martes, 12 de septiembre de 2017

La experiencia en el tiempo




ÍNDICE DE LECTURAS :

- Espíritus felices: Srta.Emma
- Conocimiento y sabiduría
-Señales de los tiempos
-La experiencia en el tiempo



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                                    ESPÍRITUS FELICES 

LA Srta. EMMA. 

Fue ésta una joven que murió a consecuencia de un accidente causado por el fuego, y 
después de crueles sufrimientos. Alguien se propuso pedir su evocación a la Sociedad Espiritista de París, cuando se presentó espontáneamente el 31 de julio de 1863, poco tiempo después de su muerte. 

“Heme aquí, pues, todavía en el teatro del mundo, a mí, que me creía enterrada para siempre con mi velo de inocencia y de juventud. El fuego de la Tierra me salvaba del fuego del infierno. 
Así pensaba en mi fe católica. Y si no me atrevía a entrever los esplendores del paraíso, mi alma trémula se refugiaba en la expiación del purgatorio, y rogaba, sufría y lloraba. Pero, ¿quién dio a, mi debilidad la fuerza de soportar mis angustias? ¿Quién, en las largas noches de insomnio y de fiebre dolorosa, se inclinaba sobre mi cabecera de mártir? ¿Quién refrescaba mis labios ardientes?
Erais vos, mi ángel guardián, cuya blanca aureola me rodeaba, erais vosotros también, queridos espíritus amigos, que veníais a decir a mi oído palabras de esperanza y de amor. 
“La llama que consumió mi débil cuerpo me despojó del afecto a lo que pasa, también morí 
viviendo de la verdadera vida. No conocí la turbación, y entré serena y recogida en el día radiante que envuelve a los que, después de haber sufrido mucho, han esperado un poco. Mi madre, mi querida madre, fue la última vibración terrestre que resonó en mi alma. ¡Cómo me complacería que fuese espiritista! 
“Me he desprendido del árbol terrestre como un fruto maduro antes del tiempo. Tan sólo 
rozóme el demonio del orgullo, que punza a las almas de las desgraciadas arrastradas por brillantes triunfos y la embriaguez de la juventud. Yo bendigo la llama, que era una expiación. Semejante a esas ligeras nubecillas blancas del otoño, floto arrastrada en la corriente luminosa. No son estrellas de diamantes las que brillan en mi frente, sino las estrellas de oro del buen Dios.” 
Emma. 

     En otro centro, en El Havre, el mismo espíritu dio también espontáneamente la comunicación siguiente, el 30 de julio de 1863 : 

“Los que sufren en la Tierra son recompensados en la otra vida. Dios está lleno de justicia y  de misericordia para los que sufren aquí abajo. Concede dicha tan pura, felicidad tan perfecta, que no se debieran temer ni los sufrimientos, ni la muerte, si a las pobres criaturas humanas les fuera  posible sondear los misteriosos designios de nuestro Creador. 

“Pero la Tierra es un lugar de pruebas, a menudo muy grandes, a veces sembradas de 
dolores muy punzantes. Resignaos a todo, si ellas os alcanzan, resignaos a todas ante la bondad suprema de Dios, que es Todopoderoso. Si os da una carga pesada para que la llevéis, si os llama a Él después de grandes sufrimientos, veréis en la otra vida, en la vida feliz, de cuán poca importancia son estos dolores y estas penas de la Tierra, cuando juzguéis de la recompensa que Dios os reserva, si vuestro corazón no ha pronunciado ninguna queja, ningún murmullo. Muy joven he dejado la Tierra. Dios ha querido perdonarme y darme la vida de los que han respetado sus voluntades. 

    Adorad siempre a Dios, amadle con todo vuestro corazón. Rogadle sobre todo, rogadle firmemente: ese es vuestro sostén allá en la Tierra, vuestra esperanza, vuestra salvación.” 
Emma. 

EL CIELO Y EL INFIERNO SEGÚN EL ESPIRITISMO. ALLAN AKARDEC.


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            Conocimiento y sabiduría 
Saludo matinal 

Queridos amigos, hola buenos días, el conocimiento nos hace libres, es por eso, que todo aspirante a la sabiduría se esmera en aprender y no se da por satisfecho porque sabe que no lo sabe todo y estudia en todas las cosas que le suceden en la vida, y trata de entender a todos sus hermanos, para ello cuando no comprende las cosas, espera para crecer ante ellas y poder superarlas. 
El conocimiento es sabiduría y la sabiduría es el arte de vivir. Cuando algo marca emocionalmente no se almacena como un documento inalterable. Al contrario, el cerebro modifica la información constantemente en base a las nuevas experiencias. 
El aprendizaje forma parte de nuestra vida desde que nacemos y hasta que morimos y quizá por eso no solemos prestarle mucha atención de forma consciente. Pero aprender no significa estudiar, sentarse delante de un libro y memorizar conceptos, sino que va mucho más allá. 
La falta de conocimiento trae destrucción, trae crisis, trae derrotas, y muchas veces no encontramos respuestas a nuestros problemas por nuestra falta de conocimiento, nuestra ceguera al no ver lo que necesitamos ver para seguir adelante y lo único que alcanzamos a ver son obstáculos. 
Dios probablemente no te quite los obstáculos cada vez que oras. El desea que tú crezcas y seas responsable para que solo y guiado por el Espíritu Santo y basado en la Biblia puedas vencer cualquier obstáculo. Lo que Dios busca es formar y fortalecer nuestro carácter. 
Para el ignorante la enseñanza es como el alimento. Indispensable. Pero cada cual tiene su momento de esclarecerse y esto no puede ser forzado. Sería lo mismo que sembrar en las piedras… De ello, nada o muy poco brotaría. 
Hay quienes no desean aprender, y por estos muy poco se puede hacer por el momento. Si no tenemos el deseo del esclarecimiento, nada nos apeará del error, ni siquiera el ejemplo de la paz de otros, pues vislumbramos la realidad como podemos… Sin embargo, trabajar en la conciencia de quienes desean ser felices es muy efectivo, y es como sembrar semilla sana en un terreno abonado. La fertilización del suelo de nuestras almas no es labor de un momento rápido en una sola encarnación, sino en un sinnúmero de ellas. Cuando llegamos a este plano, ávidos de aprendizaje, podemos estar seguros de que ya hemos tenido contacto con muchas verdades en otras vivencias. 
Hay un relato llamado: La vida que sostienes está en tus manos. 
“Un grupo de chicos conocían a un hombre sabio de su pueblo y urdieron un plan para engañarle. Atraparían a un pájaro vivo e irían a visitar al hombre sabio. Uno de ellos sostendría el pájaro detrás de la espalda y le preguntaría: “Hombre sabio, ¿el pájaro está vivo o muerto?” 
�Si el hombre sabio respondía que estaba vivo, el chico aplastaría rápidamente al pájaro y diría: “No, está muerto”. �Si el hombre sabio decía: “El pájaro está muerto”, el Chico le enseñaría el pájaro con vida. 
Los chicos consiguieron que el hombre sabio los recibiera, El que sostenía al pájaro le preguntó: 
“Hombre sabio, ¿el pájaro está vivo o muerto?” �El hombre sabio permaneció en silencio, durante, unos instantes. Después se agachó hasta que quedó a la misma altura que el chico y le dijo: “La vida que sostienes está en tus manos”. 
De la misma manera que muestra este relato “La vida que sostienes está en tus manos”. Dios te ha dado toda la capacidad de poder convertir tus sueños en realidad, está en tus manos el darle vida o matar tus sueños. 
Para ello vas a necesitar incorporar a tu vida esa búsqueda constante de la sabiduría manifestada a través de la lectura de la biblia y me gustaría recomendarte algunas distinciones que me han ayudado y pueden llevarte a esa vida extraordinaria como el compromiso, la disciplina, la resiliencia, el aprendizaje, la perseverancia y la responsabilidad. 
¿Por qué nos cuesta creer que podemos tener o lograr lo mejor? ¿Dios se ha olvidado de ti? De ninguna manera. ¿Te olvidarás tú de Dios? Es lo más probable que ocurra. Y para no olvidarse de Él hay que estar conectado con El con un corazón agradecido, no un corazón lleno de quejas. 
¿Por qué no dejas tu problema a un lado? ¿Por qué no comienzas a vivir la vida abundante? ¿Por qué no dejas de vivir en el pasado y comienzas a vivir tu futuro? 
Hay una frase que dice: “El artista no es nada sino está conectado con su don, pero el don no es nada si no se lo pone a trabajar.” Emile Zola 
Recuerda siempre que aunque tú olvides, Dios nunca se olvidará de ti. Ve tras tus sueños recordando las palabras del Apóstol Pablo: "Estoy convencido de esto: el que comenzó tan buena obra en ustedes la irá perfeccionando hasta el día de Cristo Jesús." Filipenses 1:6 (NVI) 
El Cristo espera por nosotros. Hay aún mucho por realizar. Sigamos perseverantes en el trabajo del bien, trabajando estudiando en el “libro de la vida” con alegría, entusiasmo y con mucho amor. 
Amigos mis mejores deseos para todos :  Merchita

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                                     SEÑALES DE LOS TIEMPOS

Mateo 24: 7-8: “Porque se levantará nación contra nación, y reino contra reino y habrá hambres y terremotos en diferentes lugares todo esto será  el principio de los dolores…” 

Algo interesante en ese versículo es que Jesús compara todas las señales con los intensos dolores de parto. En el proceso del parto, los dolores suelen ser leves al principio, pero a medida que el alumbramiento se acerca, los dolores se hacen más intensos y más seguidos. Siempre ha habido guerras, hambres y terremotos, Pero no como ahora, Y entre más pasa el tiempo más la situación se complica. No hay que ser muy estudioso para darse cuenta los tiempos que estamos viviendo.

- Reinaldo Inocente Formoso-

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LA EXPERIENCIA EN EL TIEMPO

El hombre realiza la experiencia de Dios en el tiempo, durante el transcurso de su evolución natural. No se puede tener una experiencia artificial de Dios en algunos minutos o unas pocas horas de meditación. Esa experiencia natural -y de naturaleza vital- es parte integrante de la vida y de la existencia humana. Podemos recordar la expresión de Descartes: La idea de Dios en el hombre es semejante a las características del obrero en su obra. Descartes fue el precursor de Kardec, como Juan el Bautista lo fue de Cristo.

Tenemos, por tanto, una curiosa correlación histórica entre el advenimiento del Cristianismo y la aparición del Espiritismo, que se complementa en otros numerosos aspectos. Recordando la teoría de la reminiscencia formulada por Platón, según la cual las almas nacen en la Tierra marcadas por el recuerdo del mundo de las ideas, comprenderemos más fácilmente la existencia de la idea innata de Dios en el hombre. Esa idea innata no es solo una marca, sino también el punto inicial o el eje en torno del cual se procesa todo el desarrollo espiritual de la criatura humana. Podemos seguir ese proceso desde la adoración de los elementos naturales por el hombre primitivo -a partir de la litolatría, adoración de la piedra y de otras formaciones minerales- hasta la aparición del monoteísmo, con la idea de Dios único, que Kant consideró como el más elevado concepto formulado por la mente humana. Vemos, entonces, que la idea de Dios representa, histórica y antropológicamente, una especie de marcapaso de toda la evolución humana.

En el hallazgo del cogito, de la cogitación de Descartes sobre la realidad o no de la existencia, el descubre, en lo más profundo de sí mismo, una idea extraña que es la de la existencia de un Ser Absoluto y, por tanto, absolutamente perfecto. Esa idea no podía haber sido originada por sus experiencias de ser relativo e imperfecto. Descartes la consideró extraña porque sólo podría provenir de fuera de él, de la existencia real de ese Ser Absoluto. Así descubrió que tuvo una experiencia de Dios, enteramente independiente de todas sus experiencias terrenas.

La importancia de esos hechos históricos y culturales fue deliberadamente negada por la cultura lega que se desenvolvió en el Renacimiento y dio forma al mundo moderno. El predominio creciente de las conquistas materiales de la civilización occidental asfixió a esas conquistas del Espíritu. El hombre se olvidó del significado de esos hechos, de esos episodios culminantes de la cultura humana, y las religiones dogmáticas transformaron la idea de Dios en una simple creencia desprovista de raíces experimentales.

Fue mérito del Espiritismo el restablecer la verdad y colocar la experiencia de Dios en su debido lugar dentro del vasto panorama de la evolución de la humanidad. Se trata de la más importante y profunda experiencia del hombre, de una experiencia que deberá llevarlo a la comprensión de su verdadera naturaleza y de su auténtico destino. En consecuencia, es imposible reducirla a una conquista particular y eventual de algunas solas personas que hoy se entregan a las prácticas de la meditación.

Aclaro que no pretendo negar ni disimular el valor de la meditación como disciplina mental y recurso de elevación espiritual. Sólo sostengo que la meditación es el resultado y no la generadora de la experiencia de Dios, pues esa experiencia ya acompañaba al hombre mucho antes que él hubiese adquirido el poder del pensamiento abstracto y pudiese meditar.

La vivencia religiosa, por el simple hecho de ser vivencia y no reflexión, es inherente al hombre desde su aparición en el planeta. Esa es una cuestión que hoy se nos muestra de una manera evidente. La concepción espirita va aún más lejos y más profundamente, pues niega al hombre actual el derecho de aislarse del mundo para buscar a Dios y, por tanto, de buscar a Dios o a los poderes espirituales por medio de procesos artificiales.

El medio natural de evolución, para el hombre y para todas las cosas y todos los seres, es la relación. Si cortamos nuestro contacto social y cultural para elevarnos, nos estamos ubicando en una situación errada y tomando un camino ilusorio.

La búsqueda solitaria de Dios es un acto egocéntrico y preferencial. El místico vulgar no bucea en sí mismo para encontrar en Dios la relación con el mundo -como lo hizo Descartes-, sino que, por el contrario, lo hace para desligarse del mundo y unirse aisladamente a Dios. No es guiado por el amor a la humanidad, sino por el amor a sí mismo. Prefiere elevarse por encima de los demás, para encontrar en Dios el refugio y la fortaleza con los que podrá construir y usufructuar, solito, su felicidad particular. Prefiere la fuga del mundo basada en su superioridad personal y, por tanto, egoísta y antirreligiosa, a su ligación con el mundo y con Dios para la realización de la unidad global, que es el objetivo de la religión. La diferencia absoluta entre la posición de Cristo y la posición de Buda y de las llamadas religiones orientales, es esa, precisamente.

Mientras Buda abandona el mundo para buscar a Dios en la soledad, Cristo se sumerge en el mundo para religar a los hombres en y con Dios. La acción de Buda es subjetiva y contraria a la experiencia del mundo, mientras que la dinámica de Cristo es objetiva, pues considera a la experiencia del mundo necesaria para el desenvolvimiento de 1a experiencia de Dios en el hombre.

Medio millón de personas entregadas a la meditación con el fin de intentar la unión personal de cada una de ellas con Dios, no representa un esfuerzo colectivo de unidad -una acción religiosa-, sino una simple coincidencia de esfuerzos particulares y aislados, como sucede en la búsqueda de oro en las regiones auríferas. No se trata, pues, de un esfuerzo colectivo, sino de millares de intentos individuales y egoístas.

Tampoco quiero negar -de ninguna manera-, el valor espiritual de Buda, cuya enseñanza correspondía a la necesidad de orientación de una comunidad de almas extrañas a la Tierra, exiliadas en nuestro planeta, que tenían por objetivo el regreso a su mundo de origen. En ese caso, la negación individual del mundo -de nuestro mundo- se manifestaba en forma colectiva en razón del objetivo común del retorno al paraíso perdido. La teoría espírita de la migración entre los mundos -apoyada en la teoría cristiana de las muchas moradas de la casa de mi Padre- es la clave indispensable para 1a comprensión de este problema.

En la evolución de cada mundo llega un momento en que su población se divide en dos campos bien diferenciados, como se observa hoy en la Tierra. Uno de ellos evolucionó lo suficiente para integrar una humanidad planetaria superior, mientras el otro continúa en un estado de inferioridad. La población de ese plano inferior necesita, entonces, ser transferida a otro mundo que esté en su mismo nivel evolutivo a efectos de que recupere allí el tiempo perdido.

Cuando esa población haya alcanzado en ese otro planeta el progreso necesario, retornará a su mundo de origen. En esa situación, la vivencia aislada en las prácticas solitarias de la meditación constituye una recapitulación del aprendizaje. A esas almas emigradas era a las que Buda dirigía su mensaje superior, como otros lo habían hecho antes que él. En nuestra humanidad terrestre solamente la acción de Cristo -venciendo al mundo, según sus propias palabras-, impulsó el aceleramiento evolutivo que viene transformando a la Tierra no sólo en las áreas cristianas, sino en toda su extensión. El Cristianismo institucional, de iglesia, absorbiendo elementos espirituales de las religiones orientales, que se oponían a los principios de entregarse al mundo de las religiones mitológicas, se sumergió en el ascetismo de las órdenes monásticas de Oriente y en el aislacionismo de la concepción socio céntrica de Israel. Las sectas cristianas se encerraron en si mismas, desde la comunidad apostólica del libro Hechos de los Apóstoles, estableciendo una división arbitraria entre los escogidos de Dios y los abandonados por él. La práctica del bautismo del espíritu, del tiempo de Jesús, que daba a la criatura la experiencia directa de la realidad espiritual, se convirtió en la forma de evocación ritual y privilegiada del Espíritu Santo, que da al creyente la ilusión de una condición conferida por la gracia.

Las iglesias cristianas se transformaron en islas de santidad y de pureza en medio de la impureza del mundo, como el Israel antiguo en el mundo mitológico.

La experiencia de Dios, personal e intransferible, sustituyó a la experiencia de Dios en el mundo, a la vivencia universal de la enseñanza y del ejemplo de Jesús. Es por esa causa que los cristianos de hoy se organizan en grupos socios céntricos cerrados.

Contrariamente a eso, la revelación espirita considera a la gracia, sencillamente, como la fuerza que Dios concede al hombre de buena voluntad para vencer sus imperfecciones, sea él de tal o cual religión o de ninguna. El bautismo antiguo del espíritu es sustituido por el bautismo exclusivista y sectario, mientras que aquél era accesible a todos, no según el criterio eclesiástico, sino de acuerdo al criterio de Dios. Nada ejemplifica mejor esa cuestión que el episodio de Hechos de los Apóstoles en que el apóstol Pedro, en Jope, se niega a atender al centurión Cornelio, más, advertido por el mundo espiritual lo atiende y descubre el sentido universal del bautismo del espíritu. Pedro, aun imbuido de los principios aislacionistas del judaísmo, no podía comprender que le fuese permitido socorrer a una familia de romanos en que la mediumnidad comenzaba a manifestarse. Fue necesario que el Espíritu le advirtiese -a él, que había seguido y oído a Cristo hasta el momento de ser aprisionado- de que Dios nada había hecho impuro, para que su conciencia se abriese a la verdadera comprensión del mensaje cristiano.

El egocentrismo humano, esa centralización del hombre en sí mismo, que genera y alimenta al orgullo, es una consecuencia natural de las bases de formación de la conciencia, de formación del individuo como una unidad espiritual específica opuesta a la pluralidad y diversidad del mundo. Mas ese egocentrismo, que debe abrirse al altruismo en la proporción en que el hombre va madurando, es alimentado por el ansia de los privilegios que las iglesias satisfacen con sus concesiones ilusorias a sus fieles. Todo tiene su utilidad en un determinado tiempo, pero después se convierte en inútil y hasta perjudicial. En el mismo medio espirita esa tendencia a conservar ciertas posiciones propias del pasado aún subsisten, particularmente en el plano institucional, donde los puestos de comando reencienden en el Espíritu la llama de las viejas y desviadas ambiciones.

El hombre, Espíritu encarnado –envuelto por la neblina de la carne, como lo define Emmanuel- está siempre propenso a reincidir en sus errores del pasado. El regreso a las condiciones de la vida material lo colocan de nuevo ante la posibilidad de disfrutar las oportunidades que fueron útiles o desagradables en el pasado. Las ilusiones renacen en su corazón humano. Las perspectivas espirituales se pierden en las tinieblas. En las religiones formalistas ese llamado del pasado adquiere mucha fuerza. La lucha contra los residuos del pasado exige oración y vigilancia, como Jesús enseñó. No obstante la idealización del diablo, como personificación mitológica del mal, todas las grandes religiones reconocen que la tentación está dentro de nosotros mismos.

Mucho más que la influencia de los Espíritus inferiores, lo que nos arrastra nuevamente a los viejos caminos del error son las propias tendencias que traemos en nuestro íntimo. La oración consciente, hecha con sinceridad y fe, ilumina nuestro ser y proyecta luz sobre los oscuros panoramas profundos del alma, haciéndonos discernir el contorno real de las cosas. Nada se modifica en nosotros, pero nos iluminamos por dentro. Y si mantuviéramos nuestra vigilancia con la intención sana de acertar, veríamos fácilmente lo que nos conviene y lo que no nos conviene hacer. Entonces, podemos repetir con Pablo: Todo me es lícito, más no todo me conviene. Siguiendo así el camino que la prudencia esclarecida nos indique, todo lo modificaremos para mejorar en nosotros mismos, tornándonos aptos para auxiliar a los demás a mejorarse.

Tenemos a cada instante, a cada minuto de nuestra vida diaria la experiencia de Dios, dado que la vida misma es, en sí misma, esa experiencia. Desde el momento en que nacemos hasta el instante final de nuestra existencia estamos en relación permanente con Dios, no el dios particular de tal o cual iglesia, sino el Dios en espíritu y materia que se manifiesta en una hoja de hierba, en la belleza gratuita de una flor, en el brillo de una estrella, en un perfume, en una voz, en una nota musical aislada, en un apretón de manos y, principalmente, en una idea, en un sentimiento, en una aspiración que brota del ansia de trascendencia de nuestra alma.

Lo que nos hace falta es estar más atentos, más despiertos para la percepción consciente de esos múltiples e infinitos milagros de la vida cotidiana. El hombre sin Dios es solamente aquel que se niega a aceptar la presencia de Dios en sí y en su entorno. Para ese hombre, la meditación es un ensayo en el campo de la frustración, una inmersión en el mundo opaco del sin sentido. 

J. Herculano Pires
( La Agonía  de las Religiones ) 

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