de tu cariño, me quieres, sí; pero a veces para olvidar tu pena te entregas en brazos del desorden, y es necesario que pongas un correctivo. »Quiero que te cases para que formes una familia, de la que yo seré el espíritu protector, velando especialmente por tus hijos». 

Este es el resumen de la extensa comunicación que recibió por primera vez el protagonista de mi verídica historia. El cumplió religiosamente el mandato de Lola, se casó con el melancólico convencimiento que viviría tal vez tranquilo, pero nunca feliz. Desgraciadamente no se engañó; cambió de fortuna, lo dejaron sumido en la pobreza, y su esposa no quiso consolarle en su triste, situación, sino que egoísta y despreciable, volvió a su hogar paterno, diciendo que no estaba acostumbrada a pasar miserias y no podía vivir en la escasez; y dejó a su esposo luchando con las adversidades de la vida, llevándose un niño; fruto de su unión. 

El pobre Eduardo la vio marchar sin sorpresa alguna, el hijo de su alma era lo que más sentía; pero en la impotencia de su desgracia, ¡cómo reclamar a su hijo, si no tenia pan para darle! Lola se comunica con él diariamente, fijándole la línea de conducta que debe seguir. De un hombre indolente, ha hecho un ser laborioso y resignado, rindiendo culto a la moral más pura; trabaja humildemente para buscar los medios de subsistir, con la paciencia evangélica de un mártir. 

Perdona todas las ofensas y trata de hacer bien al que le perjudica; recobrar a su hijo es su única aspiración en la tierra; todos sus pensamientos, acciones y palabras, van dirigidas a él; su hijo es su mundo; Lola es su eternidad. Esta le dice que espere, que todavía su esposa reconocerá su, falta, se regenerará, y de una mujer material y egoísta, se trocará en una santa y la hará feliz. El vive más en el pasado. que en el presente; cien y cien veces me ha contado con innumerables detalles la historia que yo he comprendido en estas líneas. 

El Espiritismo es una verdad, pero aunque fuera una utopía deberíamos aceptarla, porque con ella se regenera el hombre y se eleva por medio del trabajo y del sufrimiento hasta la apoteosis del sacrificio, santificándolo la abnegación. ¡Bendito sea una y mil veces el Espiritismo! Dichosos de nosotros el día que sea su doctrina el código que rija en el universo; su luz inextinguible irradiará en el abismo del dolor, la fe razonada reemplazará a la duda, a la indiferencia y al fanatismo, triunvirato fatal, cuyo poder ha pesado tantos siglos sobre la humanidad. 

1876 
Amalia Domingo Soler 

Extraído del libro “Ramos de violetas”






                                                                    

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