sábado, 11 de abril de 2015

Crisis moral




UTILIDAD DE CIERTAS EVOCACIONES PARTICULARES


Las comunicaciones que se obtienen de los Espíritus muy superiores o de los que han animado los grandes personajes de la Antigüedad son preciosas por la alta enseñanza que encierran. Esos Espíritus han adquirido un grado de perfección que les permite abarcar una esfera más amplia de ideas, penetrar misterios que superan el alcance vulgar de la Humanidad y, por consecuencia, iniciarnos mejor que otros en ciertas cosas. De allí no resulta que las comunicaciones de los Espíritus de un orden menos elevado no tengan utilidad; lejos de esto: el observador extrae de ellas más de una instrucción. Para conocer las costumbres de un pueblo es necesario estudiarlo en todos los grados de la escala. Cualquiera que lo hubiese visto bajo un solo aspecto lo conocería mal. La historia de un pueblo no es la de sus reyes ni la de sus eminencias sociales; para juzgarlo es preciso verlo en su vida íntima, en sus hábitos privados. Ahora bien, los Espíritus superiores son las eminencias del mundo espírita; su propia elevación los coloca tan por encima nuestro que nos quedamos asombrados de la distancia que nos separa. Espíritus más burgueses (permítasenos esta expresión) nos vuelven más palpables las circunstancias de su nueva existencia. Entre ellos, el lazo entre la vida corporal y la vida espírita es más íntimo; la comprendemos mejor porque nos toca más de cerca. Al aprender con ellos mismos lo que han llegado a ser, lo que piensan, lo que sienten los hombres de todas las condiciones y de todos los caracteres –tanto los hombres de bien como los viciosos, los grandes y los pequeños, los felices y los desdichados del siglo, en una palabra, los hombres que han vivido entre nosotros, que hemos visto y conocido, de los cuales conocemos sus vidas reales, sus virtudes y defectos–, comprendemos sus alegrías y sus sufrimientos, nos asociamos y extraemos de los mismos una enseñanza moral tanto más provechosa cuanto más íntimas son las relaciones entre ellos y nosotros. Nos ponemos más fácilmente en el lugar del que ha sido nuestro igual que en el del que no vemos sino a través del espejismo de una gloria celestial. Los Espíritus vulgares nos muestran la aplicación práctica de las grandes y sublimes verdades, de las que los Espíritus superiores nos enseñan la teoría. Además, en el estudio de una ciencia nada es inútil: Newton encontró la ley de las fuerzas del Universo en el fenómeno más simple.
Esas comunicaciones tienen otra ventaja: la de constatar la identidad de los Espíritus de una manera más precisa. Cuando un Espíritu nos dice haber sido Sócrates o Platón, somos obligados a creer bajo palabra, porque no trae consigo un certificado de autenticidad; podemos ver en sus discursos si desmiente o no el origen que se atribuye: nosotros lo juzgaremos un Espíritu elevado, eso es todo; que en realidad haya sido Sócrates o Platón, poco nos importa. Pero cuando nuestros parientes, nuestros amigos o los que hemos conocido se nos manifiestan en Espíritu, se presentan mil y una circunstancias de detalles íntimos donde la identidad no podría ser puesta en duda: se adquiere, de alguna manera, la prueba material. Por lo tanto, pensamos que se ha de apreciar el hecho de ofrecer de cuando en cuando algunas de esas evocaciones íntimas: es la novela de las costumbres de la vida espírita sin la ficción.

Revista Espírita 1858

                                  *********************

               
                      LA VOLUNTAD Y LA FE

La voluntad sostenida por la fe es, por lo tanto, la mejor fuerza motriz para dirigir las fuerzas psíquicas del ser y proyectarlas hacia un objetivo sublime. El hombre debe, en fin, comprender que todas las fuerzas del Universo, tanto físicas como morales, en él se reflejan; su voluntad puede comandar a unas y otras, que se manifiestan en su consciencia. 
Aprender a armonizarlas, trabajar para desarrollarlas en vidas sucesivas, tal es la ley de su destino. Bajo este punto de vista, recordemos que tenemos una obra admirable que cumplir. Ésta consiste en crear en nosotros una personalidad siempre más radiante y, para ello, tenemos el tiempo sin límites, el camino sin final y la vida eterna en la acción perpetua. 
Sin embargo, lo que algunos no pueden comprender por las facultades intelectuales, otros pueden sentir por el corazón, por la necesidad de expansión y el amor que en ellos es innato, pues, la verdad, acabamos de decirlo, está al alcance de los sencillos y de los puros; de todos aquellos que, en el recogimiento y en silencio, al abrigo de las tempestades, del mundo, del conflicto de las pasiones y de los intereses, saben interrogar a las profundidades de la consciencia y entrar en relación con el mundo superior, foco de toda luz, de toda sabiduría, fuente de todas las grandes revelaciones. 
Cada estrella que brilla en el cielo nos enseña una lección; cada tumba que se cava en la tierra fría nos da un aviso. La existencia pasa como una sombra, pero la vida celeste es infinita. En 
cambio, nuestras vidas humanas, por muy cortas que sean, pueden ser fecundas para nuestro progreso; pese a su carácter precario, ellas forman los materiales con cuyo auxilio se edifican nuestros destinos; ellas son como piedras que componen el inmenso edificio del futuro del alma. Esforcémonos, por tanto, en pulir esas piedras, tallarlas y esculpirlas, para con ellas construir un monumento de líneas puras, de formas grandiosas y armoniosas. 


León Denis -


                                              ***************************

                           Crítica

...La potencia de la rectitud se expresa mediante la conducta, mucho más que por medio de las palabras.
Evita la crítica, una forma sutil de la venganza y no pocas veces del despecho sórdido.
Tu vida debe convertirse en una lección viviente de rectitud y dignidad, sin que estés señalando los errores ni las debilidades de los otros.

Joanna de Ângelis / Divaldo P. Franco 


                               *********************

CRISIS MORAL
 Los días actuales son de turbación y transición, la fe religiosa se entibia y las grandes líneas de la filosofía del porvenir  son vislumbradas por muy pocos.
 Es cierto que se han conseguido grandes progresos, la civilización moderna, prevista de grandes medios, ha transformado la faz de la Tierra, las distancias se han suprimido, y esto ha  aproximado a los habitantes, todo se ha mejorado,  los derechos han remplazado al privilegio y la libertad triunfa sobre el espíritu de rutina y el principio de la autoridad.  Una gran batalla  se mantiene  entre el pasado, que no quiere morir y el porvenir, que se esfuerza por surgir en la vida. Todo esto hace que el mundo se agite y avance; grandes impulsos lo guían,  en el recorrido camino, esto lleva al hombre a vislumbrar más maravillosas conquistas.

Los progresos materiales e intelectuales son de gran valía, en cambio el avance moral es nulo. Tanto es así, que parece que el mundo retrocede, la absorción del pensamiento humano, en la política, por las empresas industriales y financieras, etc., lo absorben, perjudicando sus intereses morales.

Es verdad que la civilización  tiene aspectos magníficos, pero también presenta sombras. Ha mejorado en cierto modo las condiciones de la existencia, pero ha multiplicado las necesidades en su deseo por satisfacerlas; aguzando los apetitos  y los deseos, ha fomentado el sensualismo y a aumentado la depravación. El amor, al placer, al lujo y a las riquezas se ha hecho cada vez más ardiente. Se quiere adquirir o se quiere poseer a toda costa.

La especulación vergonzosa es mantenida a plena luz. Proviniendo de ello el decaimiento  de los caracteres y las conciencias, por ese culto fervoroso a la fortuna, ídolo cuyos altares  han reemplazado a las divinidades derruidas.

La ciencia y la industria han centuplicado las riquezas de la humanidad; pero esas riquezas no se han aprovechado directamente  más que a una reducida parte de sus miembros. La pobreza de los insignificantes sigue activa, y la fraternidad más que en los hechos se basa en discursos, en palabras que se las lleva el viento. El hambre existe aun, en las grandes ciudades, el trabajo de los obreros  es aun un infierno.

Los vicios como la embriaguez, la prostitución, las drogas, el libertinaje, esparcen por todas partes sus venenos, empobrecen a las generaciones y agotan la fuente de la vida, en tanto que las hojas públicas  siembran a porfía la injuria y la mentira y una literatura malsana excita los cerebros y debilita las almas.

Los suicidios  en la actualidad se multiplican al  estar el hombre falto de energías  y de sentido moral se refugian en lo que creen es el fin, todo porque el hombre se ignora aun a si mismo. Sabe poco de las leyes del Universo  y no sabe nada de las fuerzas  que están en el. El conócete a ti mismo es ignorado, no se preocupa en saber de donde vino, hacia donde va, y para que  está en este mundo.

Dos son las potencias  que hacen caminar indeciso al hombre, por un lado las religiones, con su cortejo de errores y supersticiones, su espíritu de dominación y de intolerancia, pero también de consuelos, los cuales tiene origen en los débiles  resplandores  que han conservado de las verdades primordiales. Por otro lado la ciencia, que  materialista en sus principios y en sus fines, con sus frías  negaciones y su inclinación desmedida  al individualismo, pero también  con el prestigio de sus descubrimientos y de sus beneficios.

 Estos dos campos, la religión sin pruebas y la ciencia sin ideal alguno, se desafían, se acercan y combaten sin poder  vencerse, pues cada una de ellas  responde a una necesidad imperiosa del hombre: la una habla a su corazón  y la otra dirigiéndose a su espíritu y a su razón. Ambas están rodeadas  de numerosas ruinas  de numerosas esperanzas y de aspiraciones destruidas, y es así como los sentimientos generosos se debilitan y la división y el odio reemplazan a la benevolencia y a la concordia.

En esta confusión de ideas, la conciencia ha perdido su camino, velando lo justo y el bien. Es intolerable  la situación moral de todos los desgraciados que se doblegan entre dos doctrinas  que no ofrecen remedio a sus males, la nada y la otra un paraíso inaccesible o una eternidad de suplicios.

La familia, la enseñanza y la sociedad sienten  esta confusión. La educación viril ha desaparecido, ni la ciencia ni la religión saben en la actualidad formar a las almas fuertes y bien armadas para las luchas de la vida.

Para solucionar esta crisis, es preciso que en todos se haga la luz, grandes y pequeños, ricos y pobres, hombres y mujeres  y niños; es preciso que una nueva enseñanza popular  venga a iluminar las almas acerca de su origen, de sus deberes  y de su destino.

Solo las soluciones formuladas por enseñanza  pueden servir de base  a una educación viril y tornar a la humanidad  verdaderamente fuerte y libre. Su importancia es capital, tanto para el individuo, como para la sociedad, cuyas instituciones  y relaciones regularizaran.

Las nuevas concepciones  del mundo y de la vida cuando penetran en el espíritu humano y se filtra poco a poco  en todos los ambientes, el orden social, las instituciones y las costumbres lo sienten de inmediato.

Una sociedad sin esperanza, sin fe en el porvenir es como un hombre perdido en el desierto. Lo bueno es combatir la ignorancia  y la superstición, es preciso reemplazarlas por creencia racionales.  Para caminar con paso firme en la vida, para preservarse de los desfallecimientos y de las caídas, se necesita una fuerte convicción, una fe que eleve  por encima del mundo material; se necesita ver la finalidad y tender directamente hacia ella. El arma más efectiva para esta lucha terrenal es tener una conciencia  recta e iluminada.

Con la creencia en la nada, y de que con la muerte todo termina, es lógico que el ser solo procure el bienestar en la vida presente, solo mire el interés personal e ignore  todo otro sentimiento. Si solo existe para el una existencia efímera,  este se aprovecha de la vida presente, se dedica a los placeres  y abandona los deberes y los sufrimientos… Esta es la postura materialista, y que está circulando en muchos hermanos a nuestro alrededor, produciendo estragos que se dejan sentir en una sociedad rica  y muy desarrollada  en el sentido del lujo y de los goces físicos.

Esto no debe desanimarnos, todo no está perdido. El alma humana tiene a veces sentimiento de su miseria, de la insuficiencia de la vida presente y de la necesidad del más allá. Vagamente, confusamente, cree, aspira a la justicia. Y el culto del recuerdo de los seres amados que están en la tumba, denotan un instinto incierto  de la inmortalidad.

El hombre no es ateo, cree en la justicia inmanente, como cree en la libertad, ambas  existen en las leyes terrenas y divinas. Este sentimiento, el más grande, el más hermoso, que se puede encontrar en el fondo del alma,  ese sentimiento nos salvará. Bastará, para ello, que hagamos comprender a todos  que esa noción grabada  en nosotros es la ley misma del Universo, la que rige  a todos los seres y a todos los mundos, y que por ella, el bien a de triunfar finalmente al mal y la vida  ha de salir de la muerte.

El pueblo busca su realización al igual que aspira a la justicia, tanto en el terreno político como en el económico y en el principio de asociación. El poder popular  ha comenzado a extender  sobre el mundo una vasta red de asociaciones obreras, un agrupamiento socialista que abarca a todas las naciones, y que, bajo una única bandera, deja oír en todas partes las mismas llamadas, las mismas reivindicaciones. Es un espectáculo lleno de enseñanzas para el pensador, una obra plena  de consecuencias para el porvenir.

Inspirada por las teorías materialistas y ateas, el alma se convertiría en un instrumento de destrucción, pues sus acciones se resolverían a través de la violencia, en revoluciones dolorosas. Contenida en los límites de la prudencia  y de la moderación, puede hacer mucho  por la felicidad de la humanidad.

La hora que atravesamos es de crisis y de renovación, el mundo está en fermentación; la corrupción aumenta, las sombras se extienden, el peligro es grande; pero no olvidemos que tras las sombras entrevemos la luz; tras el peligro vemos la salvación.  Una sociedad no puede perecer. Es verdad que lleva en si elementos de descomposición, pero también lleva  gérmenes de transformación y de reedificación. La descomposición anuncia la muerte, pero procede también al renacimiento. Puede ser también preludio de otra vida.

Para elevarse  moralmente el hombre y detener esas dos corrientes de la superstición  y el escepticismo que conducen a la esterilidad, es necesario  que cree  en si  una concepción nueva del mundo y de la vida y apoyándose  en el estudio de la naturaleza y de la conciencia; en la observación de los hechos, en los principios de la razón, fije la finalidad de la existencia y regularice su marcha hacia delante.  Necesita una enseñanza  de la que se deduzca un móvil de perfeccionamiento, una sanción moral y una certidumbre para el porvenir.

Esta concepción y esta enseñanza ya existen ya se vulgarizan todos los días. En medio de disputas y divagaciones de las escuelas, una voz se ha dejado oír: la de los Muertos. Desde el otro lado de la tumba, se han revelado más vivos que nunca; con sus instrucciones, ha caído el velo que ocultaba la vida futura. La enseñanza que nos han dado  reconcilia todos los sistemas encontrados, y de las cenizas del pasado lacen brotar  una llama nueva. En  la filosofía de los Espíritus encontramos la doctrina oculta que abarca todas las edades. Esta doctrina las hace revivir; reúne los restos esparcidos y los adhiere unos a los otros con un poderoso cemento  para reconstituir  un monumento  capaz de amparar a todos los pueblos y a todas las civilizaciones.

Esta doctrina puede transformar a pueblos y sociedades, llevando la claridad a todas partes  donde existe la noche, haciendo que se funda con su calor todo el hielo y egoísmo de las almas, revelando a todos los hombres  las leyes que  les unen  con los vínculos de una estrecha solidaridad.  Gracias a ella, aprenderemos  a obrar con una misma inteligencia y con un mismo corazón. Más conscientes de nuestra fuerza, avanzaremos con un paso más firme hacia nuestros destinos.

 Que la paz y la luz, nos permita meditar en esta propuesta sublime que un día  León Denis nos ofreció en su libro “Después de la Muerte” de cual he extraído el contenido de este trabajo para ayuda y esclarecimiento de los tiempos actuales.

- Merchita-

                                            ************************

Ningún legado es tan rico como la honestidad.
William Shakespeare



                                  *******************
                
                      El Hogar y La Familia

 Análisis de los hogares desarmónicos, sus causas y superación.

Considerando la importancia que el hogar doméstico tiene en la vida humana y en el proceso evolutivo del Espíritu, presentamos al análisis de vuestra razón algunos argumentos sobre las relaciones en el hogar.

Todos anhelamos tener y vivir en un hogar feliz, que sea un refugio de paz después del trajín del diario vivir a que estamos sometidos en el mundo de hoy.

Pero, ¿qué hacemos para ello? Poco o nada.
Y salvo excepciones loables, hacemos lo opuesto a tal objetivo.

¿Por qué? Por la actitud egoísta de anteponer nuestro "yo" (amor propio, orgullo, y en algunos casos capricho) en las relaciones del hogar; todo lo cual induce a esos estados de intransigencia perturbadora de la armonía indispensable para que el hogar sea un refugio de paz y amor.

Y esto último no es una quimera, sino una condición de vida que está al alcance de quien quiera conquistarla. Porque, sólo conquistándola podrá disfrutarse.

La primera condición para un hogar feliz es, mantener la armonía éntrelos componentes del hogar, especialmente entre los esposos, que son la fuerza rectora y guía de la familia.

Ya que, un hogar desarmonizado carece de paz, y es a la vez un foco de atracción de vibraciones negativas y de seres invisibles de baja condición, y que son causa de trastornos afectivos entre los componentes del hogar.

Y para que haya armonía en el hogar, de absoluta necesidad es, aprender a amar, que es un dar de sí, de bondad y comprensión hacia todos los componentes de la familia.

Sí cada uno de los miembros de la familia trata a los otros como desea que le traten, no habrá enfados ni reprimendas, no habrá lugar para desavenencias, tan perjudiciales para la buena armonía en el hogar.

De gran amargura es, ver el gran número de hogares familiares desarmonizados, consecuencia del egocentrismo y la falta de delicadeza en las relaciones conyugales.

Da pena ver como personas que se tiene por educadas en la sociedad humana, actúan en el hogar con falta de delicadeza, y en algunos casos con dureza, creando con ello un ambiente de desarmonía perturbadora.

Variados son los motivos productores de desarmonía en el hogar, como son los ademanes bruscos, las palabras agrias, las intransigencias, etc.; pero, la causa principal radica en el egoísmo de las partes o cónyuges, y a veces por algún otro familiar.

Porque, el egoísmo con su secuela de: amor propio, vanidad, orgullo, afán de dominio, autoritarismo, etc.; es generador de desarmonías y desdichas entre los cónyuges y demás miembros de la familia.

Demostrado está, que no hay egoísta feliz, ya que la felicidad y el egoísmo son incompatibles.

Fácil es apreciar que, la mayoría de las desarmonías en el hogar, tienen su origen en la actitud egocéntrica que mantiene el esposo o la esposa, o ambos; por ignorancia de su propia condición, que puede modificarse observando los efectos de los propios sentimientos y reacciones.

Y esa actitud desacertada, va generando un desencanto entre los cónyuges, debilitando el amor conyugal, por lo qué, necesario es evitar todo comienzo de desarmonía en el hogar.

Las desarmonías suelen comenzar por divergencias sobre pequeñeces en el diario vivir o por falta de delicadeza en el trato diario que, con la repetición, va creando una atmósfera psíquica de desarmonía ambiental, de funestas consecuencias.

Cuando una de las partes quiere hacer prevalecer su criterio sin considerar el de la otra parte, comienzan las desavenencias. Y aquí, está el peligro; porque, con esa actitud desacertada, está emitiendo vibraciones negativas que atraen hacía ese hogar a entidades maléficas del mundo invisible.

Azuzando a las partes con sus vibraciones mentales desequilibrantes; convirtiendo a los esposos, padres, hijos y hermanos, en instrumentos de esas fuerzas negativas del mal.

¿Podéis imaginar lo que eso significa?
Si pudieseis ver esa escena grotesca, os espantaría.

Además, debéis saber que, esos estados afectivos de desarmonía, trascienden más allá del aspecto humano. Continúan en la vida postmortem, con grandes sufrimientos; ya que, pasamos a la vida del Más Allá con la misma actitud mental y afectiva que tengamos antes de ese paso.


Por ello muy necesario es, estar alerta y evitar todo comienzo de divergencia. practicando el diálogo razonado, aprendiendo a escuchar y analizar las razones de la otra parte.

Esto es también aplicable a los jóvenes de ambos sexos, entre sí y en las relaciones con los padres.

Porque, dado la influencia de las nuevas ideas mal interpretadas, los jóvenes en el desconocimiento de su inmadurez psicológica, tratan de imponer su criterio juvenil a sus padres que, si bien casos hay con cierto grado de razón, los más carecen de ella.

Y muchos jóvenes adolescentes argumentan que sus padres no les comprenden. Y ello es cierto en algunos caso; pero, yo les pregunto, ¿tratan ellos por su parte, de comprender a sus padres? La mayoría no, y se apartan de sus padres, en vez de acercarse a ellos y aprender de su experiencia.

Si queréis tener y disfrutar de un hogar donde reine la paz y la armonía, imprescindible es que os propongáis, desde ahora mismo, hacer todo el esfuerzo posible en contribuir a la felicidad de la otra parte y demás miembros de vuestro hogar, superando el egoísmo y el amor propio.

Y pronto comenzaréis a sentir en vosotros mismos una sensación más agradable de la vida, sensación que la armonía mental-emocional produce. Y esto no es tan difícil. Haced la prueba, comenzando hoy mismo al llegar a vuestro hogar, y esforzándose en mantener esa sintonía.

Cuando la esposa ponga todo su empeño en evitar todo comienzo de divergencia y el esposo haga lo mismo; cuando ambos se propongan firmemente a no permitir desavenencia alguna entre ellos, antes bien ceder en sus derechos (y aquí está el punto más difícil, por el orgullo y amor propio, que demuestran inferioridad de carácter).

Cuando cada uno de los cónyuges trate de hacer feliz al otro en todo sentido, y esto no es tan difícil; ese hogar irá siendo impregnado de vibraciones de armonía, y la paz reinará en ese hogar.

Aun cuando sencilla, ésta es la fórmula maravillosa para la felicidad conyugal y del hogar. ¿Difícil? No, no es tan difícil si os proponéis con determinación firme.

Si ansiáis la paz en el hogar, bien vale la pena hacer el esfuerzo.

Con el fin de conocer un poco más sobre el origen de las desarmonías en el hogar, analicemos brevemente otros aspectos, a fin de conocerlos y evitarlos. Vamos a referir sobre las discusiones porfiadas y sus consecuencias.

La causa que más contribuye al desencanto y enfriamiento en las relaciones conyugales son, las discusiones o disputas que enardecen o excitan la emotividad.

Si queréis mantener ese encanto, esa atracción mutua, esa admiración, ese deseo de acercamiento que llevó al matrimonio a aquellos de vosotros que estáis casados, y que también llevará a las jóvenes parejas a unirse para la formación de un hogar que añoran, pleno de felicidad.

Indispensable es, evitar toda discusión en el comienzo mismo de cualquier divergencia, por pequeña que sea. Tomar esa decisión y mantenerla, es importantísimo; pues, es en el comienzo cuando hay que atajar el mal.

Las discusiones o disputas en el hogar, son altamente perjudiciales en todo sentido, porque excitan la emotividad. Y ésta incide y ofusca la facultad raciocinativa de la Mente e impide razonar. Y las personas muy emotivas, llegan a perder el control de sus reacciones, con los consiguientes perjuicios.

Pero, a más de eso, ese estado de descontrol psíquico, produce desarmonía mental-emocional y gran derroche de energías, a la vez que un desequilibrio en el sistema glandular, o glándulas de secreción interna, como el hígado, páncreas, bazo, pituitaria y otras, alterando su funcionamiento; con el consiguiente perjuicio para la salud.

Además, afecta en alto grado al sistema nervioso; ya que el magnetismo generado en esos momentos de disputa, incide en las neuronas, con la consiguiente pérdida de energías nerviosas.

Como en las discusiones y disputas, la mayoría no sabe controlarse, suelen salir palabras ofensivas o frases (y generalmente acontece, aunque mucho depende de la educación de las partes) que lastiman la sensibilidad de las personas sensibles.

Porque las frases hirientes y palabras duras, hacen impacto en la facultad del alma humana, alterando la serenidad; con lo que se va produciendo un desencanto en los cónyuges, que poco a poco va debilitando el amor conyugal, tan necesario para la vida en común y para su progreso espiritual.

Y cuando hay niños pequeños, esas escenas, así como las palabras y frases pronunciadas en esos momentos de descontrol, se graban en la mente de los niños e influirán mucho en su vida. Ante esta responsabilidad, meditad los que sois padres.

Todas, o casi todas, las discusiones desagradables y enfados en las relaciones de familia, comienzan por nimiedades, pequeñeces de la vida diaria en común.

Y es ahí, en el comienzo, donde hay que controlarse, no dando a las cosas más importancia de la que realmente tienen.

Nunca habrá desavenencias, si cada una de las partes está determinada a poner su parte para evitarlas. Y la parte más inteligente, la más sensata, será la que sepa ceder en el comienzo, evitando con ello males mayores.

Y en las jóvenes parejas, las discusiones y enfados caprichosos, van produciendo un desencanto que, poco a poco, va matando el amor conyugal. No hay hogar feliz, donde los esposos tengan el mal hábito de discutir.

Y la grandísima mayoría de las separaciones conyugales, se deben a la funesta costumbre de discutir (disputar), lo que puede y debe evitarse con el diálogo razonado.

¿Habéis visto el aspecto desagradable que ofrecen dos o más personas discutiendo acaloradamente? Penoso, ¿verdad? Pues, en ese espejo, debemos mirarnos.

Diversos y variados son los aspectos y motivos que pueden llevar a la discusión y ésta a degenerar en disputa acalorada, si las partes no se controlan en el comienzo.

Las causas principales suelen ser: educación deficiente, falta de delicadeza, vulgaridad, quisquillosidad, amor propio, orgullo, falta de control sobre la emotividad y... egoísmo.

Porque, el egoísmo es exigente, absorbente, dominante, amargando la vida de quien lo alimenta, y de quienes están a su lado.

Las personas egoístas, son incomprensivas e intransigentes con todo aquel que no piense y actúe como ellos quieren, con lo cual van creando un estado mental y afectivo de egocentrismo y aislamiento psíquico, que irá amargando sus vidas.

En toda divergencia de opinión, necesario es razonar. Y para razonar, imprescindible es mantener la calma. Controlarse en el momento mismo del comienzo de cualquier divergencia.

Repito, la parte más sensata, la más prudente, deberá ceder; evitando con ello, males mayores. No importa que considere tener la razón; quien la tenga, se verá posteriormente. Pero, quien aprenda a ceder, mantendrá la armonía en el hogar, que es lo más importante.

Puede que alguno considere que ello va en detrimento de su personalidad; muy por el contrario, irá adquiriendo superioridad moral, por la fortaleza que en sí va desarrollando.

Controlarse en el comienzo o cuando se ve venir el problema, es la técnica más eficiente a emplear por toda persona sensata, todo aquel que se tenga por civilizado, quien espere gozar de paz mental-emocional y salud.

Y para razonar en todo diálogo, necesario es mantener la calma y controlar la impaciencia.

¡ C A L M A!;  ¡ C A L M A!
¡ C....A...A....A....A...A...L...M...A!

Esta palabra pronunciada o mentalizada lentamente, lentamente, comienzo de cualquier contratiempo, impaciencia o incomodidad, tiene una fuerza magnética, mágica, que la Mente imparte a la facultad emocional del alma humana y actúa como freno sobre los impulsos.

Y aplicándola esta palabra mágica con frecuencia, se establece el hábito; con lo que se consiguen resultados sorprendentes. No lo dudéis.

Ponedla en práctica en todo momento de impaciencia o preocupación, y pronto apreciaréis sus magníficos efectos. Todo está en adquirir el hábito. Y una vez adquirido, éste actuará automáticamente.

Proponeos con determinación firme, a no enfadaros y controlar los impulsos. haciendo uso frecuente de este vocablo mágico:

¡CAAAAAALMA!

Y muy pronto comprobaréis los resultados.
El amor conyugal es análogo a una planta floral que, cuidándola con esmero puede dar y da hermosas flores que embellecen el ambiente.

Así mismo, el amor conyugal cultivado con esmero, embellece la vida del hogar y hace la vida agradable; pero, cuando no se cultiva o maltrata en el diario vivir, languidece y muere.

Así pues, para tener paz y armonía en el hogar, indispensable es cuidar con esmero el amor conyugal, que es un dar de sí y nos conduce a la comprensión.

Mantener la armonía, evitando toda disputa y palabras impropias, practicando siempre el diálogo razonado, por medio del cual se hallará siempre la solución.

Ya que, de este modo, la facultad raciocinativa de la Mente, puede entrar en acción, lo que es indispensable para la solución de los problemas, superación de las circunstancias y vicisitudes cuales sean.

Por el contrario, con las disputas que excitan la emotividad y turban la razón, dificultan la solución.

Os pido analizar y meditar sobre los argumentos expuestos, que pueden ayudaros a conquistar la paz y la armonía en el hogar, indispensable para una convivencia feliz y progreso espiritual.

Sebastián de Arauco


                                                 ******************************





No hay comentarios:

Publicar un comentario