CONTENIDO DE ESTE BLOG PARA EL DIA DE HOY:
- Los Agéneres
- ¿ Los médiums tienen consciencia mientras canalizan?
- El hombre de bien
- Todo pasa .... (Reflexión)
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LOS AGÉNERES
Allan Kardec
REVISTA ESPIRITA, febrero de 1859
Repetimos muchas veces la teoría de las apariciones, y recordamos en nuestro último número a propósito de los fenómenos extraños que relatamos. A ellos remitimos nuestros lectores, para la inteligencia de lo que sigue a continuación.
Todo el mundo sabe que, en el número de las manifestaciones extraordinarias producidas por el Hombre, está la aparición de manos, perfectamente tangibles, que cada uno puede ver y palpar, que presionada y estrechada, después de repente, no ofrecen sino el vacío cuando las querían agarrar por sorpresa. Ahí está un hecho positivo, que se produjo en muchas circunstancias, y que numerosos testigos oculares dan fe. Por extraño y anormal que parezca, lo maravilloso cesa desde el instante en que se puede de él dar cuenta por una explicación lógica, entra, entonces, en la categoría de los fenómenos naturales, aunque de orden bien diferente de aquellos que se producen bajo nuestros ojos, y con los cuales es preciso guardarse para no confundirlos. Se pueden encontrar, en los fenómenos usuales, puntos de comparación, como aquel ciego que se daba cuenta de la claridad de la luz y de los colores por el toque de la trompeta, más no por la similitudes, es precisamente la manía de querer asimilar todo aquello que conocemos, que causa decepciones a ciertas personas; piensan poder operar sobre esos elementos nuevos como sobre el hidrógenos y el oxígeno. Ahora, ahí está el error; esos fenómenos están sometidos a condiciones que salen del circulo habitual de nuestras observaciones ̧ es preciso, antes de todo, conocerlos y con ellos conformarse, si se quiere obtener resultados. Es preciso, sobretodo, no perder de vista ese principio esencial, verdadera `piedra principal de la ciencia espirita; es que el agente de los fenómenos vulgares es una fuerza física, material, que puede ser sometida a las leyes del cálculo, al paso que en los fenómenos espiritas, ese agente es constantemente una inteligencia que tiene su propia voluntad, y que no podemos someter a nuestros caprichos.
¿En esas manos había carne, piel, huesos, uñas reales? Evidentemente, no, no eran sino una apariencia, más de tal forma que producía el efecto de realidad. Si un espíritu tiene el poder de tornar una parte cualquiera de su cuerpo etéreo visible y palpable, no hay razón que no pueda ser del mismo modo con los otros órganos. Supongamos, pues, que un espíritu extienda esa apariencia a todas las partes del cuerpo, creeríamos ver a un ser semejante a nosotros, actuando como nosotros, al paso que eso no sería sino un vapor momentáneamente solidificado. Tal es el caso del fantasma de Bayonne. La duración de esa apariencia está sometida a condiciones que nos son desconocidas; ella depende, sin duda, de la voluntad del espíritu, que puede producirlas o hacerla cesar a su voluntad, más en ciertos límites que no está siempre libre para transponer. Los espíritus, interrogados en cuanto a ese asunto, así también sobre todas las intermitencias de cualquier manifestación, siempre dijeron que actúan en virtud de un permiso superior.
Si la duración de la apariencia corporal es limitada para ciertos espíritus, podemos decir que, en principio, ella es variable, y puede persistir por un mayor o menor tiempo, que puede producirse en todo tiempo y a todas horas. Un espíritu, cuyo cuerpo fuese así visible y palpable, tendría para todos nosotros toda la apariencia de un ser humano, y podría hablar con nosotros, sentarse en nuestro hogar como una persona cualquiera, porque, para nosotros, sería uno de nuestros semejantes.
Partimos de un patente hecho, la aparición de manos tangibles, para llegar a una suposición que es la consecuencia lógica; y, sin embargo, no nos habríamos dado a entender si la historia de Bayona del niño no había sido puesto en nuestro camino, mostrando su posibilidad. Un espíritu superior, interrogado sobre ese punto, respondió que, en efecto, se pueden encontrar seres de esa naturaleza sin dudarlo; aseguro que es raro, más que eso se ve. Como para entenderse es preciso un nombre para cada cosa, la Sociedad Parisiense de estudios Espiritas los llama ageneres para indicar que su origen no es el producto de una generación. El hecho siguiente, que paso recientemente en parís, parece pertenecer a esa categoría:
Una pobre mujer estaba en la iglesia de Saint-Roch, y pedía a Dios viniera para ayudarla en su aflicción. A la salida de la iglesia en la calle Saint-Honoré, ella encontró a un señor que la abordó diciéndole: ¿“Mi brava mujer, estarías contenta por encontrar trabajo? - ¡Ah! Mi buen señor, dijo ella, pedí a Dios que me ayudase a encontrarlo, porque soy muy infeliz. -¡Pues bien! Id a tal calle, en tal número, llamáis la señora T..., ella te lo dará. Y continuó su camino. La pobre mujer se encontró, si tardar, en la dirección indicada – tengo, en efecto trabajo por hacer, dijo la dama en cuestión, más aun no llame a nadie, como es que venís a buscarlo? La pobre mujer, percibiendo un retrato colgado en la pared, dijo: - Señora, fue ese señor de allí, el que me envió. - ¿Ese señor1 repitió la dama espantada, más eso es imposible; es el retrato de mi hijo, que murió hace tres años. – No sé cómo eso ocurrió, más os aseguro que fue ese señor, que acabo de encontrar saliendo de la iglesia donde fui a pedir a Dios para que me ayudase; el me abordo, y fue muy bueno el quien me envió aquí.
En lo que acabamos de ver, no habría nada de sorprendente en que ese Espíritu, del hijo de esa dama, para prestar servicio a esa pobre mujer, de la cual había, sin duda, oído la oración, se le apareció bajo su forma corporal para indicarle la dirección de su madre. ¿En que se tornó después? Sin duda, en lo que era antes: en un Espíritu, a menos que no haya juzgado oportuno mostrarse a los otros bajo la misma apariencia, continuando su paseo. Esa mujer, así, habría encontrado un ageneres, con el cual converso. ¿Más, entonces, se diría que no se presentó a su madre? En esas circunstancias, los motivos determinantes de los espíritus nos son completamente desconocidos; ellos actúan como mejor les parece, o mejor, como dijeron, en virtud de un permiso sin el cual ellos no pueden revelar su existencia de manera material. ¿Se comprende, de resto, que su visión podría causar una emoción peligrosa a su madre, y quien sabe si no se presentó a ella, durante el sueño, o de otro modo? ¿Y, además de eso, no podría ser una forma de revelarle su existencia? Es más que probable que fue testimonio invisible de la entrevista.
El fantasma de Bayonne nos parece debe ser considerado como un agéneres, por lo menos en las circunstancias en que se manifestó, porque para la familia siempre tuvo el carácter de un espíritu, carácter que él jamás procuró disimular: era su estado permanente, y las apariencias corporales que tomó no fueron sino accidentales, al paso que el ageneres, propiamente dicho, no revela su naturaleza, y no es, a nuestros ojos, sino un hombre común; su aparición corporal puede, si es preciso, tener larga duración para poder establecer relaciones sociales con uno o con varios individuos.
Pedimos al espíritu de San Luis consentir en esclarecernos diferentes puntos, respondiendo a nuestras preguntas.
1. ¿El espíritu del fantasma de Bayonne podría mostrarse en otros lugares y a otras personas que no fueran su familia?- r. Si, sin duda.
2 ¿Eso depende de su voluntad? – R. No precisamente; el poder de los espíritus es limitado; no hacen sino lo que les es permitido hacer.
3. ¿Qué ocurriría si fuese presentado a una persona desconocida?- R. Sería tomado por una persona común. Más os diré una cosa; existen, algunas veces, en la Tierra, Espíritus que revisten esa apariencia, y que son tomados por hombres.
4. ¿Esos seres pertenecen a los espíritus inferiores o superiores? – R. Pueden pertenecer a los dos; esos son hechos raros. De ellos tiene ejemplos la Biblia.
5. Raros o no, basta que sean posibles para merecer atención. ¿Qué ocurriría, tomando semejante ser por un hombre común, si se le hiciese una herida mortal? ¿Sería muerto? – R. desaparecería súbitamente, como el joven de Londres- (ver el número de diciembre de 1858, fenómenos de bi-corporidad.)
6. ¿ellos tienen pasiones? –R. Si, como los Espíritus, tienen las pasiones de espíritus según su inferioridad. Si toman un cuerpo aparente, algunas veces, es para gozar las pasiones humanas; si son elevados, es para un fin útil.
7. ¿Pueden ellos procrear? – R. Dios no lo permitiría, sería contrario a las leyes que estableció para la tierra; ellas no pueden ser eludidas.
8. ¿Si un ser, semejante se nos presentase, habría un medio de reconocerlo? – R. No, apenas por su desaparición que se hace de forma inesperada. Es el mismo hecho del transporte de muebles de un terreno al sótano, hecho que ya leísteis,
Nota. Alusión a un hecho de esa naturaleza reportado en el comienzo de la sesión.
9. ¿Cuál es la finalidad que puede llevar a ciertos espíritus a tomar ese estado corporal; es antes para el mal que para el bien? – R: frecuentemente para el mal; los buenos espíritus disponen de la inspiración; actúan sobre el alma y por el corazón. Vosotros lo sabéis, las manifestaciones físicas son producidas por espíritus inferiores, y estas son de ese número. Mientras tanto, como ya dije, los buenos Espíritus también pueden tomar esa apariencia corpórea con un fin útil; hablo de modo general.
10.¿En ese estado, pueden tornarse visibles o invisibles según su voluntad?- R. Si, una vez que pueden desaparecer cuando lo quisieran.
11. ¿Tienen un poder oculto, superior al de los hombres?- R. No tienen sino el poder que les da su posición como espíritus.
12. ¿Ellos tienen la necesidad de alimentarse? – R. No, el cuerpo no es un cuerpo real.
13. ¿Entretanto, el joven de Londres no tenía un cuerpo real, y todavía almorzó con los amigos, y les apretó la mano. ¿En que se tornó la comida ingerida? – R. ¿Antes de apretar la mano, donde estaban los dedos que la presionan? ¿Por qué no queréis comprender que la materia desaparece también? El cuerpo del joven de Londres no era una realidad, una vez que estaba en Boulogne; era, pues, una apariencia, ocurría lo mismo con el alimento que parecía ingerir.
14. ¿Teniendo a un ser semejante en casa, sería un bien o un mal? – R. Seria antes un mal; de hecho, no se pueden adquirir muchos conocimientos con esos seres. No podemos deciros mucho, esos
hechos son excesivamente raros y no tienen jamás, un carácter de permanencia. Sus desapariciones corpóreas son instantáneas, como las de Bayonne, suelen ser mucho menos.
15. ¿Un espíritu familiar protector, algunas veces, toma esa forma? – R. No; no tiene el las cuerdas interiores? Las toca más fácilmente de lo que lo haría bajo la forma invisible, o si lo tomásemos como uno de nuestros semejantes.
16. Se preguntó si el conde de Saint- German no pertenecía a la categoría de los ageneres? – R. No; era un hábil mistificador.
La historia del joven de Londres, narrada en nuestro número del mes de diciembre, es un hecho de bi-corporidad, o mejor, de doble presencia, que difiere esencialmente de aquel en cuestión. El ageneres no tiene cuerpo vivo en la tierra; solamente su periespiritu toma la forma palpable. El joven de Londres estaba perfectamente vivo; mientras que su cuerpo dormía en Boulogne, su espíritu, envuelto por el periespiritu, fue a Londres, donde tomo una apariencia tangible.
Un hecho casi análogo nos es personal. Mientras estábamos pacíficamente en nuestra cama, uno de nuestros amigos nos vio varias veces en su casa, aunque bajo una apariencia no tangible, sentada a su lado y conversando con el cómo lo hacíamos habitualmente.
Ella fue, en retrospectiva, en relación a nuestras obras favoritas. Para hacer un experimento, nos ofreció un refrigerio, y he aquí nuestra respuesta: “No necesito de ellos, una vez que no es mi cuerpo el que está aquí; vosotros lo sabéis, no hay ninguna necesidad de producir una ilusión. Una circunstancia, bastante bizarra, se presentó en otra ocasión. Sea predisposición natural, sea el resultado de nuestros trabajos intelectuales, serios desde nuestra juventud, podríamos decir desde la infancia, el fondo de nuestro carácter siempre tuvo una extrema gravedad, aun mismo en edad en la que no se piensa nada más que en el placer. Esa preocupación constante nos da un encuentro muy frio, excesivamente frio; al menos es por lo que somos frecuentemente
censurados; más, bajo esa falsa apariencia glacial, el espíritu siente, tal vez más vivamente, como si tuviese más expansión exterior.
Ahora, en nuestras visitas nocturnas a nuestro amigo, este quedo sorprendido por hallarnos diferentes; éramos más abiertos, más comunicativos, casi alegres. Todo respirando, entre nosotros la satisfacción y la calma del bienestar. ¿No está ahí un efecto del espíritu desligado de la materia?
Traducido al español por M. C. R
Enviado por el Blog de los espiritas.
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¿Los médiums tienen consciencia mientras canalizan”?
Hay médiums que, con independencia de la clase o especialidad de facultad que posean, esta se manifiesta en ellos de diferentes modos según su intensidad. Es de resaltar que la forma de comunicación entre el espíritu manifestante y el médium, no es de mente a mente como sucede entre personas que desarrollan la telepatía, sino de periespíritu a periespíritu, entre los que se establece una armonía vibratoria que les permite “acoplarse” con más o menos intensidad en el organismo físico del médium.
A veces la mediumnidad se manifiesta como la irradiación de una energía desde el médium y su alrededor, capaz de mover cosas, de materializar y desmaterializar objetos, etc.
La mediumnidad en general, puede manifestarse de modo Consciente, en la cual el médium sabe lo que se dice o se hace por medio de él, que permanece relajado con su mente en ondas alfa y a veces medio adormecida pero muy consciente de todo. En esta modalidad el trance es superficial y al terminar la manifestación, el médium recuerda todos los detalles de lo que ha transmitido. Muchas veces esta clase de mediumnidad hace sufrir al médium por causarle cierta inseguridad sobre el auténtico origen de sus comunicados.
En los casos auténticos, las ideas de fondo no son del médium, aunque si lo son las expresiones verbales que utiliza para manifestarlas. Las dos formas típicas de la mediumnidad consciente son la Inspiración y la Intuición. Por la inspiración los seres espirituales comunicantes, hacen recordar alguna cosa conveniente en ese momento entre los archivos mentales del médium, y por la Intuición, comunican ideas nuevas ajenas a los conocimientos conscientes o subconscientes del médium.
La mediumnidad también se puede manifestar en un grado más profundo, llevando al médium a un estado de trance leve, del modo llamado Semi- inconsciente, en la que el médium se da cuenta solamente de parte de lo sucedido, acordándose al final de solo algunos aspectos de lo acontecido durante la comunicación. Aquí la mente del médium interfiere poco en los mensajes, causando apenas alguna leve distorsión en los mismos.
Por último la Inconsciente, en la que el estado de trance es profundo, tanto si es la mediumnidad parlante o la escribiente, mientras el espíritu manifestante domina los centros nerviosos del médium. Se le ha llamado también mediumnidad de Incorporación; en esta clase de trance el espíritu del médium se aparta momentáneamente de su organismo físico, del mismo modo que cuando duerme en sueño profundo. Esta forma de manifestación es en la que menos interferencias del médium puede sufrir la comunicación, por lo que sus mensajes suelen ser los más genuinos de los Seres espirituales que se manifiestan por ella.
- Jose Luis Martín- “Aunque la mediumnidad es de esencia única, posee un extraordinario polimorfismo y se presenta en muy variadas situaciones y categorías”.
- Lic. Jon Aizpurua –
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El hombre de bien
El verdadero hombre de bien es el que practica la Ley de Justicia, Amor y Caridad en su mayor pureza. Cuando interroga a su conciencia acerca de sus propios actos, se pregunta si no ha violado esa Ley, si no obró mal, si hizo todo el bien que podía realizar, si desaprovechó intencionadamente una oportunidad de ser útil, si alguien puede quejarse de él; en suma, si ha hecho a los demás todo lo que hubiese querido que por él hiciesen ellos.
El verdadero hombre de bien tiene Fe en Dios, en Su Bondad, Justicia y Sabiduría. Sabe que nada ocurre sin Su permiso y se somete en todas las cosas a Su voluntad.
Tiene asimismo Fe en el porvenir. De ahí que coloque los bienes espirituales por encima de los temporales.
Sabe que todas las vicisitudes de la Vida, la totalidad de sus dolores y desilusiones, son pruebas o expiaciones, y las acepta sin quejarse.
El hombre imbuido del sentimiento de Caridad y de Amor al prójimo hace el bien por el bien mismo, sin esperanzas de obtener retribución. Devuelve bien por mal, adopta la defensa del débil contra el fuerte y siempre sacrifica su interés en aras de la justicia.
Halla su satisfacción en los beneficios que esparce, en los servicios que presta, en la dicha que crea en los demás, en las lágrimas que enjuga, en los consuelos que proporciona a los atribulados. Su primer impulso es pensar en los demás antes de pensar en sí mismo, buscar el interés ajeno antes que el suyo propio. Por el contrario, el egoísta hace el cálculo de las pérdidas y ganancias de toda acción generosa.
El hombre de bien es bueno, humanitario y benevolente con todo el mundo, sin distinción de razas ni de creencias, porque en todos los hombres ve a hermanos.
Respeta en sus semejantes toda convicción sincera y no anatematiza a quienes no piensen como él.
La Caridad es su guía en todas las circunstancias. Se dice a sí mismo que el que inflige daño a los demás con palabras malévolas, el que hiere la susceptibilidad ajena con su orgullo y desdén, el que no retrocede ante la idea de ocasionar una pena o contrariedad, incluso leve, cuando podría evitarla, falta al deber del Amor al prójimo y no merece la clemencia del Señor.
El hombre de bien no tiene odio, rencor ni deseos de venganza. A ejemplo de Jesús, perdona y olvida las ofensas recibidas y sólo se acuerda de los beneficios, pues sabe que le será perdonado en la medida misma en que él perdone.
Es indulgente con las flaquezas de los demás, pues comprende que también él necesita de indulgencia, y no olvida esta máxima de Cristo: “El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella”.
No se complace en indagar los defectos de sus semejantes ni en ponerlos en evidencia. Si la necesidad lo fuerza a ello, repara siempre en el bien que puede atenuar el mal.
Estudia sus propias imperfecciones y trabaja sin tregua en combatirlas. Todos sus esfuerzos tienden a poder decirse, al día siguiente, que se ha hecho un poco mejor que la víspera.
No intenta dar pruebas de ingenio ni de talento a expensas de otros. Antes bien, aprovecha toda ocasión para hacer resaltar los ajenos merecimientos.
No se envanidece ni de su fortuna ni de sus ventajas personales, porque sabe que todo lo que se le ha concedido puede serle arrebatado.
Usa, pero no abusa, de los bienes que se le han otorgado, pues sabe que son un depósito del que deberá rendir cuentas, y que el uso más dañino para sí mismo que pueda hacer de ellos es ponerlos al servicio de la satisfacción de sus pasiones.
Si su posición social ha hecho que tenga hombres bajo su dependencia, los trata con bondad y benevolencia, pues ellos son sus iguales ante Dios. Utiliza su autoridad para elevar la moral de sus subordinados y no para agobiarlos con su orgullo. Evita todo aquello que pudiera hacerles más penosa su situación subalterna.
Por su parte, el subordinado comprende los deberes que le caben y se empeña en cumplirlos a conciencia.
En resumen, el hombre de bien respeta en sus semejantes todos los derechos que a éstos conceden las leyes de la Naturaleza, como quisiera que se respetase los suyos propios.
No es ésta la enumeración de todas las cualidades que al hombre de bien distinguen, pero quienquiera que se esfuerce por poseer las mencionadas en los párrafos anteriores está en el camino que conduce a todas las restantes.
Allan Kardec. Espíritu.
( Aportación del hno. Bras - Alborada Espírita Cristiana)
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TODO PASA... (Reflexión)
Autor: Chico Xavier
Todas las cosas en la Tierra,pasan,
Los días de dificultad pasarán......
Pasarán también los días de amargura y soledad.
Los dolores y lágrimas pasarán.
Las frustraciones que nos hacen llorar.....Un día pasarán.
La nostalgia por el ser querido que está lejos, pasará.
Los días de tristeza... Días de felicidad.... Son lecciones necesarias que, en la Tierra pasan, dejando en el espíritu inmortal las experiencias acumuladas.
Si hoy, para nosotros, es uno de esos días. repleto de amargura, paremos un instante. Elevemos el pensamiento a lo Alto y busquemos la voz suave de la Madre amorosa que nos dice cariñosamente: esto también pasará.
Y guardemos la certeza por las propias dificultades ya superadas, que no hay mal que dure para siempre.
semejante a una enorme embarcación que, a veces, parece que va a zozobrar ante las turbulencias de gigantescas ondas.
Pero eso también pasará, porque Jesús está al mando de esa Nave y sigue con la mirada serena de quien guarda la certeza de que la agitación es parte del itinerario evolutivo de la Humanidad y que un día también pasará.
Pero eso también pasará, porque Jesús está al mando de esa Nave y sigue con la mirada serena de quien guarda la certeza de que la agitación es parte del itinerario evolutivo de la Humanidad y que un día también pasará.
El sabe que la Tierra llegará a puerto seguro, porque ese es su destino.
Así, hagamos nuestra parte lo mejor que podamos, sin consternarnos y confiemos en Dios, aprovechando cada segundo, cada minuto que, por cierto, también pasará.
Todo pasa..... excepto Dios. ¡ Dios es suficiente!
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