CALAMIDADES DESTRUCTORAS
737 – ¿Con qué objeto castiga Dios a la Humanidad con calamidades destructoras?
– Para hacerla adelantar con más rapidez. ¿No hemos dicho que la destrucción es necesaria para la regeneración moral de los Espíritus, que adquieren en cada nueva existencia un nuevo grado de perfección? Es preciso ver el fin para apreciarle los resultados.
Vosotros no los juzgáis más que desde vuestro punto de vista personal, y los llamáis calamidades a consecuencia del perjuicio que os ocasionan; pero estos trastornos son necesarios a veces para hacer que se establezca más prontamente un orden de cosas mejor, y en algunos años lo que hubiese exigido muchos siglos. (744).
738 – ¿No podría emplear Dios otros medios que las calamidades destructoras para el mejoramiento de la Humanidad?
– Sí, y los emplea cada día, puesto que ha dado a cada uno los medios de progresar con el conocimiento del bien y del mal. El hombre es quien no los aprovecha, y es preciso castigarle en su orgullo y hacerle sentir su debilidad.
– Pero en esas calamidades sucumbe lo mismo el hombre de bien que el perverso, ¿es esto justo?
– Durante la vida, el hombre lo relaciona todo con su cuerpo; pero, después de la muerte, piensa de otra forma y como ya dijimos: la vida del cuerpo es poca cosa. Un siglo de vuestro mundo es un relámpago en la eternidad. Por tanto, los sufrimientos que llamáis de algunos meses o de algunos días no son nada, apenas una enseñanza
para vosotros que os servirá en el futuro. Los Espíritus, he aquí el mundo real, preexistentes y sobrevivientes a todo (85), son los hijos de Dios y el objeto de toda su solicitud; los cuerpos no son más que los trajes con que aquellos aparecen en el mundo. En las grandes calamidades que diezman a los hombres, ocurre como a un ejército que durante la guerra, ve sus vestidos gastados, rotos o perdidos. El general cuida más de sus soldados que de sus vestidos.
– Pero las víctimas de esas calamidades, ¿no dejan de ser víctimas?
– Si se considera la vida por lo que es y lo poco que es con relación al infinito, se atribuiría menos importancia a ello. Esas víctimas hallarán en alguna otra existencia la completa compensación de sus sufrimientos, si saben soportarlos sin murmurar.
Que llegue la muerte a consecuencia de una calamidad o por una causa ordinaria, no se puede escapar de ella cuando suena la hora de la partida: la única diferencia es que con eso, en el primer caso, parte a la vez un mayor número.
Si pudiésemos elevarnos con el pensamiento, de modo, que dominásemos la Humanidad y la abrazásemos en su conjunto, esas terribles calamidades no nos parecerían más que tempestades pasajeras en el destino del mundo.
739 – ¿Las calamidades destructoras tienen una utilidad, bajo el punto de vista físico, a pesar de los males que ocasionan?
– Sí; pues a veces cambian el estado de una comarca; pero el bien que de ellas resulta no es apreciado con frecuencia más que por las generaciones futuras.
740 – ¿No serán igualmente las calamidades pruebas morales para el hombre que lo someten a las más duras necesidades?
– Las calamidades son pruebas que proporcionan al hombre la ocasión de ejercer su inteligencia, de probar su paciencia y resignación a la voluntad de Dios, y lo orientan para demostrar sus sentimientos de abnegación, de desinterés y de amor al prójimo, si no está dominado por el egoísmo.
741 – ¿Es dado al hombre conjurar las calamidades que lo afligen?
– Por una parte, sí; pero no como generalmente se piensa.
Muchas calamidades son consecuencia de su imprevisión, y a medida que adquiere conocimientos y experiencia, puede conjurarlos, es decir, prevenirlos, si sabe buscar sus causas. Pero entre los males que afligen a la Humanidad, los hay generales que pertenecen a los designios de la Providencia, y cuyas repercusiones afectan más o menos a todos los individuos. A esto el hombre no puede oponer más que resignación a la voluntad de Dios, pero con frecuencia, aun estos mismos males son agravados por su negligencia.
Entre las calamidades destructoras, naturales e independientes del hombre,deben colocarse, en primer término, la peste, el hambre, las inundaciones, las intemperies fatales a la producción de la tierra. Pero en la ciencia, en los trabajos del arte, en el perfeccionamiento de la agricultura, en las amelgas y regadíos, y en el estudio de las condiciones higiénicas, ¿no ha encontrado el hombre los medios de neutralizar, o por lo menos de atenuar muchos desastres? Ciertas regiones en otros tiempos asoladas por terribles calamidades, ¿no están
preservadas hoy? Por tanto, ¿qué no hará el hombre por su bienestar material cuando sepa aprovechar todos los recursos de su inteligencia y cuando a los cuidados de su conservación personal sepa unir el sentimiento de una verdadera caridad para con sus semejantes?
EL LIBRO DE LOS ESPÍRITUS. ALLAN KARDEC.
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La suerte del cristiano tiene otro nombre :
Bendición. Y ella mora en nosotros cuando nuestra
voluntad consiste en hacer la voluntad de Dios.
Paulo Barbosa
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DON DE CURAR.
Dad gratuitamente lo que recibís gratuitamente.
Sanad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, lanzad demonios; "graciosamente recibísteis, dad graciosamente". (San Mateo, cap. X, v. 8).
2. "Dad gratuitamente lo que habéis recibido gratuitamente"; dijo Jesús a sus
discípulos; por este precepto prescribe que no se haga pagar lo que uno mismo no ha
pagado, y lo que ellos habían recibido gratuitamente era la facultad de curar a los
enfermos y echar a los demonios, es decir, a los malos espíritus; este don se les dió
gratuitamente por Dios para el alivio de los que sufren y para ayudar a la propagación
de la fe, diciéndoles que no hicieran con él ningún negocio, ni un objeto de especulación, ni un medio de vivir.
discípulos; por este precepto prescribe que no se haga pagar lo que uno mismo no ha
pagado, y lo que ellos habían recibido gratuitamente era la facultad de curar a los
enfermos y echar a los demonios, es decir, a los malos espíritus; este don se les dió
gratuitamente por Dios para el alivio de los que sufren y para ayudar a la propagación
de la fe, diciéndoles que no hicieran con él ningún negocio, ni un objeto de especulación, ni un medio de vivir.
EL EVANGELIO SEGÚN EL ESPIRITISMO. ALLAN KARDEC.
De los médiums
159. Toda persona que siente en cualquier grado la influencia de los Espíritus, es por esto mismo médium. Esta facultad es inherente al hombre, y por consecuencia no es privilegio exclusivo; así es que hay pocos entre los que nos se encuentren algunos rudimentos.
Se puede, pues, decir, que casi todos son médiums. Sin embargo, en el uso, esta calificación sólo se aplica a aquellos cuya facultad mediúmnica está claramente caracterizada y se conoce por los efectos patentes de cierta intensidad, lo que depende de una organización más o menos sensitiva.
También debemos notar que esta facultad, no se revela en todos de la misma manera; los médiums tienen generalmente, una aptitud especial para tal o cual orden de fenómenos, y en esto consiste que se hagan tantas variedades, como hay clases de manifestaciones.
Las principales son: Los médiums de efectos físicos, los médiums sensitivos o impresionables, auditivos, parlantes, videntes, sonámbulos, curanderos, pneumatógrafos, escribientes o psicógrafos.
Allan Kardec
Extraído del libro “El libro de los médiums”
159. Toda persona que siente en cualquier grado la influencia de los Espíritus, es por esto mismo médium. Esta facultad es inherente al hombre, y por consecuencia no es privilegio exclusivo; así es que hay pocos entre los que nos se encuentren algunos rudimentos.
Se puede, pues, decir, que casi todos son médiums. Sin embargo, en el uso, esta calificación sólo se aplica a aquellos cuya facultad mediúmnica está claramente caracterizada y se conoce por los efectos patentes de cierta intensidad, lo que depende de una organización más o menos sensitiva.
También debemos notar que esta facultad, no se revela en todos de la misma manera; los médiums tienen generalmente, una aptitud especial para tal o cual orden de fenómenos, y en esto consiste que se hagan tantas variedades, como hay clases de manifestaciones.
Las principales son: Los médiums de efectos físicos, los médiums sensitivos o impresionables, auditivos, parlantes, videntes, sonámbulos, curanderos, pneumatógrafos, escribientes o psicógrafos.
Allan Kardec
Extraído del libro “El libro de los médiums”
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¿ QUÉ DIRÍA CRISTO SI HUBIESE ESTADO EN ESTA ÉPOCA ?
No obstante, si bien algunas de las palabras de Cristo se presentan cubiertas por el velo de la alegoría, en lo que respecta a la regla de conducta, a las relaciones entre los individuos, a los principios morales que Él estableció como condición expresa para la salvación, sus enseñanzas son claras, explícitas y sin ambigüedad.
¿Qué han hecho de sus máximas de caridad, de amor y de tolerancia, así como de las recomendaciones que hizo a sus apóstoles para que convirtiesen a los hombres mediante la persuasión y la mansedumbre? ¿Qué han hecho de la sencillez, de la humildad, del desinterés y de todas las virtudes que Él ejemplificó? En su nombre, los hombres se anatematizaron y se maldijeron recíprocamente;se estrangularon en nombre de Aquel que dijo: Todos los hombres son hermanos. Del Dios infinitamente justo, bueno y misericordioso al que Él reveló, hicieron un Dios celoso, cruel, vengativo y parcial; en nombre de aquel Dios de paz y verdad se realizaron sacrificios de miles de víctimas en las hogueras, con
torturas y persecuciones en una cantidad mucho mayor a la que en todas las épocas sacrificaron los paganos a sus falsos dioses; se vendieron las oraciones y las gracias del Cielo en nombre de Aquel que expulsó a los mercaderes del Templo y dijo a sus discípulos:
Dad de gracia lo que de gracia recibisteis.
¿Qué diría Cristo si viviese actualmente entre nosotros? ¿Si viese a sus representantes ambicionando honores, riquezas, poder, y el fausto de los príncipes del mundo, en tanto que Él, rey más legítimo que todos los reyes de la Tierra, hizo su entrada en Jerusalén
montado en un asno? Sin duda tendría derecho a decirles: “¿Qué habéis hecho de mis enseñanzas, vosotros que incensáis al becerro de oro, que pronunciáis la mayor parte de vuestras plegarias a favor de los ricos, y reserváis una parte insignificante para los pobres,
a pesar de que yo os he dicho: Los primeros serán los últimos y los últimos serán los primeros en el reino de los Cielos?” No obstante, si Él no se encuentra entre nosotros carnalmente, está en Espíritu y, como el señor de la parábola, vendrá a pedir cuentas a sus viñadores cuando llegue el momento de la cosecha.
EL LIBRO DE LOS ESPIRITUS
ALLAN KARDEC.
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Curaciones
Pérdida de sangre
10. “Entonces, una mujer que desde hacía doce años padecía flujo de sangre; y que había padecido mucho en manos de los médicos y había gastado todos sus bienes sin que hubiera conseguido ningún alivio, sino que estaba peor, habiendo oído hablar de Jesús, se acercó entre la multitud por detrás de Él y tocó sus vestidos. Pues decía: ‘Si logro al menos tocar sus vestidos, quedaré curada’.
En ese mismo instante, el flujo de sangre se secó y sintió en su cuerpo que estaba curada de aquella enfermedad.
”Luego, Jesús, conociendo en sí mismo la virtud que de él había salido, se volvió en medio de la multitud y dijo: ‘¿Quién tocó mis vestidos?’ Sus discípulos le dijeron: ‘¿Ves que la multitud te oprime por todos lados y preguntas quién te tocó?’ Pero Él miraba alrededor suyo para descubrir a la que lo había tocado.
”Pero la mujer, que sabía lo que le había sucedido, se acercó llena de miedo y pavor, se postró ante Jesús y le contó toda la verdad. Y Jesús le dijo: ‘Hija mía, tu fe te ha salvado; vete en paz y queda curada de tu enfermedad.” (San Marcos, 5:25 a 34.)*
11. Estas palabras: conociendo en sí mismo la virtud que de él
había salido, son significativas. Expresan el movimiento fluídico
que se había operado desde Jesús en dirección a la enferma; ambos
habían experimentado la acción que acababa de producirse. Es de
destacar que el efecto no fue provocado por ningún acto de la voluntad
de Jesús; no hubo magnetización, ni imposición de las manos.
Bastó la irradiación fluídica normal para realizar la curación.
Pero ¿por qué esa irradiación se dirigió hacia aquella mujer
y no hacia otras personas, puesto que Jesús no pensaba en ella y
estaba rodeado por una multitud?
La razón es muy simple. Considerado como materia terapéutica,
el fluido debe alcanzar el desorden orgánico, a fin de repararlo;
puede entonces ser dirigido sobre el mal por la voluntad
del curador, o atraído por el deseo ardiente, por la confianza, en
suma, por la fe del enfermo. En relación con la corriente fluídica,
el curador actúa como una bomba impelente, y el enfermo como
una bomba aspirante. A veces es necesaria la simultaneidad de las
dos acciones; en otras, basta con una sola. El segundo caso fue el
que ocurrió en el hecho que tratamos.
Así pues, Jesús tenía razón para decir: Tu fe te ha salvado.
Se comprende que la fe a la que Él se refería no es una virtud
mística, como la entienden muchas personas, sino una verdadera
fuerza atractiva, de modo que aquel que no la posee opone a
la corriente fluídica una fuerza repulsiva o, como mínimo, que
paraliza la acción. Según eso, fácil es comprender que si se presentan
al curador dos enfermos con la misma enfermedad, uno
puede ser curado y otro no. Este es uno de los principios más
importantes de la mediumnidad curadora, que explica ciertas
anomalías aparentes e indica que tienen una causa muy natural.
EL GENESIS
ALLAN KARDEC
Luz progreso y paz
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