domingo, 30 de abril de 2017

La decisión de ser feliz


CONTENIDO DE ESTE BLOG EL DIA DE LA FECHA :

- La vejez
- Desánimo espiritual
- La ingratitud de los hijos y los Lazos de Familia
 -La decisión de ser feliz                              


                                           
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                                                   LA VEJEZ


La vejez es el otoño de la vida; en su último declive, es su invierno. 
Sólo con pronunciar la palabra vejez, sentimos el frío en el corazón; la vejez, según la estimación común de los hombres, es la decrepitud, la ruina; recapitula todas las tristezas, todos los males, todos los dolores de la vida; es el preludio melancólico y desolado del adiós final. En esto hay un grave error. Primero, por regla general, ninguna fase de la vida humana está totalmente desheredada de los dones de la naturaleza, y todavía menos de las bendiciones de Dios. ¿Por qué la última etapa de nuestra existencia, aquella que precede inmediatamente el coronamiento del destino, debería ser más afligida que las otras? Sería una contradicción y no correspondería con la obra divina, pues todo en ella es armonía, como en la viva composición de un concierto impecable. Al contrario, la vejez es bella, es grande, es santa; y vamos a estudiarlo un instante, a la luz pura y serena del Espiritismo. 

Cicerón escribió un elocuente tratado de la vejez. Sin duda, encontramos en estas páginas célebres algo del genio armonioso de este gran hombre; sin embargo, es una obra puramente filosófica y que contiene sólo puntos de vista fríos, una resignación estéril, y de abstracciones puras. Es en otro punto de vista que hay que colocarse, para comprender y para admirar esta peroración augusta de la existencia terrestre. La vejez recapitula todo el libro de la vida, resume los dones de otras épocas de la existencia, sin tener las ilusiones, las pasiones, ni los errores. El anciano ha visto la nada de todo lo que deja; ha entrevisto la certeza de todo lo que va a venir, es un vidente. Sabe, cree, ve, espera. Alrededor de su frente, coronada de una cabellera blanca como de una cinta hierática de los antiguos pontífices, alisa una majestad totalmente sacerdotal. A falta de reyes, en ciertos pueblos, eran los Ancianos quienes gobernaban. 
La vejez todavía es, a pesar de todo, una de las bellezas de la vida, y ciertamente una de sus armonías más altas. A menudo decimos: ¡qué guapo anciano! Si la vejez no tuviera su estética particular, ¿a qué dicha exclamación?
 No obstante, no hay que olvidar que en nuestra época, como ya lo decía Chauteaubriand, hay muchos viejos y pocos ancianos, lo que no es la misma cosa. El anciano, en efecto, es bueno e indulgente, ama y anima a la juventud, su corazón no envejeció en absoluto, mientras que los viejos son celosos, malévolos y severos; y si nuestras jóvenes generaciones no tienen ya hacia los abuelos el culto de otros tiempos es, precisamente en este caso, porque los viejos perdieron la gran serenidad, la benevolencia amable que hacía antaño la poesía de los antiguos hogares.
 La vejez es santa, es pura como la primera infancia; es por ello que se acerca a Dios y que ve más claro y más lejos en las profundidades del infinito. Es, en realidad, un comienzo de desmaterialización. El insomnio, que es la característica ordinaria de esta edad, es la prueba material. La vejez se parece a la víspera prolongada. En vísperas de la eternidad el anciano es como el centinela avanzado en el límite de la frontera de la vida; ya tiene un pie en la tierra prometida y ve la otra orilla y la segunda ladera del destino. De ahí esas “ausencias extrañas”, esas distracciones prolongadas, que se toma por un debilitamiento mental y que son en realidad sólo exploraciones momentáneas del más allá, es decir, fenómenos de expatriación pasajera. He aquí lo que no se comprende siempre.
 La vejez, como tan a menudo decimos: es el ocaso de la vida, es la noche. El ocaso de la vida, es verdad; ¡pero hay tardes muy bellas y puestas del sol qué tienen reflejos apoteósicos! Es la noche, también es verdad; ¡pero la noche es muy bella con sus adornos de constelaciones! ¡Como la noche, la vejez tiene sus Vías Lácteas, sus caminos blancos y luminosos, reflejo espléndido de una vida larga plena de virtud, de bondad y de honor! 
La vejez es visitada por los Espíritus de lo invisible; tiene iluminaciones instintivas; un don maravilloso de adivinación y de profecía: es la mediumnidad permanente y sus oráculos son el eco de la voz; de Dios. Es por eso que las bendiciones del anciano son santas dos veces; debemos guardar en su corazón los últimos acentos del anciano que muere, como el eco lejano de una voz querida por Dios y respetada por los hombres. 
La vejez, cuando es digna y pura, se parece al noveno libro de Sybille que él sólo, vale lo que todos los demás, porque los recapitula y porque resumiendo todo el destino humano, anula a los otros. Persigamos nuestra meditación sobre la vejez, y estudiemos el trabajo interior que se cumple en ella. «De todas las historias, se dice, la más bella es la de las almas.» Y esto es verdad. Es bello penetrar en este mundo interior y sorprender en él las leyes del pensamiento, los movimientos secretos del amor. 
La vejez contemplada en toda su realidad, devuelve al alma la verdadera juventud y el nuevo renacimiento en un mundo mejor. El alma del anciano es una cripta misteriosa, alumbrada por el alba inicial del sol del otro mundo. Lo mismo que las iniciaciones antiguas se cumplían en las salas profundas de las Pirámides, lejos de la mirada y lejos del ruido de mortales distraídos e inconscientes es, parsimoniosamente, en la cripta subterránea de la vejez que se cumplen las iniciaciones sagradas que preludian a las revelaciones de la muerte. Las transformaciones o, mejor dicho, las transfiguraciones operadas en las facultades del alma por la vejez son admirables. Este trabajo interior se resume en una sola palabra: la sencillez. La vejez es eminentemente simplificadora de toda cosa. Simplifica primero el lado material de la vida; suprime todas las necesidades ficticias, las mil necesidades artificiales que la juventud y la edad madura habían creado, y que habían hecho de nuestra complicada existencia una verdadera esclavitud, una servidumbre, una tiranía. Lo diremos más alto: es un principio de espiritualización. El mismo trabajo de simplificación se cumple en la inteligencia. Las cosas admitidas se vuelven más transparentes; en el fondo de cada palabra encontramos la idea; en el fondo de cada idea divisamos a Dios. El anciano tiene una facultad preciosa: la de olvidar. Todo lo que fue fútil, inútil en su vida, se borra; guarda en su memoria, como en el fondo de un crisol, sólo lo que fue sustancial. La frente del anciano no tiene ya nada de la actitud orgullosa y provocadora de la juventud y de la edad viril; se inclina bajo el peso del pensamiento como de la espiga madura. El anciano baja la cabeza y la inclina sobre su corazón. Se esfuerza en convertir en amor todo lo que queda en él de facultades, de vigor y de recuerdos. La vejez no es pues una decadencia: realmente es un progreso; una marcha adelante hacia el término: a este título es una de las bendiciones del Cielo. La vejez es el prefacio de la muerte; es lo que la hace santa como la víspera solemne que hacían los antiguos iniciados antes de levantar el velo que cubría los misterios. La muerte es pues una iniciación. Todas las religiones, todas filosofías intentaron explicar a la muerte; bien poco conservaron de su verdadero carácter. El cristianismo la divinizó; sus santos la miraron frente a frente noblemente, sus poetas la cantaron como una liberación. Sin embargo, los santos del catolicismo vieron en ella sólo la exoneración de las servidumbres de la carne, el rescate del pecado; y a causa de esto, hasta los ritos funerarios de la liturgia católica difunden un tipo de espanto por esta peroración, sin embargo tan natural, la existencia terrestre. La muerte simplemente es un segundo nacimiento; dejamos este mundo de la misma forma que entramos en él, según la orden de la misma ley. Un tiempo antes de la muerte, un trabajo silencioso se cumple: la desmaterialización ya ha comenzado. A ciertos signos podríamos comprobarlo si los que rodean el moribundo no están distraídos en otras cosas. La enfermedad desempeña aquí un papel considerable: termina en algunos meses, en algunas semanas, en algunos días puede, lo que el trabajo lento de la edad había preparado: es la obra de “disolución” de la que habla el apóstol Pablo. Esta palabra “disolución” es muy significativa: indica claramente que el organismo se desagrega y que el periespíritu se “desata” del resto de la carne con la que fue envuelto. ¿Qué sucede en ese momento supremo que todas las lenguas llaman “ la agonía “, es decir, decir el último combate? Lo presentimos, lo adivinamos. Un gran poeta moribundo tradujo este instante solemne con este verso: “Está aquí el combate del día y de la noche.” En efecto, el alma entró en un estado crepuscular; está en el límite extremo, en la frontera de ambos tipos de mundo y visitada por las visiones iniciales de aquel en el que va a entrar. El mundo que deja le envía los fantasmas del recuerdo, y toda una comitiva de Espíritus le llega del lado de la aurora. Jamás morimos solos, igual que jamás nacemos solos. Los invisibles que nos conocieron, que nos amaron, que nos prestaron asistencia aquí abajo vienen para ayudar al moribundo a desembarazarse de las últimas cadenas de la cautividad terrestre. En esta hora solemne, las facultades crecen; el alma, medio liberada, se dilata; comienza a volver a su atmósfera natural, a repetir su vida vibratoria normal, y es para esto para lo que en este instante se revelan en algunos moribundos fenómenos curiosos de mediumnidad.
 La Biblia está llena de estas revelaciones supremas. La muerte del patriarca Jacob es el tipo consumado de desmaterialización y de sus leyes. Sus doce hijos están reunidos alrededor de su lecho, como viva corona fúnebre. El anciano se recoge, y después de haber recapitulado su pasado, sus memorias, profetiza a cada uno de ellos el futuro de su familia y su raza. Su vista todavía se extiende más lejos; percibe en la extremidad de los tiempos al que debe un día recapitular toda la mediumnidad secular del viejo Israel: el Mesías; y muestra como el último retoño de su raza, será el que resumirá toda la gloria de la posteridad de Jacob. Ningún faraón, en su orgullo, murió con semejante grandeza como este anciano oscuro e ignorado que expiraba en un rincón de la tierra de Gessen. 
El ocaso de la vida, es el fin de un viaje penoso y a menudo de una prueba dura, es el momento de la reflexión en la que el pensamiento tranquilo y sereno se eleva hacia las regiones infinitas. (…) ¿Qué sucede entonces? El Espíritu, es decir, el alma y su envoltorio fluídico, y por consiguiente el yo, se lleva la última impresión moral y física que le golpea sobre la tierra; la guarda un tiempo más o menos prolongado, según su grado de evolución. Es por eso que es importante rodear la agonía de los moribundos de palabras dulces y santas, de pensamientos elevados, porque son los últimos ruidos, estos últimos gestos, estas últimas imágenes que se imprimen sobre las hojas del libro subconsciente de la conciencia; es la última línea que leerá el muerto desde su entrada al más allá o tan pronto como sea consciente de su nuevo modo de ser. La muerte es pues, en realidad, un paso; es una transición y una traslación. Si debíamos tomar de la vida moderna una imagen, lo compararíamos de buena gana con un túnel. En efecto, el alma avanza en el desfile de la muerte más o menos lentamente, según su grado de desmaterialización y espiritualidad. La muerte es pues una mentira, ya que la vida, parece apagada, reaparece cada vez más radiante, en la certeza de la inmortalidad del alma. Es el despertar bendito.


 León Denis, de su obra “La vejez”

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                               Desánimo Espiritual
Cuando entramos en contacto con un ideal filosófico y/o espiritual que nos toca la razón y el convencimiento, y por afinidad nos sentimos identificados con sus preceptos, es natural  (y de hecho, coherente) que pasemos a incorporarlos a nuestro día a día., al menos si estamos interesados en “educar” ciertas áreas personales, mejorar nuestro patrimonio espiritual o, en definitiva, crecer como individuos. La Doctrina espirita, que es claramente evolucionista, evidencia notablemente esto de que hablamos, ya que la auto-reforma de la persona es su fin más característico.
  Es común que en los primeros momentos de adhesión a este ideal filosófico (como ocurre cuando se abrazan otros ideales del mundo), la ilusión y el entusiasmo marquen los primeros pasos... Este estado es normal (y hasta positivo), pero no durará mucho tiempo si no incorporamos, a la vez, otros aspectos que den mas seguridad y madurez a la trayectoria moral o doctrinaria que hemos elegido por afinidad de espíritu...

Ilusión, proyectos de auto-crecimiento, ganas de hacer cosas, etc... Aparquemos por un momento todo esto a un lado: vamos a situarnos .

Como en todos los proyectos de vida que iniciamos, el saber situarnos previamente, resulta un paso de especial importancia. ., y lleva intrínseca una trascendencia q, en general, no valoramos; no solo por lo que vale, sino por las repercusiones que tendrá mas tarde, en nuestra trayectoria espiritual.. . Decimos esto porque, infelizmente, esto no ocurre así, y normalmente pasamos rápidamente a incorporar nuevas perspectivas espirituales y a adoptar hábitos morales nuevos sin un planteamiento previo, sin una auto-evaluación de nosotros mismos (ese “situarse”, acoplarse... de que estamos hablando).

Pero, ¿qué significa saber situarse? Pues básicamente, meditar cual es nuestra condición interna (y global) como individuos en evolución, y tener clara nuestra realidad psicológica verdadera (sin enmascarar nada, con total honestidad). .es decir: nuestras inclinaciones afectivas, nuestras adquisiciones morales, pero sobretodo; nuestros miedos, inferioridades y pequeñas o grandes miserias, aquellas que nos encadenan al sufrimiento, pero, a la vez, nos definen como humanos..seres de luz en arduo tránsito hacia la Perfección...


Una vez hecho este “inventario” moral y psicológico (una acción que tiene que ser valiente y sincera, pues se trata de reconocer nuestra porción de sombra ..), el paso siguiente e igualmente imprescindible es aceptar todo esto que somos... plenamente.

TOMA DE CONTACTO INTERIOR
+
RECONOCIMIENTO MORAL
+
ACEPTACIÓN

Recordamos que toda esta especie de “sondeo” personal es para un mejor rendimiento de nuestro potencial, una puesta a punto para ofrecer lo mejor de nosotros mismos a la causa que abrazamos... conscientes de lo que somos y de las cosas que aún tenemos que trabajarnos.

Sin la auto-aceptación consciente de nosotros mismos, tal como estamos en este momento de nuestra existencia, poco adelantaremos en nuestra singladura evolutiva y poco podremos ofrecer al campo elegido de nuestros ideales (ya sean estos sociales o espirituales) . No existe auto-conocimiento pleno ni reforma moral sin auto aceptación ...de que somos criaturas aún frágiles, marcadas por nuestro pasado milenario, llenas de pequeñas o grandes virtudes, pero igualmente, de grandes o incluso graves defectos. Pero no obstante, es desde esta imperfecta realidad de nosotros mismos, que el Padre de todos nos ama... y si El nos acepta tal como somos, no hay ningún motivo para que no lo hagan los demás, pero sobretodo nosotros mismos.

Llamamos la atención de todos aquellos compañeros que leen este artículo sobre la importancia de SITUARSE y AUTO-ACEPTARSE. Porque si no tenemos en cuenta todo esto, antes o después, nuestra ilusión y fuerza inicial dentro del Espiritismo (o en cualquier otra doctrina o ideal), se irá transformando en apatía y desilusión; al no haber “sincronizado” adecuadamente nuestro caudal de defectos y viciaciones (tan de la humana naturaleza, ya dijimos) con la propuesta de auto-educació n y reforma de la doctrina de los Espíritus..., es como empezar la casa por el tejado, pues la auto reforma y el acoplarnos a las leyes espirituales no se hace en un solo paso, es un proceso gradual, en el que no se recomiendan pausas excesivamente largas y acomodadas, cierto es, pero desde luego sin acelerones que, además, excluyan la reflexión de lo que somos antes de ponernos en funcionamiento. Todas las cosas del cielo y de la tierra tienen su tiempo...

Si no omitimos este analizarse y auto aceptarse (sin reservas), sin enmascaramientos morales ni falsos testimonios; de forma inconsciente, el peso de nuestra realidad como necesitados espirituales (que en mayor o menor medida somos todos) se nos irá haciendo cada vez más pesado, tanto que nos irá pareciendo, cada vez con más frecuencia, mucho más “consolador” el abandonarnos a nuestras inferioridades que a trabajarlas, perdiendo así un excelente medio de hacerlo mediante el estudio de la Doctrina y el apoyo espiritual que esta conlleva.

Y es que el optar por el opuesto de todo esto que estamos exponiendo, es la aparición de los primeros “agentes” del desánimo, producto de desproporcionadas auto-imposiciones y las sutiles mortificaciones de conciencia que resultan al compararnos ,desproporcionadame nte, con Espíritus superiores o los grandes bultos del Progreso (y reconocer cuanto camino nos queda para esto), acción esta que provoca el “resaltamiento” de nuestras inferioridades y, seguidamente, el no considerarnos como dignos elementos humanos que mucho tienen aún que ofrecer, pese a nuestra humana imperfección.

El no hacer todo esto que nos puede parecer tan pueril, en los primeros momentos de abrazar determinada causa en la que ponemos confianza y proyectos, determina en gran medida la trayectoria que proyectaremos en la misma. Es por esto que observamos de cuando en cuando, como determinados compañeros del camino (detentores de excepcionales posibilidades internas), terminan cayendo en una especie de ansiedad moral que en nada ayuda y que, más tarde o más pronto, termina conduciendo a la desilusión, la falta de fe y el consecuente tirar la toalla que acaba tristemente con las nobles aspiraciones de muchos.

Por ello: AUTOACEPTACIÓN de lo que somos y sentimos, como primer paso... y PERSEVERANCIA, como herramienta de todos los días.

Paz, Luz y Trabajo para todos.
Un compañero de todos. (FEE)


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     La ingratitud de los hijos y los lazos de 

                          familia. 

La ingratitud es uno de los frutos más inmediatos del egoísmo; subleva 
siempre los corazones honrados; pero la de los hijos con respecto a sus padres, tiene aún 
un carácter más odioso; desde este punto de vista nos detendremos más particularmente 
para analizar las causas y los efectos. Aquí, como por todas partes, el Espiritismo viene 
aclarando uno de los problemas del corazón humano. 
Cuando el espíritu deja la tierra, lleva consigo las pasiones o las virtudes 
inherentes a su naturaleza, y en el espacio, va perfeccionándose o quedándose estacionado 
hasta que quiere ver la luz. Algunos, pues, han partido llevándose consigo odios 
poderosos y deseos de venganza no satisfecha; pero a algunos de aquellos más 
avanzados que los otros, les es permitido entrever un lado de la verdad; reconocen el 
funesto efecto de sus pasiones, y entonces es cuando toman buenas resoluciones; 
comprenden que para ir a Dios sólo hay una palabra de pase: "caridad"; pues no hay 
caridad sin olvido de los ultrajes y las injurias; no hay caridad con odios en el corazón y 
sin perdón. 
Entonces, por un esfuerzo inaudito, miran a los que detestaron en la tierra; pero 
a su vista se despierta su animosidad; se rebelan a la idea de perdonar aún más que a la 
de renunciarse a sí mismos, y sobre todo, a la de amar a aquellos que talvez destruyeron 
su fortuna, su honor y su familia. Sin embargo, el corazón de esos desgraciados está conmovido; 
titubean y vacilan agitados por estos sentimientos contrarios; si la buena resolución 
vence, ruegan a Dios e imploran a los buenos espíritus para que les den fuerza en el 
momento más decisivo de la prueba. 
En fin, después de algunos años de meditación y de oraciones, el espíritu 
aprovecha una carne que se prepara en la familia de aquél que ha detestado, y pide a los 
espíritus encargados de transmitir las órdenes supremas el ir a cumplir en la tierra los 
destinos de esa carne que acaba de formarse. ¿Cuál será, pues, su conducta en esta 
familia? Dependerá de mayor o menor persistencia en sus buenas resoluciones. El 
contacto incesante de los seres que aborreció, es una prueba terrible bajo la cual 
sucumbe algunas veces, si su voluntad no es muy fuerte. De este modo, según la buena 
o la mala resolución que les dominará, será amigo o enemigo de aquellos entre los 
cuales está llamado a vivir. Así se explican los odios, las repulsiones instintivas que se 
notan en ciertos niños y que ningún acto anterior parece justificar; nada, en efecto, en 
esta existencia ha podido provocar esta antipatía; para que uno pueda encontrar la 
causa, es preciso mirar lo pasado. 
¡Oh, espiritistas! comprended hoy el gran papel de la Humanidad; comprended 
que cuando producís un cuerpo, el alma que se encarna en él viene del espacio para 
progresar; sabed vuestros deberes; y poned todo vuestro amor en aproximar esta alma a 
Dios; esta es la misión que os está confiada, y por la que recibiréis la recompensa si la 
cumplís fielmente. Vuestros cuidados, la educación que la daréis, ayudarán a su perfeccionamiento y a su bienestar futuro. Pensad que a cada padre y a cada madre, Dios preguntará: ¿Qué habéis hecho del niño confiado a vuestro cuidado? Si se ha quedado atrasado por vuestra falta, vuestro castigo será el verle entre los espíritus que sufren, dependiendo de vosotros el que hubiese sido feliz. Entonces vosotros mismos, abatidos por los remordimientos, procuraréis reparar vuestra falta, solicitaréis una nueva encarnación para vosotros y para él, en la cual le rodearéis de mejóres cuidados, y él, lleno de reconocimiento, os rodeará con su amor. 
No desechéis, pues al hijo que en la cuna rechaza a su madre, ni al que paga con 
ingratitudes; no es la casualidad la que os ha hecho así, ni la que os lo ha dado. Una 
intuición imperfecta del pasado se revela, y de esto podéis juzgar que el uno o el otro ha 
aborrecido mucho o ha sido muy ofendido: que el uno o el otro ha venido para perdonar 
o expiar. ¡Madres! abrazad, pues, al hijo que os causa tristeza, y decios: Uno de nosotros dos es culpable. Mereced los goces divinos que Dios concede a la maternidad, enseñando a este niño, que está en la tierra para perfeccionarse, a amar y bendecir. Mas ¡ay! muchos de entre vosotros, en lugar de echar fuera los malos principios innatos de las existencias anteriores por medio de la educación, entretenéis y desarrolláis estos mismos principios por una culpable debilidad o por indolencia; pero más tarde vuestro corazón ulcerado por la ingratitud de vuestros hilos, será para vosotros, desde esta vida, el principio de vuestra expiación. 
     La tarea no es tan difícil como podríais creerlo, no exige la ciencia del mundo; lo  mismo puede cumplirla el sabio que el ignorante, y el Espiritismo viene a facilitarla, 
haciendo conocer la causa de las imperfecciones del corazón humano. 
     Desde la cuna, el hijo manifiesta los instintos buenos o malos que trae de su 
existencia anterior; es preciso aplicarse a estudiarlos; todos los males tienen su principio 
en el egoísmo y en el orgullo; vigilad pues, las menores señales que revelan el germen de 
estos vicios, y dedicáos a combatirlos sin esperar que echen raíces profundas; haced 
como el buen jardinero que arranca los malos vástagos a medida que los ve apuntar en el árbol. Si dejáis desarrollar el egoísmo y el orgullo, no os admiréis si más tarde os pagan con ingratitudes. Cuando los padres han hecho todo cuanto han podido para el adelantamiento moral de sus hijos, si no pueden conseguir su objeto, no pueden hacerse cargos, y su conciencia puede estar tranquila; pero al pesar muy natural que experimentan por el mal éxito de sus esfuerzos, Dios reserva un grande, un inmenso consuelo, por la "certeza" de que sólo es un atraso, y que les será permitido acabar en otra existencia la obra empezada en ésta, y que un día el hijo ingrato les recompensara con su amor. (Cap. XIII, número 19). 
     Dios no ha hecho las pruebas superiores a las fuerzas del que las pide; no permite sino las que se puedan cumplir; si no se llena el objeto, no es la posibilidad la que le falta, sino la voluntad, porque ¿cuántos hay que en lugar de resistir a las malas tentaciones, se entregan y complacen en ellas? Para estos están reservados los llantos y el crujir de dientes en sus existencias posteriores; pero admirad la bondad de Dios, que nunca cierra la puerta al arrepentimiento. Llega un día en que el culpable se cansa de sufrir o en que su orgullo al fin se ha dominado, y entonces es cuando Dios abre sus brazos paternales al hijo pródigo que se echa a sus pies. "Las grandes pruebas, escuchadme bien, son casi siempre indicio de un fin de sufrimientos y de un perfeccionamiento del espíritu, cuando son aceptadas por amor a Dios". 
    Este es un momento supremo, y entonces es cuando sobre todo conviene no   desfallecer murmurando, si no se quiere perder el fruto y tener que empezar otra vez. En 
lugar de quejaros, dad gracias a Dios, que os ofrece la ocasión de vencer para daros el 
premio de la victoria. Entonces, cuando al salir del torbellino del mundo terrestre entréis 
en el de los espíritus, seréis allí aclamado como el soldado que sale victorioso de la 
pelea. 

EL EVANGÉLIO SEGÚN EL ESPIRITISMO. ALLAN KARDEC.

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La paciencia es una virtud de pocos, saber esperar sin desesperar, sin caer en estados de ansiedad y sin torturarnos con pensamientos innecesarios, es una cualidad de pocos, rara vez encontramos personas que esperan de manera conforme y decidida a que la vida haga lo suyo y les otorgue lo que les pertenece, lo que es suyo.
( Aportación de Viviana  Gianitelli)

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   LA DECISIÓN DE SER FELIZ 


Empéñate al máximo para hacer tu vida agradable a ti mismo y a los otros. 
Es importante que todo lo que hagas presente un significado positivo, motivador de nuevos estímulos para proseguir tu existencia, que debe estar caracterizada por experiencias enriquecedoras. 
Si las personas que te rodean no concuerdan con tu opción de ser feliz, no te descorazones y, sin agresión alguna, continúa generando bienestar. 
Eres al única persona con la que contarás para estar contigo desde la cuna hasta el túmulo, y después de él, como resultado de tus actos…. 
Generar simpatía y producir estímulos optimistas en ti mismo, representa un crecimiento en ti mismo, representa un crecimiento emocional significativo: la madurez psicológica en pleno florecimiento. 
Es relevante que tu comportamiento produzca un intercambio agradable y cariñoso con las demás personas. No obstante, de no complacerte, se transformará en un tormento que 
te inducirá a actitudes perturbadoras, deshonestas. 
Tus cambios y actitudes afectan a aquellos con quienes convives. Por lo tanto, es natural que, a medida que te acercas a la plenitud, te brinden a cambio más recursos para 
que generes tu propia alegría. 

Todos los grandes líderes de la Humanidad lucharon hasta llegar a su meta – alcanzar lo que habían elegido como felicidad, como fundamental para la continua búsqueda. 
Buda renunció al confort principesco para conseguir la iluminación. 
Mahoma sufrió persecuciones y permaneció indómito hasta lograr su objetivo. Gandhi fue llevado a prisión innumerables veces, sin reaccionar, fiel a los planes de no-violencia 
y de libertad para su pueblo. 
Y Jesús prefirió la cruz infamante antes que cambiar su comportamiento determinado por el amor. 
Todos los que anhelan integrarse con la Conciencia Cósmica generan al mismo tiempo 
simpatía y animosidad en el mundo, enfrentándose generalmente con los sentimientos desencontrados de los otros, aunque fieles a sí mismos – con quien siempre cuentan, al igual que, naturalmente, con Dios. 

Cuando se elige una existencia enriquecida con paz y bienestar, no s está eximido del sufrimiento, de las luchas, las dificultades que aparecen. Por el contrario, éstos siempre 
surgen como desafíos perturbadores que la persona debe enfrentar, sin perder el rumbo ni alterar el placer que experimenta en la preservación del comportamiento elegido. De 
ese modo, transforma los estímulos aflictivos en contribuciones positivas, sin lamentarte, sin sufrir, sin desistir. 
Quien en la lucha ve tan sólo sufrimiento, posee una conducta patológica y necesita del tratamiento adecuado. 
La vida es una bendición y debe mantenerse saludable, alegre, promisora, aun cuando se encuentre bajo la imposición liberadora de pruebas y expiaciones. 
Si tornas tu vida agradable, serán fructíferos y llenos de sol todos tus días. 

El pensamiento divino me concedió la libertad de poder realizar todo el bien que desee. 
Ser feliz o desventurado es mi opción voluntaria. 
Soy esclavo de la Ley, que me da la oportunidad de progresar sin interrupción en el tiempo. 
Lo que soy o lo que seré, depende de mí. 
La inspiración superior nunca me falta. No obstante, sintonizar con ella será una aspiración personal. 
Si construyo las estructuras existenciales en mi mente, las transformaré en realidad en el trayecto carnal.

Del Libro.MOMENTOS DE SALUD 
Joanna de Ángelis 
Médium Divaldo Pereira Franco 


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