sábado, 20 de mayo de 2017

¿ Todas las obsesiones son iguales?



Orden del día:


- Locura, suicidio, obsesión
- Nuestra meta definitiva
- Las hojas caen....para renacer
-¿Todos las obsesiones son iguales?
    



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             Locura, suicidio, obsesión


V. - Ciertas personas consideran las ideas espiritistas como capaces de turbar las facultades mentales, y por este motivo encuentran prudente detenerlas en su curso.

 A.K. - Ya debe usted conocer el proverbio: achaques quiere la muerte. No es, pues, de sorprender que los enemigos del Espiritismo procuren apoyarse en todos los pretextos. El indicado les ha parecido a propósito para despertar temores y susceptibilidades, y se han apoderado de él con rapidez. Pero desaparece ante el más ligero examen. Oiga usted,
pues, sobre esta locura, el razonamiento de un loco.
Todas las grandes preocupaciones del espíritu pueden ocasionar la locura; las ciencias,  las artes, la misma religión, ofrecen su contingente. La locura tiene por principio un estado patológico del cerebro, instrumento del pensamiento: desorganizado el cerebro queda alterado el pensamiento. La locura es, pues, un efecto consecutivo, cuya causa primera es una predisposición orgánica que hace al cerebro más o menos accesible a ciertas impresiones, y esto es tan cierto que verá usted personas que piensan muchísimo sin volverse locos, y otros que pierden el juicio bajo la influencia de la más pequeña sobre-excitación. Dada la predisposición a la locura, ésta tomará el carácter de la preocupación principal, que se convertirá entonces en una idea fija. Ésta podrá ser la de los espíritus en quien de ellos se haya ocupado, como pudiera ser la de Dios, de los ángeles, del diablo, de la fortuna, del poder, de un arte, de una ciencia, de la maternidad, de un sistema político o social.
     Es probable que el loco religioso hubiera sido espírita, si el Espiritismo hubiese sido su preocupación dominante. Cierto es que un periódico ha dicho que en una sola localidad de América, cuyo nombre no recordamos, se contaban cuatro mil casos de locura espiritista.
     Pero ya sabemos que en nuestros adversarios es una idea fija el creerse ellos dotados exclusivamente de la razón, lo cual no deja de ser una manía como otra cualquiera.
    Para ellos, todos nosotros somos dignos de un manicomio, y por consiguiente, los cuatro mil espíritas de la localidad en cuestión deben ser otros tantos locos. Bajo este concepto, los Estados Unidos cuentan con centenares de miles, y un mayor número aún todos los países del mundo.
    Esta broma pesada comienza a caer en desuso desde que la indicada locura se hace paso en las más elevadas esferas de la sociedad. Mucho ruido se hace con un ejemplo conocido, el de Víctor Hennequin; pero se echa al olvido que, antes de ocuparse de los espíritus, había dado ya pruebas de excentricidad en las ideas. Si las mesas giratorias no hubiesen aparecido -las cuales, según un ingenioso juego de palabras de nuestros adversarios, le hicieron perder el juicio- su locura hubiera tomado otro carácter. 
      Digo, pues, que el Espiritismo no goza de ningún privilegio en este punto, y aún más,bien comprendido, preserva de la locura y del suicidio.
      Entre las más numerosas causas de sobreexcitación cerebral, deben contarse las decepciones, las desgracias, los afectos contrariados, causas que son también las más frecuentes de suicidio. Pues bien, el verdadero espírita ve las cosas de este mundo desde un punto de vista tan elevado, que las tribulaciones no son para él más que incidentes desagradables de un viaje. 
      Lo que en otros produciría una violenta emoción, le afecta medianamente. Sabe por otra parte que los pesares de la vida son pruebas que conspiran a su adelanto si los sufre sin murmurar, porque será recompensado según el valor con que las haya soportado. Estas convicciones le dan, pues, una resignación que le preserva de la desesperación, y por consiguiente, de una causa incesante de locura y de suicidio. Sabe,además, por el espectáculo que le dan las comunicaciones de los espíritus, la deplorable suerte de los que voluntariamente abrevian sus días, y este cuadro es bastante para hacerle reflexionar, por lo cual es considerable el número de los que por él han sido detenidos en la funesta pendiente. Este es uno de los resultados del Espiritismo.
      En el número de las causas de locura, debe colocarse también el miedo, y el que se tiene al diablo ha descompuesto a más de un cerebro. ¿Se sabe por ventura el número de víctimas producidas al impresionar las imaginaciones débiles con este cuadro que se procura hacer más horroroso por medio de horribles pormenores? Se dice que el diablo no espanta más que a los chiquillos, que es un freno para hacerles prudentes; sí, como la bruja y el coco, pero cuando no les tienen ya miedo, son peores que antes. Y por este magnifico resultado, se olvida el número de epilepsias causadas a un cerebro delicado.
      No debe confundirse la locura patológica con la obsesión. Ésta no procede de ninguna lesión cerebral, sino de la subyugación ejercida por los espíritus maléficos sobre ciertos individuos, y tiene, a veces, las apariencias de la locura propiamente dicha. Esta afección, que es muy frecuente, es independiente de la creencia en el Espiritismo y ha existido en todos los tiempos. En este caso, la medicina general es impotente y hasta nociva. El Espiritismo, haciendo conocer esta nueva causa de turbación en el estado del ser, ofrece, al mismo tiempo, el medio de curarla obrando no en el enfermo, sino en el espíritu obsesor. Es el remedio y no la causa de la enfermedad.
¿Qué es el Espiritismo?
Allan Kardec
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        NUESTRA META DEFINITIVA


     Todos estamos predestinados a la felicidad, a la perfección. 
     El camino a recorrer es largo, a veces señalado por brezos o abarrotado por piedras. Sin embargo, la ruta es igual para todos, porque nadie existe que sea considerado como excepción.
    Aquellos que encuentran menos dificultades, merecen las circunstancias, en razón de su comportamiento en reencarnaciones pasadas. Los más atribulados, de la misma forma, proceden de sus actos infelices. De ese modo, gana la distancia evolutiva, paso a paso, y alégrate con el destino feliz que te aguarda y que alcanzarás. 

Vida Feliz. Por el Espíritu Joanna de Ângelis, médium Divaldo Pereira Franco

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           LAS HOJAS CAEN... PARA RENACER 

     ¿No es verdad que se impresiona el alma tristemente, cuando nuestra mirada afanosa se fija en los bosques, donde ayer anidaban los pajarillos, y hoy los árboles despojados de sus galas extienden sus secos brazos pidiendo misericordia?.
      Echegaray, pintando el cuadro del invierno, dijo así: Los bosques son muchedumbres De esqueletos que se agitan. Y nosotros decimos: ¡Esos muertos resucitan!... ¡Todo vive en la Creación! Pero la disgregación va acompañada siempre de un algo melancólico. ¿No es verdad que cuando trituramos bajo nuestros pies las hojas muertas, nuestro ser se estremece? Todo desprendimiento ocasiona un dolor; para nosotros el invierno es triste, muy triste; la naturaleza se cubre con su manto de luto en algunas latitudes, y el alma fatigada no encuentra un lugar apacible donde reposar. 
         El invierno en algunos parajes parece que le dice a los enfermos: “Preparaos para morir”. Recordamos a una hermosa niña que cruzaba el mundo llevando en su pecho el principio de una enfermedad horrible, la tisis; pero la niña ignoraba, como todos los tísicos, que estaba en peligro de muerte, y decía en los primeros días del mes de Diciembre de 1870: “Yo estoy segura que me pondré buena cuando dejen de caer la hojas”. Todas las tardes salía al campo y cruzaba el bosque, y en su pecho aumentaba la fatiga, y volvía a su casa diciendo: -¡Madre mía! no estoy buena, porque las hojas caen; llévame a otro lugar donde no caigan las hojas, que cada hoja que cae, parece que se lleva un átomo de mi ser; y como caen tantas, mi cuerpo va perdiendo una parte de su volumen; ya no me pesa tanto ¡madre mía! creo que con un leve esfuerzo mi espíritu se desprendería de él, y no quiero dejarte ¡madre mía! llévame donde no caigan las hojas. Su pobre madre, que era uno de los muchos proscritos que hay en la tierra, que ganaba penosamente su sustento, miraba a su hija con profunda pena y murmuraba: -¡Señor!, ¡apiádate de mí!, ¡no te lleves esta hoja del árbol de mi vida! Una tarde salió la niña, tardó en volver, y su madre sobrecogida de espanto fue al bosque a buscar a su hija, y la encontró sentada al pie de un árbol; la quiso levantar, pero la niña la detuvo diciendo: -No contraríes la voluntad del Señor; una voz del cielo me ha dicho que no llore porque caen las hojas, que mañana volverán a renacer. Me ha dicho esa voz misteriosa que la Creación es un árbol, que las humanidades son sus hojas secas, y me ha dicho también ¡madre mía! que cual hojas secas, hemos de caer todos los habitantes de la tierra, pero que no llores si ves que me voy con las hojas secas, porque volveré a renacer. Mira, mira, cuántas hojas caen... me dicen... que esas hojas... vienen por... mí... ¡Adiós, madre mía! Arreció el viento, sobre el cadáver de la hermosa niña cayeron muchas hojas secas. 
   Su pobre madre aún está en la tierra, y cuando la primavera engalana los bosques y los prados, suspira tristemente y nos dice: -Las hojas caen... pero no todas renacen; mi hija se confundió con las hojas secas. ¿Por qué no vuelve? ¡Pobre madre!...
 Dijo Espronceda: Hojas del árbol caídas juguete del viento son... y que: ilusiones perdidas, son las hojas desprendidas del árbol del corazón.
 ¡Cuántas hojas secas caen en el otoño de la vida!... Todas las ilusiones de ventura, todas las esperanzas de placeres, todos los sueños de felicidad huyen de nosotros cuando la nieve de los años deja sus blancos copos en nuestra cabeza. 
   Los árboles son más dichosos que los hombres; anualmente renacen a la vida, pero cuando se deshoja el árbol de las humanas pasiones, su tronco no se reviste con las hojas de nuevas esperanzas. ¿Será Dios más misericordioso con los vegetales que con los hombres? No; la razón nos dice que siendo la especie humana la depositaria de ese algo divino llamado inteligencia, la primavera de su reproducción tiene que ser espléndida.                ¡Caerán las ilusiones! ¡Morirán sus esperanzas! ¡Se extinguirá su aliento! Los cuerpos se disgregarán cuando no sean para las almas más que hojas secas; pero los espíritus, arboles divinos, se quedarán esperando su magnífica primavera; y nueva vida, nueva savia les devolverá su lozanía. 
     Si las hojas caen para renacer, los hombres mueren para comenzar a vivir. ¡Esperanza suprema! ¡Sol que iluminas con tus vivificantes rayos el Otoño de nuestra vida! ¡Oh! si no esperásemos renacer... ¡cuán triste sería el invierno de la humanidad! 
AMALIA DOMINGO SOLER 

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¿Todas las obsesiones son iguales?

No lo son, porque existen muchos grados de intensidad en cuanto a la influencia de espíritus malignos o negativos, causantes de las obsesiones espirituales. La menos fuerte, llamada  “Obsesión Simple”, se caracteriza en  que en cualquier caso el Obsesor se mezcla tenazmente con  la mente de su víctima, generalmente poseedora de una mediumnidad, y lo hace interfiriendo  en las comunicaciones que  recibe , sustituyendo en ella a otros  Espíritus que hayan sido evocados. En este nivel de obsesión la mente comienza a reflejar unos estados íntimos extraños y desequilibrados.
      La mente actúa  como una dinamo generadora de energía psicofísica  que  bajo el  mando del  Espíritu obsesor, utiliza las imágenes mentales del cerebro, y así fácilmente expresa estados múltiples de la personalidad, encadenando sucesos y fracasos que se exteriorizan en formas depresivas de ansiedad, traumáticas, neurasténicas y otras, dando origen a enfermedades psíquicas de variada y compleja nomenclatura.
     Es característico que el obsesado intente discutir  haciendo suyas  opiniones negativas y  perjudiciales que le gusta  cultivar, y que a una persona sana y equilibrada repulsarían instintivamente. Esto transcurre  bajo el dominio del parásito espiritual  cuanto más próximo esté a  la mente y  se haya hecho dueño de la voluntad de su anfitrión.
  En la obsesión simple, como efecto natural surgen los llamados “Reflejos de Interferencia”: inquietud, desconfianza, inseguridad personal, pequeños malestares, angustia ante sucesos  en torno al obsesado, incertidumbres y cada vez una mayor perturbación interior de la víctima.
 La obsesión simple es una parasitosis común en muchísimas personas, considerando natural la intervención psíquica vigente en todas las partes de la Tierra.
        El siguiente grado de  Obsesión espiritual  que es un poco más grave por ser un  poco más intenso, recibe el nombre de Fascinación  para diferenciarlo del anterior.
      La fascinación  transcurre en medio de una indolencia moral y mental de la víctima, exacerbando sus aspectos negativos que son hábilmente estimulados por su antagonista espiritual.
         En la fascinación, los esfuerzos que pueden emprender los afectados con las acciones de bien que  puedan realizar  constituyen la curación contra el mal, conquistando  así  las fajas vibratorias  psíquicas  a las que no accede el  obsesor  y que le protegen y liberan.
         En consecuencia, las tentativas para la liberación del obsesor en este nivel se presentan más complicadas, exigiendo abnegación, esfuerzo, y voluntad continuos.
         Los límites entre unos grados y otros resultan indelebles, pues la Obsesión puede, por su intensidad, formar una línea ascendente de modo paulatino, dentro de la que se representan todos los grados, de menor a mayor y sin solución de continuidad; allí donde termina un grado de intensidad, comienza el siguiente.
           Una vez establecidos los primeros flases de comunicación obsesiva, la víctima de modo inconsciente  comienza  a compartir sus ideas con las que le son inspiradas.
          A medida que el canal mental de la víctima aumenta, no solo asimila la inducción telepática sino también las actitudes y forma de ser de su huésped obsesor. En ese terreno la persona pierde la noción del ridículo y la capacidad habitual de discernimiento, acatando sugestiones que incorporan aceptando inspiraciones como directrices y actitudes que son disparatadas o ridículas   y solamente él las ve lógicas.
        Debido a que los  espíritus obsesores conocen las imperfecciones morales, el carácter y la conducta de a quienes perturban, estos  lo aprovechan  para inspirar e imponer ideas absurdas con las que tratan de aislar a su víctima de las posibles personas que les podrían ayudar.
     Les insuflan  el orgullo de  creer que cumplen misiones especiales,  disfrazándose de humildad y pasividad falsas, que les da una apariencia mística, pero que quedan al descubierto en su falsedad  cuando se sienten desenmascarados por la razón y perspicacia de las personas lúcidas y conocedoras de tan infelices técnicas, y así se sienten reformadores de alguna religión, o apóstoles encargados de cambiar las estructuras de la vida con un talante de irresponsabilidad y presunción.
         En la Fascinación, el obsesor tiene una acción directa sobre la mente de la persona sensitiva, que no cree que está siendo manipulada por una Entidad espiritual extraña , por lo que se deja inconscientemente influir  por ella, . En este grado obsesivo que es la fascinación, el obsesor  ilusiona el pensamiento de su víctima, engañándola y paralizando su propia capacidad de razonar, mostrándose  a esta con  una máscara de virtudes falsas y aparentes, para evitar ser descubierto, por ello inspira en ella  el alejamiento de cualquiera que pueda abrirle los ojos y le pueda descubrir, de modo que al evitar a quien le pueda contradecir, siempre pueda llevar él la razón.
         En otro grado más  severo aún está la Subyugación, en la que el obsesor controla a su víctima de forma total, hasta el punto de que les llega a causar serias perturbaciones psíquicas y hasta físicas. En este grado de intensidad  se paraliza totalmente la voluntad de la víctima que queda bajo la dependencia del obsesor por debilidad o por deseo, y este le empuja a obrar a pesar suyo.  Este grado es el conocido y confundido con la “Posesión”, o “Posesión diabólica”.  Sin embargo es de tener en cuenta, como ya se señaló anteriormente, que la posesión  no solo puede tener un carácter negativo, sino también positivo cuando los espíritus manifestantes poseen transitoriamente el cuerpo de una mediumnidad de incorporación que voluntariamente  se lo cede para su expresión y manifestación en el plano físico. Se podría afirmar que  otro factor que diferencia la posesión de los otros grados de obsesión, es  precisamente que la  posesión puede  ser  positiva y voluntaria por parte del médium poseído transitoriamente, mientras que los demás grados de obsesión son siempre de carácter negativo causados por   entidades negativas sin la aceptación voluntaria del obsesado.
         En  todos los cuadros obsesivos, a medida que se agrava el proceso de interferencia, la voluntad del obsesado pierde los controles personales en razón directa a como el espíritu obsesor ejerce su poder.
         En cada caso de alineación obsesiva, encontramos razones características y específicas del proceso.  En razón de esto, a pesar de ser  origen  de su agravamiento las faltas morales del enfermo, la Entidad desencarnada encuentra móviles que le predisponen a la acción, y que varían de acuerdo a cada persona.
          Aún suele ser  más grave cuando el obsesor es  un espíritu lúcido, técnica  e intelectualmente, que se adueña de los centros cerebrales con imposición de un plan bien deliberado para los fines que persigue, manipulando con habilidad los dispositivos mentales y físicos del  alienado.
      El tratamiento  es genéricamente el mismo en todos los casos: comprensión y aceptación de lo que le sucede, mucha oración y buenas acciones que le sitúen en otra franja vibratoria espiritual inaccesible a la maldad del obsesor . Sus resultados varían en cada paciente, pues en cada persona, la Ley de Causa y Efecto, y los esfuerzos para  curarse de la trama en que se encuentran, son diferentes unos de otros.
- Jose Luis Martín -

“Porque de muchos que tenían espíritus inmundos, salían éstos dando grandes voces; y muchos paralíticos y cojos eran sanados”

                                              - Hechos, 8:7 –

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