¿La existencia de los fenómenos paranormales sugiere que hay otra realidad inmaterial?
La respuesta a esta cuestión siempre resulta muy ambigua e incompleta, porque es tan amplio y extenso el campo de investigación en cuanto a variedad de fenómenos, que haría falta todo un tratado para abordar tan amplio tema, pero por ellos queda claro que existe otra realidad diferente a la realidad de la materia.
La Parapsicología hizo una clasificación y diferenciación de los fenómenos paranormales.
El Prof. Alexander Aksakoff , padre de esta ciencia experimental, que es la actual Parapsicología, los clasificó en: dos grandes grupos :
- Los fenómenos Anímicos, en los que la causa que los origina es la propia energía psíquica y mental de la persona que los origina.
- Los fenómenos Espiríticos o Mediúmnicos, en donde las energías que intervienen a veces, dan prueba de que actúa una inteligencia extraña o ajenas independiente, son o exteriores a la persona o personas que se hallan en el escenario de manifestación de esta clase de fenómenos. A diferencia de los anímicos, el sujeto que los hace posible no es quien los origina a partir de su mente, sino que este es necesario para que el fenómeno de intervención espiríta acontezca, mediatizando en la presencia del fenómeno.
Ante todo presunto fenómeno paranormal, la primera medida que debe adoptar la correcta investigación parapsicológica, es el clasificarlo debidamente, comprobando que no existe una causa normal conocida que lo provoque; la segunda es comprobar si tiene una posible explicación anímica, y finalmente cuando esta queda absolutamente descartada, entonces la investigación entra en el terreno de la manifestación espiritual.
El problema está en el acendrado materialismo que condiciona a la Ciencia en general y a la Parapsicología en particular, de modo que todos los fenómenos extra-normales del tipo que sean, tienden sistemáticamente a clasificarlos en todos los casos como anímicos o causados siempre a partir de la mente humana de un sujeto especialmente dotado, negando implícita y sistemáticamente la posible intervención y existencia del Ente espiritual libre de la materia , como una energía inteligente, real e independiente del cuerpo tras su paso por la muerte.
Cuando se admite la realidad existencial del Espíritu humano, libre de la materia, cabe preguntarse: ¿Este Ser sin materia puede intervenir acerca de lo material con los fenómenos que llamamos paranormales?; ¿Es realmente posible poder comunicar con los llamados "muertos"?. Existen las pruebas ciertas desde hace mucho tiempo.
- Jose Luis Martín-
“La explicación de los hechos aceptados por el Espiritismo, así como de sus causas y de sus consecuencias morales, constituye toda una ciencia y toda una filosofía, que requieren un estudio serio, perseverante y en profundidad”
- Allan Kardec-
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Una mente abierta a las posibilidades de la vida después de la muerte requiere una confirmación más sólida que la de que el sol saldrá por la mañana y se pondrá por la noche.
La aceptación de la vida después de la muerte da la impresión de salirse de los límites “normales “ de la razón y exige un gran acto de fé; no obstante, los médiums tienen una base de encuentros personales que sustentan las creencias.
Durante miles de años en toda la tierra y en todas las culturas, incontables espíritus han sido observados y consultados por grupos y por individuos.
Muchísimas experiencias paranormales no pueden se descartadas de manera lógica.
El mundo de los espíritus está lleno de santos o espíritus puros y elevados, antepasados, espíritus impuros, espíritus medios y todo tipo de almas que muchas de ellas en otros tiempos caminaron entre nosotros.
Todos, los “vivos” encarnados y los “muertos” desencarnados, estamos conectados.
La muerte no pone fin a este intercambio.
Mediante la mediumnidad, los sueños y la meditación se puede establecer este contacto.
Angeles.C.M.
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JOSÉ ANIORTE ALCARÁZ.
Hay que decir que los espíritus elevados no son los únicos que se manifiestan. Espíritus de todas clases desean con mucho empeño conseguir manifestarse con los humanos, siempre que les es posible. Así debemos saber distinguir la calidad de ellos, para no dejarnos engañar; es necesario estar bien preparados para saber cuando nos está hablando un Espíritu elevado o un Espíritu atrasado. Hay espíritus de todas clases de elevación, pero entre nosotros abundan mucho más los inferiores.
Estos son los que producen los fenómenos físicos, las manifestaciones ruidosas y todo lo que es de orden vulgar.
Los fenómenos espíritas han sido observados, verificados y comprobados por científicos, sabios y escépticos que han pasado por todos los grados de la incredulidad, y cuya convicción no se ha afirmado hasta que poco a poco la realidad de los hechos los ha convencido.
Estos sabios, cuyos nombres son ya suficientemente conocidos, eran hombres de laboratorio, físicos y químicos experimentados, médicos, escritores y magistrados. Reunían todas las condiciones necesarias para desenmascarar cualquier fraude, aunque estuviese muy bien preparado. Todos los hechos espíritas han sido comprobados y atestiguados por hombres de gran relevancia, cuyos nombres están entre aquellos que la
humanidad entera honra y respeta.
Siguiendo el ejemplo de estos hombres ilustres, hoy encontramos en el mundo a muchos millones de espíritas, completamente convencidos de esta realidad, porque la estudian, la sienten y la viven; ya no existen los misterios del Más Allá, con sus infiernos y sus cielos. La verdad ya es, gracias a Dios, sobradamente conocida. El mundo de los espíritus es una
realidad indiscutible, los espíritus participan en nuestra vida, mucho más de lo que podemos imaginar; unos nos influyen y otros nos aconsejan, depende siempre de nuestra actitud.
Aún hay muchos que ignorantemente se burlan y niegan esta realidad. Es triste aceptar que en este siglo aún existan seres tan ignorantes que nieguen algo que desconocen y que nunca han querido molestarse en saber si hay algo de realidad en aquello que tan rotundamente niegan.
Si quieren pruebas yo les recomendaría que leyesen libros de algunos de los muchos sabios que han investigado todo sobre este tema: William Crookes, Russel Wallace, Moliner, Aksakof, Dale Owen, Robert Hare, Myers, Lombroso, Lodge, Volpi, Ochorowicz.
Por mucho tiempo a los espíritas nos han tachado de ilusos y de locos, a mí hasta hoy aún me llaman “el brujo”. A todos los que traen o propagan una idea nueva, se les trata con desprecio y como locos; y así lo hicieron con Galileo, Giordano Bruno, Galvani, Watt, Palissy y Salomón de Caus.
El camino de los innovadores suele ser áspero y escabroso. Siempre ha sido regado con muchas lágrimas y sangre, han sido despreciados por unos, odiados y perseguidos por otros.
Tenemos el ejemplo de los apóstoles y de los primeros cristianos, de estos grandes ejemplos es como los espíritas han aprendido a soportar con paciencia sus males y los reveses de la vida. El espírita se fortalece con las difíciles pruebas que tiene que pasar, porque tiene la certidumbre de que el Espiritismo es un beneficio, una fuerza y una luz para la humanidad. Cada siglo de la historia, reconoce y rectifica sus errores. Lo que parecía justo y normal en un tiempo, se ve injusto y detestable en otro.
Hoy ya se entiende y se comprende que el Espiritismo es el acontecimiento más importante de los últimos tiempos; es una de las formas más notables de la evolución del pensamiento, el germen de la más importante revelación moral que el mundo haya conocido.
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EMMANUEL SWENDENBORG.
Nacido en Estocolmo en 1688, pertenecía a una buena familia sueca, por lo que tuvo la oportunidad de ser educado entre la nobleza, doctorado en la Universidad de Upsala y perfeccionado en Holanda, Francia e Inglaterra. Dotado de una gran inteligencia logró conquistar una enorme suma de conocimientos, convertirse en un reconocido ingeniero de minas, una autoridad en metalurgia y en ingeniería militar, reconocida en su habilidad para cambiar la suerte de las campañas militares de Carlos XII en Suecia. Se apreciaba altamente su autoridad en astronomía y física; pero también se destacó como zoólogo, anatomista, financista, economista y político; finalmente, llamó la atención su erudición bíblica, iniciada con las enseñanzas elementales de su madre para continuar en la austera formación de un pastor luterano.
Su desarrollo psíquico paranormal, manifestado abiertamente a sus 25 años, no afectó su actividad mental cotidiana y su labor científica continuó sin interrupciones. No es extraño que sus extensos conocimientos lo colocaran en un amplio concepto de la realidad universal y que no fuera difícil para él, entender la existencia de una dimensión suprasensorial y la posibilidad de una interrelación entre ésta y el plano físico. Pero no deja de sorprender que él mismo fuera un médium con una facultad tan desarrollada.
Su posición teológica frente a su capacidad mediúmnica, constituyó una pretensión intolerable para los demás, pues afirmaba que la Biblia era la obra de Dios, pero que estaba erróneamente interpretada; y que sólo él podría dar el significado absoluto, orientado por los ángeles con quienes se comunicaba. Su pretendida infalibilidad, sumada a la complejidad simbólica de su explicación bíblica, lo envolvió en un ambiente inaceptable. Pero, exceptuando sus opiniones en cuanto a la interpretación bíblica, sus ideas doctrinarias generales no contradicen la idea moderna librepensadora, ni los mensajes que más tarde difundió la doctrina espírita.
Afirmaba que el mundo es un laboratorio de almas, un campo de experimentación en el que la naturaleza refina y libera al espíritu; admitía fines divinos en toda religión, rechazaba la expiación y el pecado original y veía en el egoísmo la razón de todo mal, aunque consideraba esencial un cierto grado de egoísmo sano, y consideraba a la Iglesia absolutamente imprescindible para arreglar los asuntos de cada individuo con el Creador. Estas ideas, expresadas en latín con un estilo oscuro, crearon una nueva religión confusa.
Swedenborg era un hombre frugal, práctico y muy trabajador; enérgico en su juventud, y sumamente amable en la vejez. La vida lo convirtió en una criatura bondadosa y venerable. Era plácido, sereno, bien dispuesto para toda clase de conversaciones que no versaran sobre temas psíquicos, a no ser que así lo desearan sus contertulios. Los temas de sus conversaciones siempre eran interesantes, a pesar de su tartamudez que le dificultaba la pronunciación. Era alto, delgado, de rostro espiritual y con ojos azules; usaba peluca hasta los hombros como era la costumbre en su tiempo, trajes oscuros con pantalón corto, hebilla en los zapatos y bastón.
La importancia de Swedenborg radica fundamentalmente, en su capacidad extrasensorial y en sus revelaciones. Desde niño tuvo momentos visionarios y sus facultades psíquicas se manifestaron en diversos momentos de su vida, demostrando en varias ocasiones que poseía la capacidad para la "clarividencia a distancia", cuando el alma parece salir del cuerpo, adquirir información de cosas apartadas y regresar con la conciencia de lo percibido en aquellos lugares. Era sorprendente su capacidad para experimentar este fenómeno, mientras se encontraba en un estado completamente consciente.
En una ocasión, encontrándose en Gotenburgo, invitado a un banquete y rodeado de otros diez comensales que atestiguaron la veracidad del hecho, observó en forma detallada un incendio que se estaba produciendo en Estocolmo a 300 millas de distancia. Este fenómeno adquirió tal difusión que mereció la atención y los comentarios del filósofo Emmanuelle Kant.
Sus fuerzas latentes surgieron de lleno y súbitamente en abril de 1744, en Londres, y desde ese día hasta su muerte, 27 años después, estuvo en contacto con el mundo espiritual. Según sus propias palabras: "Una noche, el mundo de los espíritus, cielo e infierno, se abrió para mí y en él hallé a varias personas conocidas de diferente condición. Desde entonces, el Señor abría diariamente los ojos de mi espíritu para ver, en estado de perfecta vigilia, lo que ocurría en el otro mundo y conversar, con plena conciencia, con los ángeles y los espíritus". Londres fue la ciudad donde publicaría todos sus libros, terminaría su vida y sería enterrado su cadáver.
En su primera visión Swedenborg hablaba de una especie de vapor que se exhalaba de los poros de su cuerpo. Decía que "era un vapor muy visible que descendía hasta el suelo sobre la alfombra"; descripción del llamado ectoplasma que se encuentra en la producción de los fenómenos físicos de materialización, llamado también ideoplasma, porque toma en un instante la forma impresionada por el espíritu.
Semejante relato fue acogido por el público en general como la manifestación de un demente, pero la respuesta lógica es que nunca tuvo señales de desequilibrio mental; otros lo entendieron como un fraude, pero Swedenborg era un hombre que gozaba de fama por su honestidad; entonces algunos sugerían que tal vez se obsesionaba a sí mismo y se equivocaba honradamente. Más tarde, todas sus descripciones fueron confirmadas por innumerables observadores psíquicos.
Swedenborg consideraba que sus facultades estaban íntimamente relacionadas con un sistema más avanzado de respiración; como si el médium tuviera la posibilidad de absorber más éter y menos aire, con el objeto de llegar a un estado etéreo. Según sus propias palabras: "tomaba únicamente la cantidad de aire necesaria para sus pensamientos"; y aunque se trata de una idea rudimentaria de interpretar el fenómeno, fue compartida por muchas escuelas de educación psíquica. Aparte de esta peculiaridad de la respiración, durante sus visiones permanecía en estado normal, aunque aislado.
Afirmó haber percibido el mundo espiritual en un número de esferas diferentes que representaban varios grados de luminosidad y felicidad; alcanzadas cada una de ellas, según las condiciones espirituales de cada individuo; y donde se recibe un juicio automático por una ley espiritual que determina el resultado final, como la suma total de la vida que termina.
Encontró en esas esferas, condiciones similares y escenas semejantes a las terrenales. El recién llegado era recibido por seres celestiales y pasaban por un período de reposo completo, recobrándose después de un tiempo variable y estableciendo la conciencia de su nuevo estado. Había ángeles y demonios, pero todos habían sido seres humanos que vivieron en la Tierra; con almas desarrolladas los primeros, y con almas imperfectas los segundos. Observó que la muerte no cambia al espíritu en ningún sentido; por el contrario, conserva sus facultades, su modo de pensar, sus creencias y sus prejuicios. No hay castigo eterno y todos pueden mejorar si desarrollan el impulso necesario, incluso aquel que logre alcanzar el cielo; no permanece estacionario sino que trabaja para llegar a un lugar superior. Finalmente relataba todos los detalles, aún los insignificantes, de un mundo espiritual muy similar al terrestre pero más perfecto.
La opinión pública no le dio importancia a todas estas descripciones y se interpretaron como fruto de la imaginación. Sin embargo, estos relatos se repitieron innumerables veces, por boca de sentitivos sin información previa de ellos.
En cuanto a la facultad mediúmnica, su punto de vista era que Dios, con sabios fines, había separado el mundo de los espíritus del humano terrenal, no consintiendo la comunicación más que por poderosas razones, entre las que no debía contarse la curiosidad. Sostenía que una nube pesada rodeaba la Tierra debido a la grosería psíquica de la humanidad, y que sólo de vez en cuando aparecía un claro, de la misma forma que el relámpago ilumina la atmósfera terrenal. Sus enseñanzas se pueden encontrar en sus obras "Cielo e infierno", "La nueva Jerusalén" y "Arcana celeste".
Según relata Arthur Conan Doyle, cuando surgió el movimiento espiritista de 1848, y hombres como Andrew Jackson Davis, presentaron poderes psíquicos semejantes a los de Swedenborg y escribieron trabajos filosóficos similares, las experiencias de éste último no se consideraron como un antecedente de lo que estaba sucediendo, y no se lo incluyó como el primero y más destacado de los médiums modernos. Por su parte, los seguidores de Swedenborg miraron con recelo las nuevas manifestaciones, tal vez movidos por los celos despertados por el egoísmo, que Swedenborg veía como el mal del mundo.
Decía Conan Doyle: "A pesar de su simbolismo teológico, su nombre seguirá recordándose como el primero de todos los hombres modernos que han hecho una descripción del proceso de la muerte y del otro mundo, no cimentado en las vagas visiones extáticas e imposibles de las viejas iglesias, sino correspondientes a las descripciones que nosotros mismos obtenemos de aquellos que desde el más allá procuran darnos una idea clara de su nueva existencia."
(Facilitado por Juan C. Mariani)
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EXTRACTO DE LEY DE ACCIÓN REACCION- CAUSA Y EFECTO:
b) Nuestra vida y todo lo que en ella existe es un resultado DIRECTO del buen o del mal uso que le hemos dado a nuestro LIBRE ALBEDRIO. Esa es la Ley.
c) Dios en su INFINITA MISERICORDIA nos permite la rectificación, transformación, y compensar con las buenas obras las deudas que hemos contraído en esta o en otras vidas con el mal uso de nuestro LIBRE ALBEDRIO.
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