miércoles, 8 de marzo de 2017

Religiones y Espiritualidad


                     
                                      

                              CAUSALIDAD Y FINALIDAD

Los dos puntos filosóficos sobre los cuales gira la moral dinámica del Espiritismo son, sin disputa, la causalidad y la finalidad, sin los cuales toda conducta carece de verdadero fundamento. La causalidad responde al por qué de las acciones, mientras que la finalidad explica el para qué de las mismas. Si falta uno de estos dos términos, no existen, no pueden existir verdaderas acciones morales: en el primer caso porque sin antecedente causal, sin causa o serie de causas, que influyan en las determinaciones de la voluntad, de acuerdo con el proceso moral de cada individuo, ninguna acción se explica, y en el segundo, porque si a este antecedente causal y sus efectos consiguientes, les falta un poder directriz, selectivo y telético, una dirección, un fin moral perfectible hacia el cual ajustar las acciones con arreglos a principios éticos inherentes a la conciencia de cada individuo, se caería en el determinismo fatalista o en el fatalismo determinista, es decir, en el materialismo o en la teología. 

Porque y conviene dejarlo establecido- el fatalismo teológico no excluye el determinismo, antes bien lo supone: pues si las acciones se realizan, en tal supuesto, de acuerdo con la presciencia de un Dios que las ha previsto y dispuesto desde toda la eternidad, necesitan para que así resulten del encadenamiento de las causas que las han de producir, sin el cual no se realizarían; y si, por el contrario, se realizan en virtud de un determinismo ciego, sin sujeción a principios morales inherentes al espíritu ni a la dirección finalista que este les trace de acuerdo con una finalidad de bien y de justicia perfectibles, tal determinismo es fatalista, de un fatalismo más funesto y desgraciado que el primero, por cuanto este se cumple de acuerdo a una voluntad, a una inteligencia, a un propósito, a un fin divino, aunque en este caso, el hombre no resulte más que un instrumento de la Providencia, que tiene la pretensión de creer que es él el que voluntariamente camina, siendo Dios el que lo arrastra a su oculto destino, según un plan preestablecido. 

La filosofía espírita es determinista, pero no fatalista, ni en el sentido teológico, ni en el materialista. En el primero, porque no admite que las acciones humanas ni las causas que las producen estén fatalmente dispuestas por Dios para la realización de cada fin individual, y porque este fin no es un límite en el cual se cierre la evolución del espíritu ni está fuera de ser, ni es opuesto a su esencia ni a su voluntad, sino que es dinámico, indefinido y libre en la elección de los medios y de las acciones que han de realizarlo: es el ser realizándose a si mismo en el proceso sin limites de su evolución, superándose en las nociones y en la práctica del bien, de la justicia y del amor, desarrollando las potencias y facultades de su espíritu, elevándose a una mayor comprensión de su personalidad y de la naturaleza en medio de la cual se desarrolla. 

El principio inteligente o causa primera que rige el destino de los seres y de las cosas y al cual por hábito de lenguaje llamamos Dios, no está fuera del Universo y de la vida, ni por consiguiente, fuera del hombre, que también es vida e inteligencia y parte integrante del Universo, sino que es el principio mismo de la acción universal en todos los órdenes de la vida, la causa activa, viviente, diversificada en los seres, alma dinámica que todo lo llena y todo lo comprende en su propia esencia, que todo lo determina y enlaza valiéndose para ello de los mismos seres que crea, sin impedir, las determinaciones de cada uno, las que, por lo demás no pueden ser impedidas arbitrariamente, porque cada ser es un agente de sus propios designios, una ley que se cumple dentro de la complejidad de las leyes antinómicas que dan existencia al mundo e impulso a la evolución. 

Obre bien u obre mal, tampoco el hombre puede ir en contra de los designios de Dios, porque, siendo la creación resultante de estos designios, no puede hacer ni siquiera pensar nada arbitrario a ellos; y de ahí que los actos del hombre, como sus mismos pensamientos, sean buenos o sean malos, sean morales o inmorales, libres u obligados están siempre dentro de las leyes naturales o, si se prefiere, divinas. 

Si el hombre fuese capaz de obrar contra todas las leyes de la naturaleza sería un ser sobrenatural, muy superior al mitológico Lucifer, y entraría en conflicto con el mismo Dios, a quien superaría por haber descubierto leyes y realizado actos que no eran posibles dentro de la naturaleza. 

El hombre dentro de su relativa inteligencia y sus limitadas facultades no puede sino estar en armonía (en armonía dinámica, entiéndase bien) con la Causa creadora que rige los destinos de los seres, y cualesquiera que sean sus determinaciones morales, encajan siempre en la armonía dinámica del Universo. 

Esto podría hacer suponer la justificación de situaciones o sucesos que reputamos como malos. Pero téngase en cuenta que estas situaciones y sucesos, en nuestro concepto dínamo-genético de la vida y de la historia, ni son justificables ni son fatales: son el resultado de un proceso en el que entran factores conscientes e inconscientes, voluntarios e involuntarios, resultado que, en los términos opuestos de la armonía social, representan la parte negativa y que lleva, en la parte positiva, los elementos de su propia destrucción; tienen la duración de un ciclo de la evolución social; cuya caída puede producirse, y se produce, en última instancia, por la voluntad y por las fuerzas morales puestas al servicio de un bien y de una justicia mayores. 

El hecho de que una cosa exista, no significa que haya tenido fatalmente que existir, ni que sea justificable por el mero hecho de su existencia. 

No hay, pues nada fatal en la evolución moral, según la doctrina espiritista, fundada en el conocimiento del espíritu humano: cada ser realiza sus propios fines dentro de las posibilidades de cada momento de su existencia, actuando en la creación y modificación de las condiciones favorables a su desarrollo e imprimiendo a éste, según el grado de perfeccionamiento alcanzado, la dirección moral y social que conviene a sus fines. 

Tampoco es fatalista en el sentido materialista; no puede admitir, porque los hechos y los razonamientos se oponen a ello, que las acciones y los sucesos humanos estén necesariamente determinados por una causalidad fenomenal y ciega y que la voluntad y la conciencia estén subordinadas a esta causalidad. 

El materialismo, y hablo del materialismo dialéctico que es determinista y, en el sentido expuesto, fatalista, coloca la causalidad atrás, y por delante el azar. Niega finalidad a la vida y, particularmente a la vida individual. El individuo, como ser biológico, no es más que un mero accidente, una forma pasajera de la materia organizada; como ser psíquico, la resultante del funcionamiento cerebral y de los reflejos exteriores en el cerebro, como ser moral y social, el producto del medio y de la sociedad; sólo le concede deseos y propósitos inmediatos, cuyos resultados anula en el choque o conflicto de los opuestos.

- Manuel S. Porteiro-

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" Sus creencias no hacen de usted una persona mejor; sus actitudes sí "
                           - Chico Xavier-

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             EL SUFRIMIENTO FORMA PARTE DEL MECANISMO DE LA VIDA

Mercedes Cruz reyes

Actualmente, muchas personas tienen un concepto erróneo que también era muy común en los días de Jesús. En esa época la gente suponía que la salud y la  riqueza de la persona eran un indicativo de su justicia o de su culpabilidad. Se  creía que aquellos que tenían una vida cómoda y próspera habían sido bendecidos por Dios, en tanto que aquellos que sufrían de pobreza, enfermedades y otras  adversidades habían sido maldecidos divinamente por sus pecados.
Uno de los propósitos de Jesucristo fue aliviar nuestro sufrimiento. Él no es ajeno al sufrimiento, y les ofrece su consuelo, su ayuda y esperanza a todos aquellos que sufren. “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas”
(Mateo 11:28-29).
El dolor es un mecanismo natural de la vida que objetiva la educación del individuo. Todo sufrimiento es una dolencia del alma en desajuste. El dolor es el remedio amargo que despierta en el ser la necesidad de transformación. El dolor por tanto, es  un mecanismo de la ley.
Las causas profundas del sufrimiento, están en el individuo mismo, que se debe auto examinar, auto conocer, a fin de librarse de ese tipo de sufrimiento. La mayoría de los sufrimientos emanan de la forma incorrecta como la vida es encarada.
El dolor y el sufrimiento son frutos de una voluntad contrariada, pero que la persona que sabe vivenciarlos está más cerca de la salvación. En el campo de la espiritualidad las diferentes corrientes religiosas y filosóficas tienen diversas percepciones sobre el significado del dolor y del sufrimiento humano.
León Denis  afirma  que “el dolor será necesario mientras el hombre  no concuerde   a través de sus pensamientos y sus actos  de acuerdo con las leyes eternas. Somos los arquitectos de nuestra vida. Si tuviésemos conciencia de eso, trabajaríamos hoy por un mañana mejor.
El coraje, el buen ánimo y la oración son las mejores armas para resistir el dolor. Fe en Dios, estudio y acciones en el bien. Muchas maravillas nos son reveladas en los momentos difíciles de nuestra existencia.  y muchas veces es el dolor el que nos despierta y nos coloca en un camino más equilibrado y armonioso.
Muchas veces cuando creemos que el dolor es muy grande y que no vamos a resistirlo tenemos que acordarnos de que todos somos hijos del Eterno Padre. Ningún padre quiere ver sufrir a su hijo. Más cualquier padre, al ver al hijo enfermo, prefiere que el sufra momentáneamente con la inyección dolorosa, para que se recupere, que quede enfermo y sufra por más tiempo. En los momentos de dolor, debemos ligarnos al padre a través de la oración, de la lectura edificante, buscando mantenernos lo más equilibrados posibles.
El hombre culpa a Dios por el sufrimiento y el mal que hay en el mundo. Pero Dios no es el culpable. La responsabilidad recae directamente sobre nosotros porque el mal que hacemos por la ley de acción y reacción, vuelve a nosotros.
Sabiendo que el dolor no es punitivo, más si educativo, debemos entender que el dolor tiene origen en las causas evolutivas. En las resistencias morales  características de los espíritus aun ignorantes e insumisos. Uno de los objetivos del dolor es hacernos más fuertes. Cada vez que huimos de el, estamos retardando la marcha de nuestro progreso.
Todas nuestros hechos quedan registrados en nuestro periespiritu, marcándolo y hasta desorganizándolo. Siendo asi, retornamos a la vida espiritual con esas marcas que nos incomodaran profundamente. Al reencarnar, estos disturbios que estan gravados en el periespiritu serán impresos en el nuevo cuerpo, pues el periespiritu  es el organizador de la forma del cuerpo. De esa forma, el cuerpo será portador de las deformaciones físicas, perturbaciones psíquicas, etc. como dijo Emmanuel: Tu hoy eres la luz o la tinieblas de tu mañana.”
El sufrimiento está íntimamente ligado con lo existencial, lo espiritual, lo eterno del hombre. Sabiendo que vivimos en un mundo lleno de miseria, en el que la tragedia puede ocurrir en cualquier momento, ¿no deberíamos tomar en serio la advertencia de Jesús de arrepentirnos y empezar a poner en armonía nuestra vida con la de él? Como Jesús le dijo al hombre al que sanó de una enfermedad que había sufrido por muchos años: “. . . no peques más, para que no te venga alguna cosa peor” (Juan 5:14).
El Espiritismo no es el mensajero de la eliminación del sufrimiento. Antes es el consolador que te ofrece recursos hábiles para superar todo y cualquier conflicto, amargura, provocación, construyendo el futuro mejor que te espera….
La tempestad que verdea los bosques es la responsable por las futuras ramitas exuberantes que se llenaran de flores y de frutos.
Disminuir su intensidad o calmarlo, es la gran meta de todo el que sufre. Sin embargo, el dolor no es una punición, es un excelente mecanismo de la vida al servicio de la propia vida. El forma parte de la etapa evolutiva del orbe y de todos cuantos aquí se encuentran, marchando hacia planos más elevados.


Si usted está sufriendo, ¿qué debería hacer? ¡Lleve su problema delante de Dios en oración con fe, y pídale que le dé consuelo y fortaleza! No podemos evitar el sufrimiento en un  mundo lleno de maldad, pero si nos volvemos a Dios podemos experimentar el consuelo y la esperanza de aguardar un mundo libre de dolor.

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                        PRESENTES DE AMOR

- Cuando usted hubiere beneficiado a alguien, consolide su bondad con su silencio sobre la donación hecha para que no se pueda sentir humillado quien la recibió.
 -  No se ponga en contra de quien habla por el simple placer de contradecirle.
  - Suministre  una información sin menos preciar a quien la pide.
  - Converse sin el deseo de parecer mayor o mejor que los otros.
  - Acostúmbrese a evitar confrontaciones para no herir susceptibilidades de quien le oye.
   - Tolere el apunte menos grato de algún amigo, sin irritación y sin venganza.
    - Cultive la paciencia en los momentos difíciles, absteniéndose de agravar tribulaciones y problemas.
     - No tiente al corazón ajeno con promesas que no desee y no pueda cumplir.
      - Realice el bien por la alegría de servir, sin cobrar tributos de gratitud.
      - No exija la cooperación de los demás en tareas que usted pueda realizar por sí mismo.
           Esparciendo esos presentes de amor, estará usted efectuando, en la organización de cambios de vida, sus mejores inversiones de paz y felicidad.

- André Luiz- Médium: Francisco C.Xavier

(Del libro Respuestas de la Vida)

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RELIGIONES Y ESPIRITUALIDAD

La idea innata sobre algo que trasciende al ser humano, y la necesidad de relacionarse con ese Algo Superior para vivir en consonancia y armonía con la vida, ha sido una constante en el devenir de la historia del hombre.
Los Grandes Avatares de la humanidad trajeron un mensaje revelador, un empujón divino que ayudara en su progreso espiritual a las conciencias desviadas o dormidas, y que les marcara un rumbo cierto, facilitándoles su recorrido por la existencia física. Estos Mensajeros Divinos, en su mayoría, no fueron comprendidos y en algunos casos sufrieron el rechazo y la persecución. Con sus ejemplos que denotaban superioridad moral y espiritual, marcaron a sus sociedades en el contexto de la época en que vivieron. Posteriormente, sus seguidores más entusiastas, quisieron de buena fe, interpretar y trasladar ese mensaje para la generalidad, no obstante, casi nunca se ajustaba a la realidad ni mucho menos a su sentido profundo. Pese a su buena voluntad les faltaba preparación moral y experiencia. El paso del tiempo, y la implicación progresiva de un número mayor de personas con sus interpretaciones sesgadas, unidas a otros intereses más mundanos, generó una pérdida de calidad del mensaje original.
Este es, sin ninguna duda, la historia general de la mayoría de las religiones que existen en la actualidad en el mundo; sin desmerecerlas puesto que cumplen una labor importante, llevando el mensaje de sus precursores a todos los rincones; ni tampoco menospreciar a sus seguidores, a esa ingente cantidad de personas sinceras y nobles que trabajan con la intención de vivir la espiritualidad.
Si nos remontamos al origen, etimológicamente la palabra religión procede del vocablo latino “religare”. “Re”, que significa intensidad; y “ligare” cuyo significado es ligar o amarrar. Acción y efecto de ligar fuertemente (con Dios). Según Sebastián de Arauco, autor del “Temario de Conocimiento Espiritual” y de “3 Enfoques sobre la Reencarnación”: La religión es un sentimiento que tiene el ser espiritual de acercarse a su Creador, sentimiento sublime cuyas exteriorizaciones son el amor en sus múltiples manifestaciones.
Invariablemente, con el paso del tiempo, y con los cambios sociales y de mentalidad que se han ido efectuando en la sociedad en las últimas décadas, asistimos a un cambio de percepción en cuanto a la religiosidad y la espiritualidad. Muchas personas no consiguen llenar ese espacio interior con las religiones y optan por buscar soluciones fuera, a veces, de un modo autodidacta, estudiando, analizando otras posibilidades espirituales que le convenzan y le inspiren en su diario caminar.
Efectivamente, la percepción por parte de muchísimas personas es de que las religiones obedecen a unos patrones estáticos, con unas estructuras casi siempre muy rígidas, que no permiten la libertad de pensamiento y el desarrollo de la creatividad, así como la búsqueda de nuevas ideas, lo cual redunda en la idea bastante común de que ya no satisfacen plenamente las necesidades espirituales del hombre. Sin embargo, esto no significa que se deba renunciar por ello a esa búsqueda superior, satisfacer esa necesidad íntima de la que, cada vez, le resulta más difícil prescindir ante los crecientes y complejos desafíos que la vida le presenta. Bien es cierto que en otras épocas el hombre bastante tenía con trabajar muy duro durante muchas horas al día para llevar el sustento a su casa, así como también las constantes guerras que diezmaban y provocaban tragedias continuas en los pueblos. En dichas circunstancias el ser humano apenas tenía tiempo para pensar en otra cosa que no fuera la supervivencia, de tal modo que las necesidades espirituales se delegaban a los administradores de las formulas y rituales religiosos. No obstante, hoy día asistimos a un escenario, por lo general, completamente distinto. El ser humano dispone de más tiempo para reflexionar, para indagar, estudiar y analizar cualquier conocimiento espiritual y religioso.
Conceptos fundamentales para el hombre como son: Dios, la moral, el amor, la fe, etc., han sido vinculados históricamente a las interpretaciones de las religiones dogmáticas, con su presencia e influencia cultural y social muy fuerte en los distintos pueblos, provocando el rechazo de librepensadores y de todos aquellos que no aceptan estereotipos, imposiciones, respuestas anacrónicas o superficiales. Lo cual ha llevado a que un sector de la sociedad se haya movido en dirección opuesta, hacia un materialismo escéptico, llegando a la conclusión, en muchos casos, de que hablar de religiosidad es propio de niños, ancianos o de personas muy necesitadas o ingenuas.
Los resultados los podemos comprobar hoy día. El proyecto de vida para el hombre se reduce hacia la búsqueda de la intelectualidad, el prestigio de conseguir títulos académicos, muchas veces sin verdadera vocación, simplemente pensando en el futuro económico y posición social. Vivir la vida material y perseguir un objetivo fundamental, es decir, ganar mucho dinero, y si es posible, en un espacio corto de tiempo. Según esto la moral es relativa, y cada cual se ha de preocupar por “ganarse la vida”, “hay que prepararse mucho porque la competencia es muy dura”. Nos dejamos llevar por distracciones fútiles para suplir las carencias interiores, para evadirnos de los problemas reales del ser y vivir intensamente la sociedad de consumo. No nos importa dejar un legado, un trabajo digno que sirva de provecho para la humanidad, de lo que se trata es de “disfrutar de la vida que son cuatro días”.
Al mismo tiempo, la familia, así como el matrimonio, ha perdido el sentido original pasando a ser un trámite legal fácilmente disoluble por la falta de entendimiento, tolerancia, comprensión, etc. La necesaria empatía entre los seres humanos, ha dado paso a la individualidad y a la falta de responsabilidad, de asumir compromisos nobles y llevarlos a cabo hasta sus últimas consecuencias, asumiendo errores y con predisposición al cambio.
Por todo ello, es necesario recuperar el sentido espiritual del hombre. Una educación en valores a los jóvenes que nos enseñe a solidarizarnos con el medio ambiente y sobre todo con nuestros semejantes, imprescindible para que la sociedad crezca con un mínimo de garantías de salud ética y moral. Que promueva el desarrollo de las aptitudes naturales de cada individuo, no ya buscando sólo el beneficio económico; sino la alegría de sentirse realizado, útil a los demás. Recuperar también esa espiritualidad que trasciende las religiones y que aporta paz interior, armonía y equilibrio. Que comulga con la ciencia, cada vez más próxima a la confirmación de la vida espiritual, por sus descubrimientos en el terreno de la física cuántica, la psicología transpersonal y la biogenética, entre otras disciplinas.
Y por último, hemos de buscar respuestas, apoyarnos en filosofías nobles que nos dejen libertad para pensar y razonar, y adoptar una actitud ante la vida positiva, de amor hacia uno mismo para poder proyectarlo a los demás. Sólo así podremos construirnos un futuro mejor, lleno de esperanza y de realizaciones plenas.
José M. Meseguer
 Amor,paz y caridad
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