jueves, 26 de octubre de 2017

Transición Planetaria




Hoy tenemos :

- ¡ Momentos !
- Autoridad de la Doctrina Espírita
- Ellos viven. No murieron. ¡ Están vivos !
-Transición Planetaria


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                                                 ¡  MOMENTOS !

        Exactamente es de eso de lo que la vida está hecha, de momentos. Momentos que tenemos que pasar, siendo buenos o malos,para nuestro propio aprendizaje. Nunca olvidando lo más importante: Nada en esta vida es por casualidad, Absolutamente nada. Por eso tenemos que preocuparnos de hacer nuestra parte, de la mejor manera posible. La vida no siempre sigue nuestra voluntad, pero ella es perfecta en aquello que tiene que ser.

- Chico Xavier- (Reflexiones para todos)

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          AUTORIDAD DE LA DOCTRINA ESPÍRITA 
              CONTROL UNIVERSAL DE LA ENSEÑANZA DE LOS ESPÍRITUS 

Si la Doctrina Espírita fuese una concepción puramente humana, no tendría otra garantía que las luces del que la hubiera concebido, y nadie en este mundo podría tener la pretensión fundada de poseer por sí solo la verdad absoluta. Si los Espíritus que la han revelado se hubiesen manifestado a un solo hombre, nada garantizaría su origen, porque sería menester creer en la palabra de quien dijera haber recibido sus enseñanzas. 

Admitiendo una perfecta sinceridad de su parte, cuando mucho, podría convencer a las personas de su medio; podría tener sus seguidores, pero nunca llegaría a reunir a todos. 
Dios quiso que la nueva revelación llegase a los hombres por un camino más rápido y más auténtico; por esto encargó a los Espíritus ir a llevarla de uno a otro polo, manifestándose por todas partes, sin dar a nadie el privilegio exclusivo de oír su palabra. Un hombre puede ser engañado, puede engañarse a sí mismo, pero eso no ocurriría cuando millones ven y oyen la misma cosa: esto es una garantía para cada uno y para todos. 

Además, puede hacerse desaparecer a un hombre, pero no puede hacerse que desaparezcan las masas; pueden quemarse los libros, pero no se pueden quemar los Espíritus; pues si se quemaran todos los libros, el origen de la doctrina no sería menos 
inagotable, por el hecho mismo de que ella no está en la Tierra, sino que surge por todas partes y que cada uno la puede absorber. 

A falta de hombres que la difundan, habrá siempre Espíritus que alcanzan a todo el mundo y a quienes nadie puede alcanzar. 

En realidad, los mismos Espíritus son los que hacen la propaganda, con la ayuda de innumerables médiums que ellos suscitan por todos lados. Si no hubiesen tenido más que un intérprete, por más favorecido que fuese, el Espiritismo sería mal conocido; este mismo intérprete, a cualquier clase que perteneciese, sería objeto de prevención de muchas personas; no le hubieran aceptado todas las naciones; mientras que comunicándose los Espíritus por todas partes, a todos los pueblos, a todas las sectas y a todos los partidos, son aceptados por todos. 

El Espiritismo no tiene nacionalidad, está fuera de todos los cultos particulares y no fue impuesto por ninguna clase social, puesto que cada uno puede recibir instrucciones de sus parientes y de sus amigos de ultratumba. Era preciso que fuese así para que pudiese llamar a todos los hombres a la fraternidad; pues, si no se hubiese colocado en un terreno neutral, hubiera mantenido las disensiones en vez de apaciguarlas. 

Esta universalidad de la enseñanza de los Espíritus, constituye la fuerza del Espiritismo, y es también la causa de su rápida propagación; mientras que la voz de un solo hombre, aun 
cuando hubiese tenido el auxilio de la prensa, emplearía siglos antes de llegar a oídos de todos, he aquí a millares de voces que se hacen oír simultáneamente sobre todos los puntos de la Tierra, para proclamar los mismos principios y transmitirlos, tanto a los más ignorantes como a los más sabios a fin de que nadie quede desheredado. Es una ventaja de la cual no gozó ninguna de las doctrinas que surgieron hasta hoy. Si, pues, el Espiritismo es una verdad, que no teme ni la mala voluntad de los hombres, ni las revoluciones morales, ni los cataclismos físicos del globo, porque nada de esto puede alcanzar a los Espíritus. 

Pero esta no es la única ventaja que resulta de esa posición excepcional; el Espiritismo encuentra en ella una garantía poderosa contra los cismas que podrían suscitarse, ya por la ambición de algunos, ya por las contradicciones de ciertos Espíritus. Seguramente que estas contradicciones son un escollo; pero llevan consigo el remedio al lado del mal. 

Se sabe que los Espíritus, a consecuencia de la diferencia que existe entre sus capacidades, individualmente están lejos de poseer la verdad absoluta; que no a todos les es dado penetrar ciertos misterios; que su saber es proporcionado a su depuración; que los Espíritus vulgares no saben más que los hombres, y aun menos que ciertos hombres; que hay entre ellos, como entre estos últimos, presumidos y pseudo sabios, que creen saber lo que no saben; sistemáticos que toman sus ideas por la verdad; en fin, que los Espíritus de un orden más elevado, los que están completamente desmaterializados, son los únicos que se han despojado de las ideas y de los prejuicios terrestres; pero también se sabe que los Espíritus mentirosos no tienen escrúpulos en arroparse con nombres que toman prestados, para hacer aceptar sus utopías. Resulta de esto, que todo lo que está fuera de la   enseñanza exclusivamente moral, las revelaciones que cada uno puede obtener, tienen un carácter individual, sin autenticidad, que deben ser consideradas como opiniones personales de tal o cual Espíritu y que se cometería una imprudencia aceptándolas y promulgándolas ligeramente como verdades absolutas. 

EL EVANGELIO SEGÚN EL ESPIRITISMO 
ALLAN KARDEC. 

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   Ellos viven. No murieron. Están vivos

Ante los que se fueron, a en el gran cambio, no permitas que la desesperación te ensombrezca el corazón. No murieron. Están vivos. Te comparten las aflicciones cuando te lastimas sin consuelo. Se preocupan por su rendición a los retos de la angustia cuando te alejas de la confianza en Dios. También saben cuánto duele la separación. Conocen el llanto de la despedida y te recuerdan las manos temblorosas en el adiós, conservando en la acústica del espíritu las palabras que dijiste, cuando no más pudieron responder las interpelaciones que articulaste en el apogeo de la amargura. No admitas que están indiferentes a tu camino o a tu dolor.

Ellos entienden cuanto te cuesta la readaptación al mundo y a la existencia terrestre sin ellos y casi siempre se convierten en cirineus de ternura incesante, defendido el trabajo de renovación o secar las lágrimas cuando tateais la pizarra o les arreglando la memoria preguntando porque .

Piensa en ellos con la nostalgia convertida en oración.
Tus oraciones de amor representan acordes de esperanza y desvelo, despertando a visiones más altas en la vida.

Cuando puedas, realiza las tareas en las que estimariam continuar y los tendrás contigo por infatigables conserjes de tus días.

Si muchos de ellos son tu refugio e inspiración en las actividades a las que te arrestas en el mundo, para muchos otros de ellos eres el apoyo y el incentivo para la elevación que se les hace necesaria.

Cuando te dispuesto a buscar a los seres queridos domiciliados en el más allá, no te detengas en la tierra que les recibe las últimas reliquias de la experiencia en el plano material...

Contempla los cielos en que mundos innumerables nos hablan de la unión sin adiós y oirás su voz en su propio corazón, diciendo que no caminaron en la dirección de la noche, sino al encuentro de nuevo despertar.

Francisco Cándido Xavier - dictado por Emmanuel


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                          TRANSICIÓN PLANETARIA

La ley del progreso alcanza a todos los seres y la Humanidad, constituida por los espíritus encarnados y desencarnados, no escapa a esa ley. La Humanidad ha realizado hasta hoy indiscutibles progresos. Los hombres, gracias a su inteligencia, han obtenido resultados jamás alcanzados en lo que respecta a la ciencia, el arte y el bienestar material. Pero les queda aún por realizar un inmenso progreso: hacer reinar entre sí la caridad, la fraternidad y la solidaridad para asegurar el bienestar moral. Tal es el período en el que hemos entrado y que señalará una de las más importantes fases de la Humanidad. 

   La generación futura, libre de las escorias del viejo mundo y formada por elementos más puros, estará animada por ideas y sentimientos muy diferentes de los que nutren a la generación actual, que se va a pasos agigantados. El viejo mundo habrá muerto y vivirá en la historia, como sucede hoy con la Edad Media y sus costumbres bárbaras e ideas supersticiosas. 

   Pero un cambio tan radical como el que se está elaborando no puede llevarse a cabo sin perturbaciones. Hay una lucha inevitable en las ideas. Ese conflicto originará forzosamente perturbaciones temporales, hasta que el terreno haya sido desbrozado y el equilibrio restablecido. Los graves acontecimientos anunciados surgirán de esa lucha de ideas y de ningún modo de cataclismos o catástrofes puramente materiales. Los cataclismos generales eran consecuencia del estado de formación de la Tierra. Hoy ya no se agitan las entrañas del globo, sino las de la Humanidad.

    La agitación que se manifiesta a veces en toda una población no es algo fortuito, ni producto de un capricho: se origina en las leyes naturales. Esta efervescencia, en un comienzo inconsciente, se manifiesta como un deseo vago, una aspiración indefinida hacia algo mejor, una necesidad de cambio. Se traduce por una agitación sorda, luego por actos que conducen a revoluciones sociales, las que, creedlo, tienen también su periodicidad, como ocurre con las revoluciones físicas, ya que todo se encadena. Si la visión espiritual no estuviese limitada por el velo de la materia, veríamos esas corrientes fluídicas que, como miles de hilos conductores, enlazan las cosas de orden espiritual con las de orden material. 
   Sí, ciertamente, la Humanidad cumple un período de transformación, como los que vivió ya en épocas pasadas. Cada transformación está marcada por una crisis que es, para el género humano, lo que son las crisis de crecimiento para el ser humano como individuo. Estas crisis, a menudo dolorosas, se llevan consigo a generaciones e instituciones, pero siempre son seguidas por una fase de progreso material y moral. 

   La Humanidad terrestre llegó a uno de los períodos de crecimiento. Desde hace casi un siglo se encuentra en pleno trabajo de transformación, razón por la cual se agita por doquier presa de una especie de fiebre y como impulsada por una fuerza invisible, hasta que haya retomado su lugar sobre nuevas bases. 

   A la agitación de encarnados y desencarnados suelen unirse, casi siempre, ya que en la Naturaleza todo se encadena, las perturbaciones de los elementos físicos. Entonces, durante un tiempo, se produce una auténtica confusión general, pero que pasa como un huracán, después de la cual el cielo vuelve a abrirse y la Humanidad, restablecida sobre nuevas bases e imbuida de nuevas ideas, inicia una nueva etapa de progreso. 

   «Será en el período que se inicia que se verá florecer al Espiritismo y que éste producirá sus frutos. Es, por lo tanto, más para el futuro que para el presente que vosotros trabajáis. Pero era necesario que esos trabajos se elaborasen anticipadamente, porque preparan las vías de la regeneración por la unificación y la racionalidad de las creencias. Felices quienes disfrutan de la Doctrina desde ahora: será para ellos un gran adelanto logrado y muchas penas evitadas».

    La Humanidad ha llegado a uno de esos períodos de transformación o, si se quiere, de crecimiento moral. Pasó de la adolescencia a la edad viril. El pasado ya no basta a sus nuevas aspiraciones y nuevas necesidades. Allan Kardec (1804-1869) Seudónimo de Hippolyte Léon Denizard Rivail, pedagogo y escritor francés, autor de la colosal obra de recopilar, ordenar, anotar y publicar los mensajes recibidos de la espiritualidad superior a través de diversos médiums, en la Codificación: El Libro de los Espíritus, El Libro de los Médiums, El Evangelio según el Espiritismo, El Génesis y El Cielo y el Infierno, además de ser autor y editor de otras obras complementarias, en particular la Revista Espírita. Allan Kardec Número: 3 • Edición Marzo 15

    No puede ser gobernada por los mismos medios. No se contenta con ilusiones y engaños: su razón madura reclama alimentos más sustanciales. El presente es demasiado efímero, comprende que su destino es más vasto y que la vida corporal es demasiado restringida para abarcarlo por entero y, por tanto, vuelve su mirada hacia el pasado y el futuro para descubrir el misterio de su existencia y encontrar en ellos la seguridad que consuela. 

   Quien haya reflexionado sobre el Espiritismo y sus consecuencias, sin limitarlo a la producción de algunos fenómenos, comprenderá que esta Doctrina abre a la Humanidad un nuevo camino, ofreciéndole infinitos horizontes. Al iniciarlo en los misterios del mundo invisible, le señala su verdadero papel en la Creación, papel perpetuamente activo, tanto en el estado corporal como en el espiritual. El hombre no camina ya a ciegas: sabe de dónde viene, adónde va y por qué está sobre la Tierra. Ya no es una vaga esperanza: es una verdad palpable, tan cierta para él como la sucesión del día y la noche. Sabe que su ser no está limitado a algunos instantes de una existencia efímera; que la vida espiritual no se interrumpe con la muerte; que ya ha vivido y que vivirá aún y que de todo lo que adquiere en perfección gracias al trabajo nada se pierde. Encuentra en sus existencias anteriores la razón de lo que es hoy y, también, de lo que es hoy, sabrá deducir lo que será mañana. 

   La fraternidad debe ser la piedra angular del nuevo orden social. Pero no hay una fraternidad real, sólida y efectiva si no está fundada sobre una base inquebrantable: esta base es la fe, más no la fe en tales o cuales dogmas especiales que cambian con los tiempos y los pueblos y que se excluyen y luchan entre sí anatematizándose y fomentando las divisiones y el antagonismo. Sino la fe en los principios fundamentales que todos pueden aceptar: Dios, el alma, la vida futura, el progreso individual indefinido y la perpetuidad de las relaciones entre los seres. Cuando todos los hombres se convenzan de que Dios hay uno solo para todos, que ese Dios soberanamente justo y bueno no desea la injusticia y que el mal proviene de los hombres y no de Él, entonces se sentirán todos hijos del mismo Padre y se estrecharán la mano. 

   Esa es la fe que da el Espiritismo y que será en lo sucesivo el eje cardinal alrededor del que se moverá el génesis humano, sean cuales fueren los cultos y las creencias individuales. 

   El progreso intelectual, llevado a cabo hasta hoy en las más vastas proporciones, constituye un gran adelanto y señala la primera fase de la Humanidad. Pero por sí solo es impotente para regenerar. En tanto el hombre esté dominado por el orgullo y el egoísmo, utilizará su inteligencia y sus conocimientos en beneficio de sus pasiones e intereses personales. 

   Sólo el progreso moral puede asegurar la felicidad de los hombres sobre la Tierra poniendo freno a las malas pasiones. Sólo él puede hacer reinar entre ellos la concordia, la paz y la fraternidad. 

   Él es el encargado de tirar abajo las barreras que separan a los pueblos, el que hará desaparecer los prejuicios de castas y acallará los antagonismos sectarios, enseñando a los hombres a considerarse hermanos destinados a ayudarse y no a vivir parasitariamente los unos de los otros. 

   Será también el progreso moral, secundado por el progreso intelectual, quien unirá a los hombres en una misma creencia establecida sobre las verdades eternas, aceptadas universalmente, y, por eso mismo, no será motivo de discusión. La unidad de creencia será el eslabón más poderoso, la base más sólida para el logro de la fraternidad universal, resquebrajada en todos los tiempos por los antagonismos religiosos que dividen a los pueblos y a las familias, y que hacen ver en los disidentes a enemigos de quienes es necesario huir y a quienes hay que combatir y exterminar, en vez de ver en ellos a hermanos a quienes se debe amar. 

   Tal estado de cosas supone un cambio radical en  el sentir de las masas, un progreso general que no podía llevarse a cabo sin salir del círculo de ideas mezquinas y rastreras que fomentan el egoísmo. 

   Hoy la Humanidad está madura para mirar más allá de lo acostumbrado y mejor dispuesta para asimilar ideas más amplias, así como para comprender lo que no había entendido antes. 

   Esta etapa ya revela ciertos signos inequívocos de su presencia: tales son las tentativas de reformas útiles, las ideas amplias y generosas que se dan a conocer y que comienzan a tener repercusión. Es así como vemos aparecer una increíble cantidad de instituciones protectoras, civilizadoras y emancipadoras bajo el impulso y por iniciativa de hombres evidentemente predestinados para este trabajo de regeneración. Las leyes penales se humanizan un poco cada día, los prejuicios de raza se debilitan, los pueblos comienzan a considerarse miembros de una gran familia. Mediante la uniformidad y la facilidad de los medios de transacción, van suprimiendo las barreras que los distanciaban. Delegados de todas las partes del mundo son convocados para reunirse en comicios universales y realizar asambleas pacíficas e intelectuales. 

   Pero falta a esas reformas una base para desarrollarse, completarse y consolidarse. Es necesaria una predisposición moral más generalizada para que dé frutos y que las masas los acepten. Mas no por eso dejan de ser una señal característica del tiempo actual, el preludio de lo que se cumplirá en mayor medida, conforme el terreno se vaya solidificando. 

   Otro signo característico de la época que se inicia es la reacción favorable hacia las ideas espiritualistas y la repulsión instintiva de las concepciones materialistas. El espíritu de incredulidad que se había apoderado de las masas, ignorantes o cultas, y que las había hecho rechazar, junto con la forma, el fondo mismo de toda creencia, parece haber sido un sueño que al despertar produce la necesidad de respirar un aire más vivificante. Involuntariamente, donde se hizo el vacío se busca algo, un punto de apoyo, una esperanza. 

   No es el Espiritismo el artífice de la renovación social, sino la madurez de la Humanidad la que convierte a esta renovación en una necesidad. Por su fuerza moralizadora, por sus tendencias progresistas, por la amplitud de sus miras, por la generalidad de los temas que abarca, el Espiritismo, más que ninguna otra doctrina, es apto para secundar al movimiento regenerador. Por tal motivo, ambos son contemporáneos. 

   El número de partidarios del retroceso es, sin ninguna duda, grande aún. Pero, ¿qué pueden contra la marea que asciende, además de arrojarle piedras? La generación que se eleva representa a esa marea, mientras que ellos desaparecen junto con la generación que se va a pasos de gigante. Hasta entonces defenderán el terreno palmo a palmo. La lucha es inevitable, pero es una lucha desigual: entre el hombre y la voluntad de Dios, ya que los tiempos por Él señalados han llegado ya.

 (Extractos de La Génesis, de A. Kardec)

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