jueves, 16 de febrero de 2017

La nueva generación



                                                                       

                                         EL UNIVERSO Y DIOS

-  León Denis -

La Ciencia, a medida que se adelanta en el conocimiento de la Naturaleza,  ha conseguido  hacer que  la idea de Dios retroceda, pero esta se engrandece retrocediendo.

El Ser eterno, desde el punto de vista teórico, se volvió tan majestuoso como el Dios fantástico de la Bíblia.

Lo que la Ciencia desterró para siempre fue la noción de un Dios antropomorfo, hecho a imagen del hombre y exterior al mundo físico.

Por eso, esa noción vino a ser sustituida por otra más elevada, la del Dios inmanente, siempre presente en el seno de las cosas.

Para nosotros, la idea de Dios no admite ya la de un ser cualquiera, sino la de un Ser que contiene a todos los seres.

El  Universo ya no será nunca más esa creación, esa obra salida de la nada, de la que hablan las religiones. Es un organismo inmenso, animado de vida eterna.


Así como nuestro cuerpo es dirigido por una voluntad central que gobierna sus actos y regula sus movimientos, del mismo modo que a través de las modificaciones de la carne nos sentimos vivir en una unidad permanente a la que llamamos Alma, Conciencia. Y así también el Universo, debajo de sus formas cambiantes, variadas, múltiples, se refleja, se reconoce, se posee en una Unidad vida, en una Razón consciente, que es Dios.

El Ser supremo no existe fuera del mundo, porque este es su parte integrante y esencial.

Él es la Unidad central a donde van a florecer y a armonizarse todas las relaciones.

Es el principio de solidaridad y de amor, por el cual todos los seres son hermanos. Es el foco desde donde se irradian y se escapan al infinito todas las potencias morales: la Sabiduría, la Justicia y la Bondad.

No hay, por tanto, creación espontánea, milagrosa; la creación es contínua, sin comienzo ni final.

El Universo siempre existió; posee en sí mismo su principio de fuerza, de movimiento. Trae consigo su objetivo.

El Universo se renueva incesantemente en sus partes; en el conjunto es eterno. Todo se transforma, todo evoluciona por el juego continuo de la vida y de la muerte, pero nada perece.

En cuanto nuestros cielos, se oscurecen y se extinguen solos, en cuanto que mundos envejecidos se disgregan y se deshacen en otros puntos, sistemas nuevos se elaboran, astros nuevos se encienden y mundos vienen a la luz.

A la par con la decrepitud y con la muerte, humanidades nuevas aparecen en un eterno renovar.

Y, a través de los tiempos sin fin y de los espacios sin límites, la obra grandiosa prosigue por el trabajo de todos los seres, solidarios unos con otros, y en provecho de cada uno.

El Universo nos ofrece el espectáculo de una evolución incesante. àra la cual todos concurren, de la cual todos participan.

A esa obra gigantesca la preside un principio inmutable:

El de la Unidad universal, unidad divina que abraza, liga y dirige todas las individualidades, todas las actividades particulares, haciéndolas converger hacia un fin común, que es la Perfección en la plenitud de la existencia.
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          La mediumnidad en el Espiritismo

La filosofía doctrinaria del Espiritismo, está fundamentada en la observación razonada y minuciosa del fenómeno mediúmnico, al que considera como una bio-comunicación entre el organismo físico del médium y un Ser espiritual sin presencia física. Este proceso se lleva a cabo mediante las ondas psíquicas entre la mente del médium, que se encuentra en un estado especial de concentración llamado “trance”, y la mente del Ser espiritual comunicante.

Fundamentalmente la mediumnidad es una oportunidad de servir a los demás, ya sean seres encarnados como desencarnados, por lo que siempre se puede interpretar como una bendición de Dios que faculta el contacto con el más allá, del cual demuestra su realidad.

Para el Espiritismo, la mediumnidad no es nada sobrenatural, pues considera que no sucede nada fuera de unas leyes naturales que rigen todo cuanto existe en la Naturaleza, incluidas las de la comunicación espiritual, aunque en este caso las leyes que rigen el fenómeno aún no han sido suficientemente comprobadas, ni mucho menos aún divulgadas, pero sin embargo, el fenómeno en sí mismo no deja de ser una demostración de la existencia y real comunicabilidad con el “más allá”.

Se puede decir que la mediumnidad es como el “laboratorio” donde ha estudiado el Espiritismo con su aspecto científico,la realidad y las cualidades del Ser espiritual después de la muerte, dando mediante sus conclusiones una sólida fe y esperanza a todos los seres humanos que quieran comprobar los fenómenos estudiados por el mismo y, por consiguiente, lo que se puede deducir filosóficamente de ellos . La mediumnidad por tanto, es el pilar sobre el que se apoya y actúa el Espiritismo, junto al esclarecimiento filosófico y científico, que se refleja en la Codificación, tras los cuales, se pueden deducir unas consecuencias morales a partir de la filosofía kardeciana y del fenómeno mediúmnico.

El Espiritismo va más lejos que otras fuentes de investigación espiritual y paranormal, porque de los comunicados con los Espíritus Superiores, extrae unas conclusiones morales que se deducen de la filosofía obtenida a través de estas comunicaciones en las que nos aconsejan, nos enseñan y nos aclaran el camino a seguir en la vida para una correcta mejora y evolución del espíritu, adquiriendo un convencimiento trascendente que nos da la fuerza interior necesaria así como un claro sentido a nuestras vidas.

No debemos confundir la mediumnidad con el Espiritismo, son dos cosas bien distintas, pues esta se refiere al fenómeno mediúmnico en sí mismo, mientras que el Espiritismo es toda una ciencia de observación que estudia, analiza, contrasta y explica dichos fenómenos, de cuyas conclusiones deduce unas consecuencias filosoficas y unos principios morales que conducen espiritualmente al ser humano.

También se debe puntualizar que en las manifestaciones mediúmnicas, ni todas son de carácter animista o mental, causado por el propio médium, ni tampoco todas ellas son de carácter espiríta, en las que invariablemente siempre interviene un ser espiritual diferente al propio espíritu del médium. Las afirmaciones de alguno de estos dos extremos como única explicación posible a unos hechos mediúmnicos, son más bien producto del fanatismo en un sentido, o en otro.

- Jose Luis Martín-


El Espiritismo es una ciencia experimental que proporciona el único seguro fundamento de una verdadera filosofía y un sentimiento religioso puro.”
- Sir Albert Russel Wallace-




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      LA  NUEVA GENERACIÓN

LOS TIEMPOS HAN LLEGADO

27. Para que los hombres sean felices sobre la Tierra es preciso que sólo buenos espíritus - encarnados y desencarnados- la habiten, los cuales únicamente anhelan el bien. Ese momento ha llegado, actualmente se lleva a cabo una gran emigración entre sus habitantes. Quienes hacen el mal mismo y a quienes el sentimiento del bien no alcanza, no son dignos de la Tierra transformada y, por lo tanto, serán excluidos, porque de lo contrario volverían a traer la confusión y el desorden al planeta y serían un obstáculo para el progreso. Expiarán su obstinación, unos en los mundos inferiores, otros como miembros de la razas terrestres más atrasadas, nuestro equivalente de los mundos inferiores, llevando consigo los conocimientos ya adquiridos y con la misión de ayudar a su adelanto. Serán reemplazados por espíritus mejores que harán reinar entre sí la justicia, la paz y la fraternidad. La Tierra -al decir de los espíritus- no debe ser transformada por un cataclismo que aniquile súbitamente a una generación. La generación actual desaparecerá poco a poco y la nueva la sucederá del mismo modo, sin que haya perturbación en el orden natural de las cosas. Todo ocurrirá exteriormente como de ordinario, con la sola diferencia indicada. Mas esta diferencia tiene una importancia capital, y es que los espíritus indignos que encarnaban en la Tierra ya no volverán a hacerlo en ella. En el niño que nazca, en vez de un espíritu atrasado e inclinado al mal, encarnará un espíritu más avanzado e inclinado al bien. Se trata, en realidad, de una nueva generación de espíritus y no de una nueva generación corporal. Indudablemente, en tal sentido hablaba Jesús, cuando decía: “De verdad os digo, que esta generación no pasará sin que estas cosas se hayan cumplido.” Quienes esperen ver esta transformación operarse por medios sobrenaturales y maravillosos, resultarán defraudados.

28. La época actual es de transición. Los elementos de las dos generaciones se confunden aún. Ubicados en un punto intermedio, asistimos a la partida de una y a la llegada de la otra, presentando cada una características propias. Las dos generaciones que se suceden poseen ideas y miras totalmente opuestas. Es fácil distinguir a cual de ellas pertenece cada individuo por la naturaleza de sus disposiciones morales y, especialmente, por sus disposiciones intuitivas e innatas. La nueva generación, que debe fundar la era del progreso moral, se diferencia por una inteligencia y una lógica generalmente precoces, unidas al sentimiento innato del bien y de las creencias espiritualistas, lo que indica un cierto grado de progreso anterior. No se compondrá exclusivamente de espíritus eminentemente superiores, sino de espíritus con un ciertos grado de progreso y predispuestos a asimilar todas las ideas progresistas y aptas para secundar el movimiento regenerador. Por el contrario, lo que distingue a los espíritus atrasados es, en primer lugar, su rebelión contra Dios y negativa a reconocer ningún poder superior al del hombre. Y en segundo término, su propensión instintiva a las pasiones degradantes, a los sentimientos antifraternos del egoísmo, el orgullo, la envidia y los celos, y, finalmente, su apego a los bienes materiales y a todo lo que ata al mundo corpóreo, representado por la sensualidad, la rapacidad y la avaricia. Esos son los vicios que deben ser extirpados de la Tierra, mediante el alejamiento de quienes se rehúsan a corregirse porque son incompatibles con el reino de la fraternidad y porque los hombres de bien sufrirían al estar en contacto con ellos. Cuando la Tierra se vea liberada de ellos, los hombres caminarán sin vallas hacia el porvenir venturoso que les está reservado aquí, como recompensa a sus esfuerzos y perseverancia, aguardando que una depuración más completa aún les abra las puertas de los mundos superiores.

29. No debemos creer que por esta emigración de espíritus todos los espíritus atrasados serán expulsados de la Tierra y relegados a mundos inferiores. Por el contrario, muchos volverán, pues se trata de aquellos espíritus que cedieron ante las circunstancias y el mal ejemplo. En ellos la corteza era más mala que el fondo. Una vez libres de la influencia de la materia y de las preocupaciones del mundo corpóreo, la mayoría verá las cosas bajo una nueva luz, tal cual lo demuestran los ejemplos que poseemos. En esto se ven auxiliados por espíritus benévolos que se interesan por ellos y que se apresurarán a ilustrarlos y hacerles ver el camino equivocado que habían tomado. Nosotros mismos, con nuestras plegarias y exhortaciones, podemos ayudarles a mejorar, ya que existe una solidaridad perpetua entre vivos y muertos. La manera en que se opera esta transformación es muy simple y, como se ha indicado, de naturaleza puramente moral y no se aparta en nada de las leyes de la Naturaleza.

30. Que los espíritus de la nueva generación sean nuevos espíritus mejores o los antiguos espíritus mejorados, no cambia en nada el resultado. Desde el momento que traen consigo mejores disposiciones, se trata siempre de una renovación. Los espíritus encarnados integran, de acuerdo con sus disposiciones naturales, dos categorías: por una parte, los espíritus refractarios que parten, y por la otra, los espíritus progresistas que llegan. El estado de las costumbres y de la sociedad, de un pueblo, de una raza o del mundo entero, dependerá de cuál de las dos generaciones prevalezca.

31. Una comparación de todos los días servirá para comprender mejor aún lo que ocurre en estas circunstancias. Supongamos un regimiento compuesto por una gran mayoría de hombres turbulentos e indisciplinados. Se sucederían desórdenes sin fin que la severidad de la ley penal a duras penas podría reprimir. Esos hombres son los más fuertes, porque son mayoría. Se sostienen, animan y estimulan mutuamente por el ejemplo. Los pocos buenos carecen de influencia. Sus consejos son desoídos y motivo de escarnio, soportan malos tratos por parte de los sediciosos y sufren con tal compañía. ¿No es ésta la imagen de la sociedad actual? Supongamos ahora que tales hombres se van eliminando del regimiento, uno a uno, diez a diez, ciento a ciento, y que se les va reemplazando por otros tantos buenos soldados, incluso por los mismos que habían sido expulsados pero que se corrigieron. Al cabo de un cierto tiempo el mismo regimiento se habrá transformado y el orden sustituirá al desorden. Los mismo sucederá con la Humanidad regenerada.

32. Las grandes partidas colectivas no sólo tienen por objeto activar la emigración, sino también transformar con más rapidez el espíritu de las masas, desembarazándolas de las malas influencias y fomentando en ellas su afición por las nuevas ideas. Y es este el motivo por el que muchos, a pesar de sus imperfecciones, están maduros para esta transformación y parten a regenerarse en fuente más puras, puesto que si permaneciesen en el mismo medio y bajo las mismas influencias persistirían en sus opiniones y en su forma de apreciar las cosas. Una estancia en el mundo de los espíritus les basta para abrir los ojos, porque allí ven lo que no pueden ver sobre la Tierra. El incrédulo, el fanático y el absolutista volverán con ideas innatas de fe, tolerancia y libertad. A su regreso encontrarán muchos cambios y sentirán la influencia benéfica del nuevo medio en que han nacido. En lugar de oponerse a las nuevas ideas, las propagarán.

33. La regeneración de la Humanidad no tiene absoluta necesidad de la renovación total de los espíritus: basta con una modificación en sus disposiciones morales. Pero esta modificación se verifica en todos aquellos que están dispuestos a ello, una vez liberados de la perniciosa influencia del mundo. Quienes reencarnan no son siempre otros espíritus, sino los mismos pensando y sintiendo de manera completamente distinta. En tanto esta mejora es aislada e individual, pasa inadvertida y carece de influencia ostensible en el mundo. El efecto es completamente diferente, en cambio, cuando se opera simultáneamente en muchas personas, porque entonces, según las proporciones, las ideas de un pueblo o de una raza pueden modificarse en profundidad en una sola generación. Eso es lo que se observa casi siempre después de las grandes perturbaciones que diezman a las poblaciones. Las plagas destructoras sólo destruyen el cuerpo, pero no dañan al espíritu. Activan el movimiento de entradas y salidas entre el mundo corpóreo y el mundo de los espíritus y, en consecuencia, el proceso progresivo de los espíritus encarnados y desencarnados. Hay que hacer notar que en todas las épocas de la historia, las grandes crisis sociales fueron seguidas por una etapa de progreso.

34. En estos momentos se está operando uno de esos movimientos generales que traerá la transformación de la Humanidad. La multiplicidad de las causas que ocasionan destrucción es un signo característico de tales tiempos, ya que deben acelerar la aparición de los nuevos gérmenes. Son las hojas del otoño que caen, a las que sucederán las hojas reverdecidas, ya que la Humanidad tiene sus estaciones, así como los individuos tienen edades diversas. Las hojas muertas de la Humanidad caen impulsadas por las ráfagas heladas, pero renacerán más vivaces bajo el mismo soplo de vida, pues ellas no se extinguen jamás, sólo se purifican.

35. Para el materialista, las plagas destructoras son calamidades sin compensaciones ni resultados útiles, puesto que, según él, aniquilan multitud de seres que no han de regresar. Mas para quien sabe que la muerte sólo destruye el cuerpo, no tienen ellas las mismas consecuencias y no le causan el más mínimo espanto. Comprende la finalidad y sabe que los hombres no pierden más por morir en masa que por hacerlo aisladamente, ya que, de una manera o de otra, morirán igualmente. Los incrédulos se reirán de estas cosas por considerarlas quiméricas. Pero, sin importar lo que digan, no escaparán a la ley común: se doblegarán a su vez como le ha pasado a tantos otros y, entonces, ¿qué será de ellos? Dirán: ¡Nada! Pero vivirán, a pesar de lo que piensen, y algún día se verán obligados a abrir los ojos.
Extracto final de libro El Génesis” - Allan Kardec

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LO MÀS INSIGNIFICANTE PUEDE EMPEÑAR UNA ENCARNACIÒN- 

       Comunicado espiritual que afirmó ser  de Abraham Lincoln 

Jaén, 6 de septiembre de 1963 

-La paz del Señor nos acompañe. Os habla Demeure ( Entidad Espiritual Director de las sesiones  mediúmnicas). 

Vamos a dar paso a un hermano que quiere comunicarse con vosotros y relataros algo de su última encarnación para que veáis lo difícil que es salir totalmente puros de ellas. 

-"Ser todos benditos de Dios. 
Nací en una cuna humilde en América, concretamente en la del Norte. Desde pequeño tuve inclinación a las cosas grandes, importantes, a todo lo que constituía algo extraordinario. Mi alma, desde niño, se iba templando y se iba educando en lo justo. Sentía sacudidas de dolor cuando los demás se maltrataban o se hacían daño. Sentía, igualmente, aguijo­near en mi espíritu cuando veía maltratar a los animales. 
De ocupaciones un poco rudimentarias, hice hincapié en leer mucho y saber. Pensaba que los hombres deben venir a la tierra para servir, para enseñar, para ayudar en lo que sea posible a los demás; para estar siempre dispuestos a hacer, decir y mandar bien. Debatiéndome en esas disquisiciones fui creciendo. A medida que crecía mi cuerpo, crecía mi alma en aspiraciones; mi corazón se iba abriendo más hacia el bien, mi alma ansiaba oír a los que enseñaban lo mejor; cerraba mis oídos y mi alma a lo que no convenía porque sabía que no sólo me perjudicaba, sino que perjudicaba a mis hermanos. Me iba dando cuenta que mi alma estaba predispuesta para desarrollar elevadas concepciones, que era sensitiva en alto grado, que se nutría de lo ideal y vivía para él, menospreciando todas las bajezas humanas, porque las bajezas de los hombres destruyen y anu­lan lo bueno y justo que tienen, que es el soporte de la bendita espiri­tualidad. 
Tenía la costumbre, queridos hermanos, de contemplar el cielo porque con su majestuosa inmensidad nos enseña cuán pequeños somos y nuestra alma se eleva buscando lo superior y divino, despojándonos así de las preocupaciones y sinsabores del día. A medida que mi vista recorría la bóveda celeste admirando las innumerables estrellas, mi alma se dilataba y ensanchaba al concebir la grandeza incomparable de la obra de Dios. 
Con grandes esfuerzos conseguí ilustrarme. Por mi manera de pensar, por mi condición de ser y, sobre todo, porque fue así la voluntad del Sumo Hacedor, llegué a la política. Fui un hombre representativo. Hice discursos que la historia recuerda; muchas cosas que yo decía se leen y comentan aún en las academias de mi país. Mi alma no necesitaba de grandezas, de dinero ni de posición elevada en la tierra: lo que necesitaba y deseaba era la paz entre los hombres, luz para sus inteligencias, tranquilidad de conciencia, amor fraterno y que el pan bendito se esparciera por igual para que todos fueran dignos hijos del Creador, que nos ha hecho a todos por igual, con las mismas leyes, los mismos derechos y los mismos deberes. Por circunstancias que yo no me las he podido explicar, por cosas recibidas de las alturas, el pueblo creía en mí como un ejecutor de la justicia, de la comprensión y de la libertad. Era muy aficionado a hablar a las multitudes. Tenía el don de atracción porque en todas mis palabras ponía la sinceridad de mi alma y la gratitud que debemos todos al Sumo Hacedor. 
Como es natural, tuve mi contrapartida, como la tienen todos los hombres que dicen la Verdad: Tuve que soportar las luchas intestinas que constituyen la palanca que destruye la hegemonía de los mandatarios, pero quiso Dios que saliera triunfante de todas esas contiendas, de todas esas torcidas intrigas e intenciones de los hombres que creen saber todo y acaban por conocer que no se conocen ellos mismos. Llegué por elección a la Jefatura del Estado. Podéis creerme, hermanos queridos, que jamás prendió en mi alma el orgullo ni la vanidad porque me elevaron a aquel sitial tan alto. En aquel momento me consideré dichoso porque todos mis proyectos, mis doctrinas, las podría poner en práctica para beneficio de mis hermanos que nacieron conmigo en todos aquellos pueblos donde el deseo de libertad y equidad triunfaba sobremanera; donde se propug­naba la igualdad y se perseguía todo lo que no era justo ni equitativo. De una manera enérgica y rápida dicté la supresión de la esclavitud porque ese era uno de mis programas y lo exigía la conciencia cristiana. Dicté así la supresión de los padecimientos, vejámenes y dolores de mu­chos hermanos míos. Hermanos, sí, aunque el color de su piel fuese otro. Sabía que todos tenían el derecho y la obligación de participar en los bienes, en los dolores y en las luchas que necesitan los pueblos para rejuvenecerse y salir airosos del caos en que están metidos por las malas disposiciones de los hombres. 
Creé muchas obras benéficas, hospitales, centros de enseñanzas. Evité guerras exteriores. Hice que se modificaran algunas leyes y que los gobernadores trataran bien y con imparcialidad a sus gobernados. Creía firmemente que cumplía con mi deber y con el compromiso que adquirí con mi electorado. Entendía que los que tienen mucho deben desprenderse de lo que les sobra en bien de los que no tienen nada; que los que constituyen una nación deben tratarse y comportarse como hermanos, no debiendo existir luchas de raza, de color ni de poder. Dicté disposi­ciones que obligaban a los poderosos a pagar impuestos para sostener el mejoramiento y bienestar de los necesitados y fue en esto último en lo que delinquió mi alma. Delinquió porque se obtuvo este dinero de una manera arbitraria y mediante exigencias. Las ayudas de unos hermanos a otros debe realizarse de forma espontánea y amorosa para que surtan los efectos saludables que el Padre espera de Sus hijos. 
Observar, hermanos, que lo más insignificante puede empañar el es­plendor radiante de una encarnación. Por ello aconsejo a todos que estu­dien detenidamente cualquier determinación, y si son mandatarios que manden bien y para todos, sin pensar nunca en el bien personal suyo. 
-Hermano, ¿nos puedes decir quién fuiste? 
-Abrahán Lincoln. Que Dios nos ayude y bendiga a todos".

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 HIJOS ADOPTIVOS EN LA VISIÓN ESPIRITA


Por la visión espirita, todos somos adoptados.Porque el único Padre legitimo es Dios.

Los padres de la Tierra no son nuestros padres, ellos están como nuestros
padres.

Porque cada encarnación, mudamos de padres consanguíneos, más en todas
ellas Dios es siempre el mismo Padre. Mas, para entender mejor la existencia de esta experiencia en la vida de muchos padres, es necesario analizarlo bajo la óptica espirita, bajo la luz de la reencarnación.

La formación de un hogar es un planeamiento que se desenvuelve en el Mundo
Espiritual. Sabemos que nada ocurre por acaso. Así como los hijos biológicos,
los hijos adoptivos también son compañeros de vidas pasadas.

Nuestra vida de hoy es el resultado de lo que planeamos para nosotros mismos,
en el pasado. Surge, entonces, una indagación: “si los hijos adoptivos son viejos
conocidos y deberán encontrarse en el mismo hogar, por qué no nacieron como
hijos naturales?

En la literatura espirita encontramos varios casos de hijos que, en función del
orgullo, del egoísmo y de la vanidad, se tornan tiranos con sus padres,
esclavizándolos a sus caprichos y pagando con la ingratitud y dolor la ternura
y el celo paternos.

De retorno a la Patria Espiritual (al desencarnar), al despertar su conciencia y
entender la gravedad de sus faltas, pasan a trabajar para recuperar el tiempo
perdido y reconciliarse con aquellos que lesionaron afectivamente.

Siendo así, reencuentran aquellos mismos padres a quien no valoraron, para
devolverles el afecto machucado, rescatando el cariño, el amor y la ternura de
entonces. Porque la Ley es de Causa y Efecto.

No siendo aprovechada la convivencia con los padres amorosos y desvelados,
es de Ley Divina que retome el contacto con ellos como hijos de otros padres
llegándoles a los brazos por las vías de la adopción.

A los padres cabe el trabajo de orientar a estos hijos y conducirlos al camino
del Bien, independientes de ser hijos consanguíneos o no.

La responsabilidad de padres es la misma. Recibiéndolos en el hogar por la
bendecida experiencia de la adopción, Dios señaliza a los cónyuges estar
confiando en su capacidad de amar y enseñar, perdonar y auxiliar a los
compañeros que retornan para hoy valorar el desvelo y atención que
entonces no supieron hacer.

Traen en el corazón desequilibrios de otros tiempos o arrepentimiento
doloroso para la solución de los cuales piden, al reencarnar, la ayuda de
aquellos que los acogen, no como hijos de cuerpo, más si como hijos del
corazón. Allan Kardec elucida: “No son los lazos de la consanguinidad los
verdaderos lazos de la familia y si los de la simpatía y los de la comunión de
ideas”.

¿DEBEMOS OCULTAR QUE ELLOS SON ADOPTIVOS?
Uno de los mayores errores que algunos padres adoptivos cometen es el de
ocultar la verdad a sus hijos. Es importante, desde temprano, decirles la
verdad.

Algunas veces, lo hacen por amor, ya que los consideran totalmente como hijos;
otros lo hacen por miedo a perder el afecto y cariño de ellos. Cuando los hijos
adoptivos crecen, aprendiendo en el hogar los valores morales elevados, se
sienten más amados por entender lo que son, no por haber nacido de sus
padres, más si fruto de afecto sincero y real, y pasan a entender que son hijos
queridos del corazón.

Revelarles la verdad en la edad adulta es destruirles todas las alegrías vividas,
es alterarles la condición de hijos queridos por huérfanos asilados por la mira
de pena y compasión.

No debemos traumatizarlos, librándoles de riesgo de perder la oportunidad de
aprendizaje del hoy. André Luiz nos esclarece en cuanto a este peligro: “Hijos
adoptivos, cuando crecen ignorando la verdad, acostumbran a traer enormes
complicaciones, principalmente cuando son esclarecidos por otras personas.”

Idénticamente a lo que ocurre en relación a nuestros hijos biológicos, hemos de
buscar el diálogo franco y sincero, con base al respeto mutuo, bajo la luz de la
orientación cristina en la conducta. Los padres que conversan con los hijos
fortalecen los lazos afectivos, tornando la cuestión de la adopción cosa
secundaria. Recibiendo en nuestra jornada terrena la oportunidad de tener en
nuestro hogar un hijo adoptivo, guardemos en el corazón la certeza de que
Jesús nos está confiando la responsabilidad sagrada de superar el propio
orgullo y vanidad, amando verdaderamente y desinteresadamente a la
criatura de Dios confiada en trabajo de educación y amparo.

Y, ayudándolos a superar sus propias malezas, mañana podrán volver al seno
de aquellos que lo aman en la posición de hijo legítimo.

¿ES ACONSEJABLE LA ADOPCIÓN POR LA PAREJA HOMOSEXUAL?
Raul Teixeira responde: “El Amor no tiene sexo. ¿Cómo es que podemos
imaginar que lo mejor para un niño es ser criada en la calle, al relente,
sometido a todo tipo de execración, o ser criado nutrido, bendecido por un
hogar de pareja homosexual? Mucha gente asevera que el niño corre peligro.
¿Más cómo?
Nosotros estamos acompañando a niños corriendo riesgos en las casas de sus
padres heterosexuales todos los días.

Otros afirman que los niños criado por homosexuales podrán adoptar la misma
postura, la misma orientación sexual. Lo que también es falso. La masa de
homosexuales del mundo adviene de hogares de heterosexuales. Entonces,
habremos de concluir que son las parejas de heterosexuales las que forman a
los homosexuales. Luego, no debemos entrar en esta discusión que es una
tontería preconceptuosa; aquel que tenga amor para dar que lo de.”

Amemos a nuestros hijos, sin pensar si nos vinieron a los brazos por la
descendencia física o no, como un encargo bendecido que el Cielo nos entrega.
Cerremos con Emmanuel: “recuerda que en tu ultima instancia, sea cual sea
nuestra posición en los equipos familiares en la Tierra, somos, por encima de
todo, hijos de Dios”.

Fuente: http://www.samaritanos.com.br/
 






                          

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