El verdadero hombre de bien es el que cumple la ley de justicia, de amor y de caridad, en su mayor pureza. Si él interroga a su conciencia sobre sus propios actos, a sí mismo preguntará si violó esa ley, si no practicó el mal, si hizo todo el bien que podía, si despreció voluntariamente alguna ocasión de ser útil, si nadie tiene ninguna queja de él; en fin, si hizo a otros lo que deseara que le hiciesen a él.
Deposita su fe en Dios, en Su bondad, en su justicia y en Su sabiduría. Sabe que sin Su permiso nada acontece y a Él somete su voluntad en todas las cosas.
Tiene fe en el futuro, razón por la que coloca los bienes espirituales por encima de los bienes temporales.
Tiene fe en el futuro, razón por la que coloca los bienes espirituales por encima de los bienes temporales.
Sabe que todas las vicisitudes de la vida, todos los dolores, todas las decepciones, son pruebas o expiaciones, y las acepta sin murmurar.
Poseído del sentimiento de caridad y de amor al prójimo, hace el bien por el bien, sin esperar recompensa alguna; retribuye el mal con el bien, toma la defensa del débil contra el fuerte y sacrifica siempre sus intereses a la justicia.
Encuentra satisfacción en los beneficios que haga, en los servicios que preste, en hacer dichosos a los demás, en las lágrimas que enjuaga, en los consuelos que prodigaliza a los afligidos. Su primer impulso es para pensar en los demás, antes de pensar en sí mismo, y para cuidar de los intereses de los otros antes que de su propio interés. El egoísta, al contrario, calcula los provechos y las pérdidas resultantes de toda acción generosa.
El hombre de bien es bueno, humano y benevolente para con todos, sin distinción de razas, ni de creencias, porque todos los hombres los ve como hermanos suyos.
Respeta en otros todas las convicciones sinceras .
En todas las circunstancias, toma por guía la caridad, teniendo como cierto que aquel que perjudica a otros con palabras malévolas, que hiere con su orgullo y su desprecio la susceptibilidad de alguien, del que no rechaza la idea de causarle un sufrimiento, una contrariedad, aunque ligera, cuando la puede evitar y no la evita, falta al deber de amar al prójimo y no merece la clemencia del Señor.
No alimenta odio, ni rencor, ni deseo de venganza, a ejemplo de Jesús, perdona y olvida las ofensas y solo de los beneficios se recuerda, por saber que perdonando le será igualmente el ser perdonado.
Es indulgente para las flaquezas ajenas, porque sabe que también necesita de indulgencia y tiene presente esta sentencia de Cristo: " Lance la primera piedra aquel que se halle sin pecado."
Nunca se complace en buscar los defectos ajenos, ni, tan siquiera evidenciarlos. Si se ve obligado a eso, procura siempre el bien que pueda atenuar el mal.
Estudia sus propias inperfecciones y trabaja incesantemente en combatirlas. Emplea todos los esfuerzos para poder decir, al día siguiente, que tiene alguna cosa en sí mismo, mejor que en la víspera.
No procura dar valor a su espíritu, ni a sus talentos, a expensas de otro; por el contrario aprovecha todas las ocasiones para hacer resaltar lo que sea provechoso a los otros.
No se envanidece de su riqueza ni de sus ventajas personales, por saber que todo lo que le fue dado, le puede ser quitado.
Usa, mas no abusa de los bienes que le son concedidos, porque sabe que es un depósito del que tendrá que dar cuentas y que el más perjudicial empleo que le puede dar es el de aplicarlo a la satisfacción de sus pasiones.
Si el orden social lo colocó con otros hombres bajo su mando, los trata con bondad y benevolencia, porque son sus iguales ante Dios; usa de su autoridad para levantarles la moral y no para humillarlos con su orgullo. Evita todo cuanto les pueda volver más penosa la posición subalterna en que se encuentran.
El subordinado, de su parte, comprende los deberes de la posición que ocupa y se empeña en cumplirlos a conciencia.
Finalmente, el hombre de bien respeta todos los derechos que a sus semejantes les dan las leyes de la Naturaleza, como querer que sean respetados los suyos.
No quedan así enumeradas todas las cualidades que distinguen al hombre de bien, pero aquel que se esfuerza por poseer las que acabamos de mencionar, en el camino se encuentra que a todas las demás le conducen.
Allan Kardec - El Evangelio Según el Espiritismo...
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- Marcus Vinicius de Acevedo Braga - Revista O Consolador nº 209
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Como bien sabemos, el cuerpo necesita reposo, pero no así el espíritu con su ímpetu de actividad constante. Cuando dormimos transitamos por el Más Allá
Normalmente el Espíritu con su Periespíritu, se separa y se libera parcialmente del cuerpo físico mientras este se encuentra bajo un estado de sueño profundo, y entonces queda libre para visitar el mundo espiritual. Lo mismo suele suceder durante el estado de coma.
Durante su “visita” por el mundo espiritual, transmite a menudo las impresiones de sus vivencias astrales al cerebro, mientras este reordena y clasifica las informaciones almacenadas durante la vigilia ; de este modo experimentamos esas ensoñaciones a veces tan abstractas o absurdas que solemos recordar en el momento de despertar, y que después inmediatamente olvidamos.
Hay que señalar que los sueños, o mejor dicho, las ensoñaciones, no son siempre recuerdos de nuestras actividades en el plano espiritual a donde accede el Espíritu. Así se pueden diferenciar tres clases de sueños: el Fisiológico, el Psicológico y el Espiritual.
En el sueño fisiológico el cuerpo transmite sensaciones al cerebro y es vivido a veces de modo dramático: por ejemplo, quien tiene frío mientras duerme y aún encima se destapa, posiblemente sueñe con un frío ambiente de hielo o nieve, mientras se siente tiritar de frío; o el caso de personas con incontinencia urinaria, que se enteran de que su sueño no solo era un sueño, cuando despiertan con la cama mojada.
El sueño psicológico expresa nuestros estados más íntimos. Así por ejemplo, algo que alguna vez nos preocupó, y después se repite dramáticamente durante el sueño.
Ambos tipos de sueños suelen ser fugaces y mal esbozados, por eso resultan a veces tan absurdos.
Los sueños repetitivos o recurrentes, se viven y reviven repetidamente tras atravesar la persona por situaciones dramáticas o traumatizantes, que quedan grabadas y escondidas en el subconsciente, y durante el sueño afloran una y otra vez, no teniendo ninguna significación mágica o especial de ninguna clase. Esta clase de sueños suelen aparecer como un recuerdo de lo vivido o impresionado en una existencia anterior, por algún motivo importante para su situación espiritual presente. También pueden repetirse como una insistente transmisión de algún Ser que desde el plano espiritual desea o necesita
comunicarnos algo aprovechando esos momentos de la emancipación del alma que sucede durante el sueño.
El sueño espiritual se traduce en vagos recuerdos de las actividades en que se involucran los Seres espirituales mientras dura el sueño psicológico.
A estas actividades del alma durante el sueño, Allan Kardec las llamó “emancipación del alma”. Los sueños espirituales son los más nítidos y claros, aunque a veces muy extraños, y curiosamente se recuerdan en imágenes y escenas con color, sin embargo los otros se viven y recuerdan como en una película en blanco y negro.
La transmisión desde el Plano Espiritual que realiza el Espíritu hacia su cerebro físico, se efectúa gracias al lazo de energía anteriormente señalado, de aspecto luminoso plateado, llamado “Cordón de Plata”. Este lazo energético une al Ser espiritual con el Cuerpo Vital y su Cuerpo físico y le permite emanciparse del mismo durante el sueño profundo o los estados de coma, transmitiéndole vivencias a través del mismo. Este cordón o lazo de energía astral, le capacita también para poder reincorporarse y regresar inmediatamente a su cuerpo físico al despertar del sueño.
Si el “Cordón de Plata” se rompe o se corta definitivamente, sobreviene la muerte irreversible del cuerpo físico, con la liberación definitiva del Ser.
El aspecto de este cordón luminoso plateado ha sido así descrito por algunos mediums y videntes psíquicos; además curiosamente en el libro del Eclesiastés de la Biblia, aparece este concepto que también es descrito precisamente con este nombre, lo cual nos lleva a considerar que la videncia psíquica o espiritual ya se conocía en la antigüedad.
Poseído del sentimiento de caridad y de amor al prójimo, hace el bien por el bien, sin esperar recompensa alguna; retribuye el mal con el bien, toma la defensa del débil contra el fuerte y sacrifica siempre sus intereses a la justicia.
Encuentra satisfacción en los beneficios que haga, en los servicios que preste, en hacer dichosos a los demás, en las lágrimas que enjuaga, en los consuelos que prodigaliza a los afligidos. Su primer impulso es para pensar en los demás, antes de pensar en sí mismo, y para cuidar de los intereses de los otros antes que de su propio interés. El egoísta, al contrario, calcula los provechos y las pérdidas resultantes de toda acción generosa.
El hombre de bien es bueno, humano y benevolente para con todos, sin distinción de razas, ni de creencias, porque todos los hombres los ve como hermanos suyos.
Respeta en otros todas las convicciones sinceras .
En todas las circunstancias, toma por guía la caridad, teniendo como cierto que aquel que perjudica a otros con palabras malévolas, que hiere con su orgullo y su desprecio la susceptibilidad de alguien, del que no rechaza la idea de causarle un sufrimiento, una contrariedad, aunque ligera, cuando la puede evitar y no la evita, falta al deber de amar al prójimo y no merece la clemencia del Señor.
No alimenta odio, ni rencor, ni deseo de venganza, a ejemplo de Jesús, perdona y olvida las ofensas y solo de los beneficios se recuerda, por saber que perdonando le será igualmente el ser perdonado.
Es indulgente para las flaquezas ajenas, porque sabe que también necesita de indulgencia y tiene presente esta sentencia de Cristo: " Lance la primera piedra aquel que se halle sin pecado."
Nunca se complace en buscar los defectos ajenos, ni, tan siquiera evidenciarlos. Si se ve obligado a eso, procura siempre el bien que pueda atenuar el mal.
Estudia sus propias inperfecciones y trabaja incesantemente en combatirlas. Emplea todos los esfuerzos para poder decir, al día siguiente, que tiene alguna cosa en sí mismo, mejor que en la víspera.
No procura dar valor a su espíritu, ni a sus talentos, a expensas de otro; por el contrario aprovecha todas las ocasiones para hacer resaltar lo que sea provechoso a los otros.
No se envanidece de su riqueza ni de sus ventajas personales, por saber que todo lo que le fue dado, le puede ser quitado.
Usa, mas no abusa de los bienes que le son concedidos, porque sabe que es un depósito del que tendrá que dar cuentas y que el más perjudicial empleo que le puede dar es el de aplicarlo a la satisfacción de sus pasiones.
Si el orden social lo colocó con otros hombres bajo su mando, los trata con bondad y benevolencia, porque son sus iguales ante Dios; usa de su autoridad para levantarles la moral y no para humillarlos con su orgullo. Evita todo cuanto les pueda volver más penosa la posición subalterna en que se encuentran.
El subordinado, de su parte, comprende los deberes de la posición que ocupa y se empeña en cumplirlos a conciencia.
Finalmente, el hombre de bien respeta todos los derechos que a sus semejantes les dan las leyes de la Naturaleza, como querer que sean respetados los suyos.
No quedan así enumeradas todas las cualidades que distinguen al hombre de bien, pero aquel que se esfuerza por poseer las que acabamos de mencionar, en el camino se encuentra que a todas las demás le conducen.
Allan Kardec - El Evangelio Según el Espiritismo...
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Nuestra relación con la mediumnidad...
No es muy buena, como siempre..... Continuamos idolatrando médiums, principalmente los llamados médiums de cura. Aun buscamos respuestas para nuestro problema personal X, y nuestra duda Y, en la vía mediúmnica, lo que con un poco de reflexión y de lectura edificante se podría resolver. Mixtificamos salas, mesas, objetos, reuniones, como si no hubiese Espíritus por todas partes y que todo lugar no fuese creación del Padre Celestial.
Nosotros valoramos aún el libro psicografiado, aunque en él aparezcan un sin número de inconsistencias; pero relegamos a segundo plano obras de encarnados, fruto de largas reflexiones. Confundimos las orientaciones mediúmnicas con la vida administrativa de la casa espírita; gustamos de la foto de aquel mentor, ilustrando las dependencias de la casa espírita y aun hacemos fila para asistir al maravilloso fenómeno, como curiosos de la era victoriana.
Los Espíritus son los hombres desencarnados, amigos y enemigos de ayer que se alternan con nosotros en las luchas de la materia. Esto Kardec ya lo aseveraba con propiedad... La mediumnidad es vía bendita de trabajo, en la reunión mediúmnica de atendimiento a Espíritus sufridores, en el consuelo a las madres afligidas, en los mensajes de esclarecimiento y reflexión, como bien ejemplificó con su conducta mediúmnica, Francisco Cándido Xavier, que a pesar de sus facultades, se mantenía fuera de personalismos, en la valerosa mediumnidad con Jesús.
La mediumnidad no es un superpoder de un héroe de película o en una tienda de milagros. Es una posibilidad, que si no fuese bien conducida, puede desviarse por caminos peligrosos. Entre tanto, el médium es un ser humano falible, con necesidades y anhelos. Los Espíritus, también, hombres de otras épocas, están con nosotros en esta caminata evolutiva por el orbe terrestre.
Por eso, urge analizar nuestra relación con la mediumnidad, la nuestra y la de los demás. ¿Qué queremos de ella?. ¿Qué pensamos de eso?. Precisamos estudiar, no solo los aspectos prácticos y científicos de la cuestión mediúmnica, sino en su aspecto filosófico, para que no nos hagamos víctimas de escollos y de ilusiones.
Solamente así podremos ver la mediumnidad con la naturalidad que les es propia, aunque requiera cuidados de preparación, como cualquier potencialidad del ser humano.
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¿El Espíritu también duerme durante el sueño profundo de la persona?
Como bien sabemos, el cuerpo necesita reposo, pero no así el espíritu con su ímpetu de actividad constante. Cuando dormimos transitamos por el Más Allá
Normalmente el Espíritu con su Periespíritu, se separa y se libera parcialmente del cuerpo físico mientras este se encuentra bajo un estado de sueño profundo, y entonces queda libre para visitar el mundo espiritual. Lo mismo suele suceder durante el estado de coma.
Durante su “visita” por el mundo espiritual, transmite a menudo las impresiones de sus vivencias astrales al cerebro, mientras este reordena y clasifica las informaciones almacenadas durante la vigilia ; de este modo experimentamos esas ensoñaciones a veces tan abstractas o absurdas que solemos recordar en el momento de despertar, y que después inmediatamente olvidamos.
Hay que señalar que los sueños, o mejor dicho, las ensoñaciones, no son siempre recuerdos de nuestras actividades en el plano espiritual a donde accede el Espíritu. Así se pueden diferenciar tres clases de sueños: el Fisiológico, el Psicológico y el Espiritual.
En el sueño fisiológico el cuerpo transmite sensaciones al cerebro y es vivido a veces de modo dramático: por ejemplo, quien tiene frío mientras duerme y aún encima se destapa, posiblemente sueñe con un frío ambiente de hielo o nieve, mientras se siente tiritar de frío; o el caso de personas con incontinencia urinaria, que se enteran de que su sueño no solo era un sueño, cuando despiertan con la cama mojada.
El sueño psicológico expresa nuestros estados más íntimos. Así por ejemplo, algo que alguna vez nos preocupó, y después se repite dramáticamente durante el sueño.
Ambos tipos de sueños suelen ser fugaces y mal esbozados, por eso resultan a veces tan absurdos.
Los sueños repetitivos o recurrentes, se viven y reviven repetidamente tras atravesar la persona por situaciones dramáticas o traumatizantes, que quedan grabadas y escondidas en el subconsciente, y durante el sueño afloran una y otra vez, no teniendo ninguna significación mágica o especial de ninguna clase. Esta clase de sueños suelen aparecer como un recuerdo de lo vivido o impresionado en una existencia anterior, por algún motivo importante para su situación espiritual presente. También pueden repetirse como una insistente transmisión de algún Ser que desde el plano espiritual desea o necesita
comunicarnos algo aprovechando esos momentos de la emancipación del alma que sucede durante el sueño.
El sueño espiritual se traduce en vagos recuerdos de las actividades en que se involucran los Seres espirituales mientras dura el sueño psicológico.
A estas actividades del alma durante el sueño, Allan Kardec las llamó “emancipación del alma”. Los sueños espirituales son los más nítidos y claros, aunque a veces muy extraños, y curiosamente se recuerdan en imágenes y escenas con color, sin embargo los otros se viven y recuerdan como en una película en blanco y negro.
La transmisión desde el Plano Espiritual que realiza el Espíritu hacia su cerebro físico, se efectúa gracias al lazo de energía anteriormente señalado, de aspecto luminoso plateado, llamado “Cordón de Plata”. Este lazo energético une al Ser espiritual con el Cuerpo Vital y su Cuerpo físico y le permite emanciparse del mismo durante el sueño profundo o los estados de coma, transmitiéndole vivencias a través del mismo. Este cordón o lazo de energía astral, le capacita también para poder reincorporarse y regresar inmediatamente a su cuerpo físico al despertar del sueño.
Si el “Cordón de Plata” se rompe o se corta definitivamente, sobreviene la muerte irreversible del cuerpo físico, con la liberación definitiva del Ser.
El aspecto de este cordón luminoso plateado ha sido así descrito por algunos mediums y videntes psíquicos; además curiosamente en el libro del Eclesiastés de la Biblia, aparece este concepto que también es descrito precisamente con este nombre, lo cual nos lleva a considerar que la videncia psíquica o espiritual ya se conocía en la antigüedad.
- Jose Luis Martín -
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LA AYUDA ESPIRITUAL QUE RECIBIMOS
Cuando decidimos encarnar en una materia, es porque sabemos que nuestro perfeccionamiento se consigue más deprisa, con todas las posibilidades y situaciones que nos proporciona el cuerpo físico.
Para eliminar parte de las deudas que tenemos, elaboramos un cuidadoso proyecto de las experiencias y pruebas de recuperación de tropiezos vividos con anterioridad, que necesitamos vivir en esa próxima existencia, para sacar lo mejor de nosotros. Las dificultades estarán en función de nuestra imperfección moral. Mientras más grande sea y en función de la actitud, más ayuda nos proporcionaran para superar las pruebas que fallamos en el pasado y para eliminar defectos que aún tenemos arraigados y nos ocasionan sufrimiento.
Los proyectos en el astral siempre se hacen con la ilusión de cumplirlos, pero al encarnar nos encontramos con el cuerpo físico, instrumento necesario, pero a su vez obstáculo para desarrollar los compromisos con facilidad, porque, dentro de la materia estamos muy limitados, ya que, todas las potencialidades del espíritu se quedan latentes, el recuerdo de lo que veníamos a hacer disminuye, por lo tanto poner en práctica el programa y la comunicación con el mundo espiritual resulta más difícil.
Nuestro programa ésta confeccionado según las necesidades de lo que tenemos que rescatar y corregir. Ahí es cuando empezamos a recibir la ayuda de los hermanos que nos aprecian, ya que nos aconsejan lo que podemos hacer, lo que es conveniente dejar para más adelante y las pruebas que tenemos que pasar obligatoriamente si queremos aprovechar la existencia carnal.
Al mismo tiempo y previamente, se compromete con nosotros un hermano, que nos acompañará en toda la existencia que estamos preparando, es decir, desde que nacemos hasta la muerte física. Son seres más elevados que nosotros que nos conocen y nos quieren, pretenden que aprovechemos el tiempo en la materia; es considerado como el guía, ángel de la guarda, ángel bueno…
Él está a nuestro lado para proteger, orientar, intuir…, si queremos escuchar, el camino que nos hemos marcado y avisar si nos estamos saliendo de lo que hemos acordado de antemano.
Como él se ha comprometido con nosotros a guiarnos y cuidarnos durante nuestra estancia en la tierra, sigue con nosotros aunque rechacemos su ayuda o su presencia, él siempre continúa ahí para auxiliarnos. Nos ayuda a enfocar esa fuerza, y nos facilita las cosas comunicándose con nosotros, e indicando cuál es la mejor manera de actuar. Son compasivos y no juzgan, nos dejan que hagamos las cosas a nuestra manera y entienden que tenemos que cometer nuestros propios errores para aprender.
Uno de los motivos que nos hace rechazar la ayuda puede ser el orgullo, que tantas veces nos entorpece haciéndonos creer que somos capaces de valernos por nosotros mismos, que somos autosuficientes para superar esas situaciones que tanto nos molestan y no nos dejan avanzar en nuestra evolución.
Otro motivo de rechazo viene motivado por la sociedad que nos rodea. Es muy fácil dejarse llevar por ella, no complicarse la existencia, haciendo en cada momento lo que nos pide el cuerpo y así olvidarnos por completo el compromiso que hemos traído.
La ayuda espiritual la recibiremos si estamos receptivos. Mientras más nos materialicemos y nos centremos sólo en los quehaceres diarios, en las preocupaciones del trabajo, en las relaciones sociales, etc., crearemos una distancia con ellos. Bien es cierto que los aspectos materiales son necesarios pero no hasta el punto de abstraernos de manera que, no nos dejen elevar el pensamiento en algún momento al Padre, porque esto significa que en algo estamos fallando, ya que tampoco nuestro guía podrá ponerse en contacto con nosotros porque el canal se irá cerrando y porque tenemos libre albedrío para decidir qué tipo de vida queremos llevar.
Al ir centrándonos en el plano material, los valores morales que tengamos van a ir cambiando, según nos vayamos relajando y no nos esforcemos en mejorar interiormente. Esto en nuestra relación con los demás va a repercutir de manera considerable y siempre de forma negativa. En ocasiones al llevar esta clase de vida, podemos entrar en estados de melancolía, tristeza o depresiones, porque al no realizar lo que hemos venido hacer, se establece un desequilibrio en nuestra vida, de donde es difícil salir, pero con oración, ayuda y voluntad de cambiar se sale. Además, el protector que tenemos al lado nos socorrerá y nos infundirá ánimos para que lo logremos.
El amparo lo tenemos siempre que lo pidamos, en todas las dificultades, situaciones complicadas, pero recordemos que nos inspiran para ayudarnos; no son apuntadores que nos dicen lo que tenemos que hacer, ya que el que toma la decisión última en cada situación es el propio encarnado. Ellos nunca imponen nada, son pacientes y saben que, lo que no hagamos en esta existencia, lo haremos en la próxima.
En alguna ocasión el hermano espiritual se puede alejar del protegido si ve que son inútiles sus consejos, porque el encarnado ha cerrado los oídos y su vida en la tierra tiene un proceder de comportamientos dañinos que atraen a hermanos negativos que lo envuelven en un ambiente nocivo; no obstante, apenas le llama acude.
Invariablemente la ayuda espiritual que nos es enviada desde el plano espiritual, cuando la pedimos, nos será mucho más fácil reconocerla si estamos en buena predisposición para recibirla, esto se consigue con un trabajo interior que se hace día a día, entonces veremos cómo desde el astral nos inspiran en aquellas situaciones que tenemos que superar para avanzar espiritualmente, teniendo presente que la asistencia que recibimos es exactamente la que “necesitamos”, a veces, no la que “desearíamos”, por lo cual, en ocasiones podemos pensar que no nos escuchan.
En conclusión, si nos centramos y sabemos que es lo que queremos lograr en esta existencia, y tanto nuestros pensamientos como nuestras acciones están encaminados hacia lo espiritual, la ayuda que recibiremos será inmensa y lo mejor es que estaremos en predisposición de reconocerla y aceptarla.
Gloria Quel
©2015, Amor,paz y caridad
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P a z
” Todo mundo habla de paz, pero, no se educa para su conquista. Las personas son educadas para “las competencias”, y este, es el principio de cualquier guerra. Cuando nos eduquemos para cooperar y ser solidarios unos con los otros, en este dia, estaremos educando para la paz”.
(Maria Montessori)
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La mejor venganza es el perdón
Perdonar, olvidar la ofensa, es uno de los puntos más difíciles de poner en práctica. Sin embargo sabemos que la ofensa que nos es dirigida solo puede haber partido de un alma enferma, corroída por los microbios de las enfermedades que asolan al mundo, y contra las cuales, para ser sinceros, no estamos aún inmunizados.
Cuando tomamos la ofensa por la ofensa, cuando llevamos a dentro de nosotros el odio, el deseo de venganza, estamos simplemente asesinando a tantas criaturas, tanto o más enfermas que aquellas que trajeron hasta nosotros, motivos capaces de llevarnos a un estado tan negativo.
Se que no es fácil recibir los montones de injusticias, de ingratitudes, de injurias, de maledicencias y de otros atentados a nuestra personalidad, principalmente si no dimos motivos para tal.
El mundo profano considera a quien ya es capaz de reaccionar con calma y serenamente a cualquier embestida de esas almas enfermas como un cobarde y sin personalidad.
Y lo que es la personalidad, señala aún un resquicio de convalecencia del alma que se destacó en el mundo de la materia, que se confirmó en el concepto de los hombres, pero que por eso mismo, ¿se considera en posición privilegiada?
Vengarse, luchando por las ofensas, es colocarse al nivel o más abajo del nivel del ofensor.
Pero perdonar, es subir más de un grado en la gran escalera de la evolución.
El perdón, es la venganza de los fuertes.
Revista Verdad y Luz, Nov. 2015
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