jueves, 5 de marzo de 2015

Baja autoestima: Instrumento del mal


REORGANIZACIÓN DE LA HUMANIDAD

En la actualidad, se produce uno de esos movimientos generales, destinados a promover una reorganización de la humanidad.
La multiplicidad de las causas de destrucción constituye una señal característica de los tiempos, pues apresura la eclosión de los nuevos gérmenes. Son como las hojas que caen en el otoño,reemplazadas por otras hojas plenas de vida, puesto que la humanidad tiene sus estaciones, al igual que los individuos tienen sus diversas edades. Las hojas muertas de la humanidad caen impulsadas por las ráfagas violentas y por las sacudidas del viento, pero con el fin de que renazcan más vigorosas, por obra del mismo aliento de vida, que no se extingue, sino que se purifica.
*. Para el materialista, los flagelos destructores son calamidades sin compensación, sin resultados útiles, puesto que, según su opinión, esos flagelos aniquilan a los seres definitivamente. En cambio, para aquel que sabe que la muerte sólo destruye la envoltura,esos flagelos no tienen las mismas consecuencias, ni le causan el mínimo temor; comprende su objetivo, y sabe también que los hombres no pierden más por el hecho de que mueran en masa que por morir aislados, pues de una manera o de otra todos habrán de llegar a lo mismo.

Los incrédulos se burlarán de estas cosas, y las calificarán de quimeras. No obstante, digan lo que digan, no escaparán a la ley general; en su momento caerán, como los demás, y entonces, ¿qué les sucederá? Ellos dicen: ¡nada! Pero vivirán, a pesar de sí mismos, y un día se verán obligados a abrir los ojos.

EL GÉNESIS
ALLAN KARDEC.


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La paciencia es amarga ,pero sus frutos son dulces.
Rousseau

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RESENTIMIENTO
En nuestro trabajo de crecimiento personal enfrentamos cada día muchos desafíos que nos obligan a estar siempre alertas para superarlos. Si somos capaces de ver con honestidad cuáles son nuestras fortalezas y debilidades a medida que se nos presentan los problemas, habremos logrado una meta importante en el camino de nuestra superación personal. Sin embargo, esta no es tarea fácil. No nos gusta reconocer nuestras faltas y menos aún que sean otros los que nos las hagan ver.
¡Cuántos amigos se pierden en el camino de la vida por esta razón!
Si realmente fuéramos sinceros con nosotros mismos, estaríamos conscientes de que nuestras emociones negativas bloquean las energías que necesitamos para sentirnos bien física, psíquica y espiritualmente, y nos esforzaríamos en erradicarlas. No sólo nos beneficiaríamos nosotros sino también aquellos con quienes nos relacionamos.
Se cuenta una historia que en un colegio  el maestro había pedido a los alumnos  que llevaran  papas y una bolsa de plástico. Ya en clase  los alumnos tuvieron   que elegir una papa por cada persona por las cuales sentían  resentimiento, escribir su nombre en ella y ponerla dentro de la bolsa.
 Algunas bolsas eran realmente pesadas. El ejercicio consistía en que durante una semana llevaran  con ellos a todos lados esa bolsa de papas. Naturalmente la condición de las papas se iba deteriorando con el tiempo.
-Era muy fastidioso acarrear esa bolsa en todo momento y eso puso en evidencia y con mucha claridad el peso espiritual que cargaban algunos  a diario. Al mismo tiempo notaron  que tenían que poner toda su  atención en ella para no olvidarla en ningún lado, descubriendo que por ese motivo estaban  desatendiendo cosas que eran más importantes par ellos.
-Así que resolvieron  abandonar la bolsa, y todo lo que ella representaba. – notando así  en gran alivio a partir de dicho momento.
Una de las emociones negativas más frecuentes y más difícil de superar es el resentimiento. Aquellas personas que nos han hecho daño siguen siendo nuestros deudores aunque haya pasado mucho tiempo. No importa que estén muertos o con vida, ya que el dominio del oscuro recuerdo no respeta fronteras. Tampoco hay diferencia en que el odio y el deseo de venganza se anuden en nuestro corazón desde la niñez o desde el ayer reciente. Nuestro tiempo psíquico es inmóvil. Por eso siempre estos recuerdos acechan, para surgir disfrazados de distintos temores cuando la oportunidad se presenta propicia. Esos temores son el veneno que debemos probar cada vez. El recordar a los que nos han causado sufrimientos, como también hechos y circunstancias dolorosas, abren de nuevo nuestras heridas. Repasamos con amargura esas situaciones y la idea de desquitarnos puede obsesionarnos. Pero debemos considerar el hecho de que siempre es mejor vivir el presente que quedarnos atrapados en un pasado doloroso lleno de resentimientos y culpas.
¿Quién no ha sentido en algún momento de su vida tristeza, amargura o resentimiento?
Nadie escapa a estos sentimientos y el sentirlos de vez en cuando es normal, es parte de nuestra naturaleza humana. Llorar es bastante sano cuando se trata de un acontecimiento eventual, el llanto es parte de la liberación.
Pero ¿Qué pasa cuando estas emociones quedan alojadas en nuestro corazón de manera permanente?, cuando el dolor, la amargura y la tristeza representan nuestra propia personalidad.
Hoy en día los males provenientes del corazón son muy comunes, los rompimientos familiares, la frustración, la represión, el fracaso y lo que llamaríamos “el cansancio de vida” se apodera de nosotros cuando vemos que a pesar de nuestro esfuerzo, las cosas “nunca funcionan”, “todo nos sale mal” porque “la vida ha sido muy injusta con nosotros”.
Es entonces cuando el resentimiento, la autocompasión y la tristeza pueden quedar instalados en nuestro corazón de manera permanente.
Esta actitud hace que todo en la vida lo veamos a través de un “cristal empañado”, es decir, nuestra perspectiva de vida se torna gris, ya no vemos la belleza de la vida, los buenos momentos se vuelven indiferentes ante nosotros, dejamos ir oportunidades y empezamos a crear una realidad falsa al creer que “nadie nos quiere” o “todos quieren hacerme daño”, nuestra visión actúa y distorsiona todo desde nuestro cristal empañado.

El guardar por mucho tiempo esta actitud o este sentimiento, además de prolongar nuestro sufrimiento, nos trae como consecuencia enfermedades derivadas de “un corazón triste”:
Enfermedades respiratorias (gripas, asma, tos, sinusitis, etc).
Enfermedades del corazón (Angina de pecho, infarto, etc.)
Enfermedades del sistema circulatorio (mala circulación, várices, colesterol, etc.)
Ningún medicamento, dieta o ejercicio pueden evitar o curar dichas enfermedades si no nos conectamos con la alegría de vivir, con el amor a la vida. La alegría es la única medicina para un corazón que revive constantemente en su presente las heridas del pasado.
Sin la alegría, nuestra vida se frena, nuestros pasos se alientan ya no queremos saber nada, estamos deprimidos y con un constante dolor de piernas, nos pesan tanto como para poder dar un paso más.
Sufrimos también a causa de nuestra soledad por tener nuestro corazón cerrado al amor, no sabemos darlo, mucho menos recibirlo, al mismo tiempo nos duelen los hombros y la espalda.
Seguimos sufriendo, porque las pastillas no son suficientes para un corazón que frena el amor, que lo tiene por esencia, pero no lo deja salir… se ahoga, se asfixia… hasta morir.
El resentimiento es otra plaga que desde siempre azota a  la humanidad, siempre que evocamos un sentimiento de hostilidad contra una persona o personas que consideramos que nos han tratado mal; cuando cobijamos un rencor reprimido sobre un acontecimiento negativo que nos ha sucedido; cuando sentimos una molestia o agitación emocional siempre que se habla de una determinada persona o acontecimiento;   cuando somos incapaces de perdonar, dejando pasar las cosas y olvidarlas; cuando sentimos  la sospecha y esta  es la base de la desconfianza  al tratar con personas o acontecimientos que nos produjeron dolor en el pasado; cuando sentimos dolor emocional  al no conseguir aceptar una perdida, cuando después de poner mucho esfuerzo y energía para conseguir una cosa sentimos malestar por al final perderla; cuando pensamos que fuimos víctimas de un trato injusto y el resultado  fue la no solución de un problema; cuando sentimos rencor hacia una persona o grupo que consideramos que ha impedido que logremos ciertos objetivos;  en fin cuando nos sentimos ofendidos porque han ignorado  o negado nuestros derechos, es que damos paso al resentimiento.
Resentimiento propiamente, significa "volver a experimentar un sentimiento, especialmente un sentimiento doloroso. Pero se entiende generalmente en el sentido de rencor sordo, frecuentemente inconsciente, de envidia u odio impotente, que se manifiesta en criticas, comentarios o insinuaciones que desprestigian a la persona que es objeto del resentimiento"
Nuestra forma de manifestar resentimiento suele ser muy variada y lo solemos hacer de la siguiente manera:
Ponemos mala cara disimuladamente ante la presencia o mención de la persona que es objeto del resentimiento.
Sentir malestar cuando la música, una película, o un programa de televisión le recuerdan las interacciones desagradables que ha tenido con ellos.
Hablamos de una manera burlona, de hostilidad o degradante de él, ella o de ellos.
Tenemos pesadillas o pensamientos desagradables sobre la persona o personas.
Nos vemos bloqueados en nuestros esfuerzos de crecimiento personal sin saber por qué.
Sentimos cólera sin razón aparente.
Nos sentimos deprimido, abatido, y confundido cuando intenta superar estas experiencias frustrantes.
Evadimos  cualquier tema que esté relacionado con su último enfado o malestar acerca de esas personas.
Fingimos  entusiasmo por estar con esa persona cuando en realidad preferiría no saber nada de ella.
La Superación del Resentimiento
Si miramos  con optimismo el futuro, procurando vivir una vida sana y positiva, los buenos  sentimientos que se originan allanan el camino y hacemos posible la total curación de las heridas.
Sólo el perdón es el bálsamo que puede curar el dolor que nos causa el resentimiento, No es cuestión de esperar que el tiempo se encargue de borrarlo. Muchas personas dicen: «perdono pero no olvido», sintiéndose culpables por no olvidar. Para dejar de recordar tendríamos que sufrir de amnesia. Además, la experiencia de los agravios sufridos nos enseña a impedir que vuelvan a dañarnos y nos sirven de lección para no dañar a otros.
El perdón nos libera de la pesadilla del otro y nos devuelve el don más preciado: la paz interior. Pensemos: “Todo enemigo y todo resentimiento que habite en mi interior, limita mi presente y obstruye mi futuro. Mi trabajo de reconciliación con mi pasado asume un papel de la mayor importancia para mi crecimiento personal y mi eficacia en la vida diaria.» No importa si el otro es digno o no de ser perdonado, es uno mismo quien merece superar el resentimiento.
El perdonar al que nos ha ofendido, es muy beneficioso, pero esto no es fácil, incluso después de haberlo intentado muchas veces, no podemos mandar a nuestro corazón y se hace necesario pedir ayuda, necesitamos hablar con alguien que nos sepa escuchar,  contándole el conflicto que nos aflige; cosa que nos alivia;  si no contáramos con esa persona capacitada para ello, podemos escribir una carta al agresor, sin enviarla,  con la mayor sinceridad  que podamos manifestar, sin omitir nada de nuestro sentir, aunque lo consideremos indigno dejando salir todo lo que sentimos, expresando con sinceridad, todo lo que hubiésemos dicho en el momento en que  ocurrieron los hechos.
Un buen comienzo para cambiar es el acostumbrarnos  a ser indulgentes con las ofensas que nos causan  aquellos con los que tratamos  todos los días, recurriendo a la oración o a la meditación que siempre es un medio muy eficaz para liberar nuestro espíritu de la ira y la soberbia  o los deseos de venganza.
 Cuando hayamos conseguido perdonar al agresor o agresores, cuando nos de igual y borremos las hullas que dejaron en nuestro corazón, será cuando en verdad hemos conseguido perdonar, es una herida que ha cicatrizado y que ha dejado de supurar impurezas.
Muchas veces, el llorar  desahogándonos es también un beneficio, porque las lágrimas limpian,  refrescan y nos liberan, invadiéndonos un inmenso alivio, sintiéndonos más buenos, merecedores de ser perdonados a la misma vez. Sintiendo en nuestro interior que la vida hay que vivirla con alegría, que todo es hermoso en la naturaleza, y nuestra alma empieza a sentir los beneficios porque está en paz.
 El resentimiento sólo hará que una situación que ya está mal, empeore. Sólo sirve para prolongar y fortalecer aquello por lo que estás resentido, y eso no es, obviamente, lo que deseas. Así que en lugar de ser retenido por el resentimiento, usa esa misma energía en una manera mucho más positiva. Simplemente decide transformar tu resentimiento en determinación. En lugar de permanecer enfocado en lo que está mal y en a quién culpar, pon la misma energía en transformarlo para mejor. Cuanto más difícil y dolorosa sea la situación, más razones tienes para salirte de ella, y más determinación puedes desarrollar haciéndolo. Los mismos factores que llevan al resentimiento pueden, con la misma facilidad y la misma fuerza, llevar a la determinación. Cada vez que sientas la imperiosa necesidad de hundirte en el resentimiento, tendrás también la opción de hacer avanzar tu mundo con determinación. Cuando se te presente una opción semejante, elije la determinación. Te llevará a lugares mucho mejores de los que jamás podrías esperar alcanzar atrapado en el resentimiento.
 Merchita  
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