lunes, 10 de octubre de 2016

LOS BUENOS ESPÍRITAS



                                                 
            Acreedores en el hogar 

“Honra a tu padre y a tu madre…” Jesús (Mateo,19:19) 
“Honrar a su padre y a su madre no es sólo respetarles; es también asistirles en sus necesidades, procurarles el descanso en su vejez y rodearles de solicitud como lo han hecho con nosotros en nuestra infancia.” (Cap.14, Ítem 3) (Evangelio según el Espiritismo) 
En la dedicación a los padres, todos los hijos son joyas de luz, entretanto, para que comprendas ciertos antagonismos que te afligen el hogar, es preciso sepas que, entre hijos compañeros, que te apoyan el alma, surgen los hijos deudores alcanzándote la vida, por instructores de formas diferentes. 
Substrayéndote a los choques de carácter negativo, en el reencuentro, establece la eterna bondad de la Justicia Divina que la reencarnación funcione, reconduciéndolos a tu presencia, a través de la cuna. Es por eso que, al principio, no colaboran contigo, en casa, como de igual para igual, dado que reaparecen humildes y pequeñitos. Llegan frágiles y enmudecidos para que les enseñes la palabra de apaciguamiento y cariño. 
No te piden la liquidación de débitos en la intimidad del gabinete, y si buscan tus regazos para una nueva fase de entendimiento. 
Respiran tu halito y se amparan en tus manos, instalándose en tus pasos para la transformación del propio destino. 
Aunque desarmados, te controlan los sentimientos. No obstante, dependerán de ti, te modifican las decisiones con una simple mirada. 
De dulces inspiradores de cariño, pasan, con el tiempo, a la condición de examinadores constante de tú camino. 
Te gobiernan los impulsos, te vigilan los gestos, te observan las compañías y te exigen las horas. 
Aprende nuevamente en la escuela del mundo con tu amparo, sin embargo, a la medida que se desarrollen en el conocimiento superior, se trasforman en inspectores intransigentes de tu grado de instrucción. 
Muchas veces lloras y sufres, intentando adivinar sus pensamientos para que perciban tus pruebas de amor. 
Callas los propios sueños para que sus sueños se realicen. 
Te apagaste poco a poco, para que se iluminen en tu lugar. 
Recibes todos los dolores que te impone el alma con sonrisas en los labios, mientras te humillan el corazón. Y nunca posees lo bastante para iluminarles la existencia, a la vez que todo les das de ti mismo, sin facturas de servicio y sin notas de pagamento. 
Cuando te veas, delante de hijos crecidos lucidos, erguidos a la condición de dolorosos problemas del espíritu, recuerda que son ellos los acreedores del pasado pidiéndote el rescate de viejas cuentas. 
Busca ayudarlos y sustentarlos con abnegación y ternura, aunque eso te cueste todos los sacrificios, porque, en el justo instante en que la conciencia te afirme, todo lo hiciste para enriquecerlos de educación y trabajo, dignidad y alegría, habrás conquistado en silencio, el luminoso certificado de tu propia liberación. 

Esp. Emmanuel 
Francisco Cándido Xavier 
Libro de la Esperanza
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               Existencia de Dios 
1. Al ser Dios la causa primera de todas las cosas, el punto de partida de todo, el eje sobre el que reposa el edificio entero de la Creación, es también el tema que interesa considerar antes que nada. 
2. Hay un principio elemental que lleva a deducir la causa por sus efectos, aun cuando a esa causa no se la vea. 
Si un pájaro en pleno vuelo es alcanzado por una bala que lo mata, suponemos que fue un 
tirador, aunque no lo veamos. No es entonces siempre necesario ver algo para saber que existe. 
Absolutamente, en todos los órdenes ocurre lo mismo: observando los efectos se llega a conocer las causas. 
3. Otro principio elemental, hoy considerado axioma, a fuerza de ser cierto, es aquel que 
dice que todo efecto inteligente tiene su origen en una causa inteligente. 
Si preguntásemos quién ideó un determinado mecanismo ingenioso y nos respondiesen que se hizo solo, ¿qué pensaríamos de la persona que nos dio tal respuesta? Cuando estamos frente a una obra de arte o de una industria pensamos que ella es producto del cerebro de un hombre de genio, porque necesariamente su concepción es el resultado de una inteligencia desarrollada. 
Juzgamos que su autor es un ser humano porque sabemos que es algo factible de ser realizado por un hombre. Pero a nadie se le ocurriría pensar que pudo haber sido un idiota o un ignorante su creador, y menos aún que es el trabajo de un animal o producto del azar.
 
4. Reconocemos la presencia del hombre en sus obras. La existencia del hombre 
antediluviano se comprueba no sólo por los fósiles humanos hallados, sino también, y con igual certeza, por los objetos trabajados por él mismo que se encontraron: un fragmento de ánfora, una piedra tallada, un arma, un ladrillo. El grado de inteligencia y adelanto de quienes han realizado dichos trabajos se reconoce por la imperfección o delicadeza de los mismos. Si visitamos un país habitado exclusivamente por salvajes y descubrimos una estatua digna de Fidias, inmediatamente nos haríamos el siguiente razonamiento: los salvajes no pueden ser los autores, por lo tanto, la estatua es obra de una inteligencia superior. 
5. ¡Pues bien! Con sólo mirar a nuestro alrededor y posar nuestra mirada sobre las obras de la Naturaleza, veremos la previsión, la sabiduría y la armonía que las preside, sentimos que todas ellas sobrepasan en grado indecible a la inteligencia creadora del ser humano. Si el hombre no produjo esas obras, significa que son el producto de una inteligencia superior a la humana, a menos que pensemos que hay efectos sin causa. 
6. A este razonamiento, hay quienes oponen el siguiente: 
Las obras de la Naturaleza son producto de fuerzas naturales que actúan mecánicamente en razón de las leyes de atracción y repulsión. Las moléculas de los cuerpos inertes se unen y disgregan bajo la acción de estas leyes. Las plantas, en virtud de esa misma ley, nacen, germinan, crecen y se multiplican, cada una en su especie. El crecimiento, la flor, el fruto y el color están subordinados a causas materiales como el calor, la electricidad, la luz, la humedad, etc. Lo mismo sucede con respecto a los animales. Los astros se forman por atracción molecular y se mueven perpetuamente con sus órbitas debido a la gravitación. La regularidad mecánica en el empleo de las fuerzas naturales no habla de ninguna inteligencia independiente. El hombre mueve su brazo cuando quiere y como quiere, pero quien hace un movimiento único y siempre en igual sentido, desde su nacimiento hasta su muerte, sería una especie de autómata. Por tanto, podemos concluir diciendo que las fuerzas orgánicas de la Naturaleza son puramente automáticas. 
Todo eso es muy sincero, pero esas fuerzas son efecto que deben poseer alguna causa. Nadie dice que ellas constituyan la Divinidad. También es verdad que son materiales y mecánicas y que no son inteligentes por sí solas. Ellas son puestas en acción, distribuidas y adecuadas a las necesidades de cada cosa por una inteligencia que no es humana. La adecuación útil de esas fuerzas es un efecto inteligente que descubre a una causa inteligente. Un péndulo se mueve con automática regularidad, y es esa regularidad lo que realmente vale. La fuerza que lo hace mover es material y exenta de inteligencia, mas, ¿de qué serviría el péndulo si una inteligencia no hubiese combinado, calculado y distribuido el empleo de esa fuerza para lograr que se mueva con precisión? ¿Sería racional afirmar que la inteligencia no existe porque no está a la vista? Se la juzga por sus efectos. 
La existencia del reloj confirma la existencia del relojero: la ingeniosidad del mecanismo testifica la inteligencia y conocimientos del relojero. Cuando un reloj nos da la información que necesitamos, ¿pensamos acaso que él es inteligente? 
Podemos decir lo mismo del mecanismo del Universo: Dios no se muestra, pero afirma su 
existencia por sus obras.
 
EL GÉNESIS.
ALLAN KARDEC
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LOS BUENOS ESPÍRITAS
     El Espiritismo bien comprendido, pero, sobre todo, bien sentido, conduce forzosamente a los resultados expresados anteriormente, que caracterizan al verdadero espírita como al
verdadero cristiano, que son la misma cosa. El Espiritismo no creó ninguna moral nueva; facilita a los hombres la inteligencia y la práctica de la moral de Cristo, dando una fe sólida y esclarecida a los que dudan o vacilan.
    Pero muchos de los que creen en los hechos de las moral; o, si los comprenden, no se las aplican a sí mismos. ¿A qué se debe esto? ¿A falta de precisión de la doctrina? No, porque no contiene ni alegorías ni figuras que puedan dar lugar a falsas interpretaciones; su esencia misma es la claridad y esto es lo que constituye su fuerza, porque va directo a la inteligencia. Nada tiene de misteriosa y sus iniciados no están en posesión de ningún secreto oculto para el vulgo.
    Para comprenderla, ¿es preciso una inteligencia fuera de lo común? No, porque se ven hombres de una capacidad notoria que no la comprenden, mientras que inteligencias vulgares y aun de jóvenes apenas salidos de la adolescencia, comprenden sus matices
más delicados con admirable precisión. Esto depende de que la parte de algún modo material de la ciencia, sólo requiere vista para observar, mientras que la parte esencial requiere cierto grado de sensibilidad que se puede llamar la madurez del sentido moral,
madurez independiente de la edad y del grado de instrucción, porque es inherente al desarrollo, en un sentido especial, del Espíritu encarnado.
    En algunos, los lazos de la materia son aún muy tenaces para permitir al Espíritu desprenderse de las cosas de la Tierra; la niebla que los rodea les quita la vista del infinito; por esto no rompen fácilmente ni sus gustos, ni sus costumbres, ni comprenden nada mejor de lo que ellos poseen; la creencia en los Espíritus es para ellos un simple hecho, pero modifica muy poco o nada, sus tendencias instintivas; en una palabra, sólo ven un rayo de luz insuficiente para conducirles y darles una aspiración poderosa y capaz de vencer sus inclinaciones. Se apegan más a los fenómenos que a la moral, que les parece banal y monótona; piden sin cesar a los Espíritus que les inicien en nuevos misterios, sin preguntar si se han hecho dignos de entrar en los secretos del Creador. Estos son los espíritas imperfectos, de los cuales algunos se quedan en el camino o se alejan de sus hermanos en creencia, porque retroceden ante la obligación de reformarse, o reservan sus simpatías para los que participan de sus debilidades o de sus prevenciones. Sin embargo, la aceptación del principio de la doctrina es un primer paso que les hará el segundo más fácil en otra existencia.
    El que puede con razón ser calificado de verdadero y sincero espírita, está en un grado superior de adelantamiento moral; el Espíritu que domina más completamente la materia,
le da una percepción más clara del porvenir; los principios de la doctrina hacen vibrar en él las fibras que permanecen mudas en los primeros; en una palabra, fue tocado en el corazón; su fe es también a toda prueba. Uno es como el músico que se conmueve con ciertos acordes, mientras que el otro sólo comprende los sonidos. Se reconoce al verdadero espírita por su transformación moral y por los esfuerzos que hace para dominar sus malas inclinaciones; mientras el uno se complace en un horizonte limitado, el otro, que comprende alguna cosa mejor, se esfuerza para librarse de él y lo consigue cuando tiene una voluntad firme.
EL EVANGELIO SEGUN EL ESPIRITISMO
ALLAN KARDEC
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NECESIDAD DE LA PERFECCIÓN
Mercedes Cruz Reyes

La lucha que mantiene incesantemente el espíritu es la de perfeccionarse. Nadie que se sienta imperfecto, permanece tranquilo, en algún momento, en algún lugar, un día, reflexiona, y se descubre, es entonces cuando ve aquello que lo inquieta, que lo mantiene pesaroso, y en cierto momento, se decide a cambiar.
La necesidad de ser perfectos es una forma de control. Una parte de nosotros que se siente herida cree que "Si soy perfecto (¡lo que quiera que signifique eso para cada uno!), la gente me aceptará, me querrá, me admirará, me aprobará y me prestará atención o me valorará. Entonces me sentiré importante. Siendo perfecto, puedo controlar lo que la gente siente sobre mí". La necesidad de controlar los sentimientos de los otros hacia nosotros proviene de nuestra actitud de otorgarles a los demás la responsabilidad de valorarnos. Tenemos la falsa creencia de que si le caemos bien a alguien, entonces somos valiosos, y podremos ser felices.
Poco a poco, el espíritu va rompiendo la coraza que le obstaculiza caminar con libertad, se propone una meta, y no para hasta conquistarla, pero ahí no acaba todo,  el niño no solo aprende las primeras letras, una vez aprendido el abecedario, continua sus estudios para conseguir el doctorado, cuando es mayor. Una vez que nos hemos despojado de los tejidos groseros,  con las experiencias adquiridas, invertimos los mejores recursos hasta alcanzar el nivel de conciencia lúcida para hacer brillar nuestra luz.
Todos tenemos un dios interno adormecido, lo engrandecemos a medida  que vencemos las sombras  que nos revisten, pasando a poseer valores cada vez más nobles que nos facilita un grado de desarrollo moral cada vez más grande. En todas las encarnaciones crecemos, ampliando nuestra capacidad de comprensión de las cosas, gracias al esfuerzo que  hacemos en el aprendizaje teniendo en vista la Superior Justicia que rige todos los destinos.
El recurso más valioso para facilitar el entendimiento en torno a los acontecimientos y de las personas,  es el amor, que nos capacita  para nuevos emprendimientos y luchas.
Las sombras nos hacen muchas veces elegir los placeres mundanos, haciendo que ese proceso sea muy largo, nos olvidamos del deber  y sin darnos cuenta generamos conflictos por vincularnos a los vicios a los cuales pasamos a depender, cuando si hubiésemos seguido en la línea marcada del progreso avanzaríamos  mediante  recursos menos penosos.
Adoptados los primeros fenómenos inconscientes de la evolución el espíritu, pasa  por los instintos que se le fijan demoradamente, necesitando  transformarse esos instintos en sentimientos, para lo cual tendrá que invertir sacrificio  y abnegación para desvincularse de los condicionamientos generadores  de penosos y exhaustivos goces.
Jesús propuso enfáticamente, el amor hacia los adversarios, para conseguir la perfección.  Presentado al Padre  como síntesis  absoluta que es de la perfección, no obstante inalcanzable, ya que el Espíritu  jamás podrá ser igual al Creador.
Para alcanzar la perfección hemos de  tratar la perfección constantemente, superando el ego severo y vigilante, superando la liberación del Espíritu  cuyo campo de acción aun se encuentra impedido para su total y plena  manifestación.
Amar a nuestro prójimo significa, compañerismo, tolerancia,  solidaridad en el sufrimiento y también en la alegría, amistad en las situaciones difíciles, capacidad de disculpar siempre, produciendo una vinculación afectiva que soporte los roces y los conflictos típicos de cada cual. Es un amor diferente del que sentimos por los enemigos, ya que él se hace a nuestros ojos un ofensor, presentándonos su imagen controvertida y destacada por el mismo, haciéndonos su víctima. Amar a ese antagonista  es no retribuirle  la ofensa, no detestarlo, no conducirlo  en el pensamiento, conseguir liberarnos de  sus diatribas  y agresividad.
El resentimiento, el deseo de venganza, la amargura se instala, porque de alguna forma, dependemos  de las vibraciones  maléficas del perseguidor. El amor nos liberaría  si lo cultivásemos en nuestro corazón, ya que solo así el mal que nos quieren hacer  no nos ataría al verdugo, estaríamos tranquilos, cosa que no nos ocurre si en nosotros anida el resentimiento, el deseo de vengarnos de él.
Ese resentimiento nos prepara para futuros combates, en los cuales necesitaremos de la paciencia, la compasión, la caridad  y el sentimiento de solidaridad.  Nuestro inconsciente rechaza el perdón al enemigo y consecuentemente, el amor a quienes nos causo daño y perturbación.
Jesús nos alertó de las dificultades  y para ellas debíamos estar preparados  para los peligros de cada momento, por eso estableció el amor como el arma invencible  contra el mal  y en favor de los malos. Y esto es porque el amor es penetrante  y altera nuestro comportamiento, dulcificando a quien lo exterioriza y a aquel que lo recibe,  ya que el amor procede de las vibraciones  del Yo superior. Por eso en las relaciones humanas  debe estar siempre presente ya que solo él consigue  transformar moralmente  lo que la claridad de la razón  sencillamente no lo logra.
Nunca podremos conseguir la perfección de Dios, pero si podremos  despojarnos del primitivismo, como el diamante  para brillar debe  liberarse de toda  la ganga, pasando por la necesaria lapidación, para que pueda reflejar  la luz de afuera, poseedor que es de pureza y luz eterna…
Tanto el hombre como la mujer sufren  profundos bloqueos  en el inconsciente  respecto a la perfección, ya que se preocupa más por la obtención de recursos materiales que le permitan vivir mejor en la vejez, abrigando la esperanza de estar lejos de la enfermedad y del sufrimiento, descuidando así lo esencial, que es el esfuerzo para auto-abrirse a los designios espirituales de Jesús, como terapia y solución para las cuestiones  afligentes  de lo cotidiano.
Solamente cuando el ser humano logre la propia integración ejecutando la perfecta armonía  entre el ser interno que es y el externo que presenta, realizando y venciendo  la lucha intra-psiquica contra  lo establecido como triunfo y felicidad, aceptará los desafíos propuestos por Jesús.
En la educación psicológica del ser no ha de faltar la confianza que  aplicada  con calma  y amorosamente contribuye  a la formación de cimientos tranquilos y fuertes. Si no hay confianza  ante todo y todos, aguardando señales  definidas  para el rumbo emocional que debemos tomar, seremos dominados por la infelicidad.
Si realmente buscamos la plenitud, no debemos  perturbarnos, ante el concepto de los campeones de las sombras, de que debemos combatir  con astucia y argucia, que no debemos ceder jamás, ni retroceder, manteniéndonos siempre en vigilancia contra sus trampas, por el contrario hemos de  sentir que la realidad es muy diferente de esa amenaza enfermiza, y podremos observarlo en nosotros mismos que aspiramos a una situación más enriquecedora y a experiencias más felices.
Comenzamos por el auto-análisis y a observar a otros hermanos que comenzaron antes que nosotros y que aspiran al equilibrio a la paz,  a esa perfección, y que están empeñados en tornar cada día más ejecutable el esfuerzo que han dirigido hacia el bien y hacia la plenitud.
Lo básico, lo común, ya no les satisface, porque aspiran  a más y mejor, respiran una psicoesfera más sutil y renovadora, desintoxicándose  de los vapores deletéreos   en los cuales están inmersos todos los que aun no despertaron, que aún permanecen atentos a los placeres mundanos, en los juegos, en los vicios, en los juegos de los sentidos y en las ilusiones efímeras que pueblan su casa mental.
Necesitamos dejar de definir nuestro valor en base a cualidades externas y comenzar a valorar nuestras cualidades internas, espirituales. Si su evaluación se basa en el rendimiento, siempre estará preocupado por los resultados. Si evalúa su ser basándose en sus virtudes interiores de caridad, compasión, bondad, empatía y buen humor, alcanzará una satisfacción verdadera. Esto le permitirá crear y producir con libertad y alegría, sabiendo que aún cuando cometa todos los errores del mundo, usted seguirá siendo valioso. La perfección no importa cuando usted está feliz por sus logros internos, y no preocupado por controlar lo que los demás piensan y sienten sobre usted.
Cuando  abramos  la  mente a la idea de que existe una autoridad interna para valorar nuestras  acciones, y sepamos  apreciar la maravilla y la belleza de su esencia humana, dejará de pensar en la perfección, en su "rendimiento" y en las opiniones que los otros tienen sobre usted. Sabrá que usted es casi perfecto en su esencia, y que no hay nada que probar ante los demás.
Cuando reconozca que su trabajo es interior, más que basado en manifestaciones externas, la vida se tornará mucho más fácil y menos agotadora. En lugar de permitir que su adicción a ser perfecto lo inmovilice, será libre de expresarse libremente y manifestar sus dones y talentos. ¡La expresión personal creativa causa alegría, no miedo!
Todo el que realmente está entregado al afán de conseguir esa perfección ha  procurado encontrar los medios para conseguirlo, se ha encontrado con Jesús el Mayor y el más grande expositor  porque Él es el camino, la Verdad y la Vida,  y siente  los efectos saludables en su interior al  haberle tomado como su modelo y guía para conseguirlo, sintiendo la satisfacción de encontrarse empeñado en la auto-liberación y la auto superación ante las sombras.
Si queremos conseguir la perfección, hagamos el propósito firme, de reafirmarnos con Jesús y un día conseguiremos ese estado especial de paz y armonía, con el mundo y con las almas que lo pueblan. No nos olvidemos que la mejor herramienta es el amor,  el nos servirá de baluarte siempre que no seamos comprendidos ni tenidos en cuenta.
M.C.R. 
Fuentes: del libro “Jesús y el Evangelio”  a la luz de la psicología profunda de “Divaldo Pereira Franco.

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LA DROGA Y SUS EFECTOS BAJO LA LUZ DEL ESPIRITISMO

El futuro de la humanidad está comprometido por muchos abusos y uno de ellos es el uso de las drogas.
La situación de los espíritus que desencarnan por el abuso de las drogas es difícil ya que son considerados, como suicidas,  vagan inconscientes, a merced de las entidades que les vampirizan las fuerzas, hasta que ofrecen condiciones mentales de ser socorridos e internados en las casas de tratamiento de la Vida Espiritual, donde se demoran largo tiempo para salir de esa condición.
En algunos países, los críos de 8 o 9 años, han sido utilizados por los traficantes, que representan la escoria del Mundo Espiritual reencarnada en la Tierra, en la condición de peligrosos delincuentes.
Las instituciones espiritas dirigidas e inspiradas por el Evangelio de Jesús deben estar atentas en el amparo a los que tocan a las puertas de nuestra instituciones, pidiendo socorro contra los tóxicos – uno de los flagelos de este siglo.
El uso  de las drogas por parte de los jóvenes suele tener  su origen  en la desarmonía familiar.
Un hogar desestructurado, es un joven desorientado. Y el joven desorientado, que no encuentra en el seno de la propia familia la paz que necesita, busca apoyo en los tóxicos, volviéndose de ellos una presa fácil.
Los padres tratan a los hijos con cariño, pero deben hacerlo también con energía. Ni disciplina férrea ni excesos de libertad.
El diálogo es el alimento del amor. Los padres que no dialogan con los hijos, orientándolos para la vida, prácticamente los empujan al vicio.
El ejemplo dentro de casa lo es todo. Si el joven ve su hogar desequilibrado, es necesario que él tenga una comprensión muy grande, para no dejarse afectar. No sirve de nada dar a los hijos lo que ellos pueden, sino se les da lo esencial: amistad. Los padres que son amigos de los hijos no tienen nada que temer.
Si el joven no tiene dentro de casa una buena relación, es necesario que él entienda la dificultad de sus padres, procurando auxiliarlos y no agravando aun más la situación con exigencias descabelladas.
Cada persona tiene su propia responsabilidad. Los otros pueden influenciarnos, pero sólo hasta cierto punto. Después, entra en cuestión nuestro libre albedrío, que es nuestra voluntad de elección.
En “El Evangelio Según el Espiritismo”, está escrito: “Ciertos padres, es verdad, menosprecian sus deberes y no son para los hijos lo que deberían ser; pero cabe a Dios castigarlos y no a sus hijos; no cabe a estos censurarlos, porque tal vez ellos mismos merecen esa censura.”
Un enemigo número uno del abuso de las drogas por los jóvenes son los traficantes que se las facilitan a través de la venta.
Ellos aunque no sean  condenados debidamente por la justicia humana, no quepa la menor duda que si lo será por la Justicia Divina. El traficante de drogas es aquel que disemina el vicio. Es el que ofrece al joven la primera dosis gratuita y después pasa a explotarlo, llevándolo a prostituirse de todas las formas para obtener dinero y dárselo a él, a cambio de nuevas dosis.
Normalmente, ronda las puertas de los colegios, como “lobo con piel de cordero.” Él mismo no usa la droga, o la usa poco – porque sabe el mal que hace -, no obstante es insensible al sufrimiento que produce en los otros.
Son instrumento de los obsesores desencarnados, de los cuales es compañero, el traficante de drogas es un hombre sin fe y sin escrúpulos; si pudiese ser visto en el mundo sin el cuerpo, sus horrendas “facciones” asustarían a cualquier persona.
Aquí, en la Vida Espiritual, donde llega totalmente desvariando, en la condición de suicida y criminal, los vemos en las regiones de las tinieblas como reptiles que se arrastran penosamente por el suelo viscoso, vampirizado por entidades intelectualizadas y malévolas, que lo mantienen bajo un duro cautiverio.
Su vuelta al cuerpo, a través de la reencarnación, es la más dolorosa que se pueda imaginar. Víctima precoz del cáncer, que le corroe las entrañas, o de un idiota, en sus múltiples manifestaciones, tarda siglos para recomponer el propio cuerpo espiritual desfigurado.
 ¡Qué Dios tenga piedad de todos ellos!
El uso de drogas puede llevar al joven a degradarse, relacionándose sexualmente con los más variados tipos de compañeros. Además de esa promiscuidad sexual, tenemos el problema de la droga inyectable que, por una misma aguja, puede contaminar decenas de personas.
 Es así como el sida se ha propagado.
El sida no es un castigo de Dios, y si es  una providencia de Él, sí. Providencia, en el sentido de que los hombres, de modo general, sean más responsables en sus compromisos afectivos, unos con otros.
Providencia, para que la Tierra no sea transformada en una gran Sodoma, donde los valores espirituales sean ridiculizados.
El Sida, de cierta manera, es un socorro divino para el hombre que se sumerge en el sexo y la droga. Es una alerta para la Humanidad, que no puede atentar contra las Leyes de la Naturaleza, sin sufrir las pesadas consecuencias.
Cada enfermedad y enfermo necesita de un tipo especial de medicina, y en el caso de los drogadictos, hay que añadirle el amor y el cariño de sus padres, pues muchos padres   internan a sus hijos en centros especializados para quitarse el problema, El Evangelio en el Hogar es una de las mejores terapias para el joven drogado. Conseguir que él participe del Evangelio es más que importante: es esencial.
Los Benefactores Espirituales poco pueden hacer, cuando la familia no participa, incluso porque la prueba no es sólo del joven, ¡sino todos los que conviven con él!
El mejor internamiento para el joven viciado es la del cariño familiar. Los mejores médicos, los padres. El mejor remedio, la fe aliada al trabajo.
Si el joven drogado se vuelve excesivamente agresivo, es aconsejable su internamiento; fuera de esto, la responsabilidad primera es de la familia. Si fuera internado, al recibir el alta y encontrar dentro de casa el mismo clima, él podrá reincidir.  El internamiento hospitalario de jóvenes viciados es numerosísimo, por causa de esto. La familia que tiene dinero paga y encuentra que está haciendo lo suficiente.
21 ¡Por increíble que parezca, muchos padres internan a los hijos para verse libres de su presencia! 
La realización del Evangelio en el Hogar, por lo menos una vez a la semana, sea cual fuera la condición religiosa de la familia del joven dependiente de la droga, es indispensable.
Los hospitales psiquiátricos que se proponen tratar de jóvenes drogados deben adaptarse mejor, transformándose en una especie de casa de campo, donde el contacto directo con la Naturaleza sea posible y el canto de los pájaros en libertad sea un refrigerio para las almas.
Con el joven toxicómano, casi siempre, existe una legión de entidades que, aprovechándose de su falta de vigilancia e insensatez, le dominan la voluntad.
Si tú te encuentras, en el presente, internado en alguna casa  de recuperación, sometiéndote a tratamiento para desintoxicarte  del uso de drogas,  que  sepas que  tu paciencia en la  aceptación del tratamiento es factor de fundamental   importancia para su buen éxito.
No  te quedes reclamando el alta hospitalaria  en todo  momento.
Sométete a las orientaciones médicas, recordando lo que nos  dice el Evangelio: “Ayúdate, que el cielo te ayudará”.
Con los compañeros de tratamiento, selecciona los asuntos de  tu conversación, procurando motivarlos para el diálogo  constructivo.
Respeta las normas disciplinarias del lugar en que  te  encuentras.
La rebeldía sólo complica cualquier situación.
Ofrécete como voluntario para cooperar en la limpieza de los  corredores y de los patios, de los baños  y de los cuartos.
No dejes tus objetos de uso personal desordenados.
Toma los medicamentos con la seguridad de que  te serán  extremadamente útiles.
No discutas con nadie. Aprovecha el tiempo que  te sobre para leer, escribir y  meditar. Si hay algo que  tú sientas necesidad de contar alguien, llama al médico, o psicólogo o al enfermero de  tu  confianza y abre tu corazón.
Si la institución en que  tú te encuentras es de orientación   espírita, recibe, con respeto y fe, los pases que  te fueran transmitidos.
No te aísles por los rincones.
Habla, alégrate y espera. Tu prueba pasará.
Cuando tú recibas el alta, haz, siempre que puedas, una  visita, aunque ligera, a  tus compañeros que continuarán   bajo asistencia hospitalaria. No te descuides  de ti mismo.
M.C.R.

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