EL ESPIRITISMO,
UN COMPROMISO SOCIAL
“Para saber quiénes somos, el espiritismo enseña a vivir mejor; para saber de dónde venimos, el espiritismo enseña a comprender mejor la Tierra y el universo; para saber a dónde vamos, el espiritismo explica el mañana, borrando los miedos y las angustias de una muerte desconocida”.
Extracto del libro de Karine Chateigner Entre cielo y tierra —espírita y médium.
Ser espírita, es tener en sí la convicción y la certeza de la existencia del alma y de su supervivencia más allá de la muerte; es comunicarse con esa misma muerte; es aportar, por una parte, la ayuda de los espíritus sufrientes y por otra, recibir el fruto de la reflexión de aquellos que, conscientes de su vida espiritual, vienen a compartirla con nosotros.
Igualmente, ser espírita es actuar. En efecto, si bien el mundo de los espíritus tiene su existencia propia en otra dimensión, no por ello está tan desvinculado del mundo de los humanos. Los espíritus observan nuestro planeta y vienen en sesión para alertarnos sobre nuestro mundo y sobre nuestra condición. Vivimos en un planeta inferior en evolución moral donde reinan el orgullo, el egoísmo y la voluntad de dominar al otro para someterlo mejor. Los mensajes que se nos dan nos ayudan a comprender la razón de la vida, de las vidas sucesivas, de nuestra presencia en esta Tierra y del vínculo fraternal que existe entre todos sus habitantes, pues todos proceden del pensamiento divino.
Hemos vivido ya, y porque ya hemos vivido, hemos podido vivir en otras comarcas, en otras latitudes y por consiguiente, haber tenido un color de piel diferente o un sexo diferente. Hemos podido ser hombre o mujer, vivir en África, en la India o incluso hasta en China.
Nuestra psicología, nuestra forma de pensar, nuestros temores, nuestras angustias, nuestros gustos o nuestros centros de interés son el resultado de todo ese pasado, vivido y registrado en nuestra memoria espiritual.
En ese caso, ser espírita nos hace tener una visión diferente sobre los hombres y mujeres que componen por la población de nuestro planeta. El miedo al extranjero, dentro de su diferencia tanto física como social o religiosa, y la idea racista que de él deriva se atenúa en pro del reconocimiento de un hermano, él también reencarnado, para avanzar por su camino evolutivo.
Los seres humanos que somos deben aprender a vivir juntos dentro del respeto y la dignidad de cada uno, en el seno de una sociedad mundial donde la dominación, bien sea ésta religiosa, militar, social o financiera, sería abolida. Así, un reparto equilibrado permitiría a todos vivir y desarrollarse juntos. Ciertos espíritas se comprometen entonces, según las afinidades y atracciones de unos u otros, en organizaciones humanistas que trabajan, por ejemplo, por la supresión de la pena de muerte y dan su apoyo a los reclusos norteamericanos que esperan su ejecución en el corredor de la muerte; se incorporan a asociaciones, como la ayuda a los más desposeídos, y participan en diversas manifestaciones para tener siempre más justicia social.
Con sus cadenas de pensamiento, los espíritas luchan por la paz en el mundo y por el fin de las dictaduras y de todas las injusticias, y saben aunar así el combate de los humanistas y no espíritas que también han comprendido que sólo se crece junto con los demás.
Los espíritas piensan y trabajan por una sociedad más justa, en ello el compromiso espírita es igualmente un compromiso social.
Extracto de un mensaje de Jean Jaurès en 1989:
“El espiritismo abraza todos los campos referentes a la naturaleza de los hombres. Por consiguiente, el espiritismo no puede ser, y nunca ha sido, apolítico. Quien afirme lo contrario no conoce bien y no ha estudiado la fórmula espírita, o hasta más grave aún, se engaña a sí mismo."
¿Estarían ustedes solos dormidos en un mundo que cambia, en un mundo que vive? ¿Serían indiferentes a las injusticias sociales? No pueden y lo saben bien. Al saberlo, ya hacen política.
Hacer política no consiste simplemente en hablar y charlar. Consiste en comprometerse y en ser, tan claro como se pueda, en el sentido de su compromiso. La fórmula espírita, que es cristiana, sólo puede ser una fórmula de reparto, justicia, libertad y dignidad para todos los hombres, para todos los pueblos y todas las razas…
Ustedes siempre están invitados a un mejor ser, es decir a otro mundo, y allí están invitados como agentes y participantes. Ayúdennos en la lucha social, ayúdennos en la transformación de la sociedad. No se disfracen de falsos revolucionarios. Sean verdaderos revolucionarios y no tengan miedo a la palabra.
Revolucionario no quiere decir homicida o sanguinario.
Revolucionario quiere decir tener el corazón, la inteligencia y el ardor, tener el coraje y la voluntad de hacer evolucionar al planeta completo. Es juntos como lo conseguiremos…”
CATHERINE GOUTTIÈRE
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EL PURGATORIO Y EL LIMBO
Estas figuras
son dos creaciones del Cristianismo que no
aparecen en los Evangelios, ni son descritos
ni mencionados con las figuras y sentidos que se les han asignado.
Son conceptos
que nacieron en el siglo XII
y con ellos se trató de cubrir la laguna que creaba para la fe, el
dogma del Cielo y el Infierno eternos. Se hacía necesario crear un
destino lógico para los casos de niños que fallecían y que no
habían podido hacer aún méritos suficientes para poder gozar en el
Cielo, ni tampoco habían tenido tiempo de pecar como para ser
castigados eternamente. Así nació el Limbo
que no deja de ser una idea injusta porque sin culpa, esos niños
eran privados del Cielo para toda la eternidad.
El Purgatorio
era un lugar semejante al Infierno pero sin
el carácter de la eternidad. Solamente suponía un periodo de
tránsito exclusivo para los fieles Católicos fallecidos en “pecado
venial”, o “menos grave”, a fin de que pudiesen purgar los
pecados leves y no tuviesen que ir por causa de ellos al Infierno;
los que no eran Católicos no tenían más destino que ir “de
cabeza” al infierno.
La idea del
Purgatorio, absolutamente injusta, supone un tiempo de estancia en
esa situación o lugar, que depende de la cantidad de rezos y misas,
muchas veces pagadas, que se le hagan u organicen al fallecido, en
lugar de depender solamente del esfuerzo, arrepentimiento y propósito
de salir de esa situación por parte del Ser que así se encuentra.
Si ya aceptamos
que las ideas ancestrales de cielo e infierno, no son “lugares”
físicos o concretos de premio o castigo eternos, sino estados del
espíritu, menos aún podemos imaginar estas figuras de purgatorio y
limbo, como lugares físicos donde las almas sin cuerpo (espíritus),
se juntan para recibir un castigo injusto, tal como lo sería si
existiese el caso del limbo.
El
Purgatorio se hace muchas veces real en este mundo nuestro porque es
un mundo en donde se expían las culpas del pasado y se trabaja por
superar las pruebas que nos permitan seguir nuestra evolución
espiritual; por eso nuestra sociedad humana muestra a diario tanto
sufrimiento y calamidad humana y espiritual. Pero además de este
Purgatorio que es nuestro mundo, también en el mundo espiritual
existe el equivalente, agrupados en planos mentales inferiores, en
donde al igual que aquí , actúa la ley de Causa y Efecto, como ley de reajuste espiritual.
Jose Luis Martín
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“Jamás
desesperes en medio de las mas sombrías aflicciones de tu vida, pues
de las nubes mas negras cae un agua limpia y fecundante “.
- Proverbio chino -
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Herculano Pires |
DOCTRINA ESPIRITA UN TESORO DE LUZ, CONOCIMIENTOS, Y DADIVAS CELESTES
Es preciso que aprendamos a respetar la doctrina espírita como una dádiva celeste que Jesús nos prometió y nos envió en la hora justa, en el momento en que nuestro pobre mundo se preparaba para un avance decisivo en la superación de sus condiciones de indigente del Cosmos. ¿Quien tiene autoridad para corregir a Jesús, Kardec y al Espíritu de la Verdad entre nosotros? ¿Cuál es el misionero de sabiduría infusa que apareció en la tierra para probarnos que las enseñanzas del Evangelio proclamadas por el Espiritismo deben ser sustituidas por fábulas (como dice el Apóstol Pablo) forjadas por éste o aquel individuo fantoche o pretencioso?
El avance de las ciencias y de la cultura general en nuestro siglo nada más hicieron hasta ahora que confirmar, sin saberlo, los principios fundamentales de la Doctrina Espírita. ¿Donde está el punto en que la Doctrina fue superada por las concepciones contemporáneas? Si tuviésemos hoy en la Tierra un misionero divino capaz de abrir nuevas perspectivas en el campo doctrinario, la primera cosa que haría, y que le legitimaría a los ojos de las personas de sentido común, sería empuñar de nuevo el látigo del Mesías para expulsar a los vendedores del Templo.
Precisamos estudiar a Kardec intensamente, asimilar las enseñanzas de las obras básicas, de sumergirnos en las páginas de oro de “La Revista Espírita“, no tan sólo leerlas, pero si meditarlas, profundizando en ellas, redescubrir todo el tesoro de experiencias, ejemplos, enseñanzas y moralidad que Kardec nos dejó. Pero antes de nada precisamos de humildad para entrar en el templo de la Verdad sin la fatua arrogancia de pigmeos que se juzgan gigantes. Precisamos respeto por el trabajo de un hombre que vivió en la Tierra atento a la cultura humana, sirviéndose de ella para después entregarse a la más pesada misión de librarnos de la ignorancia vanidosa y de las tinieblas de las falsas doctrinas de hombres ignorantes y orgullosos.
Al extender las manos para reformar un libro doctrinario debemos preguntarnos a nosotros mismos cual es nuestra intención, nuestro estado íntimo. Porque, si no hacemos eso con respeto y humildad, podremos caer en la trampa de las adulteraciones, que está siempre abierta a nuestros pies inseguros. Y no tengamos dudas de que la omisión, en asuntos de tan profunda gravedad, que se refiere a nuestro propio destino y al destino del mundo, es un crimen de complicidad. Las personas, las instituciones, las publicaciones que no se pronunciaron en la hora crucial de la adulteración incurrieron irremediablemente en la participación del crimen, inscribieron sus nombres en la lista de los que participaron por omisión. Quien asume responsabilidades de divulgación y orientación en el campo doctrinario no puede esconder la cabeza en la arena cuando la tempestad ruge. Esa imperdonable cobardía es siempre señalada con la marca inolvidable de Caín. En cualquier sector de las actividades humanas la fidelidad a las normas y principios es un deber indeclinable de todos. ¿Qué extraño motivo eludiría a los espíritas, integrados en el más alto sector de esas actividades, el de la propagación y sostenimiento de la Verdad, de la pesada responsabilidad que hablaba León Denis?
Seríamos locos e ingenuos si pensásemos que en el Espiritismo estamos con las manos libres, sin la obligación explícita y el deber inalienable de respetarlo y defenderlo.
Aunque no tenemos la intención de herir a nadie, sabemos que son duras estas explicaciones que no son nuestras, pero sí del propio Cristo, cuando recordó a los fariseos que el hecho de saber la verdad les condenaba, porque en su lugar enseñaban y sostenían la mentira.
Porque la Doctrina Espírita es un código del futuro, elaborada para mejorar al hombre y al mundo. No nació del cerebro de un hombre, de una corporación científica o de una escala filosófica, y mucho menos de un colegio de teólogos, pero sí de la realidad natural de los hechos, de los fenómenos rechazados por los materialistas pero hoy aceptados e integrados por ellos mismos en la realidad científica mas avanzada.
No está constituida por preceptos, normas, dogmas, axiomas, sino por principios o leyes que se sometieron a las investigaciones científicas más rigurosas de laboratorio y en el ámbito del campo científico. Estas investigaciones no son sólo las de Kardec, sino las realizadas por científicos eminentes en los medios universitarios de todo el mundo, en general iniciadas con el propósito de negar las conclusiones de Kardec, pero siempre confirmadas.
Se trata, pues, de un patrimonio cultural que se formó en la secuencia del desarrollo de la cultura, bien encuadrada en la Historia y en la Teoría del Conocimiento. Pode-mos incluso decir que las conclusiones de la Doctrina Espírita no son postulados, son hechos. Son los hechos, siempre a disposición de los que pretendan revisarlos, negarlos o incluso contradecirlos, los que constituyen la base del Espiritismo.
Delante de un patrimonio cultural tan sólido y hasta hoy invaluable en todas sus dimensiones, ¿cómo podemos admitir que personas o grupos desinformados se atrevan a alterar, modificar, corregir pretenciosamente aquello que no están ni siquiera a la altura de comprender?
El amor no es una capa de ilusiones, no debe ocultar el error sino defender y sostener la Verdad, cueste lo que cueste, para el bien de todos, adversarios y compañeros.
Amor y verdad son las dos caras de Dios, que conforman el rostro divino a los ojos de los que saben y pueden encararlo.
Del libro “Hora de testimoniar” Herculano Pires
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