Programa de hoy:
-Las teorías materialistas
-Cristianismo y Espiritismo
-La Mediumnidad
- Caracteres anatómicos del criminal
***********************************
LAS TEORÍAS MATERIALISTAS
Los más ilustres representantes de las teorías materialistas en Alemania son Moleschott y Büchner. Han reunido en sus obras la mayor parte de los argumentos que obran en su favor. Vamos a examinar, en primer lugar, los sistemas que preconizan. En otro capítulo, nos ocuparemos de otra clase de adversarios: los positivistas.
En los anales de la Fisiología, es decir, los fenómenos de la vida, es como los sabios arriba citados esperan probar que tienen razón. Examinan minuciosamente todos los elementos que entran en la composición de los cuerpos organizados, establecen con autoridad la gran ley de equivalencia de las fuerzas que se traduce en las acciones vitales, miden, pesan, analizan con excepcional talento todas las acciones físicas y químicas que se producen en el cuerpo humano. Pero si, dejando las ciencias exactas, se aventuran en el dominio filosófico, bien se les podría negar su testimonio.
Y es que ellos intentan, en efecto, una empresa imposible. Quieren arrojar de los conocimientos humanos todos los hechos que no caen directamente bajo los sentidos.
En su afán de rechazar ideas antiguas, no reflexionan en que admiten causas y entidades científicas tan extrañas como las de los espiritualistas.
¿No vemos, en primer lugar, que esos sabios que rechazan el alma, porque es inmaterial, admiten la existencia de un agente imponderable, invisible e intangible al que llaman vida? ¿Qué es, pues, la vida? Longet responde a eso: es el conjunto de funciones que diferencian los cuerpos orgánicos de los inorgánicos. Al aceptar esa definición no avanzamos nada sobre el conocimiento de la vidas, ya que ignoramos siempre cual es la causa de esas funciones, que no se ejecutan sino en virtud de una fuerza que actúa constantemente y se conoce por sus efectos, pero cuya naturaleza íntima permanece siempre en el misterio.
¿Qué fuerza es ésta, que anima la materia y dirige las operaciones, tan nume-rosas como complicadas, que ocurren en el interior del cuerpo?
Nuestras máquinas, todavía tan rudimentarias, exigen, si las comparamos al más simple vegetal, un cuidado constante para el buen funcionamiento de cada una de sus partes, una vigilancia continua para remediar los accidentes que puedan suce-der. En la naturaleza, al contrario, todo se ejecuta maravillosamente. Las acciones más diversas, las más diferentes, se combinan para mantener esa armonía que constituye el ser en buen equilibrio orgánico.
¿Qué designa a cada sustancia el puesto que debe ocupar en el organismo? ¿Qué repara esa máquina cuando se estropea? En una palabra ¿qué poder es este, del que resulta la vida?
Para responder a estas preguntas, los fisiólogos habían imaginado una fuerza, a la que llamaron principio vital. Deseamos mucho creer en esa fuerza, pero debemos hacer notar que ese principio es invisible, intangible e imponderable y no demuestra su presencia más que por los efectos que manifiesta, y que los espiritua-listas están en esas mismas condiciones cuando hablan del alma. Si los materia-listas admiten la vida, y ninguno de ellos la puede negar, no poseen ninguna razón para rechazar la existencia del principio pensante del hombre.
Moleschott publicó una obra titulada La circulación de la vida, donde expone la nueva forma de las creencias materialistas. Hagamos un rápido resumen de la misma, para ver como están desprovistas de justicia sus alegaciones y por medio de qué sofismas consigue dar a sus deducciones una apariencia de lógica.
Establece, como principio, que no podemos comprobar en nosotros ni a nuestro alrededor más que la materia, que nada existe sin ella y que el poder creador reside en su seno, y a través de su estudio el filósofo lo puede explicar todo.
Discurre, complacientemente, sobre las pruebas que la ciencia proporcionó al respecto de esa gran frase de Lavoisier: “nada se crea, nada se pierde”. La balanza demuestra que, al transformarse, los cuerpos se descomponen, pero los átomos que los constituyen pueden encontrarse integralmente en otras combinaciones. O, dicho de otra forma, no se crea materia.
El cuerpo del hombre arroja lo que nutre a la planta, la planta transforma el aire, que nutre al animal, el animal nutre al hombre, y sus residuos, llevados por el aire a la superficie de la tierra vegetal, renuevan y mantienen la vida de las plantas. Todos los mundos: vegetales, minerales y animales, se unen, penetran, se confunden u transmiten la vida por un movimiento que el hombre puede comprobar y com-prender. De ahí –dice– “la circulación de la materia es el alma del mundo”.
Esa materia, que se nos aparece bajo aspectos tan diversos y se transforma en tan múltiples cosas, es, sin embargo, siempre la misma. Como esencia es inmutable, eterna. Moleschott realza que es inseparable de una de sus propiedades: la fuerza. No se concibe a una sin otra. No puede admitir que la forma exista independiente de la materia, o viceversa. De ahí deduce que las fuerzas designadas bajo los nombres de Dios, alma, voluntad, pensamiento, etc., son propiedades de la materia. Según él, creer que esas fuerzas puedan tener una existencia real es caer en un ridículo error.
Oigámosle:
“Sería una idea absolutamente sin significado que una fuerza planease encima de la materia y pudiese unirse con ella a su gusto. Las propiedades del carbono, nitrógeno, hidrógeno, oxígeno, azufre, fósforo, etc., residen en ellos mismos desde toda la eternidad”.
De esto resulta que la fuerza vital, la idea directriz, el alma, no pasan, realmente de ser modificaciones de la materia, de algunos de sus aspectos particulares. La materia, por su parte y desde siempre, bajo una infinita variedad de formas, no es más que la combinación físico-química de los elementos,
Tales son, en grandes líneas, las primeras afirmaciones de Moleschott. ¿Serán ciertas? Es lo que tratamos de comprobar. Hagamos un resumen:
1. Niega todo plan o voluntad dirigente en la marcha de los acontecimientos del Universo.
2. Afirma que la fuerza es un atributo de la materia. Veamos si los hechos le dan la razón.
- Juan Manuel Fernandez Fuster-
Centro Espírita La Luz del Porvenir-Crevillente-
********************
CRISTIANISMO Y ESPIRITISMO
Transfiguración de Jesús
LEON DENIS
Origen de los Evangelios .-
Hace cerca de un siglo, considerables trabajos emprendidos en los diversos países cristianos, por hombres de elevada posición en las iglesias y en las universidades, permitieran reconstituir los verdaderos orígenes y las fases sucesivas de la tradición evangélica.
Fue, sobre todo, en los centros de religión protestante que se elaboraran esos trabajos, notabilísimos por su erudición y su carácter minucioso, y que tan vivas claridades proyectaran sobre los primeros tiempos del Cristianismo, sobre el fondo, la forma, el alcance social de las doctrinas del Evangelio. (1)
Son los resultados de esos trabajos lo que expondremos resumidamente aquí, bajo una forma que nos esforzaremos por tornar más simple que la de los exegetas protestantes.
Cristo nada escribió. Sus palabras, diseminadas a lo largo de los caminos, fueran transmitidas de boca en boca y, posteriormente, transcriptas en diferentes épocas, mucho tiempo después de su muerte. Una tradición religiosa popular se formó poco a poco, tradición que sufrió una constante evolución hasta el siglo IV.
Durante ese período de trescientos años, la tradición cristiana jamás permaneció estacionaria, ni semejante a sí misma. Alejándose de su punto de partida, a través de los tiempos y lugares, ella se enriqueció y diversificó. Se efectuó un poderoso trabajo de imaginación; y, acompañando las formas que revistieran las diversas narrativas evangélicas, según su origen, hebraico o griego, fue posible determinar con seguridad el orden en que esa tradición se desarrolló y fijar la fecha y el valor de los documentos que la representan.
(1). Esos trabajos se encuentran reunidos en la "Enciclopedia de las Ciencias Religiosas", de F. Lichtenberger, decano de la Facultad de teología protestante de París, la cual puede ser provechosamente consultada por cuantos se interesen, por los estudios de exégesis y de critica sagrada. Aparte de esa obra, se puede recomendar la "Historia de la Teología Cristiana en el siglo Apostólico", por Eduardo Reuss, profesor de teología en Estrasburgo (París, Treuttel y Wurtz, 1.852). - Harnack "La Esencia del Cristianismo, traducción de A. Bertrand (Parías, Fishbacher).
Durante cerca de medio siglo después de la muerte de Jesús, la tradición cristiana, oral es viva, y como el agua corriente en la que cualquiera se puede saciar. Su propaganda se hizo por medio da prédicas por la enseñanza de los apóstoles, hombres simples, iletrados(2), mas iluminados por el pensamiento del Maestro.
No es sino del año 60 al 80 que aparecen las primeras narraciones escritas, la de Marcos al principio, que es la más antigua, después las primeras narrativas atribuidas a Mateo y Lucas, todos, escritos fragmentarios y que se van a acrecentar de sucesivas adiciones, como todas las obras populares. (3)
Fue durante el fin del siglo I, de 80 a 98, que surgió el evangelio de Lucas, así como el de Mateo, el primitivo, actualmente perdido; finalmente, de 98 a l10, apareció, en Efeso, el evangelio de Juan.
Al lado de esos evangelios, únicos después reconocidos por la Iglesia, un gran número de otros venía a la luz. De esos, son conocidos actualmente unos veinte; mas, en el siglo III, Orígenes los citaba en mayor número. Lucas hace alusión a eso en el primer versículo da obra que trae su nombre.
¿Por qué razón fueran esos numerosos documentos declarados apócrifos y rechazados? Muy probablemente porque se habían constituido en un embarazo a los que, en los siglos II y III, imprimieran al Cristianismo una dirección que lo debía alejar, cada vez mas, de sus formas primitivas y, después de haber repelido mil sistemas religiosos, calificados de herejías, debía tener como resultado la creación de tres grandes religiones, en las cuales el pensamiento de Cristo yace oculto, sepultado bajo los dogmas y prácticas devocionales como en una tumba. (4)
Los primeros apóstoles se limitaban a enseñar la paternidad de Dios y la fraternidad humana. Demostraban la necesidad de la penitencia, esto es, de la reparación de nuestras faltas. Esa purificación era simbolizada en el bautismo, práctica adoptada por los esenios, de los cuales los apóstoles asimilaban todavía la creencia en la inmortalidad y en la resurrección, o sea, en la vuelta del alma a la vida espiritual, a la vida del espacio. 8
De ahí la moral y las enseñanzas que atraían numerosos prosélitos en torno a los discípulos de Cristo, porque nada contenían que no se pudiese aliar a ciertas doctrinas pregonadas en el Templo y en las sinagogas.
Con Pablo y después de él, nuevas corrientes se forman y surgen doctrinas confusas en el seno de las comunidades cristianas. Sucesivamente, la predestinación y la gracia, la divinidad de Cristo, la caída y la redención, la creencia en Satanás y en el infierno, serán lanzados en los espíritus y vendrán a alterar la pureza y la simplicidad de las enseñanzas del hijo de María.
Ese estado de cosas va a continuar y a agravarse, al mismo tiempo que convulsiones políticas y sociales han de agitar la infancia del mundo cristiano.
Los primeros Evangelios nos transportan a la época perturbada en que Judea, sublevada contra los romanos, asiste a la ruina de Jerusalén y a la dispersión del pueblo judío (año 70). Fue en medio de sangre y de las lágrimas que ellos fueron escritos, y las esperanzas que traducen parece irrumpir de un abismo de dolores, mientras en las almas afligidas despierta el ideal nuevo, la aspiración de un mundo mejor, denominado «reino de los cielos», en el que serán reparadas todas las injusticias del presente.
(2) Exceptuando a Pablo, versado en las letras.
(3) A. Sabatier director de la sección de los Estudios superiores, en la Sorbona, "Los Evangelios Canónicos", pag 5. La Iglesia sintió la dificultad en encontrar nuevamente los verdaderos autores de los Evangelios. De ahí la fórmula adoptada por ella: Evangelio según.
(4) Ver notas complementarias ns. 2,3,4 en el fin del volumen.
En esa época, todos los apóstoles habían muerto, con excepción de Juan y Felipe; el vínculo que unía a los cristianos era bien débil todavía. Formaban grupos aislados entre sí y tomaban el nombre de iglesias (ecclesia, asamblea), cada cual dirigido por un obispo o vigilante escogido electivamente.
Cada iglesia estaba entregada a sus propias inspiraciones; apenas tenía para dirigirse una tradición incierta, fijada en algunos manuscritos, que resumían mas o menos fielmente los actos y las palabras de Jesús, y que cada obispo interpretaba a su talante.
Acrecentemos a estas dificultades tan grandes las que provenían de la fragilidad de los pergaminos, en una época en que la imprenta era desconocida; la falta de inteligencia de ciertos copistas, todos los males que pueden hacer nacer la ausencia de dirección y de crítica, y fácilmente comprenderemos que la unidad de creencia y de doctrina no haya podido mantenerse en tiempos así tormentosos.
Los tres Evangelios sinópticos (5) se encuentran fuertemente impregnados del pensamiento judeocristiano, de los apóstoles, mas ya el evangelio de Juan se inspira en una influencia diferente. En él se encuentra un reflejo de la filosofía griega, rejuvenecida por las doctrinas de la escuela de Alejandría...
A fines del siglo I, los discípulos de los grandes filósofos griegos habían abierto escuelas en todas las ciudades importantes del Oriente. Los cristianos estaban en contacto con ellos, y frecuentes discusiones se trababan entre los partidarios de las diversas doctrinas. Los cristianos, arrebañados en las clases inferiores de la población, poco letrados en su mayor parte, estaban mal preparados para esas luchas del pensamiento. Por otro lado, los teóricos griegos se sintieron impresionados por la grandeza y elevación moral del Cristianismo. De ahí una aproximación, una penetración de las doctrinas, que se produjo en ciertos puntos. El Cristianismo naciente sufría poco a poco la influencia griega, que lo llevaba a hacer de Cristo el verbo, el Logos de Platón.
Hace cerca de un siglo, considerables trabajos emprendidos en los diversos países cristianos, por hombres de elevada posición en las iglesias y en las universidades, permitieran reconstituir los verdaderos orígenes y las fases sucesivas de la tradición evangélica.
Fue, sobre todo, en los centros de religión protestante que se elaboraran esos trabajos, notabilísimos por su erudición y su carácter minucioso, y que tan vivas claridades proyectaran sobre los primeros tiempos del Cristianismo, sobre el fondo, la forma, el alcance social de las doctrinas del Evangelio. (1)
Son los resultados de esos trabajos lo que expondremos resumidamente aquí, bajo una forma que nos esforzaremos por tornar más simple que la de los exegetas protestantes.
Cristo nada escribió. Sus palabras, diseminadas a lo largo de los caminos, fueran transmitidas de boca en boca y, posteriormente, transcriptas en diferentes épocas, mucho tiempo después de su muerte. Una tradición religiosa popular se formó poco a poco, tradición que sufrió una constante evolución hasta el siglo IV.
Durante ese período de trescientos años, la tradición cristiana jamás permaneció estacionaria, ni semejante a sí misma. Alejándose de su punto de partida, a través de los tiempos y lugares, ella se enriqueció y diversificó. Se efectuó un poderoso trabajo de imaginación; y, acompañando las formas que revistieran las diversas narrativas evangélicas, según su origen, hebraico o griego, fue posible determinar con seguridad el orden en que esa tradición se desarrolló y fijar la fecha y el valor de los documentos que la representan.
(1). Esos trabajos se encuentran reunidos en la "Enciclopedia de las Ciencias Religiosas", de F. Lichtenberger, decano de la Facultad de teología protestante de París, la cual puede ser provechosamente consultada por cuantos se interesen, por los estudios de exégesis y de critica sagrada. Aparte de esa obra, se puede recomendar la "Historia de la Teología Cristiana en el siglo Apostólico", por Eduardo Reuss, profesor de teología en Estrasburgo (París, Treuttel y Wurtz, 1.852). - Harnack "La Esencia del Cristianismo, traducción de A. Bertrand (Parías, Fishbacher).
Durante cerca de medio siglo después de la muerte de Jesús, la tradición cristiana, oral es viva, y como el agua corriente en la que cualquiera se puede saciar. Su propaganda se hizo por medio da prédicas por la enseñanza de los apóstoles, hombres simples, iletrados(2), mas iluminados por el pensamiento del Maestro.
No es sino del año 60 al 80 que aparecen las primeras narraciones escritas, la de Marcos al principio, que es la más antigua, después las primeras narrativas atribuidas a Mateo y Lucas, todos, escritos fragmentarios y que se van a acrecentar de sucesivas adiciones, como todas las obras populares. (3)
Fue durante el fin del siglo I, de 80 a 98, que surgió el evangelio de Lucas, así como el de Mateo, el primitivo, actualmente perdido; finalmente, de 98 a l10, apareció, en Efeso, el evangelio de Juan.
Al lado de esos evangelios, únicos después reconocidos por la Iglesia, un gran número de otros venía a la luz. De esos, son conocidos actualmente unos veinte; mas, en el siglo III, Orígenes los citaba en mayor número. Lucas hace alusión a eso en el primer versículo da obra que trae su nombre.
¿Por qué razón fueran esos numerosos documentos declarados apócrifos y rechazados? Muy probablemente porque se habían constituido en un embarazo a los que, en los siglos II y III, imprimieran al Cristianismo una dirección que lo debía alejar, cada vez mas, de sus formas primitivas y, después de haber repelido mil sistemas religiosos, calificados de herejías, debía tener como resultado la creación de tres grandes religiones, en las cuales el pensamiento de Cristo yace oculto, sepultado bajo los dogmas y prácticas devocionales como en una tumba. (4)
Los primeros apóstoles se limitaban a enseñar la paternidad de Dios y la fraternidad humana. Demostraban la necesidad de la penitencia, esto es, de la reparación de nuestras faltas. Esa purificación era simbolizada en el bautismo, práctica adoptada por los esenios, de los cuales los apóstoles asimilaban todavía la creencia en la inmortalidad y en la resurrección, o sea, en la vuelta del alma a la vida espiritual, a la vida del espacio. 8
De ahí la moral y las enseñanzas que atraían numerosos prosélitos en torno a los discípulos de Cristo, porque nada contenían que no se pudiese aliar a ciertas doctrinas pregonadas en el Templo y en las sinagogas.
Con Pablo y después de él, nuevas corrientes se forman y surgen doctrinas confusas en el seno de las comunidades cristianas. Sucesivamente, la predestinación y la gracia, la divinidad de Cristo, la caída y la redención, la creencia en Satanás y en el infierno, serán lanzados en los espíritus y vendrán a alterar la pureza y la simplicidad de las enseñanzas del hijo de María.
Ese estado de cosas va a continuar y a agravarse, al mismo tiempo que convulsiones políticas y sociales han de agitar la infancia del mundo cristiano.
Los primeros Evangelios nos transportan a la época perturbada en que Judea, sublevada contra los romanos, asiste a la ruina de Jerusalén y a la dispersión del pueblo judío (año 70). Fue en medio de sangre y de las lágrimas que ellos fueron escritos, y las esperanzas que traducen parece irrumpir de un abismo de dolores, mientras en las almas afligidas despierta el ideal nuevo, la aspiración de un mundo mejor, denominado «reino de los cielos», en el que serán reparadas todas las injusticias del presente.
(2) Exceptuando a Pablo, versado en las letras.
(3) A. Sabatier director de la sección de los Estudios superiores, en la Sorbona, "Los Evangelios Canónicos", pag 5. La Iglesia sintió la dificultad en encontrar nuevamente los verdaderos autores de los Evangelios. De ahí la fórmula adoptada por ella: Evangelio según.
(4) Ver notas complementarias ns. 2,3,4 en el fin del volumen.
En esa época, todos los apóstoles habían muerto, con excepción de Juan y Felipe; el vínculo que unía a los cristianos era bien débil todavía. Formaban grupos aislados entre sí y tomaban el nombre de iglesias (ecclesia, asamblea), cada cual dirigido por un obispo o vigilante escogido electivamente.
Cada iglesia estaba entregada a sus propias inspiraciones; apenas tenía para dirigirse una tradición incierta, fijada en algunos manuscritos, que resumían mas o menos fielmente los actos y las palabras de Jesús, y que cada obispo interpretaba a su talante.
Acrecentemos a estas dificultades tan grandes las que provenían de la fragilidad de los pergaminos, en una época en que la imprenta era desconocida; la falta de inteligencia de ciertos copistas, todos los males que pueden hacer nacer la ausencia de dirección y de crítica, y fácilmente comprenderemos que la unidad de creencia y de doctrina no haya podido mantenerse en tiempos así tormentosos.
Los tres Evangelios sinópticos (5) se encuentran fuertemente impregnados del pensamiento judeocristiano, de los apóstoles, mas ya el evangelio de Juan se inspira en una influencia diferente. En él se encuentra un reflejo de la filosofía griega, rejuvenecida por las doctrinas de la escuela de Alejandría...
A fines del siglo I, los discípulos de los grandes filósofos griegos habían abierto escuelas en todas las ciudades importantes del Oriente. Los cristianos estaban en contacto con ellos, y frecuentes discusiones se trababan entre los partidarios de las diversas doctrinas. Los cristianos, arrebañados en las clases inferiores de la población, poco letrados en su mayor parte, estaban mal preparados para esas luchas del pensamiento. Por otro lado, los teóricos griegos se sintieron impresionados por la grandeza y elevación moral del Cristianismo. De ahí una aproximación, una penetración de las doctrinas, que se produjo en ciertos puntos. El Cristianismo naciente sufría poco a poco la influencia griega, que lo llevaba a hacer de Cristo el verbo, el Logos de Platón.
(Trabajo aportado por Juan Manuel Ferrandez Fuster)
************************************
LA MEDIUMNIDAD
La mediumnidad es cosa sagrada, que debe ejercerse religiosa y santamente. Y si existe un género de mediumnidad que requiere esta condición de una manera todavía más absoluta, ella es la mediumnidad curativa.
El médico ofrece el fruto de sus estudios,que ha realizado a costa de sacrificios, muchas veces penosos. El magnetizador da su propio fluido, y a menudo incluso su salud: ellos sí pueden poner precio a sus servicios. Pero el médium curativo transmite el fluido salutífero de los buenos espíritus, de ahí que no tenga derecho a venderlo.
Jesús y sus apóstoles, aunque eran pobres, no cobraban de ninguna manera por las curaciones que hacían.
Jesús y sus apóstoles, aunque eran pobres, no cobraban de ninguna manera por las curaciones que hacían.
El que no tenga con qué vivir, busque medios de proveer a su subsistencia fuera de la mediumnidad. Si es preciso, que le consagre tan sólo el tiempo de que pueda materialmente disponer. Los espíritus tomarán en buena cuenta su consagración y sacrificios, en tanto se alejarán de aquellos otros que esperan convertir su mediumnidad en un trampolín para elevarse.
El Evangelio según el Espiritismo.
Allan Kardec.
************************Allan Kardec.
CARACTERES ANATÓMICOS DEL
CRIMINAL
El Espiritismo no desciende a los caracteres anatómicos del criminal, ni puede, dentro de sus principios, sustentar, por ejemplo la criminalidad de los hombres con estúpidas orejas, o los platicéfalos, porque este estudio se escapa completamente de los problemas concretos de la filosofía espirita.
Esta claro que el espiritismo, así como los apasionados por la antropología criminal, no puede garantizar que todo hombre que tenga tal o cual carácter fisionómico, sea un criminal. Y esto porque se ve muchas veces hombres con físico repulsivo, que no son criminales, y viceversa. Y es cierto decir que no solo son criminales los declarados por la ley, sino que hay muchos que escapan al imperio de la misma, y que están en estado latente, no es menos cierto que el delito es el resultado de una infinidad de factores heterogéneos; la coincidencia de unos tantos no basta para caracterizar al criminal, lo que solo se puede obtener por la concomitancia de un poderoso jefe de caracteres.
Mas el espiritismo dice que es el espíritu quien modela, arregla, el cuerpo adecuado a su estado de progreso, o que se haya influenciado por el órgano que se ha de manifestar, aunque al encarnarse no lo haya elegido, y esto le sirva de expiación.
El organismo anormalmente defectuoso, cuyos caracteres demuestran, según la antropología criminal, un retroceso al salvaje y al animal, en relación con el estado de progreso físico de la raza, en suma, la forma atrasada del cuerpo, puede ser para los espiritas, propia también para un espíritu atrasado, cuyo escaso adelantamiento es contemporáneo de la edad primitiva, y corresponde al cuerpo anacrónico.
Así, el espíritu y el cuerpo se complementarían, de la misma forma que a los viejos no les gusta vestir conforme las exigencias de la moda actual, y se complacen en los adornos de la lejana juventud, también, los espíritus que no llegaron a adaptarse al progreso actual de su ambiente de encarnados, parecen deleitarse con antiguos ropajes corporales, propios de encarnaciones anteriores.
Y si así no fuese, si en un cuerpo de caracteres casi simiescos se observa una personalidad honrada, será porque la criminalidad está latente, o se trata de un espíritu encarnado para expiar faltas del pasado y resistir, triunfante, al constante peligro de las tentaciones somáticas. Si, al contrario, vemos en un cuerpo normalmente conformado la individualidad de un asno, será porque se trata de un espíritu de la edad de piedra, encarnado para cumplir el mandato, de finalidad misteriosa, de los espíritus superiores, vecinos de la divinidad.
En resumen, los caracteres corporales de los delincuentes indicados por la antropología no desdicen los principios del espiritismo, pueden ser explicados y entendidos ante sus preceptos evolucionistas.
Véase como Allan Kardec explica la correspondencia entre caracteres psíquicos y anatómicos:
Pg. 369 _ ¿El libre ejercicio de las facultades del alma está subordinado al desenvolvimiento de los órganos?
Respuesta:
“Los órganos son los instrumentos de manifestación de las facultades del alma y la manifestación está subordinada al desenvolvimiento y al grado de perfección de los mismos órganos, como la excelencia de un trabajo a la perfección de la herramienta!”.
Pg. 370 - ¿De la influencia de los órganos se podría inferir la analogía entre el desenvolvimiento de los órganos cerebrales y de las facultades morales e intelectuales?
Respuesta:
“No confunda el efecto con la causa. El espíritu posee siempre las facultades que le son propias; no son los órganos los que producen las facultades, más si estas las que determinan el desenvolvimiento de los órganos.
Pg. 371 — ¿Tiene fundamento la opinión según la cual los cretinos e idiotas poseen un alma de naturaleza inferior?
Respuesta:
“Ninguna” Traen un alma humana, con frecuencia más inteligente de lo que se puede creer, más sufren por la insuficiencia de medios para comunicarse, como sufre el mundo, por no poder hablar.
Pg. 372 - ¿Cuál es el objetivo de la providencia creando seres desgraciados como los cretinos e idiotas?
Respuesta:
“Los que habitan cuerpos de idiotas sufren un castigo. Padecen la vergüenza que experimentan y por la imposibilidad de manifestarse por órganos no desarrollados e imperfectos.
-¿No es, pues, exacto decir que los órganos no influyen en las facultades?
“Nunca lo dijimos: influyen y mucho en la manifestación de las facultades, sin embargo no las originan.
Veamos la diferencia: Un buen músico no tocará bien con un mal instrumento, lo que no le impedirá ser un buen músico.”
“Es preciso distinguir entre el estado normal y patológico. En el estado normal, lo moral vence los obstáculos que la materia le impone.
Hay casos, sin embargo, en donde la materia ofrece tal resistencia que las manifestaciones quedan impedidos o desnaturalizados, como en el idiotismo y en la locura. Son casos patológicos, y como el alma no disfruta en ellos de amplia libertad, hasta la ley humana la exime de la responsabilidad de sus actos”.
Pg. 375 - ¿Cuál es la situación del espíritu en la locura?
Respuesta:
“El espíritu en estado de libertad recibe directamente sus impresiones y ejerce directamente acción sobre la materia. Encarnado. Sin embargo, se encuentra en condiciones muy diferentes, y en la contingencia de servirse de los órganos especiales. Si en parte o en conjunto de esos órganos se modifica, se interrumpe con relación a ellos o que de ellos depende. Si pierde los ojos, queda ciego, si se le latera el oído, se torna sordo. Imagínese, ahora, que se trata del órgano que preside la inteligencia o la voluntad, y será fácil comprender que disponiendo el espíritu solamente de órganos incompletos o alterados, de ahí resultará una perturbación de la que el tendrá conciencia en su foro íntimo, más cuyo curso no podrá detener.”
-¿Entonces, el desorganizado es siempre el cuerpo y no el espíritu?
-“Cierto, más conviene no perder de vista que, así como el espíritu actúa en la materia, esta influye sobre el hasta cierto punto, y que el espíritu puede impresionarse momentáneamente con la alteración de los órganos porque se manifiesta y recibe impresiones. Puede aún suceder que durando mucho la locura, la repetición de los mismos actos ejerza influencia en el espíritu, del que solo se libertará con la completa liberación de toda impresión material.
Mientras tanto, con mayor amplitud, Allan Kardec, al exponer su teoría de la belleza, asienta esos principios de correlación entre caracteres psíquicos y anatómicos. Así, después de copiar elocuentes parágrafos de Charles Richard, de su libro Las revoluciones inevitables en el globo y en la humanidad, cometa:
“Véase de estas juiciosas observaciones que el cuerpo se ha modificado en un sentido determinado y según la ley, a la medida que el ser moral se desenvuelve; que la forma externa se haya en relación constante con el instinto y los apetitos del ser moral; que, cuanto más se aproxima a la animalidad, más la forma se animaliza, y, en fin, a la medida que se purifican los instintos materiales y dan lugar a los sentimientos morales, la envoltura externa, que ya no está destinada a la satisfacción de las necesidades groseras, reviste formas menos pesadas, más delicadas, en armonía con la elevación y la delicadeza de los pensamientos.
La perfección de la forma es así consecuencia de la perfección del espíritu, donde se puede concluir que lo ideal de la forma debe ser la que reviste el espíritu en el estado de pureza, la que imaginan los poetas y verdaderos artistas, porque estos penetran por el pensamiento en los mundos superiores.
Se dice hace mucho, que la cara es el espejo del ama. Esta verdad, ya axiomática, explica el hecho vulgar de desaparecer ciertas fealdades al reflejo de las cualidades morales del espíritu, y la preferencia dada, muchas veces, a una persona fea, dotada de eminentes cualidades, en vez de que solo posea belleza plástica. Es que la fealdad solo consiste en las irregularidades de la forma; no excluye, sin embargo, la delicadeza de los trazos necesarios para la expresión de los delicados sentimientos.
De lo que procede puede concluirse que la belleza real consiste en la forma que más se aparta de la animalidad y mejor refleja la superioridad intelectual y moral del espíritu, que es el ser principal. Influyendo lo moral sobre lo físico, que el apropia a sus necesidades físicas y morales se sigue que: 1o, el tipo de belleza consiste en la forma más propia a la expresión de las más altas cualidades morales e intelectuales, 2o, a la medida que el hombre se eleva moralmente su envoltura se aproxima al ideal de belleza, que es la angélica.
El negro puede ser bello para el negro, como un gato para otro, sin embargo no es el bello en el sentido absoluto, porque los trazos groseros, los labios gruesos acusan la materialidad de los instintos; pueden exprimir las pasiones violentas, nunca, sin embargo, las delicadas variedades del sentimiento y las modelaciones de un espíritu elevado.
Es por eso, por lo que creo, podemos, sin fatuidad, juzgarnos más bellos que los negros y hotentotes, más seremos, tal vez, para las generaciones futuras perfeccionadas lo que los hotentotes son para nosotros; y, cuando ellas encuentren nuestros fósiles, los tomaran por alguna variedad de animales.”
Véase otro estudio del propio Kardec donde dijo “La carne es débil: (1) “Hay pensamientos viciosos que son evidentemente del espíritu, porque dicen más con la moral que con lo físico; otros más parecen la consecuencia del organismo y por esa razón existe menos responsabilidad. Tales son las predisposiciones a la cólera, a la pereza, a la sensualidad etc.
Es hoy perfectamente reconocido por los filósofos espiritualistas que los órganos cerebrales, correspondiendo a las diversas aptitudes, deben su desenvolvimiento a la actividad del espíritu. Ese desenvolvimiento es efecto y no causa. Un hombre no es músico porque tenga la habilidad de la música, más si porque la habilidad de la música la tiene porque es músico.
Si la actividad del espíritu actúa sobre el cerebro, debe actuar igualmente sobre las demás partes del organismo. El espíritu es, por tanto, el artista del propio cuerpo, que las amolda por así decirlo con el fin de apropiarlas a sus necesidades y a la manifestación de sus tendencias.
Siendo así, la perfección en las razas adelantadas seria el resultado del trabajo del espíritu, que perfecciona su organismo a la medida que sus facultades aumentan. (La Génesis Según el Espiritismo, cap. XI – Génesis espiritual) Por una consecuencia natural de este principio, las disposiciones morales del espíritu deben modificar las cualidades de la sangre, darle mayor o menor actividad, provocar una secreción más o menos abundante de bilis y otros fluidos, como al glotón a quien llega la saliva, o el agua a la boca, a la vista de un manjar apetitoso. No es el manjar el que lo sobrexcita al órgano del paladar, visto que no hay contacto, es el espíritu que, por el pensamiento, actúa sobre el órgano, al paso que la vista del manjar no produce efecto en otro espíritu. Lo mismo sucede con todos los apetitos, con todos los deseos provocados por la vista.
Con el ser espiritual independiente, preexistente y sobreviviente al cuerpo, la responsabilidad es absoluta; para la mayoría, pues, el primer y principal móvil de creencia en la nada es el espanto que causa esta responsabilidad, fuera de la ley humana, y la cual supone escapar cerrando los ojos.
Hasta hoy ninguna buena definición había para esta responsabilidad: No era nada más que un vago temor, fundado, es preciso reconocerlo, en creencias no siempre admisibles por la razón: el espiritismo lo demuestra con una realidad patente, efectiva, sin restricción, como una consecuencia natural de la espiritualidad del ser; por eso ciertas personas tienen miedo del espiritismo, que las perturbaría, colocándolas frente al terrible tribunal del futuro. Probar que el hombre es responsable por todos sus actos es probar su libertad de acción, y por tanto elevar su dignidad. La perspectiva de la responsabilidad fuera de la ley humana es el más poderoso elemento moralizador; el espiritismo conduce a ese fin por la fuerza de las cosas. Según las precedentes observaciones fisiológicas se puede admitir, pues, que el temperamento es al menos en parte determinado por la naturaleza del espíritu, que es causa y no efecto. Decimos en parte, porque hay casos en que el físico influye evidentemente en lo moral, cuando por un estado mórbido o anormal está determinado por una causa externa accidental, independiente del espíritu, como la temperatura, el clima, los vicios hereditarios de constitución, un mal pasajero etc.
La moral del espíritu puede entonces estar afectada en sus manifestaciones por el estado patológico, sin que sea modificada su naturaleza intrínseca. Excusarse de las malas acciones por la debilidad de la carne no es más que un pretexto para escapar de la responsabilidad. La carne es débil porque el espíritu es débil, lo que cambia la cuestión y deja al espíritu la completa responsabilidad de sus actos.
La carne, que no tiene pensamiento ni voluntad, nunca prevalece sobre aquel que piensa y quiere; el espíritu es quien da a la carne la calidad correspondiente a sus instintos, como un artista imprime a su obra material el sello del genio. El espíritu, libre de los instintos de la bestialidad, construye un cuerpo que ya no es un tirano para sus aspiraciones, para su espiritualidad: siendo así, el hombre come para vivir porque vivir es una necesidad, sin embargo ya no vive para comer.
Se conserva, por tanto, integra, la responsabilidad moral de los actos de la vida; dice, sin embargo, la razón que las consecuencias de esta responsabilidad deben ser proporcionales al desenvolvimiento intelectual del espíritu; cuanto más ilustrado, menos disculpable, porque con la inteligencia y el sentido moral nacen las nociones del bien y del mal, de lo justo y de lo injusto. El salvaje, muy próximo a la animalidad, que cede al instinto del bruto, comiendo a su semejante, es, sin duda, menos culpable que la civilización que comete simplemente una injusticia”.
Aún más. Allan Kardec extiende esta teoría del paralelismo entre los caracteres del espíritu y los del cuerpo, al afirmar que el espíritu desencarnado, en sus apariciones a los habitantes de la tierra, adopta formas que también obedecen a este principio. Ninguna otra cosa se deduce de estos parágrafos: Pudiendo tomar todas las formas, el espíritu se presenta bajo aquella que mejor lo da a conocer, si así lo desea. Aunque, como espíritu, no tenga ningún defecto físico, se presenta defectuoso, cojo, herido con cicatrices, si es necesario mostrar su identidad. Igualmente en lo tocante al vestuario. El de los espíritus que ya nada conservan de los apetitos terrenos, se compone ordinariamente de una túnica de largos pliegues flotantes con una cabellera graciosa y ondulada. Los espíritus se presentan en general con las características de su elevación, como una aureola, y que les dan aspecto de ángeles resplandecientes (Obras Póstumas 1a parte – Manifestaciones de los espíritus) y luminosos; otros, mientras tanto, se muestran de acuerdo con sus ocupaciones terrenales; un guerrero aparecerá con su armadura, un sabio con un libro, un asesino con un puñal.
En los espíritus superiores se nota una figura hermosa, noble y tranquila; los inferiores tienen algo de feroz y bestial, y en ciertas ocasiones conservan las señales de los crímenes que cometieron o de los castigos que soportaron. Esta apariencia es real para ellos, y así suponen ser lo que muestran, y esto se les torna en un castigo”.
También se utiliza esa correlación entre la característica moral del espíritu y su caracterización externa, cuando Allan Kardec habla de la impresión que producían los espíritus en ciertos médiums: Médiums sensibles e impresionables. Designándose, a las personas susceptibles de sentir la presencia de los espíritus, por una vaga impresión, por una especie de temblor en las extremidades, sin que lo pueda explicar. Esa facultad puede adquirir tal sutileza, que aquel que la experimenta reconoce la naturaleza buena o mala del espíritu, su individualidad, como el ciego reconoce instintivamente la aproximación de tal o cual persona. Un buen espíritu produce siempre una impresión dulce y agradable; la del malo es desagradable y penosa; es como si estuviese en un ambiente impuro”.
Tomado por Mercedes Cruz Reyes del libro “Filosofía penal de los espiritas de Fernando Ortiz*****************************
No hay comentarios:
Publicar un comentario