viernes, 6 de octubre de 2017

El espírita en su familia



Hoy veremos :

- Nuestras razones
- Un comunicado del Espíritu Bezerra de Menezes
- El espírita en la familia
- El estudio:- Camino recto




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                                        NUESTRAS RAZONES


        Los espíritas,   por algún motivo especial parece que estamos inclinados  a “complicarnos la existencia”.   Me refiero al hecho de que cuanto más nos metemos y profundizamos en el aprendizaje y las experiencias del Espiritismo y todo lo que le rodea, más y más queremos ahondar en sus profundidades, adquiriendo compromisos a veces más allá de nuestras posibilidades  reales para poder afrontar con constancia en toda su extensión.
   
       Los motivos que nos impulsan suelen ser justificados ante nosotros mismos como “el deseo de aprender cada vez más”.   Cuando este  motivo ,es realmente cierto, nos cabría preguntar, ¿ para qué ?; ¿ tal vez, para ayudar más a alguien?;  ¿ porque así podemos contribuir mejor al desarrollo y expansión de una doctrina o de un conocimiento que cuando se popularice más, gracias a nuestro aporte,  puede  ser un factor   para  mejorar eficazmente a esta humanidad, para  que alcancemos niveles nunca antes vividos, de solidaridad, de paz y de amor entre todos los seres humanos, de modo que las sociedades del mundo se sientan  más fraternas entre sí de lo que lo fueron antes nunca? .

      Cuando realmente los motivos que nos impulsan a “complicarnos más la vida”, son los enumerados anteriormente, la justificación es noble y muy loable,  pero, ¿ realmente en todos los casos son estos los motivos que nos impulsan a todos?. 

      Yo me planteo si no será  también en algunos casos un afán de saber más y conocer más, para afianzar nuestra propia seguridad interior, porque en el fondo, necesitamos a cada paso que nos convenzan de  lo que decimos creer o mantener.

     También puede ser que, sencillamente, haya algunos casos de mera curiosidad, para  ver si por fin,  caminando por los misterios del intercambio mediúmnico, presenciamos algún fenómeno mediúmnico o paranormal, que nos dé mas solidez  a nuestra fe y a  los argumentos  de cara a los demás, en un afán de hacer proselitismo, buscando  la admiración, y en la credulidad de esos que nos admiren,  lograr un convencimiento  y una seguridad en nuestros planteamientos y testimonios. Un modo de sentirnos superiores, dando satisfacción a nuestro orgullo, al lograr   una admiración hacia nuestro saber o hacia nuestra experiencia y seguridad, que alimente nuestro ego . 

     En el fondo, creo que es posible que muchos,  tal vez puede ser que lo que persigan  sea  la admiración y el cariño de los demás,  de lo que no pueden prescindir, sintiéndose un poco “ superiores” al común de los mortales, gracias a sus reconocidos conocimientos , saberes y experiencias, y lo peor de todo: dando una imagen de virtud o de madurez moral, de la que en el fondo en realidad carecen.

       Hay quien ya  ha leído muchos libros espíritas, y cree por ello saber mucho; otros tienen una larga experiencia de años por su permanencia en el seno de grupos o sociedades espíritas, y eso les hace sentir  con cierta autoridad en el campo espírita, con respecto a los “advenedizos” llegados hace menos tiempo, pero no se dan cuenta de que en muchos casos están inmersos en una rutina de actividades en el Centro Espírita y en sus vidas personales, lo cual empieza a ser un freno para su propio avance y evolución ; otros han acudido además a tantos y tantos congresos y han escuchado tantas y tantas conferencia brillantes o magistrales, e incluso, las han impartido...., pero, ¿ todo eso es suficiente?; ¿ con todas las cosas reseñadas, han colmado el  tope de lo que se puede lograr, asegurando un estado de privilegio después, en el mundo espiritual, cuando les llegue la hora de regresar a él?; ¿ es posible que piensen de verdad, que el cariño, la admiración  y las alabanzas de los hombres aquí, les van a situar igualmente  después en el más allá?.

    Todo lo reseñado, está muy bien  y es necesario como formación necesaria que todo espírita, como cristiano portador y partícipe en la tercera revelación, debe conocer para con ello iluminar su vida, dando luz a las vidas de los demás, pero lo que no se nos puede olvidar a nadie, es la necesidad individual de cada uno, que todos tenemos en cuanto a la práctica de lo sabido como una hermosa teoría. Y no me refiero ya a la práctica mediúmnica o en la  de aplicar pases magnéticos o espíritas; me refiero a la práctica de la caridad con los demás; a la práctica del mejoramiento íntimo, luchando contra nuestros defectos morales y nuestras inclinaciones negativas en el día a día, ( que frecuentemente son muchas); reeducándonos como cristianos de verdad, con la base sólida, no ya del conocimiento teórico de la Codificación, del Evangelio o de otras elevadas obras espíritas, sino con la verdadera base del ejemplo a los demás con nuestra entrega y nuestra caridad en tantas facetas y oportunidades como nos ofrece la vida. No olvidemos nunca que al verdadero espírita se le conocerá por su transformación moral, y esta se produce no con la  exposición hueca de una bella teoría doctrinal, sino con esa práctica diaria de la caridad y de la automejora moral, que es el verdadero fruto de los espíritas, y que como imagen evidente,  esto siempre habla más que mil palabras.
    
       Vamos a comenzar a aplicarnos la máxima de Kardec, cuando afirmó que “fuera de la Caridad no hay salvación”. 
    
        Por supuesto, es ineludible que debemos  formarnos a fondo en la doctrina que  amamos y sustentamos, la espírita, en todas sus facetas y aspectos basados a partir de las obras codificadas por Kardec: ciencia, filosofía y moral,  así como de tantos buenos autores espíritas, que con sus obras han iluminado y allanado el camino del conocimiento espiritual, y más concretamente, del conocimiento espírita, pero sobre todo refrendemos estos conocimientos con la  necesaria transformación moral, evidente para los demás que conociéndonos de un antes, nos puedan comparar indeleblemente con un después que es ahora en  nuestro día a día actual,  y  que ese cambio moral, en una introspección íntima, también  pueda ser  sentido por nosotros mismos, como indicativo de que vamos por el buen camino.   Este propósito que actúa como motor que empuja y funciona en nuestras vidas, justificando el por qué y el para qué estamos aquí, y el por qué y el para qué hemos conocido y aceptado la doctrina espírita, será en efecto, el  acicate que de sentido a nuestro paso por esta existencia en la que ya tanto tiempo hemos malgastado. 
    
       Que cada cual, en conciencia, nos pongamos  ya y seriamente manos a la obra, comenzando por mirar nuestras posibilidades reales de hacer algo por los demás, y por nosotros mismos, sin olvidar nunca que nuestro prójimo más inmediato es, por lógica, a quien primero debemos atender y ayudar, y este no es otro que nuestros familiares directos, y por supuesto nosotros mismos, porque si no depuramos antes nuestro interior, con  nuestra voluntad y nuestro conocimiento avalado por la vivencia y la experiencia, no podremos ser esa herramienta valiosa , necesaria y precisa que  deberá  servir para ayuda en el caminar evolutivo de los demás.

Jose Luis



                     
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      UN COMUNICADO DEL ESPÍRITU                       BEZERRA DE MENEZES

"Estamos ahora en un nuevo período. Estos días señalan una fecha muy especial: la fecha del cambio del Mundo de Pruebas y Expiaciones para el Mundo de Regeneración. 

La gran noche que se abatía sobre la Tierra lentamente cede lugar al amanecer de bendiciones. Atrás ya no es posible. 

Firmastes, hijas e hijos del alma, un compromiso con Jesús antes de sumergirse en la indumentaria carnal, de servirle con abnegación y devoción. Prometáis que le habéis fiel, aunque os sea exigido el sacrificio. 

Al extenderse los horizontes de este amanecer que viaja hacia la plenitud del día, exultemos juntos, los Espíritus desencarnados y otros que transitan por el mundo de las sombras. Pero más allá del júbilo que a todos nos domina, tengamos en mente las graves responsabilidades que nos exhalan la existencia en el cuerpo o fuera de él. 

Deberíamos revivir los días inolvidables de la época del martirologio. Seremos invitados no sólo al aplauso, al entusiasmo, al júbilo, sino también al testimonio, el testimonio silencioso en los paisajes internos del alma, el testimonio por amor a aquellos que no nos aman, el testimonio de abnegación en el sentido de ayudar a aquellos todavía se complacen en generar dificultades intentando inutilmente obstaculizar la marcha del progreso. 

Iniciada la gran transición, llegaremos al clímax y en la razón directa en que el planeta experimenta sus cambios físicos, geológicos, los cambios morales serán inaplazables. 

Que seamos nosotros aquellos Espíritus espíritas que demuestre la grandeza del amor de Jesús en nuestras vidas. Que otros se quejen, que otros se quejen, que otros deploren -que los demás guardemos, en los reflejos del alma, el compromiso de amar y amar siempre, trayendo a Jesús de vuelta con toda la pujanza de aquellos días que van lejos y que están muy cerca. 

¡Jesús, hijas e hijos queridos, espera por nosotros! 

Que sea nuestro escudo el Amor, nuestras herramientas, el Amor, y nuestra vida, un Himno de Amor, son los votos que formulamos los Espíritus Espíritas aquí presentes y que me sugirieron representarlos ante vosotros. 

Con mucho cariño el servidor humilde y paternal de siempre, 

Bezerra de Menezes. 

Mucha Paz, hijas e hijos del corazón.

( NOTA DEL AUTOR DE ESTE BLOG :  Os recuerdo que nuestro sentido del tiempo no existe en el plano espiritual, por lo que para ellos resulta inminente, traducido en nuestro tiempo cronológico pueden suponer algunos meses o años )

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                  El espírita en su familia. 

Si el Espírita debe ser prudente, virtuoso, tolerante, humilde, abnegado y caritativo, entre sus hermanos de ideal y en el seno de la Humanidad, ¡cuánto más lo debe ser en la familia! Si son sagrados los deberes que hemos de cumplir entre nuestros hermanos y en la Humanidad, mucho más lo son los que tenemos que cumplir en la familia. Porque debemos considerar que, más allá de los vínculos que en esta existencia nos unen con lazos indisolubles, tenemos siempre historias pasadas, que se enlazan con la historia presente. 

Los que no son espíritas atribuyen todo a la casualidad. Nosotros sabemos, sin embargo, que no hay efecto sin causa, y que las contrariedades o alegrías de hoy son la continuación de nuestras vidas pasadas. Por eso, el espírita debe ver en su familia un grupo que le fue dado en custodia, y para el cual tiene muchos deberes a cumplir y muchos sacrificios a realizar. 

Por eso, el esposo debe ser el apoyo y el sustentáculo de la esposa; debe amarla, respetarla, protegerla, aconsejarla, orientarla y proporcionarla en todas las circunstancias de la vida, lo que sea necesario. También la esposa debe obediencia, amor, respeto y sinceridad al esposo, siendo éste, para ella, siempre la primera persona a quien debe confiar sus secretos y todas sus tendencias, sin faltar jamás al respeto y a la obediencia, que debe al que Dios le dio como guía en este mundo de dolor. Se que para muchos estas palabras son desnecesarias. Mayormente, cuando los esposos tienen las mismas tendencias, son ambos de buen temperamento y sienten las mismas aspiraciones. Mas cuando entre ellos hay temperamentos opuestos, o un mal genio que torna difícil la unión, ya es otra cosa. 

¡Y si el esposo entra en choque con la familia, que no quiere aprobar sus ideas, ni concordar que profese el Espiritismo! ¿Cómo se arreglará ese jefe de familia? Es muy difícil prescribir reglas para casos particulares. Sólo podemos decir, en este caso, que el espírita debe escudarse en su prudencia, con tacto y paciencia a toda prueba. Es entonces que debe estar más unido al Alto, tener mucho amor al Padre, recordar siempre la paciencia y la abnegación del Señor, y permanecer en contacto con su Guía Espiritual, por medio de la oración y por la práctica de la indulgencia hacia los que le atormentan. Su conducta en la familia debe ser un bello modelo de todas las formas de virtud, para que el ejemplo pueda un día llevar la comprensión o por lo menos la tolerancia a una parte de los suyos. Y, aunque a tanto no sea posible llegar, que no se rebele, que se deje sacrificar, y si fuese necesario, acordándose de que él, hoy es el resultado del ayer, pues así haciendo podrá esperar una gran recompensa. Vi, en mi vida de espírita, dos hermanos que sufrieron mucho con sus familias. 
Y, a pesar de sus sacrificios, de su paciencia y abnegación, no consiguieron la tolerancia de los familiares, siendo constantemente objeto de burla y desprecio por parte de los seres más queridos. De estos dos hermanos, ya desencarnados, tuve ocasión de recibir comunicaciones que, moralmente hablando, son de enorme elevación y demuestran una felicidad tan grande que, puedo asegurar, ningún otro jamás demostró, entre los desencarnados en nuestra época. El sacrificio fue tan grande en la Tierra, pues nada es tan doloroso como el vernos despreciados y ridiculizados por aquellos que amamos. Mas esos sufrimientos son doblemente recompensados por nuestro Padre, nuestro Dios, que todo tiene en sus manos, todo sabe y todo puede. Además, estas situaciones son excepcionales y pocos se encuentran en ellas. Lo más común en el espírita ser padre de algunos hijos, cuya misión no está exenta de peligros, siendo a veces necesaria una abnegación a toda prueba, dirigida por el buen sentido espírita. A veces, no todos los hijos son buenos como el padre desea. Por el contrario, acarrean disgustos y sinsabores, que inciden en un gran sufrimiento. 

Los padres, entonces, precisan saber sufrir, teniendo mucho cuidado en mantener el mismo afecto para todos los hijos, tanto para los buenos, como para los que le disgustan. El espírita debe sentir el mismo amor por todos sus hijos. Y no debe olvidar que los más necesitados de su misericordia son los menos provistos de bondad y comprensión. Hay hijos que llevamos por la mano a toda parte, y hay otros que no basta cogerlos por la mano, es preciso arrastrarlos. Conozco padres espíritas que, empero amando a todos los hijos, dieron preferencia a los más pacíficos y mas obedientes. Si esto no fuese más en apariencia de que en la realidad, podría ser una buena manera de conducir a los demás nuevamente al buen camino. Mas no fue así. Por el contrario, dando preferencia a algunos, relegaran a los demás al olvido. Esta es una actuación equivocada, que puede costar muy caro al que la ejercita. Es verdad que a veces el padre no puede tratar a todos de la misma manera, en virtud de la diferencia de conducta y de comprensión de los hijos. Pero el padre y la madre deben mantener el amor en sus corazones y, si posible, mucho más fuerte por el hijo que más necesita, sea por su atraso moral o por otros motivos. Pues todo espírita que tenga hijos no debe olvidar que no los tiene por acaso. No fue por casualidad, más obedeciendo a un plan providencial para su bien y el de sus hijos, que ellos nacieran. 
Quién sabe si fueran enemigos, que tienen deudas para ajustar, y por eso Dios los pone uno al lado del otro, unidos por los lazos de la familia, para satisfacer un pago que de otra manera no podrían hacer. ¡Quién sabe si la mujer abandonada de otras existencias, que sirvió apenas para satisfacer caprichos, viene ahora a reclamar el apoyo a que tiene derecho! Por eso, el espírita, debe tener el mayor cuidado en la educación de todos sus hijos, más aún, ha de velar por los hijos que vinieren cargados de imperfecciones y son la causa de grandes disgustos. ¡Cuántos casos hay, entre los encarnados, que, si pudiésemos conocerlos, nos harían bajar la cabeza y ponernos de sobre aviso! En la verdad, no podemos conocerlos. Nos basta saber, sin embargo, que no hay efecto sin causa, y que Dios, en su infinita sabiduría, nada hace de inútil ni de injusto. Así, cuando el hombre encuentra una esposa mala, o la mujer encuentra un mal marido, no es por acaso, más por una sabia determinación. Si un buen padre tiene malos hijos, no se trata de castigo, más de las consecuencias de una ley justa. El espírita, que conoce todas esas cosas y todavía muchas otras, no puede considerar la vida como un simple paseo, más como una secuencia de hechos que lo herirán hasta lo más profundo del alma, que lo harán sufrir y derramar lágrimas. Más justamente por eso debe ser fuerte, de ánimo firme, compasivo y abnegado, caritativo para con todos, y muy especialmente para con las imperfecciones de sus hijos, depósitos sagrados que el Padre le concede, para que sea su protector y guía, a fin de hacerlos avanzar por lo menos un paso, en el caso de no poder hacer más. 

Todo espírita debe proceder con mucho cuidado en la misión de la paternidad, para no dejarse arrastrar jamás por una atracción de causa desconocida, en favor de unos hijos, ni por la frialdad que puede sentir en relación a otros. La justicia y el deber deben regular esas afecciones o repulsiones secretas, que brotan del alma. Ya dijimos que un hijo nuestro puede ser un gran enemigo de otras existencias, o un amigo cariñoso. Y no hay duda que, en las profundidades de nuestra alma, resuenan aún los recuerdos del pasado. De ahí la razón de la eficiencia del espiritismo, para hacernos progresar, pues su solución definitiva es que debemos amar, amar y amar. Sí, amar a los que nos quieren, a los que nos odian, a los que nos protegen o nos persiguen, a los que nos hacen el bien o nos desean el mal. Por señal que este mandamiento, que es la ley para la convivencia humana en general, lo es más aún en el seno de la familia. El espírita que consiga tener el amor como ley y lo ponga en práctica, no estará en tinieblas. Su vida terrena fluirá plácidamente, y después de ella alcanzará la felicidad. 

Cuando el espírita no tiene esposa e hijos, pero tiene aún a los padres, no debe olvidar el deber de tributarles todo el respeto, cariño y amor. Ha de considerar que fueran en la Tierra los representantes de la Providencia para él, lo que le obliga a darIes paz, consuelo, protección y amparo. Está en el deber de hacer por ellos lo que de ellos recibió, y aunque sus padres no se hubiesen portado bien, no está por eso menos obligado. Porque, en ese caso, ellos pertenecerían a la orden de los espíritus inferiores, y el espírita debe ser un ejemplo constante de virtud y abnegación; para que ellos aprendan lo que no sabían: cumplir con sus deberes. 
En resumen: Creemos que el espírita, en todas las situaciones de la vida, ha de portarse como buen hijo, buen esposo, buen padre, buen hermano y buen ciudadano; así, como practicante de la ley divina, cuyo sentido práctico está en la enseñanza y en el ejemplo del Señor y Maestro; será luz para iluminar a los que están a su alrededor. será mensajero de paz y amor para todos; y llevará la paz de las Moradas de la Luz hasta los hombres de la Tierra. 

Miguel Vives 

Extraído del libro "El Tesoro de los Espíritas"


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             El estudio-“Camino recto” 

León Denis 

El estudio es la fuente de dulces y nobles goces; nos libera de las preocupaciones vulgares y nos hace olvidar los males de la vida. El libro es un amigo sincero que nos pone buena cara lo mismo en los días felices que en los de mala fortuna. Hablamos del libro serio, útil, que instruye, consuela y reanima, y no del libro frívolo que distrae y con harta frecuencia desmoraliza. 

No se penetra lo bastante en el verdadero carácter del buen libro. Es como una voz que nos habla a través del tiempo y nos relata los trabajos, las luchas y los descubrimientos de aquellos que nos precedieron en el camino de la vida, y que en provecho nuestro suavizaron sus asperezas. ¿No constituye una de las escasas felicidades de este mundo el poder comunicar por medio del pensamiento con los grandes espíritus de todos los siglos y de todos los países? 

Ellos pusieron en sus libros lo mejor de sus inteligencias y de sus corazones. Nos llevan de la mano por el interior de los laberintos de la historia, nos guían hacia las elevadas regiones de la ciencia, del arte y de la literatura. Al contacto con estas obras, que constituyen los bienes más preciosos de la humanidad, compulsando estos archivos sagrados, nos sentimos engrandecer, nos consideramos satisfechos de pertenecer a las razas que nos suministran tales genios. El esplendor de su pensamiento se extiende sobre nuestras almas, las reconforta y las exalta. 

Sepamos elegir buenos libros y acostumbrémonos a vivir entre ellos, en relación constante con los espíritus elegidos. Rechacemos con cuidado los libros inmundos, escritos para halagar las bajas pasiones. Guardémonos de esa literatura relajada, fruto del sensualismo, que deja tras de sí la corrupción y la inmoralidad. 

La mayor parte de los hombres pretenden amar el estudio, y objetan que les falta tiempo para dedicarse a él. Sin embargo, muchos de ellos consagran veladas enteras al juego y a las conversaciones ociosas. Se arguye también que los libros cuestan caros, cuando se gasta en placeres fútiles y de mal gusto más dinero del que haría falta para hacerse de una rica colección de obras. Además, el estudio de la Naturaleza, el más eficaz y el más reconfortante de todos, no cuesta nada. 

La ciencia humana es falible y variable. La Naturaleza no lo es. No se desmiente nunca. En las horas de incertidumbre y de desaliento, volvámonos y nos mecerá en su seno. Nos hablará un sencillo y dulce lenguaje, en el que aparecerá la verdad sin artificio ni desfiguraciones. Pero ese lenguaje apacible muy pocos saben escucharlo y comprenderlo. 

El hombre lleva consigo, hasta en el fondo de las soledades, sus pasiones y sus agitaciones interiores, cuyos rumores encubren la enseñanza íntima de la Naturaleza. Para discernir la revelación inmanente en el seno de las cosas es preciso imponer silencio a las quimeras del mundo, a esas opiniones turbulentas que perturban nuestras sociedades; es preciso recogerse, hacer la paz en sí y alrededor de si. Entonces, todos los ecos de la vida pública callan; el alma entra en sí misma, recobra el sentimiento de la Naturaleza y de las leyes eternas y comunica con la Razón suprema. 

El estudio de la Naturaleza terrestre eleva y fortifica el pensamiento, pero ¿qué decir de la visión de los cielos? Cuando, en la noche apacible, se enciende la bóveda estrellada y comienza el desfile de los astros; cuando de los núcleos estelares y de las nebulosas perdidas en el fondo de los espacios desciende hasta nosotros la claridad temblorosa y difusa, una misteriosa influencia nos envuelve, un sentimiento profundamente religioso nos invade. ¡Cómo desaparecen en esa hora las vanas preocupaciones! ¡Cómo nos penetra, nos abruma y nos hace doblar las rodillas la sensación de lo inconmensurable! ¡Qué adoración muda se eleva de nuestro corazón! 

La Tierra boga frágil esquife por los campos de la inmensidad. Boga, arrastrada por el potente Sol. Por todas partes, a su alrededor, existen profundidades inmensas que no se pueden sondear sin experimentar el vértigo. Por todas partes también, a distancias enormes, hay mundos y más mundos, islas flotantes mecidas por las olas del éter. La mirada se niega a contarlos, pero nuestro espíritu los considera con respeto y con amor. Sus sutiles rayos le atraen. 

Enorme Júpiter, y tú, Saturno, al que rodea una franja luminosa y coronan nueve lunas de oro; soles gigantescos de luces multiformes, esferas innumerables: os saludamos desde el fondo de los espacios… Mundos que brilláis sobre nuestras cabezas, ¿qué ocultáis?… Quisiéramos conoceros, saber qué pueblos, qué ciudades extrañas, qué civilizaciones se extienden sobre vuestra superficie… Una intuición secreta nos dice que reside en vosotros la felicidad, buscada en vano en la Tierra. Más ¿por qué dudar y temer? 

Esos mundos son nuestra herencia. Estamos destinados a recorrerlos y a habitarlos. Visitaremos esos archipiélagos estelares y nos penetraremos de sus misterios. Nunca tendrá un término nuestra carrera, nuestros ímpetus, nuestros progresos, si sabemos ajustar nuestra voluntad a las leyes divinas y conquistar con nuestras acciones la plenitud de la vida, en posesión de los goces celestiales inherentes a ella. 

Extraído del libro “Camino recto” 
León Denis


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