sábado, 9 de julio de 2016

LA MISIÓN DEL ESPIRITISMO(1)






                           
                                LA MISIÓN DEL ESPIRITISMO(1)

Nuestra época, positivista por excelencia, es más idealista y el hombre que concibe la idea de reconocer un Dios, no lo personaliza, no le da nuestras míseras pasiones, no le concede nuestros goces egoístas, no lo asemeja a la especie humana. El Dios de los libre-pensadores es más grande, más sublime, más inmaterial, no está al alcance de nuestro entendimiento, le presentimos, le adivinamos y le vemos en sus obras.
La misión del Espiritismo no es destruir, no es derribar nada de lo existente, no viene a seguir las sangrientas huellas de las demás religiones, que todas, absolutamente todas, han derramado en la Tierra torrentes de sangre que se han convertido más tarde en ríos de lágrimas.
El Espiritismo viene a decir que Dios es Dios, y el Progreso es su profeta. Ni destruye los templos, ni viene a levantar nuevos altares. Jesús luchó entre la lógica y el sofisma de su tiempo, esa lucha aún sigue empeñada; y el Espiritismo toma parte en ella como la toman las demás filosofías, pero no se empeña en derribar ni ésta, ni aquella institución.
Jesús fue la encarnación del amor y del progreso, y está por encima de todas las teogonías y de todas las filosofías de la Tierra; y el Espiritismo enseña la ley que Él promulgó en el Monte de las Calaveras.
Nuestra moral es la de Jesús, y si todos los hombres de este planeta hubieran comprendido las enseñanzas del divino maestro, como tratan de comprenderlas los verdaderos espiritistas, no se hubiera derramado tanta sangre inocente, no se hubiese atormentado a millones y millones de hombres, ni habrían profanado la memoria del que murió, perdonando a sus verdugos.
Si algo queda de aquella moral sublime, que era el patrimonio divino de aquel que sanaba a los enfermos, si algo se recuerda aún de su doctrina evangélica, sus comentarios se encuentran en las obras espiritistas.
Los espiritistas aman a Jesús, porque ven en Él la reencarnación de un Espíritu elevadísimo, luz de la verdadera religión, luz que iluminó a la India, luz que más tarde irradió en Judea, luz que brillará sobre este planeta mientras la Tierra tenga condiciones de habitabilidad para albergar a la especie humana.
Acusan al Espiritismo de que éste no respeta la personalidad de Jesús. No es nuestro ánimo tratar ahora de esa cuestión capital, y únicamente diremos que el Espiritismo ve en Jesús no a un redentor, sino a uno de los muchos redentores que ha tenido la humanidad.
¿Pierde Jesús por esto el respeto, el amor, la admiración, la adoración suprema que mereció por su sacrificio? No; ¿Ha habido algún hombre de su época que se le asemeje? No; ¿Mas, por qué hemos de negar lo que la historia atestigua? ¿Lo que los libros sagrados nos dicen? Si doce mil años antes de la era cristiana establecían los brahmanes de la India el dogma de la trimurtí, o trinidad de Dios, y uno de los redentores indios tiene una historia parecidísima a la de Jesucristo ¿Por qué se han de desfigurar los hechos?
Porque haya existido Kristna ¿Deja de ser Jesús la personificación de la civilización moderna? ¿La encarnación del progreso? ¿La síntesis del amor? Mas, veamos lo que sobre Kristna dice el vizconde de Torres Solanot en su obra "El Catolicismo antes del Cristo" página 73: "La leyenda del Génesis indio dice que Brahma había anunciado a Heva la venida de un salvador, que nacería en la pequeña ciudad de Madura, y recibiría el nombre de Kristna (en sanscrito, sagrado). Su nacimiento tuvo lugar unos cuatro mil ochocientos años antes de nuestra era".

"Ese niño, Vischnú, la segunda persona de la Trinidad india, el hijo de Dios encarnado en el seno de la virgen Devanaguy (en sanscrito, formado por Dios), para borrar la falta original y llevar a la humanidad al camino del bien". "Devanaguy permanece virgen aunque madre, porque había concebido sin conocer hombre, envuelta por los rayos de Vischnú, y da a luz un niño divino en una torre, donde la había hecho encerrar su tío Rausa, tirano de Madura, quien había visto en sueños que el niño que naciera de aquélla debía destronarle".
"La noche del parto, al primer gemido de Kristna, un fuerte viento derribó las puertas de la prisión, mató a los centinelas, y Davanaguy fue conducida con su hijo recién nacido a la casa del pastor Nauda, donde le festejaron los pastores de la comarca, por un enviado de Vischnú". "Al saber la libertad de Davanaguy y su huída maravillosa, el tirano Rausa, ciego de furor, y para que no se le escapase Cristna, ordenó la degollación, en todos los estados, de los niños de sexo masculino, nacidos en la misma noche de aquel que quería matar". "Kristna escapó por milagro, pasando su infancia en medio de los peligros suscitados por los que tenían interés en su muerte; pero salió victorioso de todas las asechanzas, de todos los lazos que se le tendieron". 
"Llegado a la edad de hombre, se rodeó de algunos fervientes discípulos, y comenzó a predicar una moral que la India no conocía ya desde la dominación brahmánica; atacando valerosamente las castas, enseñó la igualdad de todos los hombres ante Dios, y puso de manifiesto la hipocresía y el charlatanismo de los sacerdotes. 
Recorrió la India entera, perseguido por los brahmanes y los reyes, atrayéndose a los pueblos por su singular belleza, su elocuencia dulce y persuasiva, llena de imágenes y por la sublimidad de su doctrina: ayudarse los unos a los otros, proteger, sobre todo, a la debilidad; amar a su semejante como a sí mismo; devolver bien por mal; practicar la caridad y todas las virtudes".
"Un día que Kristna oraba recostado contra un árbol, una tropa de esbirros enviados por los sacerdotes, cuyos vicios habían descubierto, le asaeteó y colgó su cuerpo en las ramas para que fuese presa de las aves inmundas".
"La noticia de esta muerte llegó a los oídos de Ardjima, el más querido de los discípulos de Kristna, y corrió aquél, acompañado de una gran muchedumbre del pueblo, para recoger los restos sagrados. Pero el cuerpo del hombre Dios había desaparecido; sin duda había vuelto a las celestes moradas, y el árbol en cuyas ramas fue colgado, apareció repentinamente cubierto de grandes flores rojas, esparciendo a distancia el más suave de los perfumes".
"Los sacerdotes, que habían mandado asesinar a Kristna, fueron los primeros en sentir su influencia; pero sea por habilidad, sea por convicción, la aceptaron como la grande encarnación de Vischnú, prometida por Brahma al primer hombre, y colocaron su estatua en todos los templos". 
Ahora bien: ¿No se asemeja esta historia a la historia de Jesús? ¿No hay grandes puntos de contacto en su nacimiento, en su vida, en su muerte y en su resurrección? ¿Por qué ese empeño total en no querer conceder a la Tierra más que un redentor? Cuando la humanidad terrena formada de "espíritus en turbación", como dice un joven pensador, olvidadiza por costumbre, ingrata por hábito, rebelde por condición, ignorante por pereza, necesita si fuera posible, un redentor por cada siglo. 
Tres mil años antes de la era cristiana, estaban codificadas las leyes indias, y Kristna dijo en aquellas remotas edades lo que más tarde repitió Jesús, y sabe Dios, si Kristna de qué otro Redentor lo repetiría. No es de hoy la moral de Jesús, no; escuchemos algunos versículos del Evangelio indio, que sus máximas sublimes alientan y fortifican, y hace más de cinco mil años que las almas enfermas beben el agua fuera de los textos védicos. Leamos:
"Los hombres que no tienen el dominio de sus sentidos, no son capaces de cumplir con sus deberes". 
"Es preciso renunciar a la riqueza y a los placeres, cuando éstos no son aprobados por la conciencia".
"Los males que causamos a nuestro prójimo nos persiguen como nuestra sombra a nuestro cuerpo".
"La ciencia del hombre no es más que vanidad, todas sus buenas acciones son ilusorias cuando no sabe referirlas a Dios".
"Las obras que tienen por principio el amor de su semejante, deben ser ambicionadas por el justo, porque serán las que pesen más en la balanza celeste".
"Por las buenas acciones en sí mismas, y no por la cantidad, es por lo que seréis juzgados".
"A cada uno según sus fuerzas y sus obras".
"No se puede pedir a la hormiga el mismo trabajo que al elefante".
"A la tortuga, la misma agilidad que a la cierva".
"Al pájaro que nade, al pez que se eleve en los aires".
"No se puede exigir al niño la prudencia del padre".
"Pero todas esas criaturas viven para un fin, y aquellas que cumplen en su esfera lo que ha sido prescrito, se transforman y se elevan según todas las series de emigración de los seres. La gota de agua, que encierra un principio de vida que el calor fecunda, puede llegar a ser un dios".
"Pero sabedlo todos; ninguno de vosotros llegará a absorberse en el seno de Brahma por la oración solemne, y el misterio monosílabo no borrará vuestras últimas manchas, sino cuando lleguéis al umbral de la vida futura, cargados de buenas obras, y las más meritorias entre esas obras serán aquellas que tengan por móvil el amor al prójimo y la caridad".
"El que es humilde de corazón y de espíritu, es amado por Dios; no tiene necesidad de otra cosa".
"Lo mismo que el cuerpo es fortificado por los músculos, el alma es fortificada por la virtud".
"Así como la tierra sostiene a los que la pisan con los pies, y le desgarran su seno trabajándola, así debemos volver el bien por el mal".
"Los servicios que se prestan a los espíritus perversos, el bien que se les hace, parecen caracteres escritos sobre el agua, que se borran a medida que se les traza. Pero el bien debe cumplirse por el bien, porque no es sobre la Tierra donde hay que esperar recompensa".
"Cuando morimos, nuestras riquezas quedan en la casa; nuestros parientes, nuestros amigos no nos acompañan más que hasta la tumba; pero nuestras virtudes y nuestros vicios, nuestras buenas obras y nuestras faltas, nos siguen en la otra vida".
"El infinito y el espacio, pueden solos comprender al espacio y al infinito. Dios sólo puede comprender a Dios".
"El hombre honrado, debe caer bajo los golpes de los malos, como el árbol sándalo, que cuando se le derriba, perfuma el hacha que le ha herido". 
"El justo que no se haga jamás culpable de maledicencia, de imposturas y de calumnias; que no busque querellas; que tenga constantemente la mano derecha abierta para los desgraciados, que no se vanaglorie jamás de los beneficios que haga".
"Cuando un pobre venga a llamar a su puerta, que lo reciba, le lave los pies, le sirva él mismo y coma de sus restos, porque los pobres son los elegidos del Señor. Pero, sobre todo, que evite, durante el curso de su vida, dañar en lo más mínimo a otro: amar a su semejante, protegerle y asistirle, de ahí derivan las virtudes más agradables a Dios". 
Sobre esta moral sublime está calcado el Evangelio de Jesús, su historia,con pequeñas variantes, es la misma de Kristna; así es que la regeneración social que realizó Jesús no es debida a un episodio de su historia; que si bien pudo servir de base para un gran misterio religioso, no es debido a la creación de ese misterio el desenvolvimiento progresivo de la humanidad. Este movimiento ascendente obedece al exacto cumplimiento de las leyes universales que rigen en la creación. 
Justo es que digamos que los espiritistas ni hacen descender al hombre a la triste condición del bruto, ni son tan osados y tan ilógicos que lo elevan a la suprema categoría de un Dios.
Para nosotros no hay más que un Dios, ¡Ese Dios que se siente y no se define!
¡Esa inteligencia suprema! ¡Ese algo misterioso que constituye un todo incomprensible, universal y eterno!... 
¡Ese aliento divino!...
¡Esta savia generosa que alimenta a los lirios y a las cordilleras de los Andes! ¡A los infusorios de la Tierra, y a los mundos que en vertiginosa carrera se precipitan afanosos para sorprender los secretos de la eternidad!
Somos deístas racionalistas, y no le concedemos al hombre más que el fruto de su trabajo; por esta razón no podemos mirar en él, ni al bruto, ni a un Dios. Bruto no puede ser porque en su frente irradia un destello de la inteligencia divina; y a ser Dios no puede llegar, porque en el Universo no hay más que un Dios. ¡Luz más luz, produce sombra! Esto dijo un sabio y es la verdad.
Creemos, sí, que los hombres pueden llegar a ser grandes y buenos si quieren utilizar su inteligencia y su sentimiento, trabajando asiduamente en su mejoramiento moral e intelectual.
¡Pueden llegar a ser enviados providenciales!
Creemos que la moral de Jesús, es la moral de Dios; es la ley eterna promulgada desde los primeros tiempos por legisladores divinos, que le han hablado a las humanidades en un lenguaje apropiado a su respectivo adelanto.
Las humanidades no han sido creadas para odiarse, no. Los hombres no han nacido para destruirse unos a otros como fieras sanguinarias. Su destino es más humanitario, su misión es más grande, su tendencia más armónica, por esto de vez en cuando, cuando la fiebre enloquece a los hombres, cuando las instituciones de este mundo flaquean, vienen enviados providenciales, preceptores divinos que sirven de catedráticos a las multitudes, y les enseña la moral de todos los siglos, les leen el Código de todos los tiempos, les hablan de ese Dios desconocido que está en la mente de todos los hombres. 
Jesús fue uno de esos profetas del Espiritualismo, y como su gran misión es regenerar a los pueblos, como había sonado la hora en el reloj eterno, para que comenzara a espiritualizarse el sentimiento de la humanidad terrestre; por esto su voz generosa resonó en la Tierra, resuena todavía y resonará eternamente, y esto aconteció, acontece y acontecerá: no porque el cuerpo de Jesús resucitase, o fuese fluídico, sino porque Jesús resucitó al cuerpo social; y le dijo al viejo mundo (inmenso cadáver encerrado en la sepultura del más grosero materialismo), ¡Levántate y anda, humanidad hipócrita y descreída, y busca a Dios por medio de las buenas obras, que harto tiempo has estado aletargada con el opio fatal de tus pasiones!
El mayor de los milagros que Jesús ha hecho y que acredita verdaderamente su superioridad, es la revolución que sus enseñanzas han hecho en el mundo a pesar de la exigüidad de sus medios de acción.
En efecto, Jesús, pobre, nacido en la más humilde condición, en un pueblo casi ignorado y sin preponderancia política, artística, ni literaria, sólo predica durante tres años. En este corto periodo de tiempo es conocido y perseguido por sus conciudadanos, calumniado y tratado de impostor: se ve obligado a huir para no ser apedreado; es vendido por uno de sus apóstoles, negado por otro y abandonado por todos en el momento que cae en manos de sus enemigos.
¿Hay mayor injusticia que la que los hombres le han hecho a Jesús y a su sagrada religión?...
¡Pobres seres los que envueltos en la luz del presente, cierran los ojos ofuscados por la claridad, y suspiran recordando las sombras del pasado; no queriendo comprender que los dogmas de la fe ciega han desaparecido ante la ciencia, como la niebla desaparece ante los rayos del Sol!.
No tenemos la arrogancia estúpida de creer que la escuela filosófica espiritista ha pronunciado su última palabra, y que tras de esta creencia no haya más problemas que descifrar. No lo creemos nosotros así, no; vemos en el Espiritismo un gran adelanto; porque su desenvolvimiento hoy se adapta al gusto dominante de nuestra época, que es la investigación y el análisis: por esto la doctrina espírita nos encamina por la senda del progreso, sin que por esto creamos que poseemos la perfección absoluta, porque esa sólo la posee Dios. 
Nosotros creíamos ayer, y creemos hoy: en un solo Dios, inteligencia suprema causa primera de todas las cosas, infinita, incomprensible en su esencia, inmutable, inmaterial, omnipotente, soberanamente justo, bueno y misericordioso. Creemos que el hombre, una de sus criaturas, debe a Dios una adoración infinita.
¡Las hermosas palabras del evangelio han resonado siempre en el mundo! ¡El eco ha repetido en todos los tiempos la voz de Dios! Mas, ¿De qué sirvió la predicación de Kristna? Se obtuvo el mismo resultado que con la de Jesús; los sacerdotes crearon las castas, los privilegios, y en nombre de éste o de aquel Redentor, la humanidad antropófaga por instinto ha devorado en el voraz apetito de su soberbia, cuando ha tenido la debilidad de dejarse destruir.
La historia del progreso es tan antigua como el mundo. El Espíritu de Dios ha flotado sobre todas las humanidades, y ha irradiado en todas las épocas. El cristianismo no es de hoy, es de ayer, es de siempre, y será de toda eternidad, porque su moral sublime es el compendio de todas las virtudes.
Jesús vino a la Tierra llamando la atención del pasado, del presente y del porvenir, planteó en su aparición un problema científico, la teología se apoderó de este problema y le cubrió con un velo misterioso; pero mientras el misterio exista la luz no puede alumbrar a la humanidad.
Jesús vino a la Tierra para dar una lección a los tiempos de los tiempos. ¡Pobres teólogos de todas las edades! ¡Cuán ignorantes habéis sido siempre! ¡Para vosotros no ha habido más que tiempo presente! ¡No habéis presentido el pasado! ¡No habéis adivinado el mañana! ¡Toda la vida la habéis encerrado en la gota de agua que habéis tenido delante!
¿Merecen llamarse cristianos los que miran en Jesús un enviado divino, y tratan de imitar en lo poco que pueden, y lo que su escaso entendimiento les permite, la humildad, la paciencia, la tolerancia, y la cariad del mártir del Calvario?. ( Continúa en el siguiente)

Amalia Domingo Soler-

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UTILIDAD DEL ESPIRITISMO Y SUS PROGRESOS

El Espiritismo, difunde una luz que penetrará desde el palacio del potentado hasta la cabaña del rústico aldeano, luz que en medio de la diversidad de escuelas, de sistemas y de opiniones religiosas, políticas y sociales que dividen a la humanidad actual, será de un gran poder para iluminar a todos.
El Espiritismo tiene por objeto combatir la incredulidad y sus funestas consecuencias, dando prueba patente de la existencia del alma y su vida futura. Se dirige a todos en general pero muy particularmente a los que no creen en nada y a los que dudan, cuyo número es muy grande por desgracia.
El Espiritismo que sabe que toda creencia es superficial y sólo da las apariencias de la fe pero no la fe sincera, expone sus principios a la vista de todos de modo que puede cada cual formar opinión con conocimiento de causa. Los que lo aceptan lo hacen libremente y porque lo encuentran racional. No impone una creencia, invita a un estudio; no pretende convertirse por sorpresa, sino que se le estudie detenidamente, para después rechazarlo o aceptarlo.
Los espiritistas decimos: al que ha nosotros viene como hermano, como a hermano lo recibimos; al que nos rechaza le dejamos en paz; pero guardándole las misma consideraciones.
El Espiritismo nos enseña la influencia que el mundo invisible ejerce con el mundo visible y las relaciones que entre ambos existen, como la astronomía nos enseña las relaciones de los astros con la Tierra; nos la presenta como una de las fuerzas que gobiernan al Universo y contribuyen al sostenimiento de la armonía general. Y este conocimiento de ultratumba nos lleva a la resolución de infinidad de problemas insolubles hasta ahora; nos da la prueba patente de la existencia del alma; de su individualidad después de la muerte, de su inmortalidad y de su suerte verdadera; es pues, la destrucción del materialismo no con razonamientos sino con hechos.
Por esto, hermanos míos: Cuando los dogmas religiosos se derrumban minados en su base por la ciencia positiva y el espíritu de examen de nuestro siglo; cuando las falsas y desconsoladoras interpretaciones de la ciencia materialista buscan en vano solución a las grandes cuestiones morales y satisfacción a los anhelos y aspiraciones de la humanidad; cuando todo se halla perturbado y pidiendo regeneración, y se agita el problema político “unido en nuestros días al problema social, que es ante todo un problema religioso”; cuando más oscuro se ve el horizonte y más intrincado el camino, conduciéndonos por todas las partes al abismo como irremediable y desastroso fin; cuando hasta las mismas conquistas de la civilización semejan convertirse en elementos perturbadores para sumir a
la humanidad en las tinieblas de caótico desconcierto; en este momento supremo en que todo se pone en tela de juicio y de todo se duda, hasta de la existencia de Dios y de nuestro yo inmortal, aparece providencialmente el Espiritismo hecho de todos los tiempos, con el doble carácter de ciencia de observación y de doctrina filosófica, sentando las bases de la religión del porvenir que ha de resolver todos los problemas hoy planteados.
Abriga esta seguridad el Espiritismo proclamando: La Existencia de Dios. Infinidad de mundos habitados. Preexistencia y persistencia eterna del Espíritu.
Demostración experimental de la supervivencia del alma humana por la comunicación medianímica con los espíritus. Infinidad de fases en la vida infinita de cada ser.
Recompensas y penas como consecuencia natural de los actos. Progreso infinito. Comunión universal de los seres. Solidaridad. Sí, ciertamente; con estos principios, el Espiritismo viene en el momento preciso ha abrir la era nueva de una transformación social y religiosa. Pero a diferencia de las
tradiciones religiosas que han mantenido a los pueblos en la servidumbre del pensamiento, el Espiritismo no admite más que las demostraciones por los hechos estudiados en sus causas y en sus efectos, y rechaza todo supernaturalismo: Sometiendo sus principios al crisol de la razón, no impone ninguna especie de creencia, y por lo tanto no teme la discusión; llama a los librepensadores imparciales y a los amantes de toda idea grande y generosa susceptible de transformar el actual estado social demostrando por medio de una creencia positiva, la imperiosa necesidad para todos indistintivamente, de someterse a la ley de Solidaridad, que encierra los grandes principios de libertad, de igualdad y fraternidad.
La base de toda filosofía y de todo saber, resumida en la célebre inscripción del templo de Delfos, “conócete a ti mismo” es un problema resuelto con la contestación que el Espiritismo da a los tres eternos interrogantes: ¿De dónde venimos? ¿Qué somos? ¿A dónde vamos? y la existencia de inmortalidad del yo espiritual, que las escuelas espiritualistas no han podido probar de una manera incontestable, por medio del razonamiento, merced a los fenómenos espiritistas es una verdad que puede ser ya positivamente demostrada, sin contestación posible, por los investigadores concienzudos.
Así el Espiritismo no dice: “cree” sino “estudia” y en esto fía su fuerza atractiva, y a eso debe sus inmensos progresos.
Ninguna escuela filosófica, ninguna doctrina religiosa alcanzó en tan poco tiempo el desarrollo y extraordinario crecimiento que ha tenido el Espiritismo.
Éste ha entrado en una fase de investigación científica con los trabajos de William Crookes, el célebre químico inglés de Sollner, y de Paúl Gibier el eminente médico Francés a quienes precedieron en la afirmación de la realidad de los fenómenos espiritistas distinguidos sabios; naturalistas como Alfredo Russell Wallace, físico y químico como Varley, y otros eminentes profesores; y astrónomos como Flammarión, genios como Víctor Hugo, y una pleyáde de grandes literatos contemporáneos.
Con tan ilustre compañía, bien pueden soportar los espiritistas el calificativo de locos, que también se lo dieron sus contemporáneos a los más notables descubridores y a los grandes bienhechores de la humanidad.
De modo que, en el curso de los progresos del Espiritismo, los principios que proclama concluirán por ser aceptados como la expresión de la realidad porque la influencia de la Verdad, la Belleza y la Bondad de las cuales cada uno tenemos un destello por la esencia de donde hemos salido, tiende a evolucionar hacia la armonía que es el bien, objeto esencial de nuestra doctrina, la cual se impone a la razón como una verdadera ciencia, sin que pueda ser destruida por los sofismas de falsos sabios.
A medida que se extiendan las ideas que el Espiritismo da de la existencia de Dios y su justicia, y de las sucesivas existencias del alma, se verá como ha dicho un profundo pensador; que las impaciencias se calman, las ambiciones se entibian, las disidencias de los partidos se borran, los espíritus se reúnen para un fin común, con un mismo pensamiento, y la opinión pública tomará una fisonomía nueva, permitiendo llenar sus aspiraciones justas.
Entonces el ser humano, llevará con paciencia el destino que le toca en la Tierra, persuadido de que, por duro que sea, es una prueba que ha merecido, y que si la sufre con grandeza de ánimo y resignación durante los instantes de la vida planetaria, dará un gran paso adelante en la vida eterna.
Extraído del libro La luz del camino


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